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martes, 15 de diciembre de 2015
Análisis de los programas electorales: "¡Es la ideología, estúpido!"
Jornada “Consumo Socialmente Responsable: Falsificaciones y Finanzas” en Madrid
Enviado por José Antonio Sierra
Jornada “Consumo Socialmente Responsable: Falsificaciones y Finanzas” en Madrid
Es un placer invitarles al acto “Consumo Socialmente Responsable: Falsificaciones y Finanzas”, que presenta mañana martes 15 de diciembre (13:30h-14:30h), la Asociación General de Consumidores, ASGECO Confederación, contando como ponentes en la mesa de debate de:
· D. José Antonio Moreno Campos, Director General de la Asociación Nacional para la Defensa de la Marca ANDEMA: “Falsificaciones y consecuencias socioeconómicas”
· D. Jordi Buil, Gestor/Relacions amb Organitzacions de Protecció al Consumidor: “Educación Financiera, Endeudamiento y Préstamos Rápidos”
· Dña. Cristina Maroto Sánchez, Responsable del Área Jurídica de ASGECO Confederación: Resultados de las Campañas 2015 “Consume original, sé auténtico” y “Créditos rápidos, problemas exprés”
· Dña. Ana Isabel Ceballo Sierra, Presidenta de ASGECO: moderadora
Dentro de esta mesa podremos presentar los resultados de las dos campañas llevadas a cabo por ASGECO en 2015, que ofrecieron a los consumidores una información actualizada sobre los riesgos de la compra de falsificaciones y la contratación de créditos rápidos, mediante un autobús abierto al público, que recorrió 16 ciudades españolas, en colaboración con sus organizaciones locales asociadas.
La campaña “Consume original, sé auténtico”, quiere llamar la atención de los consumidores sobre los riesgos que representan las falsificaciones de perfumes, gafas de sol y tabaco. Estos productos pueden suponer un serio riesgo para su salud y su bolsillo, al no ser realizados con las medidas de control que garantizan su seguridad e idoneidad. Además la adquisición de dichos productos conlleva también unos gravísimos efectos socio económicos que afectan a grandes magnitudes de nuestra economía y estructura social.
Por su parte, con la campaña “Créditos rápidos, problemas exprés” se pretende informar de la realidad de este tipo de créditos, para que el consumidor conozca las prácticas abusivas y riesgos que puede conllevar su contratación. Desde ASGECO venimos trabajando, hace años, por la transparencia y la responsabilidad financiera, teniendo en cuenta la coyuntura actual, como ya hemos demostrado en años anteriores, con campañas como “¡Hola banco! Me he informado y… tenemos que hablar” actuando siempre en defensa de los derechos del consumidor.
NP Presentación del libro: "Nada te turbe" Santa Teresa de Jesús.
Enviado por José Antonio Sierra
NP Presentación del libro: "Nada te turbe" Santa Teresa de Jesús.
“Nada te turbe”
Antología de textos de Santa Teresa de Jesus.
(Selección de textos, poemas y estudio preliminar del Académico José Infante)
Edita: Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y Fundación Málaga.
Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga
Enviado por José Antonio Sierra
JUEVES 17 - 19h
Ciclo EL IMBATIBLE LEGADO TERESIANO.
SANTA TERESA Y SU TIEMPO
PARA VOS NACÍ con Espido Freire
SUS OJOS EN MÍ con Fernando G. Delgado
Ciclo EL IMBATIBLE LEGADO TERESIANO.
SANTA TERESA Y SU TIEMPO
PARA VOS NACÍ con Espido Freire
SUS OJOS EN MÍ con Fernando G. Delgado
Ana Gavín, directora de la Fundación José Manuel Lara, presenta el acto junto a José Manuel Cabra de Luna, presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, y Alfredo Taján, director del Instituto Municipal del Libro.
La actividad se enmarca dentro del ciclo celebrado entre los días 16 y 18 de diciembre en diferentes puntos de Málaga con motivo del V Centenario de la santa abulense.
Entrada libre para todas las actividades hasta completar aforo
Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga
Plaza de la Constitución, 7, 29008 Málaga
Tel: +34 952 22 64 10
Plaza de la Constitución, 7, 29008 Málaga
Tel: +34 952 22 64 10
viajar entre el 10 de junio y el 10 de julio de 2016 y disfrutar de la Eurocopa 2016
Enviado por José Antonio Sierra
Adjunto información sobre Voyages-sncf.com con motivo de la apertura de billetes el próximo 14 de diciembre de 2015 para viajar entre el 10 de junio y el 10 de julio de 2016 y disfrutar de la Eurocopa 2016 en las distintas ciudades francesas.
www.voyages-sncf.com
Indemnización por despido improcedente del ex director del Instituto Cultural Español-Cervantes de Dublín, Irlanda,en 1994.
José Antonio Sierra Lumbreras fué el promotor y director del Instituto desde 1971 hasta 1993 y gestor cultural desde 1993 hasta el 24 de noviembre de 1994, día de la fecha de su despido.
Asímismo, ocupó los cargo de Agregado Cultural Honorario de la Embajada de España en Dublín desde el 25 de marzo de l974 hasta 15 de junio de 1995 y Delegado Honorario de Asuntos Sociales desde el 30 de octubre de 1972 hasta el 31 de diciembre de 1976.
Fomer director of Spanish Institute of Dublin involved in an unfair dismissal in 1994
¿TIENE ESPAÑA QUE INTERVENIR CONTRA ELESTADO ISLÁMICO?
Enviado por José Antonio Sierra
¿Tiene España que intervenir contra el Estado Islámico?
Por
José Antonio de Yturriaga
¿TIENE ESPAÑA
QUE INTERVENIR CONTRA ELESTADO ISLÁMICO?
