martes, 15 de diciembre de 2015

Análisis de los programas electorales: "¡Es la ideología, estúpido!"


Análisis de los programas electorales: "¡Es la ideología, estúpido!"

 


 
¡Es la ideología,
 estúpido!
 
José Moisés Martín Carretero, miembro de
 Economistas Frente a la Crisis,
ha analizado los programas económicos de 
PPPSOEPODEMOS y CIUDADANOS 
bajo el título de “¡Es ideología, esúpido!”.

Puede leer el post completo en el siguiente link:
 
 
 


Jornada “Consumo Socialmente Responsable: Falsificaciones y Finanzas” en Madrid

Enviado por José Antonio Sierra   
 
 
Jornada “Consumo Socialmente Responsable: Falsificaciones y Finanzas” en Madrid
 
 
 

Es un placer invitarles al acto “Consumo Socialmente Responsable: Falsificaciones y Finanzas”, que presenta mañana martes 15 de diciembre (13:30h-14:30h), la Asociación General de Consumidores, ASGECO Confederación, contando como ponentes en la mesa de debate de:
 
·         D. José Antonio Moreno Campos, Director General de la Asociación Nacional para la Defensa de la Marca ANDEMA: “Falsificaciones y consecuencias socioeconómicas”
·         D. Jordi Buil, Gestor/Relacions amb Organitzacions de Protecció al Consumidor: “Educación Financiera, Endeudamiento y Préstamos Rápidos”
·         Dña. Cristina Maroto Sánchez, Responsable del Área Jurídica de ASGECO Confederación: Resultados de las Campañas 2015 Consume original, sé auténtico y Créditos rápidos, problemas exprés
·         Dña. Ana Isabel Ceballo Sierra, Presidenta de ASGECO: moderadora
 
Dentro de esta mesa podremos presentar los resultados de las dos campañas llevadas a cabo por ASGECO en 2015, que ofrecieron a los consumidores una información actualizada sobre los riesgos de la compra de falsificaciones y la contratación de créditos rápidos, mediante un autobús abierto al público, que recorrió 16 ciudades españolas, en colaboración con sus organizaciones locales asociadas.
 
La campaña “Consume original, sé auténtico, quiere llamar la atención de los consumidores sobre los  riesgos que representan las falsificaciones de perfumes, gafas de sol y tabaco. Estos productos pueden suponer un serio riesgo para su salud y su bolsillo, al no ser realizados con las medidas de control que garantizan su seguridad e idoneidad. Además la adquisición de dichos productos conlleva también unos gravísimos efectos socio económicos que afectan a grandes magnitudes de nuestra economía y estructura social.
 
Por su parte, con la campaña “Créditos rápidos, problemas exprés se pretende informar de la realidad de este tipo de créditos, para que el consumidor conozca las prácticas abusivas y riesgos que puede conllevar su contratación. Desde ASGECO venimos trabajando, hace años, por la transparencia y la responsabilidad financiera, teniendo en cuenta  la coyuntura actual, como ya hemos demostrado en años anteriores, con campañas como “¡Hola banco! Me he informado y… tenemos que hablar” actuando siempre en defensa de los derechos del consumidor.

NP Presentación del libro: "Nada te turbe" Santa Teresa de Jesús.

Enviado por José Antonio Sierra



 NP Presentación del libro: "Nada te turbe" Santa Teresa de Jesús.

 
 
“Nada te turbe”
Antología de textos de Santa Teresa de Jesus.
 
(Selección de textos, poemas y estudio preliminar del Académico José Infante)
 
Edita: Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y Fundación Málaga.

Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga



Enviado por José Antonio Sierra




JUEVES 17 - 19h

Ciclo EL IMBATIBLE LEGADO TERESIANO.
SANTA TERESA Y SU TIEMPO


PARA VOS NACÍ con Espido Freire
SUS OJOS EN MÍ con Fernando G. Delgado

Ana Gavín, directora de la Fundación José Manuel Lara, presenta el acto junto a José Manuel Cabra de Luna, presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, y Alfredo Taján, director del Instituto Municipal del Libro. 

La actividad se enmarca dentro del ciclo celebrado entre los días 16 y 18 de diciembre en diferentes puntos de Málaga con motivo del V Centenario de la santa abulense. 
Entrada libre para todas las actividades hasta completar aforo

Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga
Plaza de la Constitución, 7, 29008 Málaga
Tel: +34 952 22 64 10


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Indemnización por despido improcedente del ex director del Instituto Cultural Español-Cervantes de Dublín, Irlanda,en 1994.

José Antonio  Sierra Lumbreras fué el promotor y director del Instituto desde 1971 hasta 1993 y gestor cultural desde 1993 hasta el 24 de noviembre de 1994, día de la fecha de su despido.

Asímismo, ocupó los  cargo de Agregado Cultural Honorario de la Embajada de España en Dublín desde el 25 de marzo de l974 hasta 15 de junio de 1995 y  Delegado Honorario de Asuntos Sociales desde el 30 de octubre de 1972 hasta el 31 de diciembre de 1976.


 
 Fomer director of  Spanish Institute of Dublin involved in an unfair dismissal in 1994

¿TIENE ESPAÑA QUE INTERVENIR CONTRA ELESTADO ISLÁMICO?


Enviado por José Antonio Sierra 


 
¿Tiene España que intervenir contra el Estado Islámico?
 
Por 
 
José Antonio de Yturriaga



¿TIENE ESPAÑA QUE INTERVENIR CONTRA ELESTADO ISLÁMICO?

 

          La reciente muerte en atentado de dos policías españoles que custodiaban la Embajada en Afganistán han puesto una vez más de manifiesto que España es objetivo  del terrorismo yihadista. Según la épica islamista, los buenos musulmanes tienen la obligación de recuperar los territorios perdidos de donde fueron expulsados, como en el caso de Al-Andalus, y el Corán les permite hacerlo por cualquier medio, incluida la fuerza. En una de sus prédicas violentas “urbi et orbe” del Califa del Estado Islámico (EI) en la que ordenaba a los creyentes que crucificaran y degollaran a los infieles, Abu Bakr al-Bagdadi añadió a título de jaculatoria:“¡Que Alá os conceda el favor de pisar con vuestros pies puros sobre el usurpado Al-Andalus!”. Como ha observado el Embajador Melitón Cardona, son muchos los necios que pretenden que el Islam es amor y no tiene nada que ver con la violencia, pero están en un error craso porque –como se ha demostrado con el EI- es un proyecto político teocrático y totalitario cuyo principal objetivo es anular la capacidad crítica de sus seguidores para alcanzar su sumisión –Islam significa literalmente “sumisión”- a lo que un supuesto Ser Superior les dicta. Por consiguiente, no hay que pecar de buenismo y esconder como la avestruz la cabeza en un hoyo, sino estar alertas y preparados para hacer frente en cualquier momento a una posible agresión, pues –como dicen los Evangelios- “nunca se sabe el día ni la hora”.

