Como
experta mundial en ‘progretología’ llego a esta clasificación del progre,
ordenados de menor a mayor impermeabilidad a la posibilidad de un cambio de
opinión. Procede de una conversación con el maldito Patriarcado -mi marido-.
14/03/2017
Grupos de violentos LGTB impiden a HazteOir.org
ejercer su derecho a la libertad de expresión en la Universidad Complutense de
Madrid / Actuall
La progresía es una excrecencia de la
izquierda, pero no es la izquierda, al menos no la izquierda clásica, y sus
premisas han sido ampliamente aceptadas por todo el espectro en público, aunque
sospecho que quienes las creen en privado son muy escasos y quienes viven de
acuerdo a las mismas, prácticamente inexistentes.
Los progres sostienen -y convierten en
ley- disparates, contradicciones lógicas, ideas que de llevarse a su conclusión
natural y ser universalmente admitidas llevarían al colapso de la
civilización y posturas que parecen salidas de la mente de un maníaco.
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Veamos cuáles son nuestros cuatro tipos
de progre.
1. El progre por defecto. Es la persona que sostiene opiniones
progresistas porque son las que les han enseñado, no solo como obvias y propias
de toda persona inteligente, sino también -y esto es crucial- como las únicas
que puede defender alguien decente.
Desde que nace, cualquier persona en
Occidente se ve sometida a un torrente de consignas progres. Las ve
reflejadas en sus series favoritas, en las películas que ve, en los medios de
comunicación a los que acude, en las canciones que escucha. También son las
que les transmite el sistema educativo desde los 3 años y que luego refuerza y
exagera la facultad.
Importa algo la diferencia entre enseñanza
pública y privada, pero no demasiado, no solo porque los planes de estudio
obligatorios son los mismos sino porque el personal docente es un
colectivo especialmente vulnerable a las novedades más demenciales.
“Dadme un niño hasta los 8 años y
quedáoslo el resto de su vida” decían los jesuitas, porque lo que se aprende
primero es lo que queda
Es, en fin, progre porque difícilmente
podría ser otra cosa. “Dadme un niño hasta los 8 años y quedáoslo el resto de
su vida”, dicen que decían los jesuitas, porque lo que se aprende primero es lo
que queda.
Y ni los jesuitas ni los propios
soviéticos podían imaginar un bombardeo tan bien diseñado y tan
constante como el que se usa para vender los dogmas de la élite.
No es un ‘true believer’, no es un
fanático, no le da mayor importancia a estas cosas en las que cree pero que no
constituyen ni mucho menos el eje de su vida.
Este es el progre más sencillo de
‘desprogramar’, y las más de las veces solo necesita tiempo, maduración
y el contacto con la realidad para dejar de serlo.
No hay propaganda, por perfecta que sea,
que le aguante demasiados asaltos a una realidad con la que topamos
constantemente y la contradice.
Así que nuestro hombre es casi siempre
joven, y aconsejo tener con él enorme paciencia y no dejar que nos envuelva en
sus debates, aunque quizá tampoco él tenga especial interés en debatir si no se
le azuza. Suele ser relativamente poco evangélico en su progresismo.
Más que con argumentos, se le puede
ayudar a salir de la lacra progresista llamando discretamente su atención sobre
aspectos de su experiencia que contradicen flagrantemente lo que le han
enseñado. Pero procure no ser descarado o agresivo: ya he dicho que suele ser
joven, y los jóvenes, intelectualmente inseguros, reaccionan mal a la
contradicción ideológica.
Probabilidades de desprogretización a
largo plazo, 65%-80%.
2. El progre por compasión. El progresismo siempre presenta muy eficazmente
sus mensajes como chantajes emocionales. Una no puede refutarlos con lógica o
datos; mejor dicho, puede, pero queda como un ser cruel, implacable y malvado.
El argumento mejor trabado y más trufado
de datos sobre por qué es un absoluto disparate que vengan a nuestros países
millones de ‘refugiados’ sin control queda reducido a la nada con la
foto del pequeño Aylán ahogado en una playa turca.
