HOY DOMINGO
Un asunto nimio
ALEJANDRO CUEVAS
(El Mundo de Castilla y León, 25 agosto 2002)
Cuando llegó la España de las Autonomías,
algunos ingenuos pensaron que eso iba a significar una mejor gestión del
dinero público. Se equivocaban. Cuando llegó la Unión Europea, algunos ilusos
recalcitrantes volvieron a creer en una administración más cabal de los recursos
comunes. Se equivocaban de nuevo. Hoy por hoy, nuestros escuálidos monederos
costean representantes políticos en Valladolid, en Madrid y en Bruselas, que
es algo tan absurdo como ir al dentista y que te cobren tres veces por lo mismo
y encima te extraigan la muela equivocada.
Antaño, los pisaverdes pasaban las
horas muertas abrillantándose los botines o jugando al billar en algún salón
rancio, ahora todos esos lechuguinos semianalfabetos, como tienen tantos
puestos jugosos entre los que elegir, son concejales, procuradores en las
Cortes o jefes de área de cualquier estupidez con nombre rimbombante. El poder ya no reside en el pueblo, pero el
pueblo todavía no se ha enterado y sigue pagando las facturas.
Todo este pequeño panfleto dominical
viene motivado por la noticia de que el PSOE de Castilla y León denuncia que
el 112, que en nuestra ( comunidad es el número de teléfono de emergencias no funciona adecuadamente. Dice
que hay llamadas que se pierden al no ser respondidas y que los telefonistas no
hablan árabe o portugués, lo cual no me parece tan grave; es poco probable
que los inmigrantes o visitantes sepan de la existencia de un número de
teléfono y de un servicio que casi nadie conoce, puesto que no se le ha hecho
la suficiente publicidad (quizá por ahí deberían llegar los reproches).
En cualquier caso, meterse con el 112 es salirse
por la tangente; a lo mejor la oposición tranquila es eso: evitar los ataques a
temas cruciales y espinosos (por ejemplo: nuestro apoltronamiento, nuestro
abandono, nuestros organigramas institucionales inflados de espantapájaros
que nos cuestan una fortuna) y centrarse en minucias ridículas para aparecer de
vez en cuando en los medios de comunicación En el teatro electoral, los que
están en las butacas ya no critican el argumento de la obra, simplemente se
quiere subir al escenario y lucir su palmito bajo los focos, o dicho en otras palabras:
quieren gobernarnos, vaya cruz, pero no para cambiar las cosas sustancialmente,
sino para incrustar a los suyos en los organigramas hinchados de los que
hablábamos antes. Y luego se quejarán de que la política está desprestigiada.