Santiago Abascal (i) y Pablo Casado (d), presidentes de VOX y Partido Popular, respectivamente.
Santiago Abascal (i) y Pablo Casado (d), presidentes de VOX y Partido Popular, respectivamente.
En la estela del acuerdo de investidura para Andalucía alcanzado por VOX y PP, empiezan a surgir 
voces que sugieren la refundición o al menos coalición electoral de ambos partidos: Jiménez Losantos
 predica la “reconstitución de la derecha”, mientras Pedro J. Ramírez previene contra la guadaña 
de Monsieur D’Hondt y airea una encuesta que sitúa al PSOE como vencedor de las europeas
(obviando que la suma de PP, Ciudadanos y VOX excede largamente a la del PSOE y Podemos: es
 decir, la derecha, precisamente gracias a su división, tiene a su alcance una victoria histórica, como 
ocurrió en Andalucía el 2 de diciembre).
Los partidarios de la “unidad de la derecha” alegan el giro liberal-conservador que representaría
 Casado, confirmado por la designación de Martínez-Almeida y Díaz Ayuso como candidatos en
 Madrid. Olvidan que el milagro de un líder del PP con un discurso ideológicamente vitaminado, igual 
que el de unos mítines peperos en los que las banderas españolas sobrepujan a las regionales por
 primera vez en décadas, se debe precisamente a la competencia que le plantea VOX por su derecha. 
Suprimid a ese peligroso rival, y veréis al PP recaer en su inercia centrista-acomplejada de siempre.
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El éxito de VOX no se debe sólo a su liderazgo moral (y judicial: querellas contra los golpistas) en la
 rebelión de la “España de los balcones”, en contraste con PP y Ciudadanos, que aplicaron un 155
 apocado e interruptus. VOX progresa porque se ha atrevido a desafiar la hegemonía cultural de
 la izquierda y sus dogmas progres -del feminismo radical a la beatificación acrítica de la
 inmigración, del aborto al animalismo antitaurino- con una gallardía que el PP no tuvo jamás, y 
sigue sin tener.
La delegación del PP exigió la retirada del término “natalidad” del nombre de la Consejería; ni siquiera aceptó la propuesta alternativa de un Plan Integral de Fomento de la Natalidad
Para comprender la anchura de la brecha que sigue separando a VOX del PP, basta comparar el texto
 de las 19 propuestas con las que VOX acudió a la negociación de la pasada semana con el texto que
 finalmente emergió de ella. VOX cedió por sentido de la responsabilidad histórica: no podía desaprovechars
e la oportunidad de poner fin a 36 años de régimen clientelar del PSOE en Andalucía. Cotejando los
 dos documentos, se comprueba el recorte contundente que VOX tuvo que asumir en aras de la 
gobernabilidad. Algunos puntos fueron simplemente descartados. Por ejemplo, VOX había propuesto
 la derogación de las leyes andaluzas “de derechos LGTB” (innecesaria en un país como España, entre 
los más gay-friendly del mundo según encuestas internacionales), de Violencia de Género (que habría 
sido sustituida por una ley de Violencia Doméstica que no discriminase al varón) y de Igualdad entre 
Hombres y Mujeres: todas ellas incluyen preceptos de adoctrinamiento en las escuelas –la ley LGTB
 dice en su Exposición de Motivos que se prestará “especial atención a los menores de edad, con el 
objetivo de intervenir en edades tempranas, en las que se forma la personalidad” y ordena enseñar
 “la diversidad afectivo-sexual […] desde la educación infantil” (art. 13.2), al tiempo que crean una 
poderosa maquinaria adoctrinadora integrada por organismos burocrático-propagandísticos (Instituto
 Andaluz de la Mujer, Consejo Andaluz LGTBI, Planes de Igualdad, Observatorio Andaluz de Violencia 
de Género, y un largo etcétera) y un tejido asociativo de organizaciones feministas y LGTB (más de
 2.000 en Andalucía) a las que se riega con una torrencial lluvia de subvenciones.
También fueron a la papelera propuestas de VOX como la de abrir un diálogo nacional –mediante una
 declaración institucional de la Junta- sobre la devolución de las competencias autonómicas de
 Educación, Sanidad y Orden Público al Estado, así como la de abordar una reforma estatutaria que
 suprimiera la ridícula expresión “realidad nacional” aplicada a Andalucía. O la de que el Doce de
 Octubre reciba en los colegios e instituciones andaluzas un realce al menos igual al del Día de
 Andalucía.
Otras propuestas de VOX no fueron totalmente rechazadas, pero sí rebajadas en carga ideológica. 
Por ejemplo, la de crear una Consejería de Familia y Natalidad que, por primera vez en España,
 expresase al máximo nivel institucional el compromiso por la revitalización de la natalidad y la lucha
 contra el invierno demográfico. La delegación del PP exigió la retirada del término “natalidad” del
 nombre de la Consejería; ni siquiera aceptó la propuesta alternativa de un Plan Integral de Fomento 
de la Natalidad: solo aceptó incluir la promoción de los nacimientos como uno más de los objetivos 
de la Consejería en cuestión. El decurso político posterior ha evidenciado que, en caso de que 
llegue a existir, la Consejería lo será “de Familias”, haciendo así un guiño al dogma progre de
 la “pluralidad de modelos familiares”, que olvida que todo niño es engendrado por un hombre y
 una mujer, y que lo mejor para él es que la pareja formada por su padre y su madre persista mucho
 tiempo, para que pueda ser criado por ambos. Durante milenios, nuestros ignorantes antepasados 
basaron la sociedad en el triángulo padre-madre-hijos. Pero los políticos de PP y Ciudadanos saben más.
Una eventual disolución de VOX en el PP se produciría en torno a los postulados de este último
El mismo descafeinamiento en otros apartados. Donde VOX indicaba tipos impositivos concretos 
para las rebajas fiscales –por ejemplo, reducir el del Impuesto de Transmisiones Patrimoniales 
del 8% al 4%, y el de Actos Jurídicos Documentados del 1.5% al 0.5%- el PP exigió una formulación
 más ambigua: “revertir la subida de los impuestos de TP y AJD”. Donde VOX pedía “suprimir la
s subvenciones a las asociaciones y ONGs ideológicas”, el PP exigió reformular como: “eliminar 
toda convocatoria de subvenciones a personas físicas o jurídicas que no cumplan evidentes fines de
 utilidad pública”. Donde la propuesta de VOX hablaba de prestar asistencia e información a mujeres 
con embarazos no deseados “para que puedan evitar el aborto”, el PP pidió la supresión de toda mención
 de esta finalidad disuasoria. Donde la propuesta de VOX hablaba claramente de “eliminar tres de los
 cuatro canales televisivos de Canal Sur” (la supresión total es complicada, pues el ente está blindado
 por el Estatuto), el PP reformuló como “mejora de la eficiencia y racionalización de los recursos de la 
Radiotelevisión Andaluza”.
Una eventual disolución de VOX en el PP se produciría en torno a los postulados de este último. Los
 españoles nos quedaríamos sin una fuerza política que cuestione de raíz el modelo autonómico como
 desintegrador y despilfarrador; que apueste por las políticas natalistas y pro-familia -y no por la
 inmigración masiva- como remedio al invierno demográfico; que defienda la vida desde la concepción 
a la muerte natural; que rechace la asimetría penal de las leyes de “violencia de género” y el mito 
feminista según el cual en España hay un problema de “dominación de la mujer por el hombre” que 
requiere una constante intervención del Estado en pro de la “igualdad de género”. No parece que 
podamos permitirnos ese lujo.