La reciente muerte en atentado de dos
policías españoles que custodiaban la Embajada en Afganistán han puesto una vez más de manifiesto
que España es objetivo del terrorismo
yihadista. Según la épica islamista, los buenos musulmanes tienen la obligación
de recuperar los territorios perdidos de donde fueron expulsados, como en el
caso de Al-Andalus, y el Corán les permite hacerlo por cualquier medio,
incluida la fuerza. En una de sus prédicas violentas “urbi et orbe” del Califa del Estado Islámico (EI) en la que
ordenaba a los creyentes que crucificaran y degollaran a los infieles, Abu Bakr
al-Bagdadi añadió a título de jaculatoria:“¡Que Alá os conceda el favor de
pisar con vuestros pies puros sobre el usurpado Al-Andalus!”. Como ha observado
el Embajador Melitón Cardona, son muchos los necios que pretenden que el Islam
es amor y no tiene nada que ver con la violencia, pero están en un error craso
porque –como se ha demostrado con el EI- es un proyecto político teocrático y
totalitario cuyo principal objetivo es anular la capacidad crítica de sus
seguidores para alcanzar su sumisión –Islam significa literalmente “sumisión”-
a lo que un supuesto Ser Superior les dicta. Por consiguiente, no hay que pecar
de buenismo y esconder como la avestruz la cabeza en un hoyo, sino estar
alertas y preparados para hacer frente en cualquier momento a una posible
agresión, pues –como dicen los Evangelios- “nunca se sabe el día ni la hora”.
Renuencia de los españoles a utilizar
los recursos armados
Según una reciente encuesta de Sigma-2,
83.2% de los españoles creen que puede
producirse en España un atentado similar al ocurrido en París, pero un 56.4%
rechaza que el Gobierno realice acciones militares directas para luchar contra
el EI en Siria o en Irak, frente a un
34.8% que lo acepta. Entre los objetores se encuentran 57% de los votantes del
PSOE, 65% de IU y 77% de PODEMOS (Ps). Un 45.3% de los simpatizantes de
CIUDADANOS está a favor y el 45.8% en
contra, y sólo entre el electorado del PP se encuentra una opinión favorable
del 53.2%. La mayoría asume que España está en el punto de mira del yihadismo
terrorista, pero no cree que la intervención armada sea la solución al problema
¿Cuál es entonces?. A la ciudadanía alegre
y confiada cabe preguntarle que quién nos va a sacar las castañas del fuego en
el caso de que sea España la agredida. Entre los líderes de los principales
partidos, sólo Albert Rivera estuvo a favor de intervenir en caso de petición
de un aliado atacado, por lo que fue acusado de belicista y tuvo que recoger
velas. En el debate a cuatro de Atresmedia, Pablo Iglesias fue el único que se pronunció
rotundamente por la no intervención, mientras los demás o no se pronunciaron o
adoptaron posiciones de cautela. La más posición más sorprendente fue la del
Presidente del Gobierno, que supeditó una posible intervención española contra
el EI a la autorización de las Cortes –lo que resulta obvio- y al “consenso de
todas las fuerzas políticas” –lo que ya no es tan obvio-. ¿Habrá que esperar
para intervenir a lograr la anuencia de Ps, de IU y de los nacionalistas
radicales?. Se trataría de una obligación de imposible cumplimiento que
llevaría a España a la inacción, aún en
el caso de verse directamente atacada por el EI. Reacción bien diferente fue la
del Gobierno socialista francés y de sus dirigentes François Hollande y Manuel
Valls que, tras los ataques de París, declararon que Francia estaba en guerra
con el Daesh y decidieron bombardear
sus posiciones en Siria y en Irak, con el respaldo de la gran mayoría del
pueblo francés. Cabe hallar un atenuante en la postura cautelosa y coitada de Mariano
Rajoy en el precedente de la guerra del Golfo de 2003, en la que José María
Aznar –por apoyar la invasión de Irak y pese a no haber colaborado en ella con
el envío tropas- fue acusado de asesino por la oposición y condenado sin
paliativos por su belicosidad. La situación fue manipulada por la oposición –especialmente por el PSOE- y
provocó la inesperada derrota del PP en las elecciones de 2004 tras los atentados
terroristas del 11-M. Rajoy vio afeitar las barbas de Aznar y ha puesto las
suyas a remojar. Federico Jiménez Losantos lo ha criticado por dar un
escandaloso trato de favor a Ps -que no ha firmado el Pacto Antiterrorista-,
“preso de pánico rememorativo”. Sin embargo,
y aunque existan algunas semejanzas, la situación era a la sazón bien distinta a la actual. Conforme a una
encuesta del CIS de la época, 91% de los encuestados se mostraron contrarios a
la intervención en Irak, pero Aznar se puso por montera la opinión del pueblo
español y de muchos funcionarios de Asuntos Exteriores, incluido yo mismo, que
-en mi calidad de antiguo Embajador en Bagdad- advertí desde mi puesto en
Oporto a los altos cargos del Ministerio de que la prevista intervención era
contraria al Derecho Internacional y del todo inapropiada. El Presidente del
Gobierno se empecinó y –en su encuentro
en las Azores con George Bush Jr. y Tony Blair- avaló la malhadada invasión del país. Ahora, Irak está siendo agredido por el
EI -que ocupa por la fuerza un tercio de su territorio- y España es diana del
yihadismo terrorista en general y del EI en particular.
Compromisos internacionales de España
Rajoy parece olvidar que España es
miembro de la OTAN
y de la UE. y que
ha asumido por ello unos compromisos internacionales que pueden involucrar un
componente militar. Según el artículo 5 del Tratado de Washington de 1948, los
Estados miembros de la OTAN
han convenido que un ataque armado contra cualquiera de ellos será considerado
como un ataque dirigido contra todos los demás y, en consecuencia, cada uno de
ellos asistirá a los miembros atacados, tomando inmediatamente “la acción que juzgue
necesaria, incluido el empleo de la fuerza armada, para restablecer y
garantizar la seguridad en la región del Atlántico Norte”. De conformidad con
el artículo 42-7 del Tratado de la
Unión de Lisboa de 2007, si un Estado miembro de la UE es objeto de una agresión
armada en su territorio, los demás miembros “deberán prestarle ayuda por todos
los medios a su alcance”. Tras los atentados de París, Francia ha invocado esta
“cláusula de defensa común” y la Alta Comisaria Europea, Federica Mogherini, ha
declarado: “Hoy Francia pide ayuda a toda Europa y toda Europa responde SÍ”. El
Gobierno francés deberá especificar el apoyo que requiera a cada uno de sus
socios y el Gobierno español no puede hacer oídos sordos a semejante petición,
amparándose en que tiene que recibir la venia de Pablo Iglesias y Cía, pues
España está obligada a cumplir con sus compromisos internacionales libremente
asumidos. Mientras el Gobierno de Alemania ha enviado aviones y tropas a Siria
–aunque no sea en misión de combate- y el de Gran Bretaña ha empezado a
bombardear las posiciones del EI en Siria -como ya venía haciendo en Irak-, el
de España está dando largas a la espera de que se celebren las elecciones
generales.