 

Renuencia de los españoles a utilizar los recursos armados

 

          Según una reciente encuesta de Sigma-2, 83.2% de los españoles  creen que puede producirse en España un atentado similar al ocurrido en París, pero un 56.4% rechaza que el Gobierno realice acciones militares directas para luchar contra el EI en Siria o en Irak,  frente a un 34.8% que lo acepta. Entre los objetores se encuentran 57% de los votantes del PSOE, 65% de IU y 77% de PODEMOS (Ps). Un 45.3% de los simpatizantes de CIUDADANOS está a favor y  el 45.8% en contra, y sólo entre el electorado del PP se encuentra una opinión favorable del 53.2%. La mayoría asume que España está en el punto de mira del yihadismo terrorista, pero no cree que la intervención armada sea la solución al problema ¿Cuál es entonces?. A la ciudadanía  alegre y confiada cabe preguntarle que quién nos va a sacar las castañas del fuego en el caso de que sea España la agredida. Entre los líderes de los principales partidos, sólo Albert Rivera estuvo a favor de intervenir en caso de petición de un aliado atacado, por lo que fue acusado de belicista y tuvo que recoger velas. En el debate a cuatro de Atresmedia,  Pablo Iglesias fue el único que se pronunció rotundamente por la no intervención, mientras los demás o no se pronunciaron o adoptaron posiciones de cautela. La más posición más sorprendente fue la del Presidente del Gobierno, que supeditó una posible intervención española contra el EI a la autorización de las Cortes –lo que resulta obvio- y al “consenso de todas las fuerzas políticas” –lo que ya no es tan obvio-. ¿Habrá que esperar para intervenir a lograr la anuencia de Ps, de IU y de los nacionalistas radicales?. Se trataría de una obligación de imposible cumplimiento que llevaría a España a  la inacción, aún en el caso de verse directamente atacada por el EI. Reacción bien diferente fue la del Gobierno socialista francés y de sus dirigentes François Hollande y Manuel Valls que, tras los ataques de París, declararon que Francia estaba en guerra con el Daesh y decidieron bombardear sus posiciones en Siria y en Irak, con el respaldo de la gran mayoría del pueblo francés. Cabe hallar un atenuante en la postura cautelosa y coitada de Mariano Rajoy en el precedente de la guerra del Golfo de 2003, en la que José María Aznar –por apoyar la invasión de Irak y pese a no haber colaborado en ella con el envío tropas- fue acusado de asesino por la oposición y condenado sin paliativos por su belicosidad. La situación fue manipulada  por la oposición –especialmente por el PSOE- y provocó la inesperada derrota del PP en las elecciones de 2004 tras los atentados terroristas del 11-M. Rajoy vio afeitar las barbas de Aznar y ha puesto las suyas a remojar. Federico Jiménez Losantos lo ha criticado por dar un escandaloso trato de favor a Ps -que no ha firmado el Pacto Antiterrorista-, “preso de pánico rememorativo”.  Sin embargo, y aunque existan algunas semejanzas, la situación era a la sazón  bien distinta a la actual. Conforme a una encuesta del CIS de la época, 91% de los encuestados se mostraron contrarios a la intervención en Irak, pero Aznar se puso por montera la opinión del pueblo español y de muchos funcionarios de Asuntos Exteriores, incluido yo mismo, que -en mi calidad de antiguo Embajador en Bagdad- advertí desde mi puesto en Oporto a los altos cargos del Ministerio de que la prevista intervención era contraria al Derecho Internacional y del todo inapropiada. El Presidente del Gobierno se empecinó y  –en su encuentro en las Azores con George Bush Jr. y Tony Blair- avaló la malhadada invasión del  país. Ahora, Irak está siendo agredido por el EI -que ocupa por la fuerza un tercio de su territorio- y España es diana del yihadismo terrorista en general y del EI en particular.

 

Compromisos internacionales de España

 

          Rajoy parece olvidar que España es miembro de la OTAN y de la UE. y que ha asumido por ello unos compromisos internacionales que pueden involucrar un componente militar. Según el artículo 5 del Tratado de Washington de 1948, los Estados miembros de la OTAN han convenido que un ataque armado contra cualquiera de ellos será considerado como un ataque dirigido contra todos los demás y, en consecuencia, cada uno de ellos asistirá a los miembros atacados,  tomando inmediatamente “la acción que juzgue necesaria, incluido el empleo de la fuerza armada, para restablecer y garantizar la seguridad en la región del Atlántico Norte”. De conformidad con el artículo 42-7 del Tratado de la Unión de Lisboa de 2007, si un Estado miembro de la UE es objeto de una agresión armada en su territorio, los demás miembros “deberán prestarle ayuda por todos los medios a su alcance”. Tras los atentados de París, Francia ha invocado esta “cláusula de defensa común” y la Alta Comisaria Europea, Federica Mogherini, ha declarado: “Hoy Francia pide ayuda a toda Europa y toda Europa responde SÍ”. El Gobierno francés deberá especificar el apoyo que requiera a cada uno de sus socios y el Gobierno español no puede hacer oídos sordos a semejante petición, amparándose en que tiene que recibir la venia de Pablo Iglesias y Cía, pues España está obligada a cumplir con sus compromisos internacionales libremente asumidos. Mientras el Gobierno de Alemania ha enviado aviones y tropas a Siria –aunque no sea en misión de combate- y el de Gran Bretaña ha empezado a bombardear las posiciones del EI en Siria -como ya venía haciendo en Irak-, el de España está dando largas a la espera de que se celebren las elecciones generales.

