Súbditos
por vocación.
Algo más del 55 por ciento de lo que un español gana con
su trabajo se le detrae en forma de tasas e impuestos sin explicarle cómo y por
qué y sin consultarle ni someterse a compromisos preelectorales. Hacia el año
1600, la fiscalidad correspondía en primer lugar a la Iglesia, otra parte se la
llevaba el señor local y, por fin, los súbditos estaban sometidos a la Corona.
El pueblo no podía librarse de los impuestos y la obediencia y no era tenido en
cuenta en sus reivindicaciones, salvo excepción.
En el año 2012 ocurre prácticamente lo mismo, con
variantes. La masa de eclesiásticos es ahora la pléyade de políticos, los
señores se llaman comunidades autónomas, y el rey a la antigua ahora es el
Estado. Pero hay una diferencia sustancial: el ejercicio del voto permite no
depender de un destino inexorable. La experiencia cotidiana muestra que, tras
cuatro siglos, el pueblo huye de la condición de ciudadano y busca ser súbdito.
Y como dijo Campanella (1568-1639) , el autor de La Cittá del Sole, en 1601, «si se le dice al
pueblo que se somete innecesariamente,
se rebelará contra quien se lo diga, lo derribará y hasta lo matará». Y
eso lo saben perfectamente los nuevos señores.
FRANCISCO ABAD ALEGRÍA.
SAN MATEO DE
GÁLLEGO (ZARAGOZA)
(XLSEMANAL 1305 28 Oct-3 Nov; Magazine)