Referéndum
en toda España para sanarla del cáncer que la corroe
Señores: si hay que amputar, cuanto antes mejor.
6 de octubre de 2017
ELmanifiesto
MARÍA ELVIRA ROCA BAREA
Los que hicimos la EGB no hemos conocido otra cosa que esta
democracia perpetuamente bastardeada y debilitada por el cáncer nacionalista.
Es un secuestro demasiado largo cuyo hartazgo pide también un referéndum de
autodeterminación. Porque también los españoles tenemos ese derecho. Pues sí.
Ese referéndum de Puigdemont se debe celebrar, pero no solo en Cataluña sino
también en el resto de España y debe ser vinculante. Quiere decirse que a la
pregunta «¿Quiere usted que Cataluña sea independiente de España?», debemos
responder los españoles en todas las provincias del territorio nacional. Y si
la respuesta es afirmativa en la mayoría de ellas, Cataluña debe ser declarada
independiente por los españoles, sea cual sea el resultado en las cuatro
provincias catalanas. Porque también los de El Borge (mi pueblo), los de
Villanueva de la Serena y Alcañiz tenemos derecho a decidir si queremos tener
el mismo pasaporte que un Puigdemont o un Rufián, the Pujol Family y demás
próceres del independentismo. Permítaseme convertirme también en uno de estos
próceres para defender la independencia de los españoles.
Señores: si hay que amputar, cuanto antes mejor. No hay
ningún deber sagrado ni ninguna culpa histórica, ningún pecado original en el
hecho de ser españoles que nos obligue a soportar esto. Unos con la tontería de
que la patria es sagrada y para mantenerla unida es necesario conceder lo que
sea, aceptar lo que sea. Y otros porque como lo guay es lo que no es español
aunque ellos lo sean, procuran que no se les note mucho el estigma, el cual se
disimula transigiendo con lo intransigible, para que te acepten los más guapos.
Y por supuesto, ¡por Dios!, que no nos acuse nadie de españolistas, que esto es
mentar la bicha en casa del gitano. Aquí se puede ser catalanista con orgullo,
pero españolista no.
Debemos y tenemos que querer liberarnos de esta enfermedad.
Y después ponernos con ilusión a mejorar este país, porque somos muchos, muchos
millones y llevamos ya varias décadas desconociéndonos. Antes de que esto
empezara nos gustábamos y nos caíamos muy bien, los de Oviedo y los de
Albacete, los de Almería y los de Teruel, los de León y los de Canarias.
Tenemos que recuperar el espacio público para los españoles, que somos la
mayoría de los habitantes de estas tierras y vivimos en la semiclandestinidad
desde hace años. Urge despejar la atmósfera de esta niebla, y después quedar a
tomar unas cañas para celebrarlo y para volver a tomar contacto, como los
parientes que no se ven en mucho tiempo. Somos nosotros los que tenemos que
decidir si queremos que Cataluña siga siendo española, no ellos. Porque, por
pura lógica, sobre el hecho de ser español deben tener algo que decir también
los propios españoles, si tienen derecho los que no quieren serlo.
Eso dicen, pero no es verdad. De aquí no se van ni con agua
caliente. Sólo están ideando una forma más perfecta de extorsión. ¿O es que
alguien se ha tomado en serio esta pantomima catalana? ¿A dónde van a ir que
puedan seguir gozando de tantos privilegios? El no querer ser español se ha
transformado en un negocio tan rentable que esos señoritos nacionalistas no van
a renunciar a él.Se dirá que hay españoles en Cataluña. Es cierto, pero quedan
pocos. Hay holgadamente hoy más de un 40% de población que no quiere ser
española. Y no quiere serlo de manera beligerante y combativa, despreciativa y
xenófoba. Frente a eso lo que hay es otro grupo que supera también el 40% al
que el asunto le da bastante igual y no se ha tomado ni se toma siquiera la
molestia de defender la lengua común, que es la que ellos hablan todos los
días. No les importa mucho y eso hay que respetarlo. Pero si a ellos no les
preocupa mayormente defender su nacionalidad, difícilmente podemos hacerlo los
demás. Queda sin duda un pequeño grupo de irreductibles que resiste ahora y
siempre, y lo lleva haciendo mucho tiempo. En solitario y sin el amparo de un
Estado que tiene toda la culpa de la situación en que estamos. Hay que
prepararse para acoger a los catalanes que no quieran renunciar a su
nacionalidad, con generosidad sin medida. Muchos habrá que quieran reintegrarse
al territorio nacional. A su casa vienen. Desde luego que será penoso para
ellos, pero pasarán de ser ciudadanos de segunda a ser ciudadanos de primera.
Donde comen tres, comen cuatro. Hay muchas provincias despobladas. Bienvenido
sea el chute demográfico.
Si no lo evitamos, la crisis de octubre va a conducir a más
de lo mismo y ya lo ha anunciado Rajoy: más dinero para Cataluña y una reforma
constitucional a la carta. Y ese dinero, si siendo española se me permite
preguntar, ¿de quién es? Porque no sale del bolsillo del señor Rajoy ni crece
en los árboles espontáneamente. Habría que preguntarse por qué no tienen
derecho a él los murcianos, los aragoneses o los castellanos. Esta crisis se va
a cerrar en falso con otro gigantesco latrocinio del que vamos a ser víctimas
los españoles una vez más, a favor de los que dicen que no quieren serlo; de
los que dicen que, como no se sienten cómodos siendo españoles, necesitan un
cojín más blando que los demás.
El Gobierno, dice que de España, le ha soltado recientemente
4.000 millones de propina a la comunidad vasca para que sigan siendo españoles
sin protestar una temporadita, que será corta necesariamente. Y en este momento
negocia con ellos, con su correspondiente puesta en escena de tiras y aflojas,
la cesión de la Seguridad Social, que es la única presencia que le queda al
Estado en el territorio. Así se compra el apoyo parlamentario. Con nuestro
dinero. Y de esta situación, usted, español que lee este artículo, y yo que lo
escribo, tenemos toda la culpa, porque hemos consentido y hemos callado y hemos
aceptado. La culpa más triste y deshonrosa de todas las culpas: la que
convierte a las víctimas de los abusos en cómplices de los abusones. Hace mucho
que nos pillaron el tranquillo y saben que los españoles tenemos espíritu de
parias y que vamos a permitir, como bueyes capados, que se nos cuelguen del
cuello todas las sanguijuelas que quieran venir a sentar privilegios en esta
masa lanar.Le he oído decir al presidente de una autonomía del PP o su
vecindario que su objetivo era el “amejoramiento del fuero”. Pero, ¿de qué
caverna feudal ha salido eso? Estamos en una democracia en el siglo XXI. ¿O no?
Así las cosas, debemos los malagueños luchar por el “amejoramiento” de la Lex
Flavia Malacitana, que concede grandes dosis de autonomía y que en punto a
antigüedad y derechos históricos sobrepasa todas las que tienen ahora
reconocida la denominación de origen feudal.Pero el problema no está en
Cataluña ni lo ha estado nunca. Vive, crece y ha prosperado siempre en Madrid.
Todos los inquilinos de la Moncloa han pagado el alquiler, en perfecto y
virtuoso ramillete, con el consentimiento, previo pago siempre, de las
oligarquías nacionalistas. Y han comprado sus mandatos socavando el vínculo de
solidaridad que debe unir a las naciones y concediendo a unas regiones privilegios
que a otras se le niegan. Vamos a decirlo claramente: el nacionalismo nos roba
a calzón quitado y desde hace mucho. No tiene otro origen las desigualdades
territoriales que España presenta desde hace siglos. Esto, con la convicción de
que los españoles se dejarán hacer, porque a fin de cuentas, ¿hay algo que,
como se dice ahora, le ponga más a un español que servir para la alegría y el
bienestar de quien le desprecia?
El asunto es viejo y conocido por todos, propios y extraños.
