lunes, 16 de diciembre de 2019

“la inmigración islámica constituye uno de los riesgos más peligrosos a los que se enfrentará Europa en los próximos decenios”


Una investigación de Defensa en 2011 aseguraba que “la inmigración islámica constituye uno de los riesgos más peligrosos a los que se enfrentará Europa en los próximos decenios”


La Tribuna del País Vasco.- Una investigación editada por el Ministerio de Defensa en 2011 aseguraba que “la inmigración islámica constituye uno de los riesgos más peligrosos a los que se enfrentará Europa en los próximos decenios”

Un trabajo editado por el Ministerio de Defensa a través del CESEDEN (Centro Superior de la Defensa Nacional), dedicado a analizar en profundidad «la influencia social del Islam en la Unión Europea», advertía ya en 2011 de que “la inmigración islámica hacia Europa, su asociación con movimientos favorables al califato mundial y la agresividad de muchas comunidades islámicas hacia la sociedad de acogida, puede afirmarse que constituye uno de los riesgos más peligrosos a os que se enfrentará Europa en los próximos decenios”.
El análisis, llevado a cabo cuatro años antes de que diera comienzo la fuerte oleada de ataques terroristas islamistas que empezó en Europa a partir de los atentados de París de 2015, estaba firmado por el hoy General de Brigada en la Reserva Salvador Fontenla Ballesta, uno de los más destacados expertos españoles en estrategia militar, y se encuadraba dentro de una colección de artículos realizados por diferentes especialistas.
El análisis de Salvador Fontenla Ballesta, titulado El Islam y las Fuerzas Armadas en Europa, comenzaba reconociendo que la guerra en la antigua Yugoslavia, a finales del siglo xx, había puesto en evidencia un problema que estaba olvidado porque parecía pertenecer al pasado (excepto en Irlanda del Norte): las guerras de religión en Europa.
Para el autor, la guerra entre serbios, bosnios y croatas no se inició por motivos religiosos, pero pronto derivó en una confrontación entre religiones. “Independientemente de otras causas y circunstancias, las respectivas religiones fueron el elemento principal de diferenciación étnica y nacional entre los tres contendientes principales, llegando incluso a destrucciones sistemáticas de iglesias y mezquitas. El conflicto tuvo repercusiones internacionales. Fueron precisamente los países islámicos los que más sobresalieron en manifestar públicamente su apoyo a sus hermanos de religión, y el envío de voluntarios (muyahín) para combatir al lado de sus correligionarios. La actitud de los bosnios musulmanes, que procedían del régimen laico de la dictadura de Tito, evolucionó rápidamente desde unas prácticas religiosas tibias y costumbres europeas, a una intensificación de las prácticas religiosas, y adoptar costumbres musulmanas más radicales, como el uso del velo por mujeres, o dejar de consumir el alcohol (rakia) que antes consumían con asiduidad y naturalidad”.
El citado trabajo publicado por el CESEDEN explica que la guerra en la antigua Yogoslavia y el posterior conflicto de Kosovo fueron cuestiones que empezaron a influir en la valoración que se hacía en Europa del movimiento migratorio, sobre todo cuando éste aportaba al viejo continente a un número cada vez más creciente de inmigrantes procedentes de países con una religión diferente a las confesiones cristianas mayoritarias.
“Actualmente esa presumida convivencia entre cristianos y musulmanes tampoco se da en Europa, no hay más que darse una vuelta por las ciudades europeas, y por sus barrios de mayoría musulmana, para darse cuenta de la nula integración de la población musulmana en su entorno social de acogida, restaurantes, cafeterías, cines y espectáculos colectivos, etc. Muchos de cuyos barrios son marginales, y donde es fácil el estadillo de conflictos sociales. Negar el problema, esperando que con el tiempo se enquiste o desaparezca, es la peor solución, pues puede provocar estallidos sociales a medio o largo plazo, más difíciles de controlar y reconducir”.
El trabajo de Fontenla Ballesta, escrito, recordemos, en 2011, afirmaba que “el concepto de la convivencia de culturas o de integración social es muy diferente según donde se sitúe el punto de observación. Actualmente la forma en que los países musulmanes tratan a otras culturas o religiones minoritarias es muy diferente a como se hace en el mundo occidental. La persecución de religiosos cristianos en Marruecos es habitual, a pesar de ser silenciado habitualmente por los medios de comunicación social. No es posible levantar iglesias en países islámicos, cuando algunos de ellos cínicamente promocionan y financian mezquitas en Occidente. Incluso está prohibido que las mujeres occidentales, trabajadoras o turistas, lleven sus atuendos habituales y tradicionales de origen, llegando hasta el caso denigrante de que alguna ministra de Asuntos Exteriores occidental, para entrevistarse con altos dignatarios musulmanes lo tenga que hacer vestida con gabardina y velada, en el caso de que sea recibida por el hecho de ser mujer. Tampoco son extrañas las noticias de quemas de templos y matanzas de feligreses no musulmanes. Muchos habitantes de los países musulma-nes ven las acciones de guerra realizadas para combatir el terrorismo por las potencias occidentales en territorios islámicos, como agresiones de nuevos cruzados, e interpretan estas acciones terroristas como parte de una guerra santa defensiva”.
