ELOGIO DEL SENDERISMO
Hay deportes que entrañan riesgos, otros son tan caros que el común de los mortales no puede practicarlos. Hay deportes elitistas (la esgrima) y deportes vulgares (el fútbol), hasta los hay sedentarios (pensemos en el ajedrez). Yo vengo, en esta ocasión, a elogiar el senderismo. Por razones de índole tanto salubres como espirituales.
No hay Patria, no puede haberla, sin paisaje. El paisaje del terruño hay que vivirlo para poder conocer sensiblemente el campo, el suelo de nuestros antepasados. La vida urbana es artificial y obra a manera de pantalla que impide conectar con la tierra. Nadie puede ser auténtico patriota de ninguna Patria sin haber “campeado” por los predios. Y la juventud que se envicia en las ciudades, encauzaría sus pasos hacia la salud si, abandonando el cómodo sedentarismo urbano, marchase a los montes, caminara a las Sierras, pisara las sendas y los vericuetos que desde décadas tal vez no han sido hollados por nadie. Por eso, no han sido pocos los movimientos juveniles que han tenido la “salida al campo” como vía de escape –de la civilización burguesa y decadente. Pienso en los boys-scouts de Robert Baden Powell o los Wandervogel alemanes. Pero no tenemos que ir afuera, para inspirarnos en tradiciones extranjeras que no son afines con nuestro espíritu. En España tenemos nuestras propias asociaciones juveniles, de honda y dilatada tradición española, como son los "pelayos" tradicionalistas que todavía existen y que organizan magníficos campamentos que procuran las experiencias más gratificantes y educativas a los más jóvenes.
El senderismo no puede ser una práctica indiferente. Me resisto a llamar senderismo a un simple andorrear los campos y las montañas. El senderismo serio entraña algo más que un buen equipo (mochila, cantimplora, bastón…). El senderismo profesional requiere de un conocimiento geográfico –y también histórico, por qué no- de los terrenos que se va a visitar.
Nuestros ancestros -convertidos por la fuerza de las circunstancias en guerrilleros- que combatieron a Bonaparte, no necesitaban el senderismo para sacar el máximo rendimiento a su conocimiento del terreno. Eran cazadores, labriegos, arrieros, caminantes expertos del territorio de la patria chica. Nosotros, convertidos en acomodados urbanícolas, estamos desprovistos de ese conocimiento del territorio que circunda nuestras poblaciones. Nos hemos convertido en unos perfectos ignorantes de lo más cercano. Puede ser que ese gusto por el viaje allende nuestros pagos nos haya deparado indudables experiencias estéticas y éticas al contacto con otras tierras y paisajes; pero, en buena medida, estamos en ayunas en lo que concierne a nuestro campo más prójimo. Hay niños y jóvenes que no saben localizar, pues nunca estuvieron, una fuente, un arroyo, un cortijo o caserío de su término municipal.
Desde que era un niño me eché a caminar, acompañado de otros motilones o solo, y fui conociendo lo primero que había que conocer: las sierras, los llanos, los ríos, los montes, los olivares y cortijos del término de mi pueblo. Así fue como, sin necesidad de escultismo, como autodidacto formamos un nutrido grupo de andariegos que nos hacíamos llamar "campeadores", por las jugosas y emotivas reminiscencias que el Cid Campeador tenía para nosotros. ¿Para qué llamar con nombres extranjeros lo que puede ser llamado con nombres autóctonos?
En este breve elogio del “senderismo adrede” quisiera animar a muchos de los que me leen a que practiquen este maravilloso deporte, tan salutífero para el cuerpo como para la mente. Que formando asociaciones o en grupos reducidos y selectos se aventuren a practicar este deporte consistente en algo más que en andar. Verdadera escuela de “campeadores” (como el Cid Campeador), sería lo más recomendable la formación y consolidación de grupos así para que el campo nativo se convierta en la lección tal vez más vital de nuestra vida, permitiendo doctorarnos en el campo que puede ser nuestra más cierta esperanza.
Caminante, no hay camino; se hace camino al andar… Y al volver la vista atrás se ve el mismo camino: por el que generaciones y generaciones de antepasados transitaron, recorrieron en procura de sus quehaceres, esos senderos que los emboscados tan bien conocían para la más efectiva defensa de la Patria contra los más diversos invasores que nos la arrebataron. El senderismo tiene que ser una práctica provista de finalidades: la de conocer el terreno, la de familiarizarse con el territorio para que, si alguna vez (Dios no lo quiera) haya que defenderlo, se pueda aprovechar al máximo ese conocimiento.
Elogio, pues, el senderismo como una de las asignaturas pendientes de todo patriota y recomiendo su práctica, como método eficaz para dotarnos del conocimiento más exhaustivo de lo que nos rodea.
