GEOGRAFÍA
DEL POBLAMIENTO PRERROMANO
Al comenzar los romanos la
conquista de la Península Ibérica,
ésta se hallaba habitado por multitud de
pueblos entre los que existían grandes diferencias étnicas, sociales y
culturales; diversidad debida en primer lugar a la variedad de las primitivas
tribus y estirpes peninsulares, a las que se superpusieron las invasiones
indoeuropeas y las oleadas célticas y después a las relaciones que se
establecieron entre los pobladores del Sur y Este del país y los griegos, fenicios
y cartagineses a través del Mar Mediterráneo.
Cualesquiera
que sean los orígenes de los primitivos pobladores de la Península, los dennos
estudiosos del tema coinciden en que "en España coexisten, desde muy antiguo
tipos, humanos venidos de Europa y del Este tras largas marchas y otros propios
Norte de África y del Occidente" (14).
Hace
unos tres mil años ocurrieron las invasiones indoeuropeas que penetraron por
Pirineos y en muchas partes se superpusieron a las poblaciones existentes (15).
Los celtas, procedentes de Europa, entraron en España en oleadas
sucesivas principalmente en el siglo VIII a.
C. Ellos trajeron su lengua, el cultivo cerealista de secano, una ganadería
bastante desarrollada y extendieron el uso del hierro. Los que se establecieron
en .la parte oriental de la meseta fueron muy influidos por la cultura de los
iberos.
Los celtas se fundieron a la
larga más o menos completamente con los vencidos en sus invasiones y se
mezclaron con los pueblos de estirpe ibérica como lo denota el nombre de
cetíberos.
La
prosperidad de los celtas durante su apogeo en España la indica el
florecimiento de los distintos grupos regionales de su cultura: los castros de
Portugal y Galicia con sus grupos relacionados en León, Extremadura, Asturias,
el grupo arévaco del Alto Duero y los grupos celtibéricos del Jalón con su
cultura que se extiende por el territorio de los pelendones de Numancia y la
alta montaña soriana. Donde los celtas, al parecer arraigaron fuertemente fue
en la meseta leonesa del Duero donde muy probablemente influyeron mucho en la
población. El cultivo del trigo -una de las características de los celtas
históricos- en esta meseta se atribuye a ellos, pues posiblemente la población
indígena anterior fue predominantemente pastoril. Este pastoreo continuó en las
zonas montañosas (16). El grupo celta que ocupó
ampliamente la meseta leonessa fue el de los vacceos. Los vacceos extremos o
arévacos -dice Bosch-Gimpera- remontaron la cuenca alta del Duero
hacia Numancia (17).
Quien se acerca a los estudios
históricos de épocas tan remotas como las de los asentamientos de los celtas en
la Península ibérica, se da cuenta en seguida de algo que hace ya muchos años
leímos en el prólogo de Julio Caro Baroja a la primera edición de Los pueblos de España.
"Deseamos ver con claridad, con simplicidad, diáfanamente. Pero los
hechos nos obligan a mirar obscuridades, cosas turbias y embrolladas sin principio ni fin. La síntesis suprema cada vez está
más lejana y los análisis cada día son más complejos y sujetos a
accidentes" (18). Pero de acuerdo con este investigador es un
deber científico aceptar las obligaciones morales que estos estudios imponen.
En opinión de Blas Taracena -que
en esto concuerda con Estrabón- la Celtiberia por razones genéticas y de civilización,
se nos presenta como un territorio poco mayor de 20,000 Km2 divididos en los grupos tribales de arévacos,
pelendones, belos, titos, lusones y celtíberos específicamente dichos
procedentes de las inmigraciones célticas en la Península, llegados los
primeros antes del: siglo vi
a. de C. y los restantes, ya esta centuria. Los invasores celtas
dominaron a los más viejos iberos con quienes mezclaron
para formar un nuevo pueblo mestizo que forjó su cultura bajo la gran
influencia de la civilización ibera (19),
La
Celtiberia suele dividirse en ulterior y citerior. Aquella, solar de los
arevacos ypelendones, comprendía en líneas generales la actual provincia de Soria. La zona norte con altas
sierras de cumbres nevadas, bosques de pinos, robles y encinas en su suelo
serrano y buenos pastos en la zona desprovista de arbolado; la zona central con
fértiles tierras de labranza entre ásperos serrijones; y la zona meridional con
páramos, a un nivel sobre el mar superior a los 1,100 m., que se extienden
hasta el parteaguas de la cuenca del Tajo. Hoy son pobres tierras agrícolas y
ganaderas; pero en siglos pasados antes de las despiadadas talas que
precedieron a la producción cerealista, debió de prevalecer en ellas el
pastoreo de ricos rebaños.
