lunes, 19 de octubre de 2015

Rajoy, el hombre que traicionó sus valores y el PSOE, el partido de los contravalores


http://www.hispanidad.com/rajoy-el-hombre-que-traiciono-sus-valores-y-el-psoe-el-partido-de-los-contravalores.html


Rajoy, el hombre que traicionó sus valores y el PSOE, el partido de los contravalores


19/10/2015 10:10 en Enormes minucias, Ultima hora

Rajoy, el hombre que traicionó sus valores y el PSOE, el partido de los contravalores

  • El Partido Popular es derecha progre, más bien derecha pagana.
  • Y el PSOE se ha convertido en el partido de los contravalores: lo bueno es malo y lo malo es bueno.
  • El problema es que nada puede hacernos reaccionar ya salvo las catástrofes.
    Rajoy reúne a sus ministros y a sus notables en Toledo y les echa una bronca para mantener la unidad.
    Ahora bien, unidad ¿respecto a qué? Ha sido Rajoy, no otro, el hombre que ha traicionado sus valores. Por ejemplo, es el hombre que ha estafado a sus votantes al presentarse como un defensor de la vida humana, el derecho sin el cual no existe ningún otro derecho y luego ha hecho una reforma del aborto que no reforma nada, una cobardía pestilente muy propia del actual inquilino de la Moncloa, de suyo bastante cobarde. Y como ese se podrán poner otros muchos ejemplos. El Partido Popular es derecha progre, más bien derecha pagana.
    Por su lado, Pedro Sánchez, una pequeña catástrofe en el horizonte, un indocumentado de ambición adolescente, no es un traidor sino algo peor: ha caído en la esquema de pensamiento habitual del siglo XXI, que no es otro que la blasfemia con el Espíritu Santo. Ya saben aquello que no se perdonará en en este mundo ni en el otro y que consiste en llamar bueno a lo malo y malo a lo bueno.
    Nuestro pequeño ignorante, Pedrito Sánchez Maravillas, ha seguido la estela de sus mayores de la izquierda progre y como ya nos arrastramos por el suelo, se le ha ocurrido lo único que no tocó Zapatero: la eutanasia. Y a eso le llaman valores.
    El problema es que nada puede hacernos reaccionar ya salvo las catástrofes. Y aún así, tendemos a interpretar las pequeñas catástrofes y atribuirlas a una razón, a una causa, distinta a la verdadera. El problema es que esta pequeña catástrofe de corruptelas son las que nos llevan, como por un plano inclinado, hacia la gran catástrofe, que llegará si no rectificamos a tiempo.
    Eulogio López
     

CEAPA rechaza acudir a una cita con el Ministro de Educación que sólo ha sido convocada para que éste tenga una foto de precampaña con los representantes de las familias

Enviado por José Antonio Sierra
 


CEAPA rechaza acudir a una cita con el Ministro de Educación que sólo ha sido convocada para que éste tenga una foto de precampaña con los representantes de las familias

_______________________________________________
comunicados-prensa mailing list
comunicados-prensa@ceapa.es
http://list.ceapa.es/mailman/listinfo/ceapa.es.comunicados-prensa

Ser español (Manuel Vicent)



Ser español


Los que están contentos de ser españoles no saben el placer masoquista que se pierden tratando de no querer serlo

 


 

El País Domingo 19 de octubre 2015

 

Se cumple el décimo aniversario de la muerte del periodista Haro Tecglen, ejemplo de español amargado, que necesitaba una calamidad cotidiana para que su prosa brillara como un diamante. Su columna diaria en este periódico era la garita desde la cual disparaba contra los recuelos del fascismo atrincherados en democracia. Su pesimismo congénito le dio autoridad para ser un profeta de nuestro pasado. Actuaba como un maqui perdido en la serranía que nunca aceptó que la guerra había terminado y disparaba contra los aviones que creía de combate cuando en realidad iban cargados de turistas. Se sentía un perdedor nato y en esto no admitía rival: era el perdedor que primero entraba en la meta, otra señal de españolismo depresivo, que es el verdadero. Cánovas del Castillo en el Congreso de los Diputados zanjó el largo debate del artículo sobre la nacionalidad española en el Código Civil de 1889 con esta despectiva afirmación: “Son españoles los que no pueden ser otra cosa”. Desde entonces los españoles se dividen en dos: los cabreados a los que les duele España, la maldicen pero trabajan, y los contentos a los que no les duele nada y cantan pasodobles sombrero en mano. Los que están contentos de ser españoles no saben el placer masoquista que se pierden tratando de no querer serlo. Desde los afrancesados, empezando por Goya que murió exilado en Burdeos, hasta Bergamín que por despecho se hizo proetarra o Berlanga a quien Franco calificó de ser mal español por haber rodado El verdugo, nada más ibérico y racial que gritar: no me da la real gana de ser español. La verdad está en el verso insigne del Mio Cid: “Oh, qué buen vasallo si hubiera buen señor”. En efecto, ese señor tiene la culpa de todo. En este estado cataléptico, saciado de catastrofismo en que está postrado hoy nuestro país, la pluma de Haro hubiera brillado en todo su esplendor.

 

¿Hace falta una reforma constitucional? (Luis del Pino)



¿Hace falta una reforma constitucional?

