La igualdad a martillazos del
mundo feliz
En los lugares donde hay muchos disidentes, la verdad oficial se extiende como
un manto de silencio mientras los oprimidos tratan de sobrevivir en su opinión
libre e independiente. Al final, resulta que todo es por dinero. Solo dinero,
pero mucho, mucho dinero.
Cuando algo tiene que hacerse entrar a martillazos, es muy posible que se termine rompiendo
algo: la pieza a encajar, el lugar donde ha de colocarse por las bravas o las piezas de alrededor,
si las hay. La igualdad aplicada con privilegios para el “menos igual” a golpes de ventajas
donde no hay desventajas, la igualdad obligada para quienes no son iguales, ni pueden
ni quien serlo sin que eso sea problemático, sólo genera problemas, injusticias y
nuevas desigualdades… y más dinero público en tanto lo que no era un problema
comienza a serlo y se exige inversión de fondos para resolver lo que, sin existir antes, se ha generado.
La mecánica es la siguiente: no existe el problema, o es irrelevante. Se exagera y se crea
una pequeña alarma social y se exigen fondos públicos para resolverlo. Con esos fondos
se agranda la alarma social mediante la manipulación en medios y se promulgan leyes
contraproducentes. Ese efecto negativo complica el problema y se aplican más fondos
públicos para resolverlo, que lo agrandan mucho más, por lo que se exigen más
ondos públicos para resolverlo. Y un endurecimiento de las leyes. Apliquen esta ecuación
a todas las políticas de género y empezarán a comprender muchas cosas.
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Clase de 4º de ESO que tiene entre sus integrantes dos homosexuales, reconocidos por sí
mismos, y que hacen lo que les da la gana: sacan el móvil cuando quieren, cosa prohibida
al resto, se levantan, hablan en alto… son los amos del corral. Los alumnos se quejan de
ese comportamiento y de esa discriminación y los profesores reconocen que no pueden
hacer nada por temor a ser tachados de homófobos.
Alumno de 3º de ESO, manifiestamente homosexual, que ha acosado a varios compañeros
para que mantengan relaciones de sexo oral con él, utilizando coacciones. El centro no sabe
cómo acertar a resolver el tema sin ser tachado de homofobia, respetando la intimidad
de los menores y consciente de que si los acosados hubieran sido compañeras de clase el
escándalo de acoso y violencia de género hubiera sido de proporciones incalculables. El chico
sale impune.
Alumnos de 2º de ESO, ofendidos porque una compañera, que se autodefine como lesbiana y
feminista, pone continuamente en la pizarra consignas insultantes contra sus compañeros
varones heterosexuales. Ellos las borran y se quejan a los profesores. Los profesores no
hacen nada por miedo, o por afinidad ideológica.
“Los profesores se irán dando cuenta de que han perdido toda autoridad con cualquier alumno que se autoidentifique con las castas privilegiadas. Pero será tarde”
Alumnos de 1º de ESO que deben preparar un baile de Educación Física para el día 8 de marzo a
favor de la igualdad y, como se sienten discriminados y ciudadanos de segunda, deciden exigir
igualdad para ellos utilizando un tema musical que denuncia la deriva radical, liberticida y
odiadora de hombres que tiene el actual feminismo. Se les prohíbe.
Esto es solo el comienzo del clima de opresión, arbitrariedad, castas privilegiadas, discriminación,
coacción a profesores y alumnos… que se avecina. Son casos reales.
La igualdad a martillazos ha estropeado las piezas y el lugar en el que debían encajar.
El ambiente en los centros se asemeja mucho a la Cataluña oficial: en los lugares donde la
doctrina oficial es asumida todos cantan al unísono las virtudes de la igualdad mientras
aumentan las ratios de la casta privilegiada de forma exponencial, por los privilegios y por
la propia promoción de esa ideología, en este caso la diversidad sexual y la exageración de
victimismo femenino. Y los escasos disidentes callan por miedo. Por miedo en una sociedad
democrática y libre que cada vez lo es menos.
En los lugares donde hay muchos disidentes, la verdad oficial se extiende como un manto
de silencio mientras los oprimidos tratan de sobrevivir en su opinión libre e independiente,
evadiéndose a la espera del día en el que, ese ambiente desconcertante donde dos y dos
son cinco, rompa en una Tabarnia de libertad donde dos y dos vuelvan a ser cuatro.
En ese 4º de ESO los chavales acabaran odiando a sus privilegiados compañeros y por
ampliación a todos los que comparten la causa de su poder, la homosexualidad, generándose homofobia.
El niño de 3º de ESO terminará pensando que nada, ni nadie, puede pararle y tendremos
un tirano y un posible depredador sexual.
La chica de 2º de ESO considerará un derecho respetable odiar e insultar a todos los hombres.
Los chicos de 1º de ESO sabrán que hay temas tabú, cosas de las que no se deben quejar,
colectivos intocables por mucho que les parezcan despreciables y discriminadores.
Y tendrán que elegir entre vivir de rodillas y asumir su culpa genética, o la nada. O
despreciar a las chicas que los desprecian.
Los profesores se irán dando cuenta de que han perdido toda autoridad con cualquier alumno
que se autoidentifique con las castas privilegiadas. Pero será tarde. Demasiada gente ya
estará viviendo del cuento y matará al disidente para que el carro siga rodando.
Entre tanto, la figura del comisario de igualdad se prepara para consolidar la irracionalidad,
para envenenar definitivamente un ambiente que antes no era ni tan machista, ni tan
agresivo, ni tan discriminador, ni tan arbitrario, ni tan injusto, ni tan opresivo, ni tan
enrarecido como el que nuestros queridos políticos han propiciado asesorados por los
lobbies del género… Y claro, va a hacer falta mucho más dinero… y muchos más
comisarios, observatorios, concejales, campañas… para resolverlo.
Porque les aseguro que, al final, resulta que todo es por dinero. Solo dinero, pero
mucho, mucho dinero.