Los
antiguos geógrafos e historiadores ya describen la dureza del territorio y el
clima inhóspito de la Celtiberia ulterior. Los bosques eran al parecer más
tupidos y mayor y más regular el caudal del Duero. Marcial describe el Moncayo
ricamente rodeado de encanares; y Apiano dice que Numancia estaba rodeada de
espesos bosques en lo que hoy son sierras peladas.
La Celtiberia citerior, aunque en parte también asiento de páramos ,
es menos pobre. La zona occidental, habitada por los titos y los belos, es en
general plana, carece de arbolada y está cruzada por el angosto valle del
Jalón. Este se ensancha desde Ateca en amplia y fértil vega propicia para el
cultivo de hortaliza . el fue solar de los lusones excepto en sus partes
montuosas, es también feraz y muy adecuada para gran va] de cultivos.
Existe, pues, una gran
diferencia entre la Celtiberia ulterior y la citerior en cuanto a cursos que una y otra ofrecen para la
vida de sus moradores.
La fertilidad de la Celtiberia citerior fue cantada por su hijo, el
poeta bilbilitano Marcial, que describe el Moncayo como monte poblado de buenos
bosques. También elogia
el hierro de su país.
La riqueza agrícola y la
entonces próspera metalurgia hicieron al parecer posible acumular en la región
la riqueza de plata que de ella sacaron los romanos.
Muchas son las anécdotas sobra
el carácter de los celtíberos que nos han dejado los historadores clásicos. El
valor hispánico de los celtíberos asentado sobre su orgullo se manifiesta en la
altivez. Apiano cuenta que los celtíberos derrotados preferían morir en a antes
que entregar sus armas; conducta que Livio atribuye también a los cántabros
djel Alto Ebro, mejor dispuestos a perder la vida que a entregar sin lucha el
arma. Conducta fundamentada tanto en el valor ante el peligro como en la
firmeza para enfrentar el sufrimiento. Las noticias sobre la manera de
disponerse a morir de los primitivos cántabros concuerdan con la actitud de los
celtíberos que se arrojaban de cabeza los despeñaderos para no poder delatar a
sus compatriotas; y con el veneno que unos y otros -cántabros y celtíberos-
llevaban para evitar la esclavitud con la muerte o para inmolarse sobre la
sepultura de la persona a quien había jurado eterna fidelidad. Plinio califica
estos rasgos psicológicos como vehemencia cordis de las gentes de España.
Posidonio dice que los
celtíberos "son crueles con los malhechores y los enemigos y buenos y
humanos con los huéspedes. Todos disputan por dar hospitalidad a los forasteros".
Dos cualidades morales destacan en esta caracterización de los celtíberos: el
agradecimiento y la fidelidad. Fidelidad no sólo personal (la devotio
celtibérica) sino
también a los pactos y a la palabra empeñada, producto de la propia estimación
y base el orgullo de que tantas pruebas se encuentran en las guerras
numantinas. Todos estos rasgos caracterizadores se manifiestan en el amor de
los celtíberos a la independencia que les lleva repetidamente a sacrificar
vidas y ciudades antes que someterse al dominio extranjero.
Procurando retener con el
interés que indudablemente tiene cuanto de verdad pueda haber en todos estos
elogios a nuestros remotos antecesores en la morada peninsular y rindiéndoles
el homenaje de admiración que su conducta merece, preciso es mantener a la vez
la serena objetividad del estudioso que Caro Baroja siempre reclama: "Al
estudiar la historia antigua de Europa occidental se nota la falta de libros
que traten de ella dentro
de un amplio terreno de
especulación desinteresada. Un sinfín de prejuicios empobrecen la visión
ofrecida: prejuicios de todas clases y fundamentalmente locales. La antipatía o
simpatía que por razón de nacimiento se tiene a esto o aquello, se proyecta al
pasaado. Con constancia buscamos los rasgos de que nos enorgullecemos en
nuestros ascendientes posibles o supuestos. Y una técnica comparativa pobre,
unida a razonamientos psicológicos también pobres, pretenden suplir la
observación atenta e imparcial" (18)
En el norte de la Península,
desde Finisterre hasta los Pirineos centrales, habitaban los galaicos, los
satures, los cántabros y los vascones. Entre los cántabros, que ocupaban las
montañas de Santander y el norte de Burgos y los vascones del norte de Navarra
y Aragón, se hallaban los bárdulos, caristios y autrigones en el territorio de
las actuales provincias de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava (20).