El mayor
problema existente es la ocupación de buena parte de Irak y de Siria por parte
del EI y la creación de un Califato desde el que se promueven y dirigen
acciones terroristas en todo el mundo. Los principales responsables para hacer
frente a esta amenaza son los países árabes y musulmanes, pero “¿qué han hecho los países árabe después
de los atentados de París?”, se ha preguntado el escritor y periodista
pakistaní Ahmed Rashid en un excelente artículo con este título publicado en
“El Mundo”, y ha respondido que ”la falta de reacción del mundo árabe y
musulmán ha sido a la vez vergonzosa y lamentable”. La Liga Árabe y la Organización de la Conferencia Islámica
ni siquiera se reunieron y la mayoría de los países del Golfo –que teóricamente
forman parte de la Coalición Internacional
dirigida por Estados Unidos- apenas contribuyen militarmente a la lucha contra
el EI, porque, más que al Daesh,
temen a Irán, que podría ver reforzado su liderazgo en la región. En opinión de
Rashid, la guerra contra el EI debe ser liderada por Estados árabes, amén de que
cuenten con la ayuda de Estados Unidos y de la UE. La Coalición debe
presentar un rostro árabe con el fin de ganar la batalla de la ideología. No es
una guerra entre países islámicos y Occidente, sino una lucha interna del Islam
que debe ser ganada por musulmanes. Los Estados del Golfo liderados por Arabia
Saudita, sin embargo, se niegan a enviar tropas a Siria o a Irak para luchar
contra el EI, aunque si lo hagan a Yemen para combatir y masacrar a los
milicianos hutíes -que no son tan peligrosas- por el mero hecho de ser chiitas.
Deficiencias
de los ejércitos de Irak y de Siria
Los medios de comunicación han
planteado de forma poco satisfactoria el problema de la lucha armada contra el Daesh al hacer excesivo hincapié en el bombardeo de sus posiciones, y los Estados
interesados –incluidos Francia, Gran Bretaña y Rusia- han caído en la trampa. ¿Hay
que bombardear al EI en Siria?. ¿Son eficaces dichos bombardeos, tanto en Siria
como en Irak?. Durante un coloquio del Instituto Elcano sobre terrorismo yihadista,
un participante planteó esta cuestión y ninguno de los panelistas dio una respuesta
adecuada. A mi juicio, los bombardeos son necesarios, pero insuficientes. Estados
Unidos, las potencias europeas y los pocos países árabes que aportan aviones de combate a
la causa optan por ellos por ser la solución más fácil y menos costosa en vidas
humanas. Sobran aviones y las potencias tienen que “pedir la vez” para lanzar su
mortífera carga, que produce escasos efectos en la práctica, pues –como ocurrió en Vietnam-
los militantes del EI han construido una impresionante red de túneles en los que se
cobijan de los bombardeos, por otra parte no excesivamente precisos. Los ataques aéreos
deben servir de apoyo al despliegue de fuerzas terrestres, que son las únicas capaces
de desalojar al Daesh de sus posiciones y de recuperar ciudades como
Mosul, y estas unidades deben ser suministradas por los países árabes de la región y no por Occidente
o por Rusia, cuya presencia “in situ”
sería contraproducente. La guerra civil
siria y el caos reinante con la presencia de milicias dispares –incluidas las del EI y las
patrocinadas por Al-Qaeda, como el Frente Al-Nusra, enfrentadas a Bashar
al-Asad y entre si- no permiten que las fuerzas armadas sirias o a las milicias
del Ejército Libre de Siria realicen esta labor. En Irak, el Ejército -de
composición mayoritaria sunita- fue disuelto tras el derrocamiento de Saddam Husein y sustituido por distintas milicias
chiitas, carentes de cohesión y de motivación para defender territorios
mayoritariamente poblados por sunitas, como se puso de manifiesto con la vergonzosa derrota
en Nínive de un Ejército de 30.000 hombres por unos millares de yihadistas
internacionales, disciplinados, bien equipados y –sobre todo- motivados, que conquistaron Mosul
con pasmosa facilidad. El actual Gobierno de Haider al-Abadi está tratando de
reorganizar el Ejército con la ayuda de Estados Unidos, pero el proceso es lento y,
aunque ha logrado algunos resultados positivos, necesita de la ayuda e otros países
árabes –además del respaldo de Occidente- para liberar a Irak de las hordas
del EI.
La clave del problema está en Siria y
no se podrá solucionar mientras no se acabe de forma negociada con la guerra
civil. El conflicto sirio no puede ser resuelto por la vía militar, sobre todo a
causa de la presencia de numerosos contingentes armados que luchan unos contra
otros, y sólo cabe una solución diplomática que no es nada fácil de conseguir
ante la disparidad de intereses existente tanto dentro como fuera de Siria. Se
trata de una guerra civil internacional en la que, a la actuación de las diversas
milicias sirias, se añade la intervención de Rusia, Irán y Líbano (a través del subrogado iraní de Hizbollah) a favor de al-Asad, y de
Arabia Saudita, los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, Turquía,
Estados Unidos y la UE
en contra. Las dos conferencias diplomáticas celebradas en Ginebra en 2012 y
2013 bajo los auspicios de la ONU
fracasaron por el empecinamiento de Rusia e Irán en apoyar el mantenimiento en
el poder del carnicero Bashar, cuyo Ejército está masacrando a su propio
pueblo. El creciente protagonismo del EI ha hecho que las posiciones
enfrentadas se suavizaran y se produjera un ligero acercamiento, como se puso
de manifiesto en la
Conferencia de Viena de Octubre de 2015, en la que Rusia e
Irán matizaron su apoyo incondicional a al-Asad y aceptaron su eventual salida
del Gobierno, y Arabia Saudita y Estados Unidos renunciaron a exigir la
exclusión inmediata de éste, y aceptaron una negociación entre el régimen sirio
y los rebeldes moderados. Existe, pues, alguna esperanza de que se desbloquee la
situación en la II Conferencia
de Viena prevista para principios de año. Como ha apuntado Rashid, las
conversaciones previstas entre 21 naciones ofrecen la primera oportunidad real de que se alcance un objetivo político común,
cual es la lucha contra el EI, para lo que es esencial que los árabes encabecen
este esfuerzo, se agrupen y presenten un frente unido. A estos efectos, los dirigentes de diversas
facciones rebeldes –con exclusión del EI y el Frente Al-Nusra- se han reunido
recientemente en Riad y aceptado iniciar negociaciones con representantes del
régimen sirio en base a las recomendaciones de la Conferencia de
Ginebra-I, que preveían la formación de un Gobierno de transición sin al-Asad
dentro de un marco temporal a fijar por la ONU.
