DISGRESIÓN SOBRE SOCIEDADES INTERMEDIAS
1. COMUNIDAD SOCIAL
INTERMEDIA
Para
empezar de una manera impresionante vamos a partir de que el hombre es un
animal social, político incluso, cuya naturaleza esencial se realiza del modo
más pleno en una sociedad democrática en cuya vida política se dé una amplia y
vigorosa participación. La sociedad humana está creada para la plenitud, para
la felicidad de todos los miembros y no para el consenso de unos pocos.
De una manera más
concreta nos referiremos a una sociedad de carácter intermedio como es la
sociedad municipal abulense de la que evidentemente podemos afirmar no realiza,
ni de lejos, de modo pleno la naturaleza esencial del hombre, ni está creada
para la plenitud y felicidad de los abulenses aunque si efectivamente para el
consenso de unos pocos; además de que solo se podría adjuntar el calificativo
de sociedad democrática de una manera muy dudosa y sin embargo se podría
afirmar con toda seguridad que se da en
ella una débil y anémica participación.
Si
las cosas son de esta forma ¿Cuales serían las condiciones para un
correcto funcionamiento de una sociedad
intermedia como es la sociedad municipal?
Las
condiciones esenciales son:
a)
Que, dentro de su ámbito social,
gocen de la máxima libertad para el logro de sus fines específicos, evitando «la intrusión de una institución como es
el Estado político en zonas
de influencia que corresponden a otras instituciones».
Se podría pensar que lo
local, el ayuntamiento, el cabildo, la diputación y otros organismos locales,
son algo diferente de ese monstruo frío y total que es el estado, pero no es
así exactamente, la regulación local viene impuesta hoy día desde arriba, con
ligeros recuerdos de prácticas de antaño pero nada más. Resumiendo con brevedad
el ayuntamiento actual es el último y
despreciado apéndice del omnipresente estado, delegado hoy día en ese moderno
aspirante a estado que es la autonomía.
b) Autarquía, precisa
para que el gobierno de las asociaciones intermedias
se quede en manos de sus propios representantes, no en las de tecnócratas, ni de teóricos, ni tampoco «en manos políticas,
abstractas y despersonalizadas».
Hoy
día la sociedad municipal en sus gobernantes y representantes está en manos de
partidos políticos, cuyos ediles impuestos en cónclaves secretos son unas veces autóctonos y otras foráneos.
Municipio de Ávila está regulado por una ley de bases que apenas permite su
autonomía, con una praxis administrativa, jurídica y económica llena de
condicionamientos por el estado y la
Junta de Castilla y León,
que apenas da de si una
autogestión anémica tamizada por una
ideología partