viernes, 11 de mayo de 2018

‘Cajas Refugio’, una medida a favor de la vida

CORRESPONDENCIA
(ACTUALL)
‘Cajas Refugio’, una medida a favor de la vida
Estimados amigos:
Me ha causado satisfacción y alegría leer el artículo de la periodista de ‘Actuall’, Miriam Calderón, del pasado día 15, sobre la novedad que supone la reciente constitución de "Cajas Refugio" en Estados Unidos, para la recogida de bebés concebidos y no deseados por las madres. con objeto de darlos después en adopción a familias dispuestas a acogerlos.
Me ha recordado los que sucedía en España antes de la Guerra Civil de 1936, en que se recogían los niños no deseados o que no se podían mantener por los padres y madres, en la Inclusa y que después de esa guerra fratricida fueron decayendo poco a poco hasta desaparecer a finales del siglo pasado ante la avalancha dialéctica y práctica de la izquierda sobre el aborto y en esas estamos.
Recuerdo que las inclusas, hospicios o casas de expósitos eran lugares de beneficencia, la mayoría fundados por la Iglesia católica en el siglo XVIII, donde se recibía y criaba a los niños expósitos “expuestos”, es decir, abandonados por sus padres y entregados a esas Instituciones.
El nombre de inclusa viene de una imagen de la Virgen: Nuestra Señora de la Inclusa, que presidía la Casa de expósitos de Madrid, y que se trajo en el siglo XVI, de la isla holandesa de L´Ècluse (“la esclusa”). Las más desarrolladas fueron las de Madrid, Santiago, Calahorra, Zaragoza, Logroño, Bilbao, y otras, todas ellas auspiciadas por la Iglesia.
El objeto de estos establecimientos era evitar infanticidios y salvar el honor de las madres, por lo que admitían a los niños nacidos de modo ilegítimo y a los huérfanos de padre por fallecimiento o por desentenderse de ellos, y con madres en situación de pobreza extrema.
Para el abandono de niños de forma anónima, los establecimientos disponían de pequeños tornos abiertos a la calle. Estaban atendidos por religiosas. Había una persona destinada a recibir a los expósitos que no debía moverse de la habitación inmediata al torno y acudía prontamente al sonido de la campanilla u otra señal para recoger a la criatura. No se hacían preguntas sobre la identidad de los padres. También se recibía la ropa o dinero que se quisiera entregar para el niño, cumpliéndose la voluntad de quien lo dejó.
La persona encargada de la recepción en el dispositivo giratorio del torno, anotaba la hora, el día y el año en que se recibía y seguidamente lo llevaba a la sala destinada para los bautizos. Después de limpiarlo y envolverlo con ropa adecuada, lo colocaba en la cuna que le correspondiera. A los expósitos se les colocaba un collar identificativo en el que se indicaba el año de su llegada a la inclusa. Se les solía dar el apellido Expósito. Algunas personas les llamaban “incluseros” algo despectivamente.
Las inclusas disponían de amas de leche para dar de mamar a los expósitos.  Las amas del establecimiento tenían la obligación de criar a los niños expósitos que les entregaban procurando que no tuvieran más que dos. También contribuían a las labores de la inclusa limpiando y aseando la sala de los niños, la enfermería, la habitación de vestir y el dormitorio, además del lavado de la ropa de los niños. También se entregaba a los niños a amas que residían fuera de la inclusa.
La mortalidad infantil en España en los siglos XVI, XVII y XVIII, al igual que en toda Europa, en general era muy elevada, podía llegar fácilmente al 30/40% de los nacidos. Pero en la inclusas la mortalidad se disparaba; así en la inclusa de Zaragoza se recogieron 2.446 niños entre los años 1.786 y 1.790 de los cuales sólo sobrevivieron 200; por esas mismas fechas, en Logroño y Vitoria se recogieron 610 de los que murieron 400; en Huesca 164 de los que murieron 115, etc.
Esta terrorífica mortalidad era debida a varias causas: había pocas inclusas para atender las necesidades de acogida que se planteaban, los largos y penosos viajes hasta llegar a ellas, hacía que los bebés llegaran extenuados e irrecuperables. Otra causa era la mala calidad y circunstancias de las amas de cría fuera de la inclusa a quienes se les entregaban sin investigarlas y además el corto salario que se les daba, que no solía cubrir los gastos del niño. Otro motivo era que la inclusa no proporcionaba la ropa para el abrigo de los expósitos, lo cual, además de la penuria y perjuicios que se les causaba, retraía de ofrecerse a ello a muchas mujeres que los habrían lactado y cuidado.
De todos modos, a pesar de las deficiencias que padecieron, ¿Verdad que era un procedimiento mucho más honroso, caritativo y respetuoso con los niños no nacidos que abortarlos, es decir, matarlos en el seno de la madre como ocurre actualmente? ¿Por qué se perdió su beneficiosa labor de atención a los niños? ¿Por qué no se recuperaron las inclusas?
Seguramente la cruenta y feroz persecución contra los católicos que tuvo lugar en la Guerra Civil de 1936-39, asestó un golpe mortal a estas Instituciones, que fueron desapareciendo poco a poco de la Sociedad, sin que nadie intentara resucitarlas. ¿No sería hoy el momento de hacerlas reaparecer, como un modo de evitar el genocidio actual del aborto, que además de matar a miles de seres inocentes, produce cuantiosos beneficios a las empresas dedicadas a este negocio? Habría que actualizar su funcionamiento, pero creo que sería una buena causa para impulsar y contrarrestar con ideas y prácticas positivas esa lacra genocida del aborto. Ya veo que en los Estados Unidos han descubierto algo que ya se utilizaba en España a partir del sglo XVIII.
Cordiales saludos.
Roberto Grao Gracia


Zaragoza