Los participantes apoyaron la creación de “un mecanismo
democrático favorable a un régimen plural que represente a todos los sectores
del pueblo sirio”. Bashar ya ha reaccionado afirmando que no tiene la menor
intención de abandonar el poder y habrá que ver si Rusia e Irán aceptan
presionarle para que no torpedee un posible acuerdo.
España es objetivo del Estado Islámico
España es uno de los objetivos de los
movimientos yihadistas, que ya la atacaron de forma irracional y sangrienta en
el 2004, y el riesgo de atentados ha aumentado
con el auge del EI y la presencia en su territorio de algunos de sus agentes,
la mayoría de los cuales han podido ser detectados y reducidos gracias a la
eficaz labor de los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad. Además del reforzamiento de las
medidas internas de seguridad y del mantenimiento de la unidad frente al
terrorismo de las distintas fuerzas políticas, es indispensable la cooperación
internacional. Nuestro país –miembro leal de la OTAN y de la UE- tiene que asumir sus compromisos
internacionales y, si el EI comete una agresión, ayudar a los agredidos con
todos los medios a su disposición, sin recurrir a la inaceptable excusa de la
necesidad de obtener previamente el consenso de todos los partidos. Como ha
afirmado Pedro G. Cuartango, no hay más opción que enfrentarse militarmente a
unos bárbaros que pretenden acabar con nuestra cultura y nuestros valores
mediante el terror y, si nuestros aliados nos lo piden, el Gobierno debe estar
dispuesto a luchar contra el EI con los medios necesarios. A juicio del
Embajador Cardona, si los Gobiernos europeos no reaccionan a tiempo y no se
conciertan para aniquilar ese embrión del EI que asuela Siria e Irak, la
escalada de violencia será inevitable y, tal vez, irreversible. El nuevo
Gobierno que surja tras las elecciones deberá esforzarse en hacer pedagogía
política para que la sociedad española
comprenda que tiene que contribuir con sus propios medios para defender su soberanía y que no puede abdicar
de sus compromisos internacionales en la lucha contra el terrorismo yihadista. (Madrid, 14-XII-15)
NAVIDAD EN AVILA, CASTILLA Y LEON, ESPAÑA
NAVIDAD EN AVILA, CASTILLA Y LEON, ESPAÑA
Un abrazo José Antonio Sierra
Abulense
Felices Navidades y Próspero Año Nuevo
Merry Christmas and Happy New Year
UNIDAD Y DIVERSIDAD
UNIDAD Y DIVERSIDAD
La naturaleza universal del hombre
no puede ser aprehendida en virtud de características externas, sino en virtud
de características internas, de manera que frente a la extensión , la
dispersión y la multiplicidad lo verdaderamente universal es intensidad,
concentración y unicidad; así la universalidad del Sacro Imperio romano
germánico de occidente no estaba basada en lazos materiales, políticos o
militares sino en un lazo inmaterial, ideal y espiritual que era la fidelidad;
un entramado de fidelidad que era cimiento de unión de comunidades múltiples y
diversas; situación que permitió la existencia de una civilización medieval
tradicional relativamente estable donde pudo coexistir la unidad y la jerarquía con una amplia medida de diversidad, de
libertad y de independencia. Ausente en su fundamento la organización externa
en materia política, militar o económica la soberanía del emperador estaba
basada en una acción de presencia, no en una acción directa, en términos
taoístas se llamaría wu-wei, obrar sin obrar, algo desde luego solo concebible
un una civilización tradicional fuertemente impregnada de un sentido
espiritual, y cuya eficacia fue mucho más a nivel simbólico que a nivel real.
Se tiende a olvidar o a ocultar frecuentemente
que desde el momento del nacimiento del Imperio de Occidente con Carlomagno,
estuvo aquejado de una afección maligna que se podía denominar faústica,
afección típicamente occidental como recuerda O. Spengler, una variante de una
universal tendencia política a la codicia de poder y ventajas. Así en el debe de este imperio, como en todos los
habidos, figuró pronto la guerra de expansión y conquista frente a sajones,
ávaros, wendos o magiares entre otros, que desde una concepción monista de la
verdad podía tener una explicación como misión, aunque ciertamente teñida de violencia; no así el caso de la
guerra de invasión y conquista de territorios del imperio romano de oriente,
cristiano mucho antes que existiera ningún imperio occidental. Ya la propia fundación del Imperio de
Occidente se realizó en buena medida frente al Imperio de Bizancio, se reclamó
una nueva fuente de legitimidad religiosa dogmática y jurídica, frente a la Ortodoxia de Oriente,
alentada políticamente por el emperador desde el concilio de Francfort hasta
llegar con las novedades dogmáticas occidentales al Cisma, impropiamente
llamado de Oriente, puesto que las novedades fueron introducidas por los
occidentales y en sus primeros momentos con la oposición del entonces Obispo de
Roma a las pretensiones heterodoxas imperiales. Humus adecuado para la
incubación del espíritu faústico, la tradición fue siempre frágil en Occidente,
incluso en la Edad Media.
