La organización comarcal
Hay regiones, varias en España, dentro
de las que la vida pública exterior al municipio es única, general, sin que
aparezcan porciones de pueblo y territorio donde esa vida adquiera mayor
intensidad, más solidez, más acentuada comunidad y modalidades que la den
carácter y existencia propia, diferenciada del resto, dentro de la armonía
regional; una de estas regiones, salvo ligerísimas y muy limitadas
excepciones, es tal vez la leonesa. En Castilla la Vie ja
pasa precisamente lo contrario; la vida comarcal presenta gran variedad de
colores, dentro de un armonioso iris; la Rioja se distingue por su
matiz de la tierra soriana, sin embargo de mostrar ambas sus reflejos
aragoneses sobre su fondo castellano; el país que tras el Duero ocupa una parte
de Segovia y Soria ofrece una fisonomía, cuyo semejante se encuentra, tal vez
más parecido que en su colindante, encima de los acantilados cameranos de vida
pastoril; la Montaña ,
que así llamamos por antonomasia, tiene todo aquel sabor de la tierruca que con
tanto deleite nos hace gustar la pluma soberana del magistral Pereda; la Moraña muestra por su parte
aquel otro carácter, en el que se descubre la vecindad de las tierras leonesas.
Las variedades comarcales son tan grandes, tan .radicales, tan numerosas en
Castilla la Vieja ,
que pretender ir contra ellas, es querer oponerse a la naturaleza; intentar
borrarlas o despreciarlas, equivale a ignorar la fuerza de la geografía económica
y de la etnografía, supone el imposible de que la faz de la tierra y la
idiosincrasia de las gentes queden al capricho de una voluntad, o al acomodo
de una obsesión.
Por añadidura a esas variedades de
suelo y gentes, corresponden otras en la forma de los intereses materiales
sobre .los que se apoyan las respectivas economías. Así es que en Castilla la Vieja , lejos de emprender
una acción uniforme y constituir una sola organización común, es preciso atender a dar satisfacción a las variedades,
aquilatando bien lo que pueda ser general e inaccesible a la potencia de cada
comarca.
Hay regiones entre las españolas que
pueden constituir su sociedad correspondiente, sin más que formar la agrupación
de sus sociedades municipales; pero en Castilla la Vieja no tenemos más remedio
que reconocer la sociedad comarcal con su
correspondiente gobierno propio más importante que la institución regional. Esto no es introducir complicaciones, sino solamente
obedecer a los hechos reales; por otra parte, el Estado en su organización
actual, pone un organismo entre el municipio y el poder superior y como
nosotros lo único que hacemos es distribuir ciertas atribuciones de ese poder
superior, repartiéndole entre las regiones y vinculándole en ellas, dejamos
perfectamente deslindados los campos entre el gobierno regional y el de la comarca,
sin aglomeraciones y sin estorbos, dando por añadidura, más atribuciones y
mayores fines a los organismos que serian lo que debieran ser y ciertamente no
son las actuales Diputaciones.
Elías Romera, reconociendo, sin duda
alguna, esa innegable variedad entre las comarcas de Castilla la Vieja , establece también
las Diputaciones provinciales. Nosotros las llamaríamos mejor comunidades o
merindades, formándolas en cada comarca y haciendo que viniesen a parar a
ellas los bienes de las antiguas comunidades de pueblos, encargándose de sus
servicios de pastos y bosque, adquiriendo mediante justiprecio sus propiedades
y extendiendo el uso vecinal y comunal a todos los vecinos de la nueva comunidad
o rnerindad más útil a agricultura y ganadería, refundiendo varias pequeñas.
El conjunto de las diversas comunidades o merindades nuevas de la región,
daría origen a la Hermandad
de Castilla la Vieja ,
organismo encargado de la administración y gobierno de la región.
LUIS CARRETERO NIEVA
El regionalismo castellano
Segovia 1917
pp. 414-415
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