 

El mayor problema existente es la ocupación de buena parte de Irak y de Siria por parte del EI y la creación de un Califato desde el que se promueven y dirigen acciones terroristas en todo el mundo. Los principales responsables para hacer frente a esta amenaza son los países árabes y musulmanes,  pero “¿qué han hecho los países árabe después de los atentados de París?”, se ha preguntado el escritor y periodista pakistaní Ahmed Rashid en un excelente artículo con este título publicado en “El Mundo”, y ha respondido que ”la falta de reacción del mundo árabe y musulmán ha sido a la vez vergonzosa y lamentable”. La Liga Árabe y la Organización de la Conferencia Islámica ni siquiera se reunieron y la mayoría de los países del Golfo –que teóricamente forman parte de la Coalición Internacional dirigida por Estados Unidos- apenas contribuyen militarmente a la lucha contra el EI, porque, más que al Daesh, temen a Irán, que podría ver reforzado su liderazgo en la región. En opinión de Rashid, la guerra contra el EI debe ser liderada por Estados árabes, amén de que cuenten con la ayuda de Estados Unidos y de la UE. La Coalición debe presentar un rostro árabe con el fin de ganar la batalla de la ideología. No es una guerra entre países islámicos y Occidente, sino una lucha interna del Islam que debe ser ganada por musulmanes. Los Estados del Golfo liderados por Arabia Saudita, sin embargo, se niegan a enviar tropas a Siria o a Irak para luchar contra el EI, aunque si lo hagan a Yemen para combatir y masacrar a los milicianos hutíes -que no son tan peligrosas-  por el mero hecho de ser chiitas.

 

Deficiencias de los ejércitos de Irak y de Siria

 

Los medios de comunicación han planteado de forma poco satisfactoria el  problema de la lucha armada contra el Daesh al hacer excesivo hincapié en el  bombardeo de sus posiciones, y los Estados interesados –incluidos Francia, Gran  Bretaña y Rusia- han caído en la trampa. ¿Hay que bombardear al EI en Siria?. ¿Son  eficaces dichos bombardeos, tanto en Siria como en Irak?. Durante un coloquio del  Instituto Elcano sobre terrorismo yihadista, un participante planteó esta cuestión y  ninguno de los panelistas dio una respuesta adecuada. A mi juicio, los bombardeos son  necesarios, pero insuficientes. Estados Unidos, las potencias europeas y los pocos  países árabes que aportan aviones de combate a la causa optan por ellos por ser la  solución más fácil y menos costosa en vidas humanas. Sobran aviones y las potencias   tienen que “pedir la vez” para lanzar su mortífera carga, que produce escasos efectos en  la práctica, pues –como ocurrió en Vietnam- los militantes del EI han construido una  impresionante red de túneles en los que se cobijan de los bombardeos, por otra parte no  excesivamente precisos. Los ataques aéreos deben servir de apoyo al despliegue de  fuerzas terrestres, que son las únicas capaces de desalojar al Daesh  de sus posiciones y de recuperar ciudades como Mosul, y estas unidades deben ser suministradas por los  países árabes de la región y no por Occidente o por Rusia, cuya presencia “in situ” sería  contraproducente. La guerra civil siria y el caos reinante con la presencia de milicias  dispares –incluidas las del EI y las patrocinadas por Al-Qaeda, como el Frente Al-Nusra, enfrentadas a Bashar al-Asad y entre si- no permiten que las fuerzas armadas sirias o a las milicias del Ejército Libre de Siria realicen esta labor. En Irak, el Ejército -de composición mayoritaria sunita- fue disuelto tras el derrocamiento de Saddam  Husein y sustituido por distintas milicias chiitas, carentes de cohesión y de  motivación para defender territorios mayoritariamente poblados por sunitas, como se  puso de manifiesto con la vergonzosa derrota en Nínive de un Ejército de 30.000  hombres por unos millares de yihadistas internacionales, disciplinados, bien equipados  y –sobre todo- motivados, que conquistaron Mosul con pasmosa facilidad. El actual  Gobierno de Haider al-Abadi está tratando de reorganizar el Ejército con la ayuda de  Estados Unidos, pero el proceso es lento y, aunque ha logrado algunos resultados  positivos, necesita de la ayuda e otros países árabes –además del respaldo de  Occidente- para liberar a Irak de las hordas del EI.

 

          La clave del problema está en Siria y no se podrá solucionar mientras no se acabe de forma negociada con la guerra civil. El conflicto sirio no puede ser resuelto por la vía militar, sobre todo a causa de la presencia de numerosos contingentes armados que luchan unos contra otros, y sólo cabe una solución diplomática que no es nada fácil de conseguir ante la disparidad de intereses existente tanto dentro como fuera de Siria. Se trata de una guerra civil internacional en la que, a la actuación de las diversas milicias sirias, se añade la intervención de Rusia, Irán y Líbano (a  través del subrogado iraní de Hizbollah) a favor de al-Asad, y de Arabia Saudita, los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, Turquía, Estados Unidos y la UE en contra. Las dos conferencias diplomáticas celebradas en Ginebra en 2012 y 2013 bajo los auspicios de la ONU fracasaron por el empecinamiento de Rusia e Irán en apoyar el mantenimiento en el poder del carnicero Bashar, cuyo Ejército está masacrando a su propio pueblo. El creciente protagonismo del EI ha hecho que las posiciones enfrentadas se suavizaran y se produjera un ligero acercamiento, como se puso de manifiesto en la Conferencia de Viena de Octubre de 2015, en la que Rusia e Irán matizaron su apoyo incondicional a al-Asad y aceptaron su eventual salida del Gobierno, y Arabia Saudita y Estados Unidos renunciaron a exigir la exclusión inmediata de éste, y aceptaron una negociación entre el régimen sirio y los rebeldes moderados. Existe, pues, alguna esperanza de que se desbloquee la situación en la II Conferencia de Viena prevista para principios de año. Como ha apuntado Rashid, las conversaciones previstas entre 21 naciones ofrecen la primera oportunidad  real de que se alcance un objetivo político común, cual es la lucha contra el EI, para lo que es esencial que los árabes encabecen este esfuerzo, se agrupen y presenten un frente unido.  A estos efectos, los dirigentes de diversas facciones rebeldes –con exclusión del EI y el Frente Al-Nusra- se han reunido recientemente en Riad y aceptado iniciar negociaciones con representantes del régimen sirio en base a las recomendaciones de la Conferencia de Ginebra-I, que preveían la formación de un Gobierno de transición sin al-Asad dentro de un marco temporal a fijar por la ONU. Los participantes apoyaron la creación de “un mecanismo democrático favorable a un régimen plural que represente a todos los sectores del pueblo sirio”. Bashar ya ha reaccionado afirmando que no tiene la menor intención de abandonar el poder y habrá que ver si Rusia e Irán aceptan presionarle para que no torpedee un posible acuerdo.