Desaparecidos paulatinamente los
fundamentos espirituales tradicionales o verticales, por así llamarlos, de la
soberanía, y reducida ésta a una dimensión secular, laica, material u horizontal, es decir la del estado moderno,
surge inevitablemente debido a la inversión de las direcciones una intervención
política directa que tiende a la uniformización, a la nivelación, al
centralismo y al absolutismo con la consecuencia de la supresión de autonomías,
de derechos, fueros, privilegios y la desnaturalización étnica. Perdido
progresivamente el fundamento sagrado y celeste del orden humano y reducido a
medidas puramente humanas, subjetivas, y conjeturables, avanza un progresivo
desorden o entropía social que tiene curiosas manifestaciones, junto a una
creciente metástasis de estados nacionales y micronacionales se produce una
creciente laminación uniformizadora que elimina la diversidad de pensamiento,
de mercados, de vestimentas, de alimentos, de razas, de plantas, de animales,
en suma avance imparable hacia el desmadre y el caos. Se presentan así dos
aspectos aparentemente opuestos de dispersión y uniformización , pero
perfectamente coherentes en el fondo , no pretendiendo la globalización
mundialista otra cosa que una pura reducción cuantitativa y economicista, para
la que resulta un obstáculo hasta los últimos y endebles baluartes de justicia
distributiva que mantenían hasta el momento los viejos estados nacionales. La propia guerra que de acuerdo con las
teorías evolucionistas y progresistas debería desaparecer, ha progresado por el
contrario muchísimo, cualquier guerra de la que la humanidad conserva memoria
empalidece ante las guerras del siglo XX, y la propia globalización que se
pretende fin de la historia no parece sino que va a universalizar el fenómeno
de la guerra en alguna de las variadas formas de guerras o guerrillas de secesión,
de narcotráfico, de revolución o de terrorismo. Algún cándido, sin duda poco
versado en la Biblia
y el Apocalipsis, suspira por un estado
moderno, laico, secular y global o pseudouniversal como colofón final.
Sumergidos una civilización reducida,
en el mejor de los casos, al horizonte de la razón instrumental no se tiene
perspectiva suficiente para contemplar otras dimensiones del ser y la política
como tantas otras cosas se enfoca con una óptica distorsionada que fue
certeramente expresado por Nicolás Berdaieff, y que de alguna manera serán el
leit motiv de estas reflexiones:
La
política no es real en el sentido último, metafísico, de esta palabra, no llega
hasta las raíces del ser; la política permanece en la superficie y no crea sino
una apariencia de ser.
(N. Berdaieff. El sentido de la creción. Ed Carlos
Lohlé. Buenos Aires1978, p335)
No
faltará naturalmente los rechazos contundentes de esas afirmaciones y se echará
mano de ese coloso poder que es el estado, como prueba irrefutable de la pesada
realidad que es la política. No solo se ponderará su realidad sino su bondad,
¡manes de Hegel!, el estado como realización del espíritu absoluto. Sin llegar
a esos extremos sino con una especie de buen sentido se justifica a veces de
una manera un tanto neutral y abogadesca
al estado como sustentador del bien común, cuyo calado no es tan profundo como
a primera vista pudiera suponerse; de nuevo Berdaieff en sus agudas
observaciones acerca del estado desde un punto de vista ético, da un
contrapunto poco convencional:
El estado por su origen, su esencia y su fin no está más
animado por el pathos de la libertad, que por el del bien, o por el de la
persona humana, aunque tenga relación con ellos. Representa ante todo el
organizador del caos natural, cuyo pathos es el orden, la fuerza, la expansión,
la formación de grandes entidades históricas. Si mantiene de una manera coercitiva
un mínimo de bien y justicia, no lo hace nunca porque sea naturalmente bueno o
equitativo – estos sentimientos le son extraños –sino únicamente porque sin ese
mínimo, se produciría una confusión general, que amenazaría con disociar las
entidades históricas; porque peligraría de perder él mismo toda potencia y toda
estabilidad. El principio del Estado es ante todo la fuerza y la prefiere al
derecho, a la justicia y al bien. El acrecentamiento de su potencia es su
destino, lo encadena a las conquistas, a la extensión, a la prosperidad, pero
peligra también de llevarlo a su pérdida. En el conflicto de las fuerzas reales
y del derecho ideal, el Estado opta siempre a favor de las primeras, y no es el
mismo más que la expresión de sus
correlaciones. No puede revestir ninguna forma ideal,- todas las utopías que lo
sugieren están viciadas en su base -, no es susceptible más que de mejoras
relativas, y estas están ligadas a los límites que se le impone. El estado
aspira siempre a transgredir sus límites y a llegar a ser absoluto, sea bajo la forma de
monarquía, de democracia o de comunismo .
(N. Berdaieff. De la destination de l´homme.Essai
d’ethique paradoxale. L’Age d’ Homme. Laussane 1979 pp 253-254)
De forma
que el estado moderno, sea cual sea, en cuanto bien común, es sencillamente un
mal necesario, algo convenientemente ocultado por políticos, funcionarios
y nacionalistas de vario pelaje, ese
monstruo frío que muy en el fondo vislumbra certeramente el pueblo. Así que
paradójicamente el bien común es un mal menor, el bien un mal, pero en nuestras
latitudes saturadas de numerosos nacionalismos idolátricos se pretende, a
manera del timo de la estampita, vender
la moto de que el estado, surgido en el parto de la violencia, es la
culminación feliz de la nación o micronación que se quiere fieramente
independiente y capaz de suministrar una especie de anticipo jubiloso del
paraíso, lo que deja patidifusos a los irreverentes que no aman locamente
naciones ni menos aún estados.
El origen
de esa imparable tendencia está en la misma noción de pueblo, que desde un
punto de vista tradicional es la prolongación en la tierra de un orden celeste de
derechos y deberes fuera de los cuales ningún sentido tiene el pueblo ni el
hombre; pero liquidado el sentido tradicional y emergiendo un sentido meramente
profano que ningún resquicio deja al orden trascendente, el pueblo pasa a ser
colectivo definible y cuantificable por caracteres de inclusión o exclusión, lo
interno externo, lo universal particular, la herencia espiritual genes
biológicos, la fidelidad y el respeto coerción legal, es decir el pueblo
tradicional, o jana en sánscrito, se convierte en demos, en moderna nación o
nacionalidad, pero es dudoso que ningún moderno entienda ya de que se habla. El
punto de vista nacionalista íntrínsecamente ligado a la exclusión es un
permanente foco de discordia actual o potencial, según el momento y la historia
corrobora bien la ejecutoria violenta del nacionalismo como invento moderno:
.
En todo caso los Estados disimulan tras ellos las naciones,
con sus interese y sus fracasos, sus amores y sus odios respectivos. La nación representa
incontestablemente un valor superior al Estado que no tiene más que una
significación funcional, en relación con la formación, la protección y el desarrollo de la primera. Pero el valor
nacional, como todos los otros valores, puede desfigurarse y pretender una
significación suprema y absoluta. Llega a ser entonces nacionalismo
egocéntrico, enfermedad de la que todos los pueblos están más o menos aquejados
y que execra a todas las naciones salvo la suya, tiende a apoderase de la totalidad de los valores. Incluso
reconociendo el valor de la nación, la ética debe pues condenar la aberración
del nacionalismo, comparable a las del estatalismo, del clericalismo, del
cientifismo, del moralismo, del esteticismo, que ofrecen todos formas de idolatría. En
todo caso, si debe condenarlo, debe pronunciarse también contra la mentira que
se le opone: el internacionalismo. Las naciones, en tanto que valores
positivos, forman parte jerárquicamente de la unidad concreta de la humanidad
que engloba su diversidad
(N. Berdaieff.Op Cit.
