Carta a un separatista
Opinión
Doy por supuesto que mis amables lectores difundirán a fondo e insistentemente, como siempre, contenidos como esta carta abierta.
Estimado señor:
Empezaremos por un asunto que a usted no le hace gracia, pero que es definitorio: el racismo. Después de la derrota nazi nadie quiere proclamarse racista, pero en el origen de sus separatismos está la idea de ser una una raza superior. Superior y sin punto de contacto con ninguna otra, decía Arana. Superior y en peligro de contaminarse con los “españoles”, decían Prat de la Riba y los de la Esquerra. Esto está bien documentado, mal que le pese. Me dirá usted que eso ha cambiado y ya no es así. Muy bien, si ustedes no son una raza superior, no se diferenciarán de los demás españoles porque sus diferencias son mínimas, las clásicas regionales, al lado del fondo común cultural e histórico que nos identifica a todos. Pero ¡por supuesto que el fondo de todo su llamémosle pensamiento sigue siendo ese racismo tan peculiarmente necio y ahora disimulado hipócritamente! Sin él se quedaría usted sin “argumentos”.
En su empeño en hacerse el diferente, usted da excepcional importancia al idioma regional, declarando ajeno y opresor al común que nos une a todos. Idioma de origen castellano pero hablado y entendido en toda España y al cual han contribuido todas las regiones. Usted pretende que la lengua común se ha impuesto y oprime a su lengua regional. Pero sabe muy bien que es falso. Lo que viene ocurriendo es justamente lo contrario: son ustedes los que tratan de marginar y excluir la lengua común. No voy a entrar en la discusión sobre el mérito de su lengua regional, y menos aún su derecho a hablarla y desarrollarla, pero sí le recordaré el hecho histórico de que el castellano se fue haciendo común por su mayor peso cultural en todos los órdenes, que fue aceptado sin necesidad de guerras por todas las regiones, y que a su desarrollo, literatura y pensamiento han contribuido todas las regiones. Y que con él se ha creado uno de los grandes ámbitos culturales del mundo. En su misma región, la cultura se ha desarrollado mucho más en el español nacional que en el español regional. Y usted pretende privar a sus paisanos de la riqueza que en todos los órdenes supone la lengua común para imponerles la exclusiva de una de mucha menor influencia en todos los órdenes. ¿Y por qué pretenden ese absurdo? Por lo del principio, porque consideran la lengua regional como la propia en exclusiva. ¿Propia de quiénes? De la “raza superior”, claro.
Otro aspecto disimulado de su racismo es su jactancia de ser más ricos que otros españoles. Y esto conviene aclararlo también. Es cierto que en Barcelona y Bilbao surgió una clase empresarial e industrial de cierto fuste por primera vez en España. Y es igualmente cierto que esa clase fue especialmente protegida desde Madrid. Es decir, fue concebida y funcionó como una política nacional de España. Ninguno de esos empresarios era por entonces secesionista, porque, aparte de que ni se le ocurría, sabía bien que su prosperidad dependía del conjunto del mercado español y de la política española. Esto no tiene nada de particular, todos los países han desarrollado su industria con proteccionismo y en algunos centros particulares, pues sus productos tardan en hacerse competitivos con los de otros países que se han adelantado. Así ocurrió en Usa, Alemania, etc. El problema reside en el grado de proteccionismo. Cuando es excesivo, como ocurrió en España, crea mercados cautivos que frenan la innovación y la iniciativa empresarial, por una parte, y por otra absorben rentas de otras regiones, obligadas largo tiempo a comprar productos de menor calidad y a mayor precio que los extranjeros. Este problema influyó, por ejemplo, en la guerra de Cuba. En otras palabras, un proteccionismo excesivo, que no se abolió hasta 1960, ha permitido que algunos centros industriales de sus regiones se enriqueciesen perjudicando al resto.
Y le recordaré otra cara de la moneda: también absorbieron sus empresas a gran número de personas de otras regiones, precisamente porque el proteccionismo excesivo las mantenía en mayor pobreza. Es cierto que para esas personas fue una salida, pero no lo es menos que su riqueza regional de ustedes se debe en gran medida, y no debe olvidarse, a aquellas personas, a menudo explotadas de mala manera. En buena medida, el separatista vivía de ellas y se permitía al mismo tiempo despreciarlas e insultarlas. El desprecio alcanza una cima cuando ahora se jactan ustedes de haberles ofrecido un pan que les negaban sus regiones de origen o bien ”España”. ¡Qué generosos con los inferiores! ¿Entiende usted todo lo grotesco de ese laberinto de falacias?
En fin, usted y sus correligionarios pretenden destruir una de las naciones que más ha contribuido a moldear la historia del mundo, y disgregarla en un conglomerado de pequeños estados como los de la llamada Edad Media, inevitablemente hostiles entre sí, insignificantes en el orden internacional y juguete de intereses de potencias mayores. Ese es el contenido de su programa y no hay otro. ¿Cómo es posible tanta estupidez? Estupidez agravada porque, ante la miseria moral y política de los gobiernos que llevamos sufriendo largo tiempo, ustedes han creído ya fácil cumplir su designio. Quizá le convenga reparar en que ese tipo de gobiernos ha sido bastante frecuente en España desde hace un siglo y medio, y a pesar de ello, todas las intentonas separatistas han fracasado, incluso ridículamente, una y otra vez. España, convénzase, tiene una densidad cultural, histórica y política que no se deja destruir fácilmente, y que debería tener usted muy en cuenta si no quiere provocar nuevas desgracias a un país que ya lleva sufrido bastante de chifladuras como la suya.