 

España es objetivo del Estado Islámico

 

          España es uno de los objetivos de los movimientos yihadistas, que ya la atacaron de forma irracional y sangrienta en el 2004, y el riesgo de atentados ha  aumentado con el auge del EI y la presencia en su territorio de algunos de sus agentes, la mayoría de los cuales han podido ser detectados y reducidos gracias a la eficaz labor de los servicios de inteligencia y las fuerzas de  seguridad. Además del reforzamiento de las medidas internas de seguridad y del mantenimiento de la unidad frente al terrorismo de las distintas fuerzas políticas, es indispensable la cooperación internacional. Nuestro país –miembro leal de la OTAN y de la UE- tiene que asumir sus compromisos internacionales y, si el EI comete una agresión, ayudar a los agredidos con todos los medios a su disposición, sin recurrir a la inaceptable excusa de la necesidad de obtener previamente el consenso de todos los partidos. Como ha afirmado Pedro G. Cuartango, no hay más opción que enfrentarse militarmente a unos bárbaros que pretenden acabar con nuestra cultura y nuestros valores mediante el terror y, si nuestros aliados nos lo piden, el Gobierno debe estar dispuesto a luchar contra el EI con los medios necesarios. A juicio del Embajador Cardona, si los Gobiernos europeos no reaccionan a tiempo y no se conciertan para aniquilar ese embrión del EI que asuela Siria e Irak, la escalada de violencia será inevitable y, tal vez, irreversible. El nuevo Gobierno que surja tras las elecciones deberá esforzarse en hacer pedagogía política para que la sociedad  española comprenda que tiene que contribuir con sus propios medios  para defender su soberanía y que no puede abdicar de sus compromisos internacionales en la lucha contra el terrorismo yihadista.      (Madrid, 14-XII-15)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NAVIDAD EN AVILA, CASTILLA Y LEON, ESPAÑA

 NAVIDAD EN  AVILA, CASTILLA Y LEON, ESPAÑA

Un abrazo                                                                                                                                                       José Antonio Sierra
Abulense


 Felices Navidades y Próspero  Año Nuevo
 Merry Christmas and Happy New Year 

 

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UNIDAD Y DIVERSIDAD



                   


                                       UNIDAD Y DIVERSIDAD


 


          La  naturaleza universal del hombre no puede ser aprehendida en virtud de características externas, sino en virtud de características internas, de manera que frente a la extensión , la dispersión y la multiplicidad lo verdaderamente universal es intensidad, concentración y unicidad; así la universalidad del Sacro Imperio romano germánico de occidente no estaba basada en lazos materiales, políticos o militares sino en un lazo inmaterial, ideal y espiritual que era la fidelidad; un entramado de fidelidad que era cimiento de unión de comunidades múltiples y diversas; situación que permitió la existencia de una civilización medieval tradicional relativamente estable donde pudo coexistir la unidad y la jerarquía  con una amplia medida de diversidad, de libertad y de independencia. Ausente en su fundamento la organización externa en materia política, militar o económica la soberanía del emperador estaba basada en una acción de presencia, no en una acción directa, en términos taoístas se llamaría wu-wei, obrar sin obrar, algo desde luego solo concebible un una civilización tradicional fuertemente impregnada de un sentido espiritual, y cuya eficacia fue mucho más a nivel  simbólico que a nivel real. 


 


          Se tiende a olvidar o a ocultar frecuentemente que desde el momento del nacimiento del Imperio de Occidente con Carlomagno, estuvo aquejado de una afección maligna que se podía denominar faústica, afección típicamente occidental como recuerda O. Spengler, una variante de una universal tendencia política a la codicia de poder y ventajas. Así  en el debe de este imperio, como en todos los habidos, figuró pronto la guerra de expansión y conquista frente a sajones, ávaros, wendos o magiares entre otros, que desde una concepción monista de la verdad podía tener una explicación como misión, aunque ciertamente  teñida de violencia; no así el caso de la guerra de invasión y conquista de territorios del imperio romano de oriente, cristiano mucho antes que existiera ningún imperio occidental.  Ya la propia fundación del Imperio de Occidente se realizó en buena medida frente al Imperio de Bizancio, se reclamó una nueva fuente de legitimidad religiosa dogmática y jurídica, frente a la Ortodoxia de Oriente, alentada políticamente por el emperador desde el concilio de Francfort hasta llegar con las novedades dogmáticas occidentales al Cisma, impropiamente llamado de Oriente, puesto que las novedades fueron introducidas por los occidentales y en sus primeros momentos con la oposición del entonces Obispo de Roma a las pretensiones heterodoxas imperiales. Humus adecuado para la incubación del espíritu faústico, la tradición fue siempre frágil en Occidente, incluso en la Edad Media.  