Pp 261-262)
Nuestro país, destinado acaso a
convertirse pronto en unos segundos Balkanes ,suministra una privilegiada
atalaya para observar el imparable fenómeno de nacionalismos y
micronacionalismos , estados y microestados, que a falta de una perspectiva
tradicional y cíclica de la historia se convierte en un enigma que no aciertan
a explicar ni la economía, ni los credos religiosos, ni la perspectiva
evolucionista y progresista, ni la estatalista, ni la emoción aterrorizada del
buen pueblo. Pero quizá el fenómeno más interesante no son precisamente los
denominados nacionalismos periféricos, que la propaganda y los medios ponen
cotidianamente en el punto de mira del ciudadano, sino más bien lo otro. ¿ Y que es lo otro?,
lo otro es lo que en lenguaje periodístico se ha denominado: lo que queda de
España, ese conjunto de retales no muy bien definidos que son Castilla, León,
Extremadura, Murcia y otras. Fijándose en Castilla como retal objeto de
atención preferente, llama la atención su extraordinaria laminación y uniformización
debida al moderno estado español, nada extraño si se tiene en cuenta que el
60% o 70% de los castellanos viven en
Madrid, capital del estado. Una primera impresión superficial, que a base de
repetirse se ha convertido en tópico, se expresa en el sentido de que el
castellano no es nacionalista, es bastante apolítico, es universalista y poco
localista etc. Todos estos atributos son muy relativos y en la mayoría de los
casos encierran una componente sofística poco acorde con la verdad.
La componente nacionalista del
castellano medio poco tiene que ver con el ardor de neófito de los
nacionalismos periféricos emergentes, se trata de una vaga admisión de su
carácter de español, es decir perteneciente al fin y al cabo a un estado
moderno llamado España del que se considera más sujeto paciente que otra cosa,
por tanto político a su pesar que con un
cierto tono escéptico admitiría en la mayoría de los casos algunas sentencias
de Berdaieff:
La política rodea la vida humana
como una formación parasitaria que le succiona la sangre. La mayor parte de la
vida política y social de la humanidad contemporánea no es una vida ontológica
real, es una vida ficticia, ilusoria. La lucha de partidos, los parlamentos,
los mítines, la propaganda y las manifestaciones, la lucha por el poder: todo esto no es la verdadera
vida, no guarda relación con la esencia y los fines de la vida, es
difícil penetrar a través de todo esto para llegar al núcleo ontológico
(N.
Berdaieff. Una nueva Edad Media. Ed Carlos Lohlé. Buenos Aires 1979. p164 )
Así
el momento solemne en el que el pueblo castellano delega su representación en
un partido con su papeleta, que no otra cosa es la democracia moderna, se
cumple como quien rellena una quiniela, pero con bastante menos espectativas
por un posible premio. Un partido de fútbol le presenta bastante más interés
que un debate parlamentario de partidos, una serie televisiva medianamente
pasable más que una campaña electoral y un concierto de rock más que un mitin.
Y en el fondo de su corazón detesta pagar impuestos para el mantenimiento del
estado español. La constitución, suponiendo que la conozca, le deja bastante
frío, en el mejor de los casos le puede atribuir el mismo valor que al código
de la circulación:
Ninguna
legitimidad tanto de las antiguas
monarquías como de las jóvenes democracias, con su teoría del pueblo soberano,
ha conservado su imperio sobre las almas. No se cree ya más en una forma jurídica o política, y
nadie daría más de medio copec por una constitución
(N. Berdaieff. Ob
Cit. P70)
En lo que se
refiere a universalismo, se trata en la mayoría de los casos de una confusión
con la homogeneidad uniformizadora de la globalización, a la que propenden
todas las naciones y megápolis, la
pseudouniversalidad de coca cola, Mc Donalds y Eurodisney. En ese sentido se trata de evitar todo lo que suene a
autóctono, mirado con un cierto complejo de inferioridad, resultando en efecto
el castellano al revés que el andaluz un pueblo muy poco folclórico y típico;
solo como ejemplo la
Comunidad de Madrid acaba de rechazarun ofrecimiento de una
notable agrupación musical para enseñar en las escuelas a los niños una sola
canción y una sola danza del rico folclore madrileño; se incurre pues con
facilidad en aquel dicho de Oscar Wilde de que nadie puede interesar a los
demás si no es genuino. El castellano como otros tantos pueblo de Europa
occidental fue perdiendo a lo largo de los siglos el sentido tradicional de la
universalidad, con episodios de feroz exclusivismo como las cruzadas, la Inquisición , las
guerras de religión, la secularización y el pragmatismo hedonista.
El castellano medio, incluido el
madrileño, es por el contrario empobrecedoramente localista en demasiadas
ocasiones, debido en buena parte a su laminación y despojo por parte del estado
moderno, que comenzó mucho antes que en otras regiones, y sufre así un extraño
síndrome de Estocolmo con relación a su raptor; en lugar de considerarse como
pueblo y como individuo parte de España, se considera directamente español, de
lo que se deducen comportamientos y pensamientos no siempre simpáticos y
amistosos; en su opinión todos deberían ser igual que él; así por ejemplo un
catalán o un gallego debería ser lo que el considera ser español y no hablar
más que español, que en su estrechez ignora que es básicamente castellano, en
lugar de sus lenguas vernáculas.
En medio de este fin de fiesta, no han
dejado de presentarse voces de alarma que alertan acerca de la conveniencia de
que Castilla esté presente y alerta en medio de la arrebatiña generalizada para
llevarse su parte; lo que desde un punto de vista económico no deja de tener su
lógica, probablemente mayor que la de aquellos que dan por supuesto e
inevitable que en una lucha por la liquidación y finiquito, las regiones más
fuertes económicamente hablando y más pobladas tienen todas las condiciones
para llevarse lógica y fatalmente la mejor parte del pastel.