Publicado por Maestro Gelimer
http://librodehorasyhoradelibros.blogspot.com/
Hay deportes que entrañan riesgos, otros son tan caros que el común de los mortales no puede practicarlos. Hay deportes elitistas (la esgrima) y deportes vulgares (el fútbol), hasta los hay sedentarios (pensemos en el ajedrez). Yo vengo, en esta ocasión, a elogiar el senderismo. Por razones de índole tanto salubres como espirituales.
No hay Patria, no puede haberla, sin paisaje. El paisaje del terruño hay que vivirlo para poder conocer sensiblemente el campo, el suelo de nuestros antepasados. La vida urbana es artificial y obra a manera de pantalla que impide conectar con la tierra. Nadie puede ser auténtico patriota de ninguna Patria sin haber “campeado” por los predios. Y la juventud que se envicia en las ciudades, encauzaría sus pasos hacia la salud si, abandonando el cómodo sedentarismo urbano, marchase a los montes, caminara a las Sierras, pisara las sendas y los vericuetos que desde décadas tal vez no han sido hollados por nadie. Por eso, no han sido pocos los movimientos juveniles que han tenido la “salida al campo” como vía de escape –de la civilización burguesa y decadente. Pienso en los boys-scouts de Robert Baden Powell o los Wandervogel alemanes. Pero no tenemos que ir afuera, para inspirarnos en tradiciones extranjeras que no son afines con nuestro espíritu. En España tenemos nuestras propias asociaciones juveniles, de honda y dilatada tradición española, como son los "pelayos" tradicionalistas que todavía existen y que organizan magníficos campamentos que procuran las experiencias más gratificantes y educativas a los más jóvenes.
El senderismo no puede ser una práctica indiferente. Me resisto a llamar senderismo a un simple andorrear los campos y las montañas. El senderismo serio entraña algo más que un buen equipo (mochila, cantimplora, bastón…). El senderismo profesional requiere de un conocimiento geográfico –y también histórico, por qué no- de los terrenos que se va a visitar.
Nuestros ancestros -convertidos por la fuerza de las circunstancias en guerrilleros- que combatieron a Bonaparte, no necesitaban el senderismo para sacar el máximo rendimiento a su conocimiento del terreno. Eran cazadores, labriegos, arrieros, caminantes expertos del territorio de la patria chica. Nosotros, convertidos en acomodados urbanícolas, estamos desprovistos de ese conocimiento del territorio que circunda nuestras poblaciones. Nos hemos convertido en unos perfectos ignorantes de lo más cercano. Puede ser que ese gusto por el viaje allende nuestros pagos nos haya deparado indudables experiencias estéticas y éticas al contacto con otras tierras y paisajes; pero, en buena medida, estamos en ayunas en lo que concierne a nuestro campo más prójimo. Hay niños y jóvenes que no saben localizar, pues nunca estuvieron, una fuente, un arroyo, un cortijo o caserío de su término municipal.
Desde que era un niño me eché a caminar, acompañado de otros motilones o solo, y fui conociendo lo primero que había que conocer: las sierras, los llanos, los ríos, los montes, los olivares y cortijos del término de mi pueblo. Así fue como, sin necesidad de escultismo, como autodidacto formamos un nutrido grupo de andariegos que nos hacíamos llamar "campeadores", por las jugosas y emotivas reminiscencias que el Cid Campeador tenía para nosotros. ¿Para qué llamar con nombres extranjeros lo que puede ser llamado con nombres autóctonos?
En este breve elogio del “senderismo adrede” quisiera animar a muchos de los que me leen a que practiquen este maravilloso deporte, tan salutífero para el cuerpo como para la mente. Que formando asociaciones o en grupos reducidos y selectos se aventuren a practicar este deporte consistente en algo más que en andar. Verdadera escuela de “campeadores” (como el Cid Campeador), sería lo más recomendable la formación y consolidación de grupos así para que el campo nativo se convierta en la lección tal vez más vital de nuestra vida, permitiendo doctorarnos en el campo que puede ser nuestra más cierta esperanza.
Caminante, no hay camino; se hace camino al andar… Y al volver la vista atrás se ve el mismo camino: por el que generaciones y generaciones de antepasados transitaron, recorrieron en procura de sus quehaceres, esos senderos que los emboscados tan bien conocían para la más efectiva defensa de la Patria contra los más diversos invasores que nos la arrebataron. El senderismo tiene que ser una práctica provista de finalidades: la de conocer el terreno, la de familiarizarse con el territorio para que, si alguna vez (Dios no lo quiera) haya que defenderlo, se pueda aprovechar al máximo ese conocimiento.
Elogio, pues, el senderismo como una de las asignaturas pendientes de todo patriota y recomiendo su práctica, como método eficaz para dotarnos del conocimiento más exhaustivo de lo que nos rodea.
Publicado por Maestro Gelimer
http://librodehorasyhoradelibros.blogspot.com/