 


          Desaparecidos paulatinamente los fundamentos espirituales tradicionales o verticales, por así llamarlos, de la soberanía, y reducida ésta a una dimensión secular, laica, material  u horizontal, es decir la del estado moderno, surge inevitablemente debido a la inversión de las direcciones una intervención política directa que tiende a la uniformización, a la nivelación, al centralismo y al absolutismo con la consecuencia de la supresión de autonomías, de derechos, fueros, privilegios y la desnaturalización étnica. Perdido progresivamente el fundamento sagrado y celeste del orden humano y reducido a medidas puramente humanas, subjetivas, y conjeturables, avanza un progresivo desorden o entropía social que tiene curiosas manifestaciones, junto a una creciente metástasis de estados nacionales y micronacionales se produce una creciente laminación uniformizadora que elimina la diversidad de pensamiento, de mercados, de vestimentas, de alimentos, de razas, de plantas, de animales, en suma avance imparable hacia el desmadre y el caos. Se presentan así dos aspectos aparentemente opuestos de dispersión y uniformización , pero perfectamente coherentes en el fondo , no pretendiendo la globalización mundialista otra cosa que una pura reducción cuantitativa y economicista, para la que resulta un obstáculo hasta los últimos y endebles baluartes de justicia distributiva que mantenían hasta el momento los viejos estados nacionales.  La propia guerra que de acuerdo con las teorías evolucionistas y progresistas debería desaparecer, ha progresado por el contrario muchísimo, cualquier guerra de la que la humanidad conserva memoria empalidece ante las guerras del siglo XX, y la propia globalización que se pretende fin de la historia no parece sino que va a universalizar el fenómeno de la guerra en alguna de las variadas formas de guerras o guerrillas de secesión, de narcotráfico, de revolución o de terrorismo. Algún cándido, sin duda poco versado en la Biblia y el Apocalipsis,  suspira por un estado moderno, laico, secular y global o pseudouniversal como colofón final.


 


          Sumergidos una civilización reducida, en el mejor de los casos, al horizonte de la razón instrumental no se tiene perspectiva suficiente para contemplar otras dimensiones del ser y la política como tantas otras cosas se enfoca con una óptica distorsionada que fue certeramente expresado por Nicolás Berdaieff, y que de alguna manera serán el leit motiv de estas reflexiones:


 


          La política no es real en el sentido último, metafísico, de esta palabra, no llega hasta las raíces del ser; la política permanece en la superficie y no crea sino una apariencia de ser.


 


(N. Berdaieff. El sentido de la creción. Ed Carlos Lohlé. Buenos Aires1978, p335)


 


 


        No faltará naturalmente los rechazos contundentes de esas afirmaciones y se echará mano de ese coloso poder que es el estado, como prueba irrefutable de la pesada realidad que es la política. No solo se ponderará su realidad sino su bondad, ¡manes de Hegel!, el estado como realización del espíritu absoluto. Sin llegar a esos extremos sino con una especie de buen sentido se justifica a veces de una  manera un tanto neutral y abogadesca al estado como sustentador del bien común, cuyo calado no es tan profundo como a primera vista pudiera suponerse; de nuevo Berdaieff en sus agudas observaciones acerca del estado desde un punto de vista ético, da un contrapunto poco convencional:


 


     


El estado por su origen, su esencia y su fin no está más animado por el pathos de la libertad, que por el del bien, o por el de la persona humana, aunque tenga relación con ellos. Representa ante todo el organizador del caos natural, cuyo pathos es el orden, la fuerza, la expansión, la formación de grandes entidades históricas. Si mantiene de una manera coercitiva un mínimo de bien y justicia, no lo hace nunca porque sea naturalmente bueno o equitativo – estos sentimientos le son extraños –sino únicamente porque sin ese mínimo, se produciría una confusión general, que amenazaría con disociar las entidades históricas; porque peligraría de perder él mismo toda potencia y toda estabilidad. El principio del Estado es ante todo la fuerza y la prefiere al derecho, a la justicia y al bien. El acrecentamiento de su potencia es su destino, lo encadena a las conquistas, a la extensión, a la prosperidad, pero peligra también de llevarlo a su pérdida. En el conflicto de las fuerzas reales y del derecho ideal, el Estado opta siempre a favor de las primeras, y no es el mismo  más que la expresión de sus correlaciones. No puede revestir ninguna forma ideal,- todas las utopías que lo sugieren están viciadas en su base -, no es susceptible más que de mejoras relativas, y estas están ligadas a los límites que se le impone. El estado aspira siempre a transgredir sus límites y a llegar a ser absoluto, sea bajo la forma de monarquía, de democracia o de comunismo .


 


(N. Berdaieff. De la destination de l´homme.Essai d’ethique paradoxale. L’Age d’ Homme. Laussane 1979 pp 253-254)


 


 


De forma que el estado moderno, sea cual sea, en cuanto bien común, es sencillamente un mal necesario, algo convenientemente ocultado por políticos, funcionarios y  nacionalistas de vario pelaje, ese monstruo frío que muy en el fondo vislumbra certeramente el pueblo. Así que paradójicamente el bien común es un mal menor, el bien un mal, pero en nuestras latitudes saturadas de numerosos nacionalismos idolátricos se pretende, a manera del timo de la estampita,  vender la moto de que el estado, surgido en el parto de la violencia, es la culminación feliz de la nación o micronación que se quiere fieramente independiente y capaz de suministrar una especie de anticipo jubiloso del paraíso, lo que deja patidifusos a los irreverentes que no aman locamente naciones ni menos aún estados.


 


El origen de esa imparable tendencia está en la misma noción de pueblo, que desde un punto de vista tradicional es la prolongación en la tierra de un orden celeste de derechos y deberes fuera de los cuales ningún sentido tiene el pueblo ni el hombre; pero liquidado el sentido tradicional y emergiendo un sentido meramente profano que ningún resquicio deja al orden trascendente, el pueblo pasa a ser colectivo definible y cuantificable por caracteres de inclusión o exclusión, lo interno externo, lo universal particular, la herencia espiritual genes biológicos, la fidelidad y el respeto coerción legal, es decir el pueblo tradicional, o jana en sánscrito, se convierte en demos, en moderna nación o nacionalidad, pero es dudoso que ningún moderno entienda ya de que se habla. El punto de vista nacionalista íntrínsecamente ligado a la exclusión es un permanente foco de discordia actual o potencial, según el momento y la historia corrobora bien la ejecutoria violenta del nacionalismo como invento moderno:


 


.