Pero lo más curioso no son estas
lógicas implacables de lucha por el poder y la ventaja, sino los que las
propagan. Suele tratarse de pequeños partidos políticos que surgidos en
Castilla, aunque no todos, tienen una
indeleble marca de origen que los identifica a cien leguas. Inhábiles
para una identificación medianamente aceptable de lo que es Castilla, y
tributarios de la uniformización estatal española, proponen amplias tierras
para definirlas sin anclajes históricos que valgan, en base a una lengua común,
al tópico de la parda meseta surcada de churras y merinas y a la convivencia
secular de pueblos; recuerdan en sus argumentos los patéticos discursos de fin
de año de aquel general gallego que con voz temblorosa y aflautada hablaba de
la unidad y hermandad de los pueblos de España. Dan pues amplia razón a los
periodistas que hablan más de lo que queda de España que no de Castilla, de
Extremadura o de la Rioja. Y
al igual que a su modelo a esta especie de neofranquismo castellanista o
pancastellenista de nuevo cuño le surgen sus separatismos, cantonalismos y
demás herejías: así leoneses que reclaman su herencia cultural, cántabros que ni
soñando quieren tener su capital en Valladolid, riojanos que idem de lienzo y
otras mil batallitas de aburrida enumeración. Proponen con entusiasmo Castilla
nación, o Castilla comunera, desconociendo la mayor parte el significado de
este adjetivo, otros Castilla fieramente independiente y otros una, grande y
libre; tienen sin duda miedo a ser pocos o a ser poco extensos. Todo ello, para
más inri, en medio de los pueblos políticamente más escépticos de la vieja piel
de toro.
Extrañamente coincidentes algunos de estos pequeños partidos con los
nacionalismos periféricos, hasta el punto de haber sido acusados de estar
financiados por aquellos, proponen sin pudor una lista de las características
nacionales castellanas, entre las que no dejan de incluir la singularidad de la
lengua, que en este caso no se trata de una lengua postergada, sino de una
lengua de extensión mundial hablada por unos 400 o 500 millones de personas. Al
carecer propiamente de enemigo al que atacar, mecanismo paranoico y sádico que
al parecer da buenos resultados en otros nacionalismos, no proponen sino las
consignas de una España en pequeñito, o de lo que queda de España, pues
estrictamente hablando su difusa idea de Castilla no significa nada, triviales
discursos con toque de victimismo, y por supuesto, como partidos que son,
homilías para que les voten con objeto de realizar sus inanes propuestas.
Naturalmente el personal ya de por si poco propicio a la política, los acusa de
insoportables y palizas, les aconsejan que se abstengan de hacer aburrida e
insulsa propaganda partidaria, que se marchen con la murga a otro sitio a dar
la lata, e incluso no faltan los que con razón les dicen que son más
castellanos que ellos y que saben mejor que ellos lo que es Castilla. Víctimas
de su agitación y ofuscación partidaria, no acaban de entender por que no los
votan masivamente y porque no se engrosan sus filas con entusiastas seguidores;
curioso desconocimiento del pueblo que en teoría quieren representar.
Hay otras variantes que más que
nacionalismo pretende ejercer un vetusto izquierdismo a nivel local,
reconociendo su progresivo desahucio a niveles más extensos, aunque
curiosamente su definición territorial no deja de coincidir con el
neofranquismo pancastellanista de los otros minipartidos; las propuestas por
este lado además de los consabidos intentos de conseguir votos, se centran en
la vieja propuesta de la socialización de los medios de producción, la igualdad
económica, la exaltación proletaria y programas redentores y salvíficos del
mismo jaez, amen de abundantes descalificaciones como vil reaccionario y
fascista, adjetivo este último comodín y polisémico donde los haya, a los que
no son partidarios de sus eslogans:
La
socialización de los medios de producción no es verdaderamente el fin y la
substancia de la vida. No encontrareis en lo económico nada que tenga que ver
con los fines, no con los medios de la vida. La socialización de los medios de
producción no es verdaderamente el fin y la substancia de la vida. La igualdad
económica no es el fin de la vida. Y tampoco el trabajo material organizado y
productivo, que el socialismo diviniza. La divinización socialista del trabajo
material, con desprecio de sus valores cualitativos, proviene del olvido del
fin y del sentido de la vida. Si el socialismo ha tomado tanta importancia en
nuestra época es porque
los fines de la vida humana se han oscurecido, han sido reemplazados
definitivamente por los medios de la vida.
(N. Berdaieff. Ob
Cit. P154)
En cualquier caso
todos estos micropartidos: nacionalistas e izquierdistas ignoran o quieren
ignorar la tragedia histórica castellana, la liquidación inaugural de sus
fueros peculiares por el estado absolutista, que por lo visto era el progreso
de la secularidad y el abandono de la tradición medieval ; atrapados por su
idea recidiva de ser una nación moderna con su estado ad hoc y su inevitable
uniformización, dominado por la derecha o por la izquierda, que poco importa ya
eso en la época del pensamiento único, no comprenden que la persecución partidista
del poder no añadirá más que nuevas discordias, confusión y trivialidad. De la
misma forma que ante los enormes riesgos que presenta la economía gigantesca y
globalizada de colapsar a millones de hombres, como puede ocurrir si fallara el
suministro eléctrico a una megápolis millonaria durante una semana , se propuso
la idea de una reducción de la economía a una escala humana, como fue la idea
de Schumacher en su conocida obra “ Lo pequeño es hermoso”, desarrollo de
consecuente de una ética budista de la economía; así la restauración del viejo
concejo popular, de los fueros, de los pactos (phoedus), podría ser una
reducción de la política a escala humana, una ayuda a los fines del hombre y no
una subordinación de este a los partidos, a los estados y a las organizaciones
y poderes supranacionales. Sería además una importante labor de ecología
cultural antes de que se pierda definitivamente entre estados, partidos,
diputados, programas, componendas, boletines oficiales, arribistas,
sinvergüenzas y otros hasta la noción de lo que fue la Castilla comunera
medieval.
