Por Marcos Paradinas.
“Lo llaman democracia y no lo es” ha sido uno de los lemas más coreados por los ciudadanos que esporádicamente se han echado a la calle desde el inicio de la crisis. A primera vista, podría parecer un eslogan facilón e incluso exagerado. A fin de cuentas, casi todos los años, de una u otra forma, los españoles nos convertimos en votantes y nos invitan a una “fiesta de la democracia”. Pero una democracia depende de muchísimos factores que van más allá de introducir una papeleta en una urna y que, paradójicamente caben resumidos en el primer artículo de la Constitución Española.
En esos primeros párrafos se lee que España es “un Estado democrático”, por lo que la soberanía nacional recae sobre “el pueblo español” (no sobre el Congreso, como cree la ministra del Despido Gratuito) y que nuestro sistema se sostiene sobre valores como “la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Echando la vista atrás a los primeros meses del Gobierno de Mariano Rajoy, se pueden encontrar bastantes motivos para pensar que el uso del término “democracia” es, cuando menos, cuestionable para definir a España.
1. La soberanía no está en el pueblo español: Hace un mes, Rajoy se plantó en Bruselas y anunció que el déficit de España sería el que él creyese oportuno: “Es una decisión soberana de los españoles”, dijo. Sólo le faltó pintarse la cara para emular a William Wallace. En menos de un par de semanas, Rajoy tuvo que recular su cifra de déficit hasta el 5,3%. Ni pa’ ti, ni pa’ mí. Y esta semana, en una triste nota de prensa, el Gobierno nos esconde un recorte de 10.000 millones con el único fin de alcanzar la cifra que en un primer momento le exigieron en Europa. En Braveheart, los rebeldes se levantaban la falda. Rajoy, en cambio, opta por la bajada de pantalones.
2. Las cuentas del Estado las lleva Alemania: No contento con esconder los presupuestos a la espera de colocar a Javier Arenas en Andalucía, Rajoy decidió que antes de aprobarlos era mejor que les echase un ojo un representante de Merkel. Volker Kauder dio el visto bueno a las cuentas, aunque su cara era un poema mientras el portavoz del PP, Alfonso Alonso, le enseñaba los balazos en el techo del Congreso. Ante la sospecha de que el enviado germano no entendiera muy bien el castellano y estuviera haciendo un paripé, el ministro de Economía, Luis de Guindos, adelantó los recortes en Sanidad y Educación en el Frankfurter Allegemeine, que tiene la ventaja de ser un diario ya traducido al alemán, con lo que Merkel podría coger el mensaje.
3. Las elecciones generales son fraudulentas: Una legislatura dura, por lo general, cuatro años. En ese plazo se entiende que la situación del país pueda cambiar y los gobernantes tengan que tomar decisiones no previstas. Pero lo que es inconcebible es que el compromiso con los votantes, el programa electoral, no tenga ningún valor al día siguiente de las elecciones. Si Rajoy no sabía cuál era la situación del país, es un incompetente. Si lo sabía, peor, porque significa que su mandato está corrupto, pues engañó a sabiendas a todos los votantes cuando prometió no subir los impuestos, no recortar en Sanidad y Educación o no aprobar el despido libre.
4. El Gobierno no da la cara ante los ciudadanos: En una democracia, el poder debe atenerse a mecanismos de control, y uno de estos lo ejercen los periodistas. Los presupuestos más restrictivos de la democracia debieron ser explicados por el mismísimo presidente del Gobierno, y no por sus ayudantes de cámara. Para colmo, al término de la rueda de prensa, los ministros que anunciaron semejantes recortes huyeron por la puerta trasera de la sala para no responder a los informadores.
En la pasada legislatura, Zapatero compareció en el Congreso para explicar el recorte de 15.000 millones de euros que también le exigían desde fuera. El Gobierno del PP, tan habituado a los recortes en sus primeros 100 días, cree en cambio que un tajo de 10.000 millones a la Sanidad y a la Educación puede despacharse con una nota colgada en la web de Moncloa. A este paso, cuando creen el copago nos avisarán por WhatsApp.
Y por último, la vergonzosa imagen de Mariano Rajoy, quedándose ante los periodistas del Senado más mudo que su muñeco de cera, y luego huyendo por el garaje en una escena a la que sólo le faltaba la música de Benny Hill. En su empeño por ser “transparente”, el Gobierno de Rajoy ha acabado siendo invisible.
5. Recorte de libertades: A la espera de que la patronal termine de redactar la reforma de la ley de huelga que quieren, el Gobierno ya ha anunciado que tratará casi como terroristas a quienes organicen protestas que luego acaben con algún acto de vandalismo. Además, protagonizar una sentada pacífica o impedir un deshaucio será considerado igual de grave que agredir a un policía (atentado a la autoridad). Para asegurarse que los protestones acaben entre rejas, se les pedirá un mínimo de dos años de prisión. De esta manera, los fiscales podrán pedir prisión preventiva para este nuevo modelo de “criminal”.
6. Violación del concepto de Justicia: Ahora mismo, en Barcelona ya hay en prisión dos jóvenes universitarios acusados de vandalismo durante la Huelga General. Sin embargo, ¿cuántos contenedores hay que quemar para generar un daño económico similar al causado por la cleptomanía de Jaume Matas? Muchos, pero eso no impide que el expresidente balear se pasee por la calle sin unos grilletes en los tobillos.
Y si la ley se empeña en llevar la contraria a los privilegios de los grandes ladrones, para eso está la prerrogativa del indulto, que lo mismo vale para salvar la honra de un banquero condenado como para perdonar a unos corruptos de CiU.
Evidentemente, es exagerado y falaz decir que vivimos bajo una dictadura. Pero que no lo llamen democracia, porque no lo es.
Marcos Paradinas es redactor jefe de El Plural