En todo caso los Estados disimulan tras ellos las naciones, con sus interese y sus fracasos, sus amores y sus odios respectivos. La nación representa incontestablemente un valor superior al Estado que no tiene más que una significación funcional, en relación con la formación, la protección y  el desarrollo de la primera. Pero el valor nacional, como todos los otros valores, puede desfigurarse y pretender una significación suprema y absoluta. Llega a ser entonces nacionalismo egocéntrico, enfermedad de la que todos los pueblos están más o menos aquejados y que execra a todas las naciones salvo la suya, tiende a apoderase de  la totalidad de los valores. Incluso reconociendo el valor de la nación, la ética debe pues condenar la aberración del nacionalismo, comparable a las del estatalismo, del clericalismo, del cientifismo, del moralismo, del esteticismo, que ofrecen todos formas de idolatría. En todo caso, si debe condenarlo, debe pronunciarse también contra la mentira que se le opone: el internacionalismo. Las naciones, en tanto que valores positivos, forman parte jerárquicamente de la unidad concreta de la humanidad que engloba su diversidad


 


(N. Berdaieff.Op Cit. Pp 261-262)


 


Nuestro país, destinado acaso a convertirse pronto en unos segundos Balkanes ,suministra una privilegiada atalaya para observar el imparable fenómeno de nacionalismos y micronacionalismos , estados y microestados, que a falta de una perspectiva tradicional y cíclica de la historia se convierte en un enigma que no aciertan a explicar ni la economía, ni los credos religiosos, ni la perspectiva evolucionista y progresista, ni la estatalista, ni la emoción aterrorizada del buen pueblo. Pero quizá el fenómeno más interesante no son precisamente los denominados nacionalismos periféricos, que la propaganda y los medios ponen cotidianamente en el punto de mira del ciudadano,  sino más bien lo otro. ¿ Y que es lo otro?, lo otro es lo que en lenguaje periodístico se ha denominado: lo que queda de España, ese conjunto de retales no muy bien definidos que son Castilla, León, Extremadura, Murcia y otras. Fijándose en Castilla como retal objeto de atención preferente, llama la atención su extraordinaria laminación y uniformización debida al moderno estado español, nada extraño si se tiene en cuenta que el 60%  o 70% de los castellanos viven en Madrid, capital del estado. Una primera impresión superficial, que a base de repetirse se ha convertido en tópico, se expresa en el sentido de que el castellano no es nacionalista, es bastante apolítico, es universalista y poco localista etc. Todos estos atributos son muy relativos y en la mayoría de los casos encierran una componente sofística poco acorde con la verdad.


 


La componente nacionalista del castellano medio poco tiene que ver con el ardor de neófito de los nacionalismos periféricos emergentes, se trata de una vaga admisión de su carácter de español, es decir perteneciente al fin y al cabo a un estado moderno llamado España del que se considera más sujeto paciente que otra cosa, por tanto político a su pesar que con  un cierto tono escéptico admitiría en la mayoría de los casos algunas sentencias de Berdaieff:


 


La política rodea la vida humana como una formación parasitaria que le succiona la sangre. La mayor parte de la vida política y social de la humanidad contemporánea no es una vida ontológica real, es una vida ficticia, ilusoria. La lucha de partidos, los parlamentos, los mítines, la propaganda y las manifestaciones, la lucha por el poder: todo esto no es la verdadera vida, no guarda relación con la esencia y los fines de la vida, es difícil penetrar a través de todo esto para llegar al núcleo ontológico


 


(N. Berdaieff. Una nueva Edad Media. Ed Carlos Lohlé. Buenos Aires 1979. p164 )


 


          Así el momento solemne en el que el pueblo castellano delega su representación en un partido con su papeleta, que no otra cosa es la democracia moderna, se cumple como quien rellena una quiniela, pero con bastante menos espectativas por un posible premio. Un partido de fútbol le presenta bastante más interés que un debate parlamentario de partidos, una serie televisiva medianamente pasable más que una campaña electoral y un concierto de rock más que un mitin. Y en el fondo de su corazón detesta pagar impuestos para el mantenimiento del estado español. La constitución, suponiendo que la conozca, le deja bastante frío, en el mejor de los casos le puede atribuir el mismo valor que al código de la circulación:


 


Ninguna legitimidad  tanto de las antiguas monarquías como de las jóvenes democracias, con su teoría del pueblo soberano, ha conservado su imperio sobre las almas. No se cree ya más en una forma jurídica o política, y nadie daría más de medio copec por una constitución


 


(N. Berdaieff. Ob Cit. P70)


 


          En lo que se refiere a universalismo, se trata en la mayoría de los casos de una confusión con la homogeneidad uniformizadora de la globalización, a la que propenden todas las naciones y  megápolis, la pseudouniversalidad de coca cola, Mc Donalds y Eurodisney. En ese sentido  se trata de evitar todo lo que suene a autóctono, mirado con un cierto complejo de inferioridad, resultando en efecto el castellano al revés que el andaluz un pueblo muy poco folclórico y típico; solo como ejemplo la Comunidad de Madrid acaba de rechazarun ofrecimiento de una notable agrupación musical para enseñar en las escuelas a los niños una sola canción y una sola danza del rico folclore madrileño; se incurre pues con facilidad en aquel dicho de Oscar Wilde de que nadie puede interesar a los demás si no es genuino. El castellano como otros tantos pueblo de Europa occidental fue perdiendo a lo largo de los siglos el sentido tradicional de la universalidad, con episodios de feroz exclusivismo como las cruzadas, la Inquisición, las guerras de religión, la secularización y el pragmatismo hedonista.


 


          El castellano medio, incluido el madrileño, es por el contrario empobrecedoramente localista en demasiadas ocasiones, debido en buena parte a su laminación y despojo por parte del estado moderno, que comenzó mucho antes que en otras regiones, y sufre así un extraño síndrome de Estocolmo con relación a su raptor; en lugar de considerarse como pueblo y como individuo parte de España, se considera directamente español, de lo que se deducen comportamientos y pensamientos no siempre simpáticos y amistosos; en su opinión todos deberían ser igual que él; así por ejemplo un catalán o un gallego debería ser lo que el considera ser español y no hablar más que español, que en su estrechez ignora que es básicamente castellano, en lugar de sus lenguas vernáculas.


 


          En medio de este fin de fiesta, no han dejado de presentarse voces de alarma que alertan acerca de la conveniencia de que Castilla esté presente y alerta en medio de la arrebatiña generalizada para llevarse su parte; lo que desde un punto de vista económico no deja de tener su lógica, probablemente mayor que la de aquellos que dan por supuesto e inevitable que en una lucha por la liquidación y finiquito, las regiones más fuertes económicamente hablando y más pobladas tienen todas las condiciones para llevarse lógica y fatalmente la mejor parte del pastel.