Según Luis del Pino los políticos son los primeros que no cumplen la Carta Magna, por lo que una reforma no arreglaría nada.
Érase una vez un empresario que decidió expandir su negocio y automatizar la producción, que hasta entonces se hacía de forma manual. “Con el mismo personal”, se dijo, “podré fabricar muchos más productos, gracias a esa maravilla llamada automatización”. Pero como la inversión en maquinaria había sido muy alta, decidió ahorrar en el chocolate del loro, no contratando cursos de formación para el personal, ni un servicio de mantenimiento en condiciones.
De modo que las máquinas no producían al ritmo debido, porque los operarios no sabían sacar todo el partido de ellas. Y el problema fue agravándose con el tiempo, a medida que la maquinaria se iba echando a perder, por falta de un mantenimiento adecuado.

Recibe el Brief de Actuall en tu email

Como la producción no bastaba para amortizar la inversión que había hecho, el empresario contrató a un consultor. Éste, después de tomar notas con cara de importante en la primera reunión que celebraron, y después de estudiar el problema durante unos días, le pasó una factura astronómica y un informe de doscientas veintiséis páginas que se podía resumir en una sola frase: “Para aumentar la producción, cómprese unas máquinas más potentes”.
Al día siguiente, el empresario llamó al encargado del taller y le comunicó su decisión: comprarían nuevas máquinas y esperaba que la producción aumentara.
– ¿Contrataremos cursos de formación para el personal? – preguntó el encargado.
– No, es una tontería. La forma de aprender a usar una máquina es usándola – contestó el empresario.
– ¿Y el servicio de mantenimiento?
– Resolved con alguna chapucilla los problemas que se vayan presentando, como hasta ahora. Bastante alta es la inversión como para pagar un servicio de mantenimiento carísimo.
– Pues me va usted a perdonar, pero no servirá de nada. El problema no son las máquinas, que tienen la suficiente potencia. El problema es que no las utilizamos de forma óptima, porque nadie nos ha enseñado a hacerlo. Y además, sin un mantenimiento adecuado, las máquinas no pueden rendir al máximo, porque se van deteriorando. Así que si compra usted máquinas nuevas, se habrá gastado un dinero que no tiene, no conseguirá sacar adelante la producción que quiere y estará aún más endeudado que antes.

Llevamos ya mucho tiempo oyendo hablar de reformas constitucionales. Nuestra democracia tiene una serie de problemas evidentes, así que hay quien ha decidido que, para resolver esos problemas, es hora de cambiar de Constitución.
En nuestra Constitución, apenas hay un artículo que no se violente de forma cotidiana
Permítanme que les haga la pregunta del millón: ¿nuestra Constitución actual se cumple, al menos razonablemente? Basta con leerla artículo por artículo para comprobar que apenas hay un artículo que no se violente de forma cotidiana.
Pero entonces, si nuestra Constitución se incumple de forma amplia y sistemática, eso quiere decir que los problemas que nuestra democracia presenta no derivan de la Constitución. ¿Cómo van a estar los problemas causados por una Constitución que no rige en la práctica?
En su letra, nuestra Constitución garantiza la independencia del poder judicial. En la práctica, la clase política se las ha arreglado para pervertir la letra de la ley y terminar repartiéndose el Consejo General del Poder Judicial como en un mercado persa.
En su letra, nuestra Constitución garantiza el derecho a usar el castellano en todo el territorio nacional. En la práctica, nuestra clase política se las ha arreglado para pervertir la letra de la ley y negar a los niños la enseñanza en el idioma oficial del estado.
En su letra, nuestra Constitución garantiza el derecho a la vida. En la práctica, nuestra clase política se las ha arreglado para pervertir el precepto constitucional e instaurar un sistema de aborto prácticamente libre.
En su letra, nuestra Constitución garantiza el funcionamiento democrático de los partidos. En la práctica, nuestra clase política se las ha arreglado para pervertir el concepto de democracia interna, instaurando un sistema de cesarismo partidario, en el que el militante que se mueve, no sale nunca en la foto.
De nada sirve modificar la Constitución si se va a seguir incumpliendo de forma sistemática
Entonces, ¿de qué serviría dotarnos de una Constitución más potente, más moderna o más completa? Independientemente de lo perfecta que sea la Constitución que elijamos, si se va a seguir incumpliéndola de forma sistemática, no conseguiremos resolver ninguno de los problemas que tenemos.
Los problemas de la democracia española son más profundos que la propia letra constitucional, y radican en que la actual clase política considera que el espíritu de la ley, e incluso su letra, son violentables. Ante eso, no hay Constitución que resista, por muy bien hecha que esté.
Que la misma clase política que violenta la Constitución de forma cotidiana, se permita decir que nuestros problemas se resuelven reformando la Constitución, es algo más que un sarcasmo: es una manera de tratar de eludir su responsabilidad sobre los problemas que aquejan a nuestra democracia.
¿Queremos mejorar nuestro sistema político? Hagamos que se cumpla la Constitución que tenemos. Puede que no sea la Carta Magna más perfecta del mundo, pero es bastante aceptable. Y si se cumpliera la letra y el espíritu de la actual Constitución, nuestra democracia no tendría nada que envidiar a las de nuestro entorno.
España lo que necesita no es una nueva Constitución, es una nueva clase política
Lo que España necesita no es una nueva Constitución, sino una nueva clase política. Una clase política que respete el funcionamiento democrático. Y que entienda que es obligación de todos los ciudadanos, pero muy especialmente de sus dirigentes, respetar la letra de la Constitución y desarrollarla de manera coherente con su espíritu.