Érase una vez un empresario que decidió expandir su negocio y automatizar la producción, que hasta entonces se hacía de forma manual.
“Con el mismo personal”, se dijo, “podré fabricar muchos más productos, gracias a esa maravilla llamada automatización”. Pero como la inversión en maquinaria había sido muy alta, decidió ahorrar en el chocolate del loro, no contratando cursos de formación para el personal, ni un servicio de mantenimiento en condiciones.
De modo que las máquinas no producían al ritmo debido, porque los operarios no sabían sacar todo el partido de ellas. Y
el problema fue agravándose con el tiempo, a medida que la maquinaria se iba echando a perder, por falta de un mantenimiento adecuado.
Como la producción no bastaba para amortizar la inversión que había hecho, el empresario contrató a un consultor. Éste, después de tomar notas con cara de importante en la primera reunión que celebraron, y después de estudiar el problema durante unos días, le pasó una factura astronómica y un informe de doscientas veintiséis páginas que se podía resumir en una sola frase:
“Para aumentar la producción, cómprese unas máquinas más potentes”.
Al día siguiente, el empresario llamó al encargado del taller y le comunicó su decisión: comprarían nuevas máquinas y esperaba que la producción aumentara.
– ¿Contrataremos cursos de formación para el personal? – preguntó el encargado.
– No, es una tontería.
La forma de aprender a usar una máquina es usándola – contestó el empresario.
– ¿Y el servicio de mantenimiento?
– Resolved con alguna chapucilla los problemas que se vayan presentando, como hasta ahora.
Bastante alta es la inversión como para pagar un servicio de mantenimiento carísimo.
– Pues me va usted a perdonar, pero no servirá de nada. El problema no son las máquinas, que tienen la suficiente potencia.
El problema es que no las utilizamos de forma óptima, porque nadie nos ha enseñado a hacerlo. Y además, sin un mantenimiento adecuado, las máquinas no pueden rendir al máximo, porque se van deteriorando. Así que si compra usted máquinas nuevas, se habrá gastado un dinero que no tiene, no conseguirá sacar adelante la producción que quiere y estará aún más endeudado que antes.
…
Llevamos ya mucho tiempo oyendo hablar de reformas constitucionales. Nuestra democracia tiene una serie de problemas evidentes, así que hay quien ha decidido que, para resolver esos problemas,
es hora de cambiar de Constitución.
En nuestra Constitución, apenas hay un artículo que no se violente de forma cotidiana
Permítanme que les haga la pregunta del millón: ¿nuestra Constitución actual se cumple, al menos razonablemente? Basta con leerla artículo por artículo para comprobar que
apenas hay un artículo que no se violente de forma cotidiana.
Pero entonces, si nuestra Constitución se incumple de forma amplia y sistemática, eso quiere decir que
los problemas que nuestra democracia presenta no derivan de la Constitución. ¿Cómo van a estar los problemas causados por una Constitución que no rige en la práctica?
En su letra, nuestra Constitución garantiza la independencia del poder judicial. En la práctica, la clase política se las ha arreglado para pervertir la letra de la ley y
terminar repartiéndose el Consejo General del Poder Judicial como en un mercado persa.
En su letra, nuestra Constitución garantiza el derecho a usar el castellano en todo el territorio nacional. En la práctica, nuestra clase política se las ha arreglado para pervertir la letra de la ley y
negar a los niños la enseñanza en el idioma oficial del estado.
En su letra, nuestra Constitución garantiza el derecho a la vida. En la práctica, nuestra clase política se las ha arreglado para pervertir el precepto constitucional e
instaurar un sistema de aborto prácticamente libre.
En su letra, nuestra Constitución garantiza el funcionamiento democrático de los partidos. En la práctica, nuestra clase política se las ha arreglado para pervertir el concepto de democracia interna, instaurando un sistema de cesarismo partidario, en el que
el militante que se mueve, no sale nunca en la foto.
De nada sirve modificar la Constitución si se va a seguir incumpliendo de forma sistemática
Entonces, ¿de qué serviría dotarnos de una Constitución más potente, más moderna o más completa?
Independientemente de lo perfecta que sea la Constitución que elijamos, si se va a seguir incumpliéndola de forma sistemática, no conseguiremos resolver ninguno de los problemas que tenemos.
Los problemas de la democracia española son más profundos que la propia letra constitucional, y radican en que la actual clase política considera que el espíritu de la ley, e incluso su letra, son violentables. Ante eso, no hay Constitución que resista, por muy bien hecha que esté.
Que la misma clase política que violenta la Constitución de forma cotidiana, se permita decir que nuestros problemas se resuelven reformando la Constitución, es algo más que un sarcasmo: es una manera de
tratar de eludir su responsabilidad sobre los problemas que aquejan a nuestra democracia.
¿Queremos mejorar nuestro sistema político? Hagamos que se cumpla la Constitución que tenemos.
Puede que no sea la Carta Magna más perfecta del mundo, pero es bastante aceptable. Y si se cumpliera la letra y el espíritu de la actual Constitución, nuestra democracia no tendría nada que envidiar a las de nuestro entorno.
España lo que necesita no es una nueva Constitución, es una nueva clase política
Lo que España necesita no es una nueva Constitución, sino una nueva clase política. Una
clase política que respete el funcionamiento democrático. Y que entienda que es obligación de todos los ciudadanos, pero muy especialmente de sus dirigentes, respetar la letra de la Constitución y desarrollarla de manera coherente con su espíritu.