Fábula de los zorros, las zorras y
el obispo Reig Pla
Las ‘leyes LGTBI’ van a servir para “castigar” a un obispo de la Iglesia católica
que atiende consulta, proporciona criterio y acoge y acompaña a personas libres.
¿Es una pesadilla? ¿Se trata de una broma? ¿No pueden acudir las personas a
un servicio pastoral a consultar sobre su sexualidad?
Erase una vez un país del extremo occidental de Europa en el que las leyes regionales conocidas
como ‘leyes LGTBI mordaza’ obligaban a los menores, desde su más tierna infancia, a empaparse de
la cultura ‘gay’ de la mano de activistas sin preparación científica ni cualificación pedagógica alguna.
Las crónicas hablan de que, en no pocos centros escolares, como el Instituto de Enseñanza Secundaria
Virgen de la Paz de Alcobendas, se adoctrinaba a las alumnas con talleres para conmemorar el ‘Día
de la Visibilidad Lésbica’. Y todo ello en horario escolar, en el centro de enseñanza. Si, si. Ni
Matemáticas ni Lengua.
En la capital de ese país extremo occidental de Europa -que es en realidad un reino- había una ley con
insólitas prohibiciones y extraordinarios mandatos. Entre las primeras -no se alteren- se encontraba
la expresa prohibición de promover y realizar “terapias de aversión o conversión con la finalidad
de modificar la orientación sexual o identidad de género de una persona” aún en el caso de
que la persona voluntariamente acuda a ellas.
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Entre los mandatos también estaba la obligación impuesta a los centros educativos madrileños
de incorporar “la realidad lésbica, gay, bisexual, transexual, transgénero e intersexual en
los contenidos transversales de formación de todo el alumnado de Madrid en aquellas materias
en que sea procedente”.
Convertidos en jueces y parte, los omnipotentes ‘LGTBI’ lo decidían todo, todo lo inspeccionaban y todo era poco para ellos
Se establecía igualmente la censura de los materiales didácticos a fin de determinar si se adecuaban
o no a los dogmas LGTBI, algo que deberían decidir -vaya- “asociaciones, organizaciones y
colectivos LGTBI”. Convertidos en jueces y parte, los omnipotentes ‘LGTBI’ lo decidían todo,
todo lo inspeccionaban y todo era poco para ellos.
Como, por ejemplo, que los niños y adolescentes menores de edad tenían “derecho” a ser hormonados
o intervenidos (amputados) quirúrgicamente para alterar -siquiera externamente- su identidad sexual.
En esas estábamos cuando en la histórica ciudad de Alcalá de Henares, en las proximidades de la
capital del Reino de España -que así se denomina el país- un prelado llamado Juan Antonio Reig
familias que acudían voluntariamente a hacerle consultas o a contarle sus problemas en busca
de ayuda. Semejante atrevimiento no fue del agrado de algunos zorros revestidos de periodistas,
que acusaron al eclesiástico de aplicar terapias para obligar a los homosexuales a dejar de serlo.
que amenazan con sanción de 45.000 al eclesiástico.
Lo que aquí hemos fabulado, lamentablemente, no es un cuento sino una terrible realidad. Las ‘leyes
LGTBI’ que invitan a los niños a cuestionarse su identidad sexual, adoctrinan a los menores en las
aulas y decretan la hormonación de niños y adolescentes, van a servir para “castigar” a un obispo
de la Iglesia católica que atiende consulta, proporciona criterio y acoge y acompaña a personas
libres que acuden voluntariamente a él, sean o no homosexuales.
Comunidad de Madrid, miembro del Partido Popular que concluye en estos términos y que, a día
de hoy, ha sido suscrita por más de 23.000 personas: “Le pido que detenga la posible sanción a
monseñor Reig Pla, a quien de lo único que se puede acusar es de acoger a quien llama a su puerta
pidiendo ayuda mientras se le exige, nada menos, que renuncie al sentido de su vida, a su misión
pastoral y al compromiso con su magisterio”.
¿Es una pesadilla? ¿Se trata de una broma? ¿No pueden acudir las personas a un servicio pastoral o
a una institución civil a consultar libre y voluntariamente sobre su sexualidad? Pues parece que no.
Porque si lo hacen, al que aconseja o da criterio, los zorros y raposas le someten a una
persecución que puede conllevar sanción de elevada cuantía.
Eso sí, si Vd. lo que quiere es hormonarse o mutilarse quirúrgicamente -o quiere aplicar este mismo
tratamiento y operación a su hijo/a -para soñar que cambia de sexo -aunque en realidad únicamente
lo único que cambie es su apariencia genital- lo puede hacer. Es más, se lo pagamos. Vd. y yo,
con nuestros impuestos.
Si quiere Vd. evitar este disparate, que no tiene más objetivo que linchar a un obispo, por favor