Lo cuenta Stendhal con mucha ironía: “Cabe señalar que en Barcelona predican la
virtud más pura, el beneficio general y que a la vez quieren tener un
privilegio: una contradicción divertida... Estos señores quieren leyes justas,
a excepción de la ley de aduana, que se debe hacer a su gusto. Los catalanes
piden que todo español que hace uso de telas de algodón pague cuatro francos al
año, por el solo hecho de existir Cataluña. Por ejemplo, es necesario que el
español de Granada, de La Coruña o de Málaga no compre productos británicos de
algodón que son excelentes y que cuestan un franco la unidad, pero que utilice
los productos de algodón de Cataluña, muy inferiores, y que cuestan tres
francos la unidad. Dicen [...] que están hartos de los privilegios de la clase
una clase noble que no tienen, pero quieren seguir disfrutando de los
privilegios comerciales que con su influencia lograron extorsionar hace tiempo
a la monarquía absoluta” (Memorias de un turista, 1838). De lo mismo se queja
Antonio Machado: “La cuestión de Cataluña, sobre todo, es muy desagradable. En
esto no me doy por sorprendido, porque el mismo día que supe del golpe de mano
de los catalanes, lo dije: los catalanes no nos han ayudado a traer la
República, pero ellos serán los que se la llevan. Y en efecto, contra esta República,
donde no faltan hombres de buena fe, milita Cataluña”. Creo, con don Miguel de
Unamuno, que el Estatuto es, en lo referente a Hacienda, un verdadero atraco, y
en lo tocante a enseñanza algo verdaderamente intolerable” (Carta a Pilar
Valderrama, 2 de junio de 1932).
Esta es la verdadera ley que ha regido España en los 40 años
de democracia, ley no escrita, como todas las que son verdaderamente
importantes, y en consecuencia obedecida sin chistar, que viene del franquismo
y que el franquismo heredó de los anteriores. Esa es la verdadera Constitución
de España, estable y silenciosa como el humus de la tierra, la que dice que los
que no quieren ser españoles son mejores que quienes lo son y que tienen
derecho a privilegios que los españoles debemos consentir con gratitud, para
que acepten rozarse con nosotros las razas superiores. Esto es lo que hay. Y lo
que viene es más de lo mismo y no se nos cae la cara de vergüenza de pensar que
vamos a dejar esta herencia a nuestros hijos.A ver si nos colocamos en la
perspectiva correcta. El gobierno no nos sacará de este atolladero, porque el
gobierno es parte del problema. En todo caso, nosotros, los españoles,
sacaremos al gobierno y a nosotros mismos de esta indignidad, de esta
desigualdad consentida que está socavando las bases de nuestra convivencia y de
nuestro país. No se engañe ni el de derechas ni el de izquierdas. Las siglas de
su elección no van a resolver esta situación de desigualdad manifiesta que PSOE
y PP han contribuido a crear con absoluta irresponsabilidad. Nuestros
gobernantes viven en una realidad paralela y no ven más allá de lo que les
permite sostenerse en el despacho un año más. Hay que reconocer que el único
político que ha habido en España con visión de futuro en décadas ha sido Jordi Pujol,
que a principios de los ochenta empezó a sembrar la cosecha que se está
recogiendo ahora. Con claridad lo vio y lo denunció en 1981 D. Josep
Tarradellas en una carta a La Vanguardia (16 de abril de 1981). Leída hoy
produce estremecimiento porque parece una profecía.
El andaluz es la versión de celtíbero más abundante en este
país. El flequillo identitario debe estorbarle mucho la visibilidad a
Puigdemont y cia si cree que los andaluces vamos a tolerar una reforma
constitucional ad hoc para Cataluña. Andalucía ha descabalgado por dos veces el
proyecto de la España asimétrica y lo hará por tercera vez. Conviene a Dª
Susana Díaz irse poniendo las pilas porque tiene tarea, y de las serias,
después del pseudoreferendum, que es verdaderamente cuando empieza lo bueno.