ANEXO
La personalidad
histórica de Castilla en el conjunto de los pueblos hispánicos
Anselmo Carretero
y Jiménez
Hyspamérica de
Ediciones San Sebastián 1977
Páginas 141-143
Los unitaristas han de considerar artificioso y aun nocivo avivar
en castellanos leoneses y toledanos las adormecidas conciencias de sus
respectivos grupos nacionales, puesto que para ellos todo avance hacía la
homogenización y el unitarismo ya es, por sí solo, un progreso. Opinión contraria a la de quienes creemos que
la variedad en la unión y la armonía es más rica que la nivelación uniformadora
y que toda personalidad colectiva es en principio respetable.
Por otra parte hemos visto que diversidad y pluralismo son condición
natural de España; por lo que tanto los que preferirían la España una como quienes
estamos identificados con la varia debemos aceptar las autonomías regionales
por más adecuadas que el unitarismo a la tradición del país y a su propia
naturaleza. Descentralización que ha de
regir en toda España para evitar su funesta división en dos bloques
discordantes: uno de pueblos con autonomía interna, otro totalmente gobernado
por el poder central.
Para que la federalización de España tenga las consecuencias venturosas
que de ella cabe esperar será, pues, necesario que todos sus pueblos asuman con
entusiasmo el gobierno de sus propios asuntos.
La falta de conciencia colectiva y de apetencias autonómicas observable
en algunas regiones de España, lejos de indicar firme patriotismo - como los
unitaristas creen o aparentan creer- es síntoma de postración, que nunca la
sumisión y la modorra han indicado vigor y buena salud. La autonomía de las regiones que no luchan por
ella (Asturias, León, Extremadura, La
Mancha , Murcia, Castílla ... ) es un aspecto muy importante
de esta cuestión sobre el cual ha dicho Madariaga palabras muy atinadas: «Hemos
alcanzado un punto en la evolución política de España -escribía don Salvador en
1953- en el que la autonomía es ya necesaria no sólo a los países que la piden
sino, quizás aún más, a los que no se dan cuenta de que les hace falta».
Se ha dicho repetidamente que el federalismo no se asentará firmemente en
España mientras no arraigue en Castilla.
Más cierto y obvio es afirmar que el federalismo que la nación española
necesita requiere a su vez que todos los pueblos que la componen tengan
conciencia de su personalidad colectiva.
Conciencia que no se trata de crear artificialmente en Castilla, que
vivísima la tuvo hace ya más de un milenio -no conocemos ninguna epopeya que
narre sucesos acaecidos en el siglo X en la que la comunidad nacional ocupe un
lugar tan protagónico como el que en el Poema
de Fernán González tienen Castilla y los pueblos castellanos -, sino de rescatarla del olvido y la
mistificación histórica, lo que, ante todo, requiere deshacer el confuso
embrollo en que se han envuelto las historias de los antiguos reinos de León,
Castilla y Toledo, poniendo en claro la particular de cada una de estas
regiones.
Mientras se sigan confundiendo los nombres de Castilla, León y Castilla la Nueva , y con ellos los
pueblos, países y entidades históricas que a cada uno corresponden, la cuestión
federal del Estado español estará, desde el arranque, mal planteadas.
Aunque en menor grado que los catalanes y los vascos, muchos son los
pueblos de España que poseen los elementos básicos de una nacionalidad,
principalmente una larga historia propia.
En sus entrañas están latentes el sentimiento y la conciencia de
comunidad nacional, prestos a desarrollarse en cuanto las circunstancias les
sean propicias. Bastaría, por ejemplo,
que el pueblo leonés conociera claramente el asiento geográfico de su región y
su particular historia para que de manera natural se despertara en él la conciencia
de su ser, hoy generalmente confundido con el de Castilla. Y presentamos en primer lugar este ejemplo de
la región leonesa por su gran significación.
Entre todos los pueblos de España probablemente es el leonés el más
llamado a afirmar la conciencia de su nacionalidad histórica; España entera, y
no sólo él, lo necesita para resolver cabalmente uno de sus mayores
problemas. Por la amplitud del país -de la Liébana a la Sierra de Gata y del Bierzo
a Béjar-, la variedad de sus comarcas -la Montaña de León, el Bierzo, la Tierra de Campos, la Sanabria , la Tierra de Sayago, la Tierra del Vino, el Campo
de Salamanca, la Berzosa ,
la Sierra de
Francia...- y la belleza de muchas de ellas, y su prominente lugar en la
historia de España, la región leonesa es una de las más destacadas de nuestra
patria.
Considerado en su conjunto regional, León desempeñó durante los siglos
más duros de la
Reconquista un papel de primer orden en la historia
peninsular. Seria imposible imaginar el
Medioevo español sin la participación leonesa.
Por su actividad en aquéllos tiempos y en siglos posteriores, la corona
de León fue entre todos los estados peninsulares la entidad politica que mayor
influjo ejerció en el destino de la nación española, realidad histórica mucho
más importante de lo que generalmente se cree.
El mejor servicio que León podría prestar a Castilla y a España entera
para la solución definitiva de la cuestión nacional por excelencia no es
propugnar esa confusa y confundidora región castellano-leonés-manchega, a
contrapelo de la historia, la geografía y los intereses de los respectivos
pueblos, sino recobrar su propia y singular personalidad otrora sobresaliente
en el conjunto de las Españas y hoy más caída en el olvido que ninguna. Empresa aún más ardua para los leoneses que
la acometan que la -con análogos propósitos en cuanto a Castilla- ya iniciada
por algunos castellanos.
Por otra parte, no sólo confuso y confundidor en el panorama político de
las Españas es, en efecto, ese criterio de mezclar en un conglomerado
castellano-leonés regiones y pueblos geográfica e históricamente tan distintos,
sino también injusto, grandemente injusto, en lo referente a la organización
estatal. No podemos comprender -si no es
por grave carencia de sentido político o por inconsciente complejo de
inferioridad- como, cuando se intenta resolver el problema de las autonomías de
los pueblos de España en un gran Estado español que, sin unificarlos, una a todos ellos en pie de igualdad-, cuando
asturianos, aragoneses, valencianos, andaluces, canarios... reclaman su propio
gobierno interno con los mismos derechos que catalanes, vascos o gallegos -lo
que debe concretarse en la igual composición de un senado o cámara federal-; un
grupo de leoneses y castellanos comience por proponer que el peso de los votos
de sus respectivos pueblos o regiones sea la mitad -o la tercera parte si se
incluye a Castilla la Nueva- del de los demás integrantes de la Unión , puesto que juntos
formarían una sola entidad politicogeográfica, no obstante la importancia y la
personalidad histórica de cada uno de ellos.
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