El último libro de Juan Manuel
de Prada
17 julio, 2015
José Miguel Gambra
La
lectura de Dinero, demogresca y otros podemonios resulta especialmente
inquietante y desasosegadora para quienes vivimos en la España actual. Su autor,
Juan Manuel de Prada, se ha convertido en tábano insidioso que desearíamos ver
aplastado para sestear de nuevo. La tabanización es una metamorfosis voluntaria
que acaece en contadas ocasiones a los más sabios, cuando en la ciudad se junta
el conformismo idiota con el gobierno de los hipócritas. Todos sabemos que
interrumpir la siesta es acto extremadamente arriesgado y que la vida del que
lo hace corre serio peligro. Los atenienses decidieron curar con cicuta la
manía socrática de despertarles. Hoy se recurre a medios menos directos, como
el ninguneo, que acaba por matar de inanición al molesto autor tabanizado.
Menos directo, pero igualmente eficaz.
Los
Padres de la Iglesia, viendo las prendas con que Dios adornó al hombre, viendo
su racionalidad, su libertad y su señorío sobre la tierra, le rendían culto
agradecido y cantaban sus alabanzas. Los renacentistas, viendo esas mismas
prendas, se asombraron de su propia capacidad de crearse a sí mismos y
decidieron hacerlo, dando vacaciones al Creador. Los modernos, organizados y
reconstruidos, no ya a imagen de Dios, sino del hombre, cuando llegan a
descubrir su propia condición, sólo pueden maldecir y denostar a los causantes
de ella.
Prada
ofrece un panorama desolador del hombre español, que en nada se diferencia ya
del ciudadano occidental ¿Qué queda de aquella racionalidad de que el hombre se
envanecía? Sólo la aptitud para pulsar botones y enterarse de lo que las redes
y otros medios defecan en su mente ¿Qué del libre albedrío? Dar un voto a
ciegas cada cuatro años y desfogarse a través de internet, tomando parte en la
lucha de todos contra todos que orquestan esos medios, dominados desde las
alturas del poder (la demogresca); y luego disfrutar del sexo sin
consecuencias, que sirve para relajarse tras la inútil y contienda internáutica
(derechos de bragueta, como dice Prada) ¿Qué queda de su dominio sobre la
tierra? Contratos basura, paro, pensiones miserables, impuestos expropiatorios,
para beneficio de las grandes finanzas y de sus lacayos los políticos.
Este
hombre actual, interiormente deslavazado y exteriormente desarraigado, ajeno a
cualquier obligación moral, al amor, a la amistad y al compromiso, es la obra
maestra de tres clases de agentes que operan a muy diferentes niveles. Los
políticos, que logran prebendas millonarias y un poder enorme, a una con
banqueros y grandes empresas, aparecen como culpables en primera instancia.
Pero esos políticos con nombre y apellido, por alto que hayan llegado, no son
sino testaferros de un poder sin sujeto responsable al que se pueda insultar:
la plutocracia, o poder del dinero, que dispone a su antojo de personas y
países, pero que es poder de no se sabe quién sobre algo que no es nada en sí
mismo. Y, detrás de todo ello, en el libro aún se avizora otro señor más
poderoso que don dinero, al que se somete el poder personal de políticos y
banqueros, el organizador de toda esta farsa destructiva, que no se conforma
con nuestra decadencia moral y material, sino que persigue una venganza que no
alcanzará, ni aun devastando toda la tierra.
Prada
presenta todo esto, y otras muchas cosas, con tan aceradas, acertadas y
contundente razones, que no podemos sino abrir los ojos a la cruda realidad de
nuestra triste condición. No podemos perdonárselo; la cicuta y la inanición son
poco para él. Más aún si a primera vista se nos antojaba que no hay salida para
la situación del hombre actual (cosa que, desde luego, no dice Prada).
¡Ah!
Pero ahí están Pablo Iglesias y Podemos, un atisbo de esperanza. No porque sus
propuestas de solución -el comunismo- tengan viso alguno de acierto, sino
porque el desparpajo y la inteligencia de Iglesias, muy superior al de los
actuales políticos de partido, han logrado probar que el gigantesco sistema que
nos oprime tiene pies de barro o, por lo menos, grietas importantes. Prada, es
verdad, parece creer que cuanto pueda destruir el comunismo ya lo ha hecho el
capitalismo. El comunismo, sí, lo trae el capitalismo, pero no constituye sólo
un paso más en la misma dirección. Es esencialmente otra cosa, y mucho peor.
Hemos perdido de vista qué supone el comunismo. Pero eso es harina de otro
costal.
Podrá
usted mirar para otro lado y esperar, como tanto español irresponsable, que las
cosas se arreglen por sí mismas. También puede leer este libro, que le dolerá
como picadura de tábano, pero le sacará del sueño vicioso para traerle a la
realidad. Es lo que yo le recomiendo.