A LA LUZ DE UNA CANDELA ,
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, PREMIO CERVANTES
Prohibido decir `rural'
Naturalmente que la jovencita que lleva las puntadas y costuras de su vestido bien visibles no sabe que es derridiana, y quienes siguen diciendo «ellos/ellas» creen que están transformando el mundo, pero son solamente conformistas con los dictados del Espíritu del Tiempo, o políticamente correctos, que es como obedecer a una bocina.
Los afroamericanos pobres, en efecto, no cambian sus condiciones de vida y ni siquiera adquieren el respeto que se les debe por ser seres humanos, en cuanto se los deja de llamar negros, ni los españoles de la otra etnia experimentan semejante cambio en cuanto se les deja de llamar gitanos, ni los viejos se tornan jóvenes o de dorada madurez, porque se les diga que están en la tercera edad o que son ricos en días; precisamente de los que ya no tienen.
Y, en estas fechas mismas, resulta que hay quienes van a pedir a la Real Academia de la Lengua para que retire de diccionario la palabra «rural», porque tiene sentido peyorativo. Pero allá cada cual, y si alguien se siente ofendido porque le llaman rural allá él o allá del diccionario políticamente correcto, porque pero «rural» sólo significa perteneciente al campo o en relación con él, y el adjetivo es puramente geográfico, y no implica valoración cultural, social o moral ninguna. Ni siquiera que el Maestro Fray Luis pusiera «el fino sentir» el «rus» o lo rural y rústico.
No parece que se adelante mucho disertando sobre el desprecio o ridiculización de los estereotipos de lo rústico, como tampoco de los de lo racial o la diferenciación sexual, que es contra los que se dice que se alzan estos otros estereotipos de lo políticamente correcto, porque tanto da dar suelta a manifestaciones de pre-humanización como las raciales o las de cualquier otro modo ofensivas de la persona humana, incluida la imposición de un lenguaje necio y también ofensivo, como ese de llamar jovencitos a los viejos, pongamos por caso.
La brutalidad del racismo está en el nivel del instinto y es pre o post- racional, y, como ya nos avisó Enmanuel Lévinas no se vence por la racionalización, por lo tanto, sino solamente con el adiestramiento e una asunción de lo ético por todo nuestro ser, y es cosa de teologías visiones ético-culturales muy altas. No es asunto de jueguecitos verbales, hipócritas, imbéciles y encubridores, porque, pongamos por caso, uno de los prohombres de la modernidad literaria, el señor Ignatieff, recomienda a los narradores que no cuente historias del pasado o de hombre y mujeres de ámbito rural, pero la politiquería modernísima hace sus tantos por ciento de arreglos de lo que haga falta: por ejemplo, cuarto y mitad de concejales rurales, como de mujeres o de «muertes dignas», y ya está. Ya está ¿qué?
¿Se trata de ocultar disimular las diferencias con palabro técnicos o giros lingüísticos imbéciles, simplemente porque no somos capaces de sentirnos miembros iguales y distintos de la especie humana? Sin duda ninguna.