Antes del dominio romano moraban
en lo que después sería Castilla diversos pueblos cántabros (muy relacionados
al oriente con las tribus vascas) en el norte y celtíberos al sur de la
Cordillera cantábrica. Al occidente de los celtíberos estaban los vacceos de la
llanura leonesa que ocupaban gran parte de las actuales provincias de
Valladolid, Palencia y partes menores de las de León y Zamora, dedicados
principalmente al cultivo de cereales y famosos por su colectivismo agrario,
al que Caro Baroja pone grandes limitaciones (21). En el
territorio oriental de las provincias de Zamora y Salamanca se hallaban los
vetones que, como los celtíberos, se dedicaban fundamentalmente a la ganadería,
especialmente al pastoreo de ganado menor, ovejas y cabras.
La celtización en las tierras
del Alto Duero, al oriente del Pisuerga medio, esto es en Castilla, es de
carácter distinta de la leonesa. Aquellas después de algún tiempo son
fuertemente influidas por el iberismo; allí la celtización encontró un elemento
indígena más resistente a su influencia y además se debió a pueblos célticos
(los pelendones) distintos de los que celtizaron definitivamente la Tierra de
Campos (los vacceos). Por ello el elemento indígena precéltico persistió más visible
en los celtíberos, vistos siempre como un pueblo mixto, a lo que debe su
nombre. La diferencia entre lo que después serán Castilla y León comienza a
notarse entonces. Los arévacos, extensión de los vacceos, avanzaron por el Alto
Duero en tiempos ya tardíos de la dominación céltica, pero la romanización al
atribuir el territorio numantino a los pelendones, favoreció la consolidación
en el país de la mezcla celtibérica, que conservaba mejor el carácter indígena
en los pelendones que en los arévacos (Bosch-Gimpera).
En el siglo I antes de Cristo, cuando los romanos completan la
romanización de Hispania, los principales pueblos que al oriente de los astures
ocupaban la costa cantábrica y los Pirineos navarros y aragoneses eran -de
occidente a oriente- los cántabros, autrigones, caristios, bárdulos y
vascones. Al sur de estas tribus se hallaban los turmódigos (o turmogos), en
tierras burgalesas, y los berones, en la Rioja.
Al norte de los vascones estaban
los aquitanos, en Francia; y al oriente, en la Cataluña actual, los
descendientes de diversos viejos pueblos precélticos, ibéricos y preibéricos
(22).
La mayoría de las nacionalidades
o regiones históricas de España no tienen un substrato étnico prerromano
homogéneo, sino formado por varios pueblos. Así, los primitivos habitantes de
Castilla eran predominantemente cántabros en las montañas norteñas y celtíberos
de diversos grupos en la Rioja y las altas cuencas del Duero, el Tajo y el
Júcar. En Navarra y en Aragón dominaban los vascones en las zonas pirenaicas, y
los celtíberos en el valle del Ebro. Portugal estaba poblado principalmente por
galaicos y lusitanos. En Cataluña los historiadores registran la presencia de
muchos pueblos prerromanos: ceretanos, indigetas, ausetanos, layetanos... Cosa
análoga ocurre en Andalucía y en la zona levantina. El País Vasco estaba
ocupado por tres pueblos eusquéricos:
los bárdulos, los caristios y los autrigones.
No es pues posible restringir la
significación regional del gentilicio leonés al ámbito geográfico de los astures que poblaban,
además de Asturias, tierras de las actuales provincias de León y Zamora,
prescindiendo del resto del antiguo reino de León, porque tan leonesa- en la
cabal significación del nombre- es la parte de esta región que en tiempos prerromanos
ocuparon los satures, como aquella que fue solar de bacheos y vetones.