 


 Pero lo más curioso no son estas lógicas implacables de lucha por el poder y la ventaja, sino los que las propagan. Suele tratarse de pequeños partidos políticos que surgidos en Castilla, aunque no todos, tienen una  indeleble marca de origen que los identifica a cien leguas. Inhábiles para una identificación medianamente aceptable de lo que es Castilla, y tributarios de la uniformización estatal española, proponen amplias tierras para definirlas sin anclajes históricos que valgan, en base a una lengua común, al tópico de la parda meseta surcada de churras y merinas y a la convivencia secular de pueblos; recuerdan en sus argumentos los patéticos discursos de fin de año de aquel general gallego que con voz temblorosa y aflautada hablaba de la unidad y hermandad de los pueblos de España. Dan pues amplia razón a los periodistas que hablan más de lo que queda de España que no de Castilla, de Extremadura o de la Rioja. Y al igual que a su modelo a esta especie de neofranquismo castellanista o pancastellenista de nuevo cuño le surgen sus separatismos, cantonalismos y demás herejías: así leoneses que reclaman su herencia cultural, cántabros que ni soñando quieren tener su capital en Valladolid, riojanos que idem de lienzo y otras mil batallitas de aburrida enumeración. Proponen con entusiasmo Castilla nación, o Castilla comunera, desconociendo la mayor parte el significado de este adjetivo, otros Castilla fieramente independiente y otros una, grande y libre; tienen sin duda miedo a ser pocos o a ser poco extensos. Todo ello, para más inri, en medio de los pueblos políticamente más escépticos de la vieja piel de toro.


 


Extrañamente coincidentes algunos de estos pequeños partidos con los nacionalismos periféricos, hasta el punto de haber sido acusados de estar financiados por aquellos, proponen sin pudor una lista de las características nacionales castellanas, entre las que no dejan de incluir la singularidad de la lengua, que en este caso no se trata de una lengua postergada, sino de una lengua de extensión mundial hablada por unos 400 o 500 millones de personas. Al carecer propiamente de enemigo al que atacar, mecanismo paranoico y sádico que al parecer da buenos resultados en otros nacionalismos, no proponen sino las consignas de una España en pequeñito, o de lo que queda de España, pues estrictamente hablando su difusa idea de Castilla no significa nada, triviales discursos con toque de victimismo, y por supuesto, como partidos que son, homilías para que les voten con objeto de realizar sus inanes propuestas. Naturalmente el personal ya de por si poco propicio a la política, los acusa de insoportables y palizas, les aconsejan que se abstengan de hacer aburrida e insulsa propaganda partidaria, que se marchen con la murga a otro sitio a dar la lata, e incluso no faltan los que con razón les dicen que son más castellanos que ellos y que saben mejor que ellos lo que es Castilla. Víctimas de su agitación y ofuscación partidaria, no acaban de entender por que no los votan masivamente y porque no se engrosan sus filas con entusiastas seguidores; curioso desconocimiento del pueblo que en teoría quieren representar.


 


          Hay otras variantes que más que nacionalismo pretende ejercer un vetusto izquierdismo a nivel local, reconociendo su progresivo desahucio a niveles más extensos, aunque curiosamente su definición territorial no deja de coincidir con el neofranquismo pancastellanista de los otros minipartidos; las propuestas por este lado además de los consabidos intentos de conseguir votos, se centran en la vieja propuesta de la socialización de los medios de producción, la igualdad económica, la exaltación proletaria y programas redentores y salvíficos del mismo jaez, amen de abundantes descalificaciones como vil reaccionario y fascista, adjetivo este último comodín y polisémico donde los haya, a los que no son partidarios de sus eslogans:


 


          La socialización de los medios de producción no es verdaderamente el fin y la substancia de la vida. No encontrareis en lo económico nada que tenga que ver con los fines, no con los medios de la vida. La socialización de los medios de producción no es verdaderamente el fin y la substancia de la vida. La igualdad económica no es el fin de la vida. Y tampoco el trabajo material organizado y productivo, que el socialismo diviniza. La divinización socialista del trabajo material, con desprecio de sus valores cualitativos, proviene del olvido del fin y del sentido de la vida. Si el socialismo ha tomado tanta importancia en nuestra época es porque los fines de la vida humana se han oscurecido, han sido reemplazados definitivamente por los medios de la vida.       


 


(N. Berdaieff. Ob Cit. P154)


 


          En cualquier caso todos estos micropartidos: nacionalistas e izquierdistas ignoran o quieren ignorar la tragedia histórica castellana, la liquidación inaugural de sus fueros peculiares por el estado absolutista, que por lo visto era el progreso de la secularidad y el abandono de la tradición medieval ; atrapados por su idea recidiva de ser una nación moderna con su estado ad hoc y su inevitable uniformización, dominado por la derecha o por la izquierda, que poco importa ya eso en la época del pensamiento único, no comprenden que la persecución partidista del poder no añadirá más que nuevas discordias, confusión y trivialidad. De la misma forma que ante los enormes riesgos que presenta la economía gigantesca y globalizada de colapsar a millones de hombres, como puede ocurrir si fallara el suministro eléctrico a una megápolis millonaria durante una semana , se propuso la idea de una reducción de la economía a una escala humana, como fue la idea de Schumacher en su conocida obra “ Lo pequeño es hermoso”, desarrollo de consecuente de una ética budista de la economía; así la restauración del viejo concejo popular, de los fueros, de los pactos (phoedus), podría ser una reducción de la política a escala humana, una ayuda a los fines del hombre y no una subordinación de este a los partidos, a los estados y a las organizaciones y poderes supranacionales. Sería además una importante labor de ecología cultural antes de que se pierda definitivamente entre estados, partidos, diputados, programas, componendas, boletines oficiales, arribistas, sinvergüenzas y otros hasta la noción de lo que fue la Castilla comunera medieval.


 


 


                                                 ANEXO


 


La personalidad histórica de Castilla en el conjunto de los pueblos hispánicos


Anselmo Carretero y Jiménez


Hyspamérica de Ediciones San Sebastián 1977


 


Páginas 141-143


 


 


Los unitaristas han de considerar artificioso y aun nocivo avivar en castellanos leoneses y toledanos las adormecidas conciencias de sus respectivos grupos nacionales, puesto que para ellos todo avance hacía la homogenización y el unitarismo ya es, por sí solo, un progreso.  Opinión contraria a la de quienes creemos que la variedad en la unión y la armonía es más rica que la nivelación uniformadora y que toda personalidad colectiva es en principio respetable.


