Solzhenitsyn
ya había perdido el apoyo de muchos disidentes en Rusia por no haberse arrodillado ante el
altar de las democracias occidentales de dos partidos que, según él, no era la
panacea para los problemas del totalitarismo. Su pesimismo era considerado
en ocasiones de naturaleza autoritaria,
un malentendido agravado por unas ideas confusas, o al menos confusamente
expresadas, en uno de sus ensayos de Desde
debajo de los escombros. Sin embargo, sus puntos de vista estaban muy lejos
de ser antidemocráticos, como su entusiasmo por el sistema político de Suiza
indicaba. Solzhenitsyn manifestó al doctor Fred Luchsinger, editor en jefe de Nue Zürcher Zeitung, un periódico de
Zurich, que admiraba la democracia suiza porque estaba organizada en pequeñas
unidades locales, como el pueblo y el cantón. A diferencia de las democracias
centralizadas de otros países occidentales, Suiza ponía el énfasis en la
autodeterminación local y la participación activa de toda la población. Le
recordaba, dijo a Luchsinger, al sistema político de Nogorov en la Edad Media. En otra
ocasión le dijo a su editor suizo, Otto Walter, que estaba muy impresionado por
el tratamiento que había recibido Aleksandr Herzen cuando solicitó asilo
político en Ginebra durante el siglo XIX. Las autoridades de Ginebra habían
preguntado al gobierno federal de Berna si había alguna objeción a la solicitud
de asilo de Henze, y el gobierno contestó que era Ginebra quien debía decidir
si se lo concedía.
«Ésa es
una verdadera democracia desde la base», exclamó Sozhenitsyn, «cuando una
ciudad puede decidir cuestiones de política nacional por sí misma» .
Solzhenitsyn
repitió su alabanza del sistema político suizo en una entrevista que concedió a
una televisión estadounidense en juniode 1974:
La democracia suiza tiene algunas
cualidades asombrosas. En primer lugar, es completamente silenciosa y trabaja
de forma inaudible. En segundo lugar está su estabilidad... En tercer lugar, es
una pirámide invertida, es decir, hay más poder a nivel local que en los cantones
y más poder en los cantones que en el gobierno. Además, la democracia es
responsabilidad de todo el mundo. Cada individuo prefiere moderar sus
exigencias que perjudicar a la estructura global. Los suizos tienen tal sentido
de la responsabilidad que hay pocos
intentos de grupos por hacerse con algo para sí mismos y apartar a codazos a
los demás. Lógicamente, una democracia como esa sólo puede admirarse.
A ojos
del escritor, el sistema suizo representaba su apasionada creencia en la
auto-limitación encarnada a nivel nacional. Era la prueba de que los principios
por los que él regía su vida podían ser
utilizados a nivel práctico por la sociedad además de por el individuo.
Una vez más se dan similitudes entre los puntos
de vista de Solzhenitsyn y los de
E. F. Schumacher, que había subtitulado su libro Lo pequeño es bello como «un estudio de la economía como si la
gente importara». Solzhenitsyn creía que en el sistema político suizo la
política se ejercía como si la gente importara.
SOLZHIENITSYN.
UN ALMA EN EL EXILIO. Joshef Pearce pp.285-286
Sin
embargo, y como el título sugiere, Reconstruyendo
Rusia, algo más que el producto de una voz quejumbrosa clamando en el
desierto, o una advertencia profética de lo que esperaba a una generación
inconsciente. Por encima de todo era una visión positiva de una nueva Rusia,
reestructurada según principios firmes y razonables y fundada sobre valores
sostenibles v tradicionales. Baba la bienvenida al resurgimiento de los
nacionalismos en las varias partes que constituían la Unión Soviética y
esperaba ver pronto la disolución definitiva del imperio soviético y el
resurgimiento de naciones independientes en su lugar. «Cada persona, incluso la
más insignificante, representa una faceta única de los designios de Dios». Para
reforzar el punto, Solzhenitsyn citaba al filósofo religioso Vladimir Solovyev
que, parafraseando el mandamiento cristiano, escribió «Debes amar a todas las
personas como amas a los tuyo»
Solzhenitsyn
también creía que el espíritu de descentralización debía ir más allá de los
derechos de las pequeñas naciones a verse libres del yugo del internacionalismo
y el imperialismo. Debía extenderse a los derechos de las pequeñas comunidades,
e incluso de las familias, a verse libres del yugo de la planificación estatal
central. «La clave para la viabilidad
del país y para la vitalidad de su cultura reside en la liberación de las
provincias de la presión de las capitales», escribió. Las provincias debían
«alcanzar una libertad completa en términos económicos y culturales, junto a un
firme autogobierno local». La necesidad de ampliar paciente e insistentemente los
derechos de las comunidades locales sería una parte fundamental de la
reestructuración gradual de todo el organismo estatal. La democracia auténtica
sólo podía existir a través de un gobierno fuerte y revitalizado:
Todos los defectos previamente
mencionados apenas se manifestarían en democracias desarrolladas en zonas
reducidas, como ciudades medianas, pequeños asentamientos, grupos de pueblos,
o lugares que llegaran a alcanzar el tamaño de un condado. Sólo en lugares de
ese tamaño podrían confiar los votantes en su elección de candidatos, ya que
estarían al tanto de su efectividad en asuntos prácticos y de sus cualidades
morales. A ese nivel, las falsas reputaciones no se mantendrían en pie y la
retórica vacía no le serviría de nada a un candidato, al igual que el
patrocinio del partido.
Éstas son precisamente las dimensiones
dentro de las que la nueva democracia rusa puede empezar a crecer, obtener
fuerza y adquirir conciencia de sí misma. También representa un nivel que sin
duda echará raíces porque supondrá la implicación vital de cada localidad...
Sin un autogobierno adecuadamente
constituido no puede haber estabilidad ni prosperidad, y el mismo concepto de
libertad civil pierde todo significado.
La
influencia que ejercieron sobre Solzhenitsyn los años que vivió en Zurich y su
admiración por el sistema político suizo es evidente, aunque, por supuesto,
también conocía sistemas similares existentes en la Rusia medieval con los que
estaba entusiasmado. Fuera cual fuese la motivación que había tras su defensa
de la descentralización y la subsidiariedad en la vida política, Solzhenitsyn
había puesto al descubierto la mentira sobre sus creencias antidemocráticas,
aunque eso no impediría que las acusaciones siguieran cayendo sobre él,
especialmente por parte de aquellos que no podían ver más allá de las inútiles
oscilaciones entre las democracias de partidos de Occidente.
SOLZHIENITSYN.
UN ALMA EN EL EXILIO. Joshef Pearce pp.344-345