NO
ME GUSTA EL CENTRALISMO DE VALLADOLID
Desde Valladolid, capital impuesta de la Comunidad
de Castilla y León, no cejan en su empeño de dar palos contra las cajas de
ahorro de Segovia y Ávila porque éstas han decidido no obedecer las órdenes que
venían desde la capital del Pisuerga. No entiendo el empeño de los dirigentes
regionales del PP y del PSOE, además de otros como los sindicatos, por
presentar como una mala decisión lo que en las dos provincias periféricas han
decidido, casi por unanimidad, los administradores de las dos cajas de ahorro.
Se empeñan aquéllos en descalificar a quienes no respaldan sus dictámenes. Han
llegado, incluso, hasta amenazar y algunos tememos que, desde la Junta de
Castilla y León, que es la autoridad que tiene que aprobar la entrada de
Segovia y Ávila en el SIP de Caja Madrid, Bancaja y otras, se pongan obstáculos
para impedir que el acuerdo llegue a buen puerto.
Desde mi punto de vista, se equivocan los dirigentes políticos que hacen oídos sordos a las decisiones que se toman democráticamente en las provincias. Caja de Ávila y Caja Segovia no son ni del PP ni del PSOE, aunque en sus órganos de administración la mayoría de sus miembros sean representantes de instituciones públicas que gobiernan estos partidos. También los hay de otras entidades no políticas: Casa Social Católica, Cáritas y representantes de los empleados, en Ávila, por ejemplo. Han sido 14 votos a favor y 3 en contra (éstos de representantes socialistas) los que han dicho sí a la integración en el SIP de Caja Madrid y Bancaja. ¿Están éstos equivocados y han decidido causar daño a los abulenses? Creo que han obrado como mejor les parece que se beneficia a la provincia. No son mensajeros de Valladolid sino representantes de los intereses de los clientes de Caja Ávila y de nuestra provincia. Esto, que es tan sencillo, deberían respetarlo los que dirigen los dos principales partidos políticos de la región. Esto sería lo democrático. Empecinarse en llevar la contrario a los intereses segovianos y abulenses solamente producirá desafección de Ávila y Segovia hacia la causa regional.
Recuerdo que el proceso autonómico de esta comunidad no fue nada fácil en sus primeros años. Testigo soy de ello. El miedo a que el centralismo vallisoletano fuera peor que el de Madrid, lo que ya sobrevolaba en los ambientes políticos de la época, hizo que Segovia dijera no y que León estuviera a punto de hacer lo mismo. Logroño y Santander, más previsoras, optaron por dar el portazo desde el primer momento. A los segovianos se les impuso por la fuerza de la ley la integración en esta comunidad. Los abulenses, por lealtad, no planteamos problemas reivindicativos y coadyuvaron al proceso autonómico como los que más, aunque saliéramos perdiendo. A nadie se le oculta que la cercanía a Madrid y la presencia de decenas de miles de abulenses en esta comunidad, hace que nuestras relaciones sean más estrechas con ésta que con Valladolid. Por ello, deberían tener más cuidado los centralistas regionales en no apretar las tuercas a estas dos provincias periféricas porque pueden provocar que en ellas surjan movimientos segregacionistas.