martes, 30 de mayo de 2017

España, o la dictadura perfecta

España, o la dictadura perfecta

Elmanifiesto.com

Los españoles, como dijo Aldous Huxley, "aman su servidumbre".

27 de febrero de 2017 


FRANCISCO RUBIALES


“Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar.”

Aldous Huxley

Los españoles fueron admirados en todo el mundo por su valentía y comportamiento en los campos de batalla, pero hoy pasan por ser uno de los pueblos más cobardes del mundo y uno de los que soportan más abusos y arbitrariedades de su clase política. Uno no entiende por qué los españoles no se rebelan ante tanta injusticia, ante abusos como ese Impuesto de Sucesiones que cobran algunos gobiernos autonómicos y que obligan a miles de familias a renunciar a sus herencias, o ante la impunidad de los poderosos, la brutal corrupción, el desmesurado y costoso tamaño del Estado, los inmerecidos y enormes privilegios de los políticos, la desigualdad hiriente, la desprotección de los débiles y otras suciedades y canalladas que convierten el país en un infierno político y humano.

La única explicación razonable de ese extraño fenómeno de sumisión y cobardía de un pueblo que hace apenas tres siglos era el más bravo y temido del mundo, cuyos ejércitos nunca sufrieron derrota en casi tres siglos de combates contra todos, es que los políticos que gobiernan España han sabido construir la dictadura perfecta, una forma de gobierno que el escritor visionario Aldous Huxley describía así: “Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud en el que, gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre”.

España clavada, el país donde la gastronomía, la ración de fútbol casi diaria, las innumerables fiestas y las mentiras del poder sirven para fabricar esclavos tan imbéciles que creen vivir en un paraíso cuando la verdad es que sus políticos les oprimen con impuestos insoportables, les roban, les engañan diciéndoles que su dictadura de partidos es una democracia, y en donde la Justicia, la información y prácticamente toda la acción de gobierno están infectadas de corrupción, arbitrariedad y abuso.

Pero los españoles, como dijo Aldous Huxley, “aman su servidumbre”.

Cualquier otra sociedad europea sería incapaz de soportar tanto abuso y tanta injusticia como la española. Los rumanos, con una corrupción de inferior calado, han salido a las calles y plazas hasta acorralar a su gobierno y obligarle a que retire una ley que despenalizaba algunos delitos de corrupción, mientras que en España nadie se moviliza, a pesar de que los partidos políticos se han convertido, por la acumulación de delitos y por las colas de delincuentes que esperan ser procesados, en las asociaciones más peligrosos y delictivas del país, después de la banda terrorista ETA.

En España los políticos gobiernan en contra de la voluntad popular, sin hacer caso de las aspiraciones más intensas de la población, entre las que destacan el deseo de que el Estado, demasiado grueso e imposible de financiar por estar preñado de políticos parásitos viviendo a costa de los impuestos, sea reducido drásticamente, que los partidos políticos dejen de ser financiados con el dinero de los impuestos y que se castigue a los corruptos y se les encarcele hasta que devuelvan el botín robado.

Todas y cada una de las aspiraciones de los cobardes y felices españoles, atontados e imbéciles habitantes de esa España convertida en prisión sin muros, son ignoradas por los políticos, que incumplen sus promesas electorales, que no rinden cuentas ante los ciudadanos, que no respetan la separación de poderes, que prostituyen la democracia, que han ocupado la sociedad civil, que cobran impuestos insoportables y abusivos, que se han rodeado de privilegios inmerecidos y arbitrarios, que despilfarran y endeudan al país hasta la demencia, que practican la corrupción y que tratan el dinero de los impuestos con opacidad y como si les perteneciera.

A pesar de todo eso y de que, a cambio de los impuestos y de los esfuerzos del pueblo, los ciudadanos cada día reciben menos salarios y menos servicios de calidad del Estado, los españoles, convertidos en esclavos imbéciles, creemos que vivimos en un paraíso, ignorando nuestros dramas más intensos: que el país se despedaza, víctima de los enloquecidos independentistas, que nuestros políticos anteponen una y mil veces sus propios intereses al bien común, que nuestros jóvenes tienen que emigrar porque no tienen trabajo ni oportunidades en España, que las pensiones de jubilación, pagadas con esfuerzo durante toda la vida laboral, están en peligro, que la corrupción lo inunda todo y que la educación y la enseñanza de nuestros hijos es pura basura.


¡Vivan las "caenas" de la cárcel España!