Feminazis: No dejes que la
presunción de inocencia te estropee
una buena denuncia
Una de las razones que explican el éxito de Vox (y también la rabieta que ha cogido
el establishment) es su enmienda a la totalidad a la Ley de Violencia de Género.
El partido de Abascal quiere acabar con una ley injusta e ineficaz y desmantelar
el chiringuito de las denuncias falsas.
En sus Cien propuestas, Vox incluye la derogación de la ley urdida por Zapatero y Fernández de la Vega;
y la promulgación, en su lugar, de una ley de violencia intrafamiliar que proteja por igual a ancianos,
hombres, mujeres y niños.
También quiere suprimir organismos feministas radicales subvencionados, “los pesebres” que se ha atrevido
a señalar Rocío Monasterio; y poner coto a la picaresca de denuncias falsas que han brotado como setas
al calor de esa ley.
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Se trata del primer partido político que dice que el emperador está desnudo; y el primero que planta cara
a la red de asociaciones feministas que se lucran con la desgracia ajena. Como afirma Monasterio, éstas
asociaciones “cobran además un plus por cada caso tramitado. Su incentivo es que haya más casos”.
Algunos medios, como Disitentia.com o Actuall lo ha documentado, explicando como funciona el perverso
mecanismo de las denuncias falsas.
Vox no lo tiene fácil. Porque rema contra una corriente cultural que ha declarado la guerra al varón.
El feminismo radical -ese que considera que “toda cópula es una violación”, en palabras de Andrea
Dworkin- ha logrado imponer sus postulados, y los gobiernos de Occidente se los han comprado.
torpe, que lleva la violencia en los genes y al que es preciso reducir y reeducar. Un estorbo que, por no
servir, casi no sirve ni para semental -con la reproducción asistida se puede prescindir del varón-.
Desde la corriente #metoo (que mezcla churras con merinas) hasta la prohibición del piropo, hay todo un
movimiento que ha puesto al varón bajo sospecha, con un lema implícito: “no dejes que la presunción
de inocencia te estropee una buena denuncia”.
Y si luego se demuestra que el varón era inocente… peor para el varón. Véase los casos de famas
En España hay numerosos varones que lo han perdido todo por culpa la Ley de Violencia de Género, diseñada expresamente para discriminar a un sexo
No son los únicos: en España hay numerosos varones, gente anónima, que lo han perdido todo por culpa
de la Ley de Violencia de Género, diseñada expresamente para discriminar a un sexo… y eso sí que es
inconstitucional señoras Díaz (Susana), Celáa (Isabel) y Calvo (Carmen).
Aunque antes que inconstitucional, esa Ley se basa en una falacia conceptual: que la violencia tiene género.
Cualquiera ve que no es así. Pero casi nadie se atreve a decirlo. Un socialista, Joaquín Leguina, lo advirtió
en El País, allá por 2004, cuando el Gobierno Zapatero estaba gestando la ley: “la violencia de género es
unidireccional, de hombres contra mujeres y nunca al revés”.
Y un juez del Supremo, Antonio Salas, fue una de las contadas excepciones en elevar la voz, al decir que
esa Ley “rompe los principios del Derecho penal”.
La prueba es que no sólo hay mujeres muertas a manos de hombres -y, desde luego, nada hay más
lamentable y execrable-, sino también varones muertos a manos de ellas.
Pero esta última cifra se escamotea año tras año, e incluso se oculta en las estadísticas oficiales, porque
dejaría en evidencia la falsedad del tinglado.
Vox es a David, lo que el establishment partidista a Goliat
Nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato. Entre otras razones, porque hay mucho dinero de por
medio. Lo había desde el principio, cuando España iba a recibir 24.000 millones de euros, hasta el año
2012, de los fondos europeos para políticas de Género; y para ello era preciso demostrar que la fémina era la
víctima y el hombre el verdugo.
Y lo sigue habiendo ahora, con el Pacto de Estado para la Violencia de Género, que puso de acuerdo a
todos los partidos políticos -excepto Podemos- en torno a una bolsa de 1.000 millones de euros.
Negro panorama, porque Vox es a David, lo que el establishment partidista a Goliat. Pero en esta lucha
desigual, se ventila nada menos que el Estado de derecho, que se basa en la presunción de inocencia,
y en la igualdad de todos -hombres y mujeres- ante la Ley.