Pero esta vez, no barriendo sólo para la casa chica, o sea para Andalucía, sino
a favor de la reconstrucción de la casa grande. Hay que contar con extremeños,
castellanos, manchegos, aragoneses, santanderinos, asturianos, riojanos,
murcianos, canarios... Tenemos que acudir todos juntos al rescate de nosotros
mismos porque estamos como cuando la invasión francesa: en una situación de
emergencia nacional y con una clase dirigente incapaz de hacer frente a la
situación. Es más, cómplice y culpable de ella. Lo que tenemos por delante es
más cesión, más latrocinio, más apaciguamiento y más chantaje, y como
consecuencia unan brecha cada vez más honda de enconos y rencores entre los
españoles de un territorio y otro. De eso se alimenta el nacionalismo.
Tiene España 46.700.000 millones de habitantes, según censo
de 2016. Si descontamos los territorios que ya están comidos por el
nacionalismo (Cataluña con 7.500.000 habitantes y el País Vasco con 2.100.000),
en España debemos quedar entre 37.600.000 y 25.900.000 españoles. Sale esta
horquilla de considerar que hay territorios en proceso de conquista
nacionalista, como las Baleares y Valencia, Navarra y Galicia. Pero aquí la
partida no está perdida todavía. Quizás en Baleares, sí. En resumen, somos
indiscutiblemente como mínimo más de 26.000.000 de españoles en busca de autor.
Es una ocasión pintiparada para un político con agallas. Qué pena que Felipe
González no tenga ahora 40 años.Es posible que no quede en España coraje
democrático para alzarse contra esta situación enquistada ya por siglos. Si la
hubiera, somos nosotros los españoles los que deberíamos impulsar una reforma
constitucional que acabara con los estatutos a la carta, los fueros y las leyes
a capricho de los señoritos nacionalistas. Simplemente un Estatuto Único para
todos los territorios. No se puede seguir desmontando el Estado a trocitos para
irlo entregando a una minoría (insisto: es una minoría) que amenaza con
destruir al país entero.
La ventaja que ser español tiene sobre el nacionalismo es
que España no es una nación en realidad, es una vocación. Ser español cuesta un
trabajo horroroso, y luego, claro está, tiene una gracia enorme esa gente
descabellada que se empeña en ser de los malos (los españoles siempre son
malos) cueste lo que cueste. Normalmente el español decide serlo en la edad
adulta y de manera reflexiva. Luego viene la acusación de que querer ser
español y tener un Estado que lo represente es resultado del nacionalismo
español. Pues muy bien, no se ve por qué va a tener derecho a la lepra todo el
mundo, menos nosotros. Pero a lo que va escrito cuesta mucho colgarle el odioso
apelativo, porque no se olvide que lo que aquí se pide es un referéndum de
autodeterminación.
El nacionalismo es una tendencia perversa que prospera sólo
en la división, generando un enemigo y cultivándolo con esmero. No sirve de
nada el apaciguamiento y el pacto. Es insaciable y contamina. Y la prueba está
en cómo ha ido avanzando por provincias en las que hace 20 años no existía.
Prospera porque alimenta lo peor del ser humano. Es tan simple como dividir el
mundo en buenos y malos y señalar con el dedo a los malos. Todo lo demás es
ganancia. Es un populismo geográfico, y se nutre exactamente del mismo modo:
promoviendo descontento. Su propio mecanismo interno repele la inteligencia y
la decencia, y por eso agrupa con facilidad a todos los que desean prosperar y
destacar y tocar poder y no saben cómo hacerlo de forma constructiva.No hay que
tener ningún miedo pero hay ponerse al curro ya. España ha sobrevivido en
razonables condiciones a uno de los procesos históricos más duros que se pueda
atravesar: el desmembramiento de un imperio. Perdió una guerra contra los
Estados Unidos pero pagó todas sus deudas. Padeció los embates del
totalitarismo como toda Europa pero se reconstruyó sola, con el esfuerzo
formidable de varias generaciones a las que los que hicimos la EGB no hemos
dado las gracias todavía. Y vamos a salir de esta, naturalmente, pero no sin el
esfuerzo de Vd. y de todos los que por encima de cualquier ideología pensamos
que España es el nombre de un proyecto de vida común por el que merece la pena
luchar.María Elvira Roca Barea es autora de Imperiofobia y leyenda negra: Roma,
Rusia, Estados Unidos y el Imperio español (Siruela, 2016)