Esto, siempre eficaz, con las
posibilidades audiovisuales de nuestro tiempo y teniendo en cuenta que el
occidental moderno está mucho más hecho a sentir que a discurrir, tiene un
efecto demoledor sobre nuestro segundo tipo de progre.
El progre por compasión tiende a no
discutir. Es una persona muy empática, y eso le hace sensible al truco
progresista de identificar compasión con visión progre de la vida.
La respuesta del progre por compasión a
mi postura sobre el autobús naranja han sido variaciones de “¿dónde está tu
compasión?”
Creo haber contado que, fuera del
insulto y la amenaza directos, la respuesta más común que he encontrado a mi
postura sobre el autobús naranja han sido variaciones de “¿dónde está
tu compasión?”.
¿Qué pronóstico tiene nuestro -o, muy
frecuentemente, nuestra- progre por empatía? No tan positivo como el progre por
defecto, pero no estamos tampoco ante un caso desesperado. Es difícil,
pero puede salir del pozo progre.
Quien se lo proponga debería procurar
dejar de lado datos y lógica y atacar con las mismas armas que le han
conquistado, es decir, lograr que sienta empatía por las (más que abundantes)
víctimas del progresismo.
Probabilidades de desprogretización a
largo plazo: 40%-55%
3. El progre por cálculo. Ser progre es socialmente rentable, precisamente
porque es el dogma de la élite, del establishment, de los que cuentan. Repetir
los mensajes de la progresía confiere status y, a menudo, tiene premio.
Puesto en contrario, quien más, quien
menos, todos conocemos carreras que se han visto cercenadas de cuajo por una
opinión insuficientemente progre. Hay quien ha tenido que dimitir como
CEO de la misma empresa que fundó, como el creador del navegador Mozila,
Brendan Eich, por oponerse al matrimonio gay, así como autoridades públicas
y gente de posición más humilde, incluso dependientes de comercio.
El progre por cálculo es muy consciente
de todo esto, y no está dispuesto a dejarse ganar en esta carrera de prestigio
e interés.
No solo usará su propio progresismo para
ascender y quedar bien, sino que se valdrá del menor desliz de sus rivales en
la férrea ortodoxia progre para denunciarlos y deshacerse de ellos.
Sabe que fuera del progresismo no hay
salvación laica, y ha echado a demasiados colegas a los lobos como para saber
lo mal que se pasa en el exilio
Fuera de una caída del caballo a lo San
Pablo, vemos difícil la curación de este especimen. Sabe que fuera del
progresismo no hay salvación laica, y ha echado a demasiados colegas a los
lobos como para saber lo mal que se pasa en el exilio: allí es el llanto y el
rechinar de dientes.
Por otra parte, su curación será tan
milagrosa y fulminante como las de Lourdes si cambian los vientos y la vulgata
progre pierde el favor de quienes mandan, algo en absoluto imposible
pero altamente improbable a medio plazo.
Es teóricamente posible que una
conmoción vital le despierte, o que pase a moverse social y/o profesionalmente
en un medio donde ser progre no tenga recompensa. Fuera de esos casos extremos,
tenemos que desesperar.
Probabilidades de desprogretización a largo plazo: < 10%
4. El progre por complicidad. Se parece al progre por cálculo en que también
tiene un interés propio en el mensaje progre, pero en su caso no por ganar
prestigio o dinero, sino porque la dogmática actual valida sus elecciones
vitales.
Es, en definitiva, la población
marginal, estadísticamente minoritaria, que se ve premiada y elogiada por el
progresismo sencillamente por lo que son o por aquello a lo que se dedican.
Es, en definitiva, algo personal. Lo que
han elegido en la vida, lo que otras culturas anteriores o ajenas consideran
asocial, poco saludable, inmoral o desaconsejable, pasa a ser
glorificado y ensalzado por la cultureta progresista.
Atacar el menor artículo de la vulgata
progre en su presencia lo interpretan como un ataque personal
Estos son irrecuperables, básicamente. Atacar el menor artículo de la vulgata progre en su
presencia lo interpretan como un ataque personal, y suelen reaccionar con una
ferocidad en consonancia. Estos son el núcleo duro, la vanguardia, los que han
apostado todo al rojo.
Probabilidades de desprogretización a
largo plazo: < 1%