El Día de San Jorge, el verdadero Día de Cataluña
Las 11 mentiras del 11 de Septiembre
Una año más la Diada vuelve a dividir a la sociedad catalana. Una celebración que el nacionalismo ha patrimonializado mediante la creación de mitos y ficciones.
Rafael Núñez Huesca
LA GACETA
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Miércoles, 9. Septiembre 2015 - 20:51
1. Rafael Casanova fue un patriota español cuyo bando, que circulaba por Barcelona en los días previos a la rendición, animaba a los catalanes a "salvar la libertad del Principado y de toda España; evitar la esclavitud que espera a los catalanes y al resto de los españoles bajo el dominio francés; derramar la sangre gloriosamente por el rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España".
2. La Diada se celebra desde hace poco más de cien años. La recuperación de este episodio ha sido erigido a base de embustes mitológicos que hoy son comúnmente aceptados como válidos. No fue hasta 1901 cuando se estableció que en un día como hoy hace exactamente 301 años, Cataluña dejó de ser “una nación libre y soberana”.
3. Lejos de la “Revolució dels somriures” y el pretendido secesionismo amable, durante la ofrenda floral a Rafael Casanova se producirán, muy probablemente, insultos, injurias y amenazas a los traidores a la causa independentista, o botiflers en terminología nacionalista. Hoy, algunos partidos ya no acuden a la ofrenda por estos motivos.
4. El nacionalismo se refiere al episodio como “Guerra de secesión”, sin embargo, la historia real fue muy diferente: Año 1700, Carlos II el Hechizado muere sin descendencia nombrando como sucesor al trono de España al Borbón y nieto del Rey de Francia, Felipe de Anjou (el futuro Felipe V). Inglaterra, Austria y Holanda, resistiéndose a ver roto el equilibrio de fuerzas en el continente proclaman su propio candidato al trono español -Carlos de Austria- desatando la que dio a llamarse Guerra de Sucesión Española, que no de secesión.
5. En términos generales la España castellana apoyó al candidato Borbónico y la España del viejo Reino de Aragón al austracista. Pero en modo alguno fueron bloques homogéneos, hubo excepciones: el Valle de Arán , las comarcas catalanas del interior, buena parte de Castellón y Alicante, el interior de la provincia de Valencia, las comarcas aragonesas de Tarazona y Calatayud; todas ellas combatieron por el aspirante Borbón. Madrid, Toledo y Alcalá, sin embargo, se mostraron partidarias del Archiduque Carlos.
6. Con respecto a los famosos Decretos de Nueva Planta que tan machaconamente esgrime el nacionalismo como una “agresión histórica a la lengua y a la identidad catalanas”, es menester recordar que la lengua que hasta ese momento se empleaba en la administración y en la justicia era el latín. Y siguiendo criterios modernizadores -aplicados ya en otros países europeos- se sustituyó en toda España, para asuntos público-administrativos, por el castellano. Nadie ha podido mencionar aún una sola línea de aquellos Decretos en los que se mencionara la tan mentada prohibición del catalán.
7. La narrativa nacionalista señala la fecha de 1714 como el comienzo del declive de Cataluña. La realidad es muy otra: las nuevas leyes importadas de Europa (un derecho unificado, una administración global) desmantelaron los residuos de la antigua sociedad feudalizante y supusieron -para Cataluña más que para ninguna otra región española- un notable despegue económico, demográfico e industrial. El nuevo proteccionismo de la Corona facilitó además el comercio internacional (rompiéndose el monopolio castellano del comercio con América) sentando así las bases del desarrollo catalán de los siglos XVIII y XIX.
8. A decir de muchos nacionalistas, el modelo finalmente triunfador, el de Felipe V, era “intrínsecamente malvado y antidemocrático”. Lo cierto es que cada candidato representaba una concepción diferente de Gobierno. Carlos de Austria personificaba el antiguo modelo foralista y Felipe V representaba un modelo más centralista, típicamente francés, que pretendía unificar jurídica y administrativamente el territorio, como finalmente hizo. Ninguno de los dos era democrático (ningún gobierno de la época lo era) y ninguno, huelga decirlo, encarnaba “el mal”.
9. Insisten los nacionalistas en que el “procés” es “de abajo a arriba” y que la Generalidad sólo recoge el sentir natural del pueblo. La realidad es que el pueblo catalán ha sido sometido a un enorme caudal de patrañas, embustes y tergiversaciones desde hace más de un siglo que ha logrado crear una sociedad a imagen y semejanza del ideario nacionalista. El líder de la Lliga Catalanista Francesc Cambó reconocía en sus memorias que “la propaganda se dirigía principalmente a deprimir el Estado Español y a exaltar las virtudes de la Cataluña pasada, presente y futura.”
10. Si existe un verdadero Día de Cataluña, ese día es el 23 de abril, día de San Jorge. Una fecha ajena a la política, compartida por todos los catalanes, transversal y con una historia que hunde sus raíces en el siglo XV, años en los que Sant Jordi se convirtió en patrón de Cataluña. La tradición secular invita a visitar la capilla de santo, ubicada en el Palacio de la Generalidad, en donde se solía realizar una feria de rosas o “de los enamorados”. Una efeméride de connotaciones muy distintas a las que hoy rigen la Diada.
11. En palabras de José Javier Esparza, “Cataluña es una de las patas que forman España. Lo que vemos el 11 de septiembre se apoya en una falsificación: tomar los episodios de 1714 como una guerra entre Cataluña y España cuando en realidad era una guerra civil española”.