 


Por otra parte hemos visto que diversidad y pluralismo son condición natural de España; por lo que tanto los que preferirían la España una como quienes estamos identificados con la varia debemos aceptar las autonomías regionales por más adecuadas que el unitarismo a la tradición del país y a su propia naturaleza.  Descentralización que ha de regir en toda España para evitar su funesta división en dos bloques discordantes: uno de pueblos con autonomía interna, otro totalmente gobernado por el poder central.


 


Para que la federalización de España tenga las consecuencias venturosas que de ella cabe esperar será, pues, necesario que todos sus pueblos asuman con entusiasmo el gobierno de sus propios asuntos.  La falta de conciencia colectiva y de apetencias autonómicas observable en algunas regiones de España, lejos de indicar firme patriotismo - como los unitaristas creen o aparentan creer- es síntoma de postración, que nunca la sumisión y la modorra han indicado vigor y buena salud.  La autonomía de las regiones que no luchan por ella (Asturias, León, Extremadura, La Mancha, Murcia, Castílla ... ) es un aspecto muy importante de esta cuestión sobre el cual ha dicho Madariaga palabras muy atinadas: «Hemos alcanzado un punto en la evolución política de España -escribía don Salvador en 1953- en el que la autonomía es ya necesaria no sólo a los países que la piden sino, quizás aún más, a los que no se dan cuenta de que les hace falta».


 


Se ha dicho repetidamente que el federalismo no se asentará firmemente en España mientras no arraigue en Castilla.  Más cierto y obvio es afirmar que el federalismo que la nación española necesita requiere a su vez que todos los pueblos que la componen tengan conciencia de su personalidad colectiva.


 


Conciencia que no se trata de crear artificialmente en Castilla, que vivísima la tuvo hace ya más de un milenio -no conocemos ninguna epopeya que narre sucesos acaecidos en el siglo X en la que la comunidad nacional ocupe un lugar tan protagónico como el que en el Poema de Fernán González tienen Castilla y los pueblos castellanos  -, sino de rescatarla del olvido y la mistificación histórica, lo que, ante todo, requiere deshacer el confuso embrollo en que se han envuelto las historias de los antiguos reinos de León, Castilla y Toledo, poniendo en claro la particular de cada una de estas regiones.


 


Mientras se sigan confundiendo los nombres de Castilla, León y Castilla la Nueva, y con ellos los pueblos, países y entidades históricas que a cada uno corresponden, la cuestión federal del Estado español estará, desde el arranque, mal planteadas.


 


Aunque en menor grado que los catalanes y los vascos, muchos son los pueblos de España que poseen los elementos básicos de una nacionalidad, principalmente una larga historia propia.  En sus entrañas están latentes el sentimiento y la conciencia de comunidad nacional, prestos a desarrollarse en cuanto las circunstancias les sean propicias.  Bastaría, por ejemplo, que el pueblo leonés conociera claramente el asiento geográfico de su región y su particular historia para que de manera natural se despertara en él la conciencia de su ser, hoy generalmente confundido con el de Castilla.  Y presentamos en primer lugar este ejemplo de la región leonesa por su gran significación.  Entre todos los pueblos de España probablemente es el leonés el más llamado a afirmar la conciencia de su nacionalidad histórica; España entera, y no sólo él, lo necesita para resolver cabalmente uno de sus mayores problemas.  Por la amplitud del país -de la Liébana a la Sierra de Gata y del Bierzo a Béjar-, la variedad de sus comarcas -la Montaña de León, el Bierzo, la Tierra de Campos, la Sanabria, la Tierra de Sayago, la Tierra del Vino, el Campo de Salamanca, la Berzosa, la Sierra de Francia...- y la belleza de muchas de ellas, y su prominente lugar en la historia de España, la región leonesa es una de las más destacadas de nuestra patria.


 


Considerado en su conjunto regional, León desempeñó durante los siglos más duros de la Reconquista un papel de primer orden en la historia peninsular.  Seria imposible imaginar el Medioevo español sin la participación leonesa.  Por su actividad en aquéllos tiempos y en siglos posteriores, la corona de León fue entre todos los estados peninsulares la entidad politica que mayor influjo ejerció en el destino de la nación española, realidad histórica mucho más importante de lo que generalmente se cree.


 


El mejor servicio que León podría prestar a Castilla y a España entera para la solución definitiva de la cuestión nacional por excelencia no es propugnar esa confusa y confundidora región castellano-leonés-manchega, a contrapelo de la historia, la geografía y los intereses de los respectivos pueblos, sino recobrar su propia y singular personalidad otrora sobresaliente en el conjunto de las Españas y hoy más caída en el olvido que ninguna.  Empresa aún más ardua para los leoneses que la acometan que la -con análogos propósitos en cuanto a Castilla- ya iniciada por algunos castellanos.


 


Por otra parte, no sólo confuso y confundidor en el panorama político de las Españas es, en efecto, ese criterio de mezclar en un conglomerado castellano-leonés regiones y pueblos geográfica e históricamente tan distintos, sino también injusto, grandemente injusto, en lo referente a la organización estatal.  No podemos comprender -si no es por grave carencia de sentido político o por inconsciente complejo de inferioridad- como, cuando se intenta resolver el problema de las autonomías de los pueblos de España en un gran Estado español que, sin unificarlos, una a todos ellos en pie de igualdad-, cuando asturianos, aragoneses, valencianos, andaluces, canarios... reclaman su propio gobierno interno con los mismos derechos que catalanes, vascos o gallegos -lo que debe concretarse en la igual composición de un senado o cámara federal-; un grupo de leoneses y castellanos comience por proponer que el peso de los votos de sus respectivos pueblos o regiones sea la mitad -o la tercera parte si se incluye a Castilla la Nueva- del de los demás integrantes de la Unión, puesto que juntos formarían una sola entidad politicogeográfica, no obstante la importancia y la personalidad histórica de cada uno de ellos.