El informe El Islam y las Fuerzas Armadas en Europa, escrito también varios años antes de que se produjera la primera gran ola de inmigrantes y refugiados procedentes de Siria e Irak que tuvo lugar en 2016, constataba que tradicionalmente todas las naciones han intentado integrar y asimilar a los emigrantes, “pero recientemente ha surgido el concepto de multiculturismo, por el que diversas comunidades culturales y étnicas pueden convivir juntas sin renunciar a su identidad de origen, su vida social y derechos, acabando con la supuesta primacía blanca y cristiana”.
“El relativismo que se ha difundido, y para el que todo da lo mismo y no existe ninguna verdad absoluta, ni un punto de referencia, genera inestabilidad, desconcierto y conformismo con las modas del momento”, explicaba Fontenla Ballesta. Y añadía: “La cultura europea tiene enemigos, que se aprovechan del descreimiento europeo y de su relativismo moral e intelectual para socavar su moral. La burla al Estado de Derecho en nombre del multiculturalismo o el auge de la censura en Europa, promovida por el islamismo, son posibles porque los europeos están dejando de creer en la bondad de sus principios, y en la necesidad de mantenerlos. Y si éstos caen, caerán también sus instituciones políticas y jurídicas. La inmigración islámica hacia Europa, su asociación con movimientos favorables al califato mundial y la agresividad de muchas comunidades islámicas hacia la sociedad de acogida, puede afirmarse que constituye uno de los riesgos más peligrosos a os que se enfrentará Europa en los próximos decenios”.
En opinión del autor del trabajo publicado por el Ministerio de Defensa español, «el comportamiento social de las comunidades musulmanas se ha observado que varía en función de su número proporcional dentro de la sociedad donde se encuentran, y este comportamiento también tiene su reflejo dentro de las Fuerzas Armadas».
«Inicialmente exigen solamente que se respeten sus derechos individuales, y posteriormente tratan de generalizar y también internacionalizar sus pretensiones:
– Los inmigrantes aislados quieren ser reconocidos por sus cualidades, su trabajo y su lealtad.
– Hasta el 10% se muestran pacíficos, y su proselitismo es discreto, orientado a etnias minoritarias y grupos marginales, y reclaman la aplicación entre los musulmanes de algunos aspectos menos proble-máticos de la Ley Islámica y de sus costumbres. Éstos son los casos de: Italia, Alemania, Dinamarca, Reino Unido y España.
– A partir del 10% cualquier ofensa que consideren que se hace contra el islam, bastante fácil en Occidente debido a la libertad de expresión, provocan protestas, amenazas y disturbios. Ya en algunos barrios europeos de mayoría musulmana hay reclamaciones para establecer un doble sistema jurídico, la sharía para los musulmanes y la Ley para el resto; y en algunos casos ya se da de facto.
– A partir del 20% provocan violencia organizada, se producen quemas de templos de otras religiones, y tratan de organizar milicias armadas.
– A partir del 60% comienzan las persecuciones religiosas contra los que consideran infieles, e intentan implantar la sharía como la Ley básica.
– A partir del 80% intentan, incluso por la violencia, implantar la religión musulmana y la sharía, desplazando al resto”.
“Los musulmanes que viven en Europa tratan de crear, siguiendo las teorías de la multicultura, una sociedad paralela, con sus propias leyes y reglas, aspirando a la legalización de la poligamia o su tolerancia. Dirigentes y organizaciones musulmanas no niegan que su interés es islamizar Europa, ante la permisividad europea. Como ellos mismos han pronosticado, os ganaremos con vuestras leyes, pero os gobernaremos con las nuestras. No ven la democracia como un fin, sino como un medio para instaurar otro sistema político. Es un procedimiento muy similar, o igual, al empleado por el comunismo internacional para subvertir los Estados democráticos del mundo, para una vez instaurados en el poder aniquilar la democracia (…) Determinadas organizaciones islámicas intentan crear sociedades pa-ralelas musulmanas en Europa, para preservar la identidad musulmana frente a las costumbres decadentes de Occidente”.
A juicio de Fontenla Ballesta, “la radicalización constante de la población musulmana puede más o menos controlarse con un Estado de Derecho fuerte y eficaz. Ante el fundamentalismo islámico, el relativismo tiene todas las de perder. Pero hoy en día, relativismo e islamismo caminan juntos. Esta falta de eficacia europea contrasta con el modelo norteamericano. Éste se ha demostrado más eficaz, y proporciona a los musulmanes la posibilidad de integrarse de verdad en la sociedad y progresar en ella. Mientras que Europa promueve la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión, el derecho de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en privado (Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo 18), las mezquitas y centros islámicos europeos son lugares en los que se predica la superioridad del islam, como única religión verdadera, frente a la decadente cultura occidental, que es permisiva con otras religiones no por liberalismo sino porque duda que la suya (cristianismo) sea la religión verdadera”.