Error análogo sería reducir la
significación geográfica del nombre de Castilla al territorio de los
primitivos cántabros auténticos creadores de la vieja Castilla-, ignorando la
no menos castellana condición de las tierras celtibéricas de las altas cuencas
del Duero, el Tajo y el Júcar. O limitar el territorio aragonés al solo Pirineo
de Huesca, eliminando de él las provincias de Zaragoza y Teruel, es decir la
mayor parte de Aragón.
El
poblamiento antiguo tiene en la historia de la nación española una importancia
fundamental. A diferencia de otros países (Norteamérica, Argentina,
Australia...) donde los pueblos primitivos fueron eliminados o relegados en
insignificantes lugares, la influencia de los substratos indígenas prerromanos
llega a nuestros días en la Península Ibérica con plena vitalidad.
Es manifiesta hoy en el País
Vasco la herencia de graves errores políticos en torno a la cuestión nacional y
viva está en él la voluntad de un pueblo de orígenes preindoeuropeos de
mantener su lengua y su cultura en una de las zonas más industrializadas de
España. La permanencia de Andalucía como pueblo de viejísima y singular cultura
a través de la historia ha sido comentada por autores de diversa significación
(23)(24). El nacimiento de Castilla en la
Montaña santanderina -hace más de mil años- como germen de una nueva
nacionalidad con características sociales y culturales propias, es un hecho
vasco-cántabro de raíces muy remotas que cambió el rumbo histórico del conjunto
peninsular y creó, entre otras cosas, una de las lenguas más importantes del
mundo. Bosch-Gimpera, en uno de sus más conocidos libros, ha estudiado
ampliamente la permanencia del substrato indígena prerromano en el curso de la
historia y su permanente influencia en la formación de los actuales pueblos de
España (25).
Pero, con toda su enorme
transcendencia, el poblamiento antiguo no es causa única de la configuración
geográfica de las actuales nacionalidades o regiones históricas de España, cada
una de las cuales debe su singular identidad a múltiples factores y circunstancias
actuantes durante los siglos críticos de la Reconquista medioeval. Por otra
parte -insistimos- cada una de las diversas entidades históricas que han
formado la nación española no hunde en general sus raíces en un solo substrato
prerromano. El País Leonés las tiene fundamentalmente en los antiguos astures,
vacceos y vetones. Castilla, en los Cántabros, los vascos y los celtíberos.
Con la romanización el proceso
de mezcla de poblaciones y desnaturalización de los pueblos más romanizados se
acentuó. Las clases superiores constituyeron el grupo verdaderamente
romanizado y una superestructura del país; pero debajo quedaban vastas zonas
sin cambio en el substrato étnico español. Es un hecho que gran parte de la población
de la Península permaneció intacta y así llegó a la Edad Media (26),
y no obstante cuantos esfuerzos hizo Roma por unificar el país, éste
continuó siendo un gran complejo de territorios y pobladores.
NOTAS
14 Julio Caro Baroja: Los pueblos de
España. Madrid, 1975. p. 21.
15 Antonio Tovar: El euskera y sus parientes. Madrid, 1959. pp. 8,
16 Pedro Bosch-Gimpera: El poblamiento
antiguo y la formación de los pueblos de España. México, D.F. 1944. pp. 134-7.
17 Ídem, ibídem: pp. 130, 137.
18 J. Caro Baroja: Los pueblos de España. Barcelona, 1946. Prólogo.
19 Blas Taracena: Los pueblos celtibéricos (en la Historia de España dirigida por R. M. P.). Volumen
111. Madrid, 1954. p. 216
.
20 Claudio Sánchez Albornoz: Vascos y navarros en sus primeros tiempos. Madrid, 1974. Mapa.
21 1. Caro Baroja: Los pueblos de España. Tomo 1. p. 171.
22 P. Bosch-Gimpera: El poblamiento antiguo... Mapa Vlll. La España primitiva.
23 J. Ortega y Gasset: Teoría de Andalucía. Obras Completas. T. VI.
24 P. Bosch-Gimpera: Tradición y Cultura. Revista Mexicana de Cultura. México, D.F. 5-111-1972. 25 Ídem: El poblamiento antiguo... p. XXVIII.
26 Ídem, ibídem: pp. 263-4, 266.
(Anselmo
Carretero Jiménez. Castilla, orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad. Ed.
Porrua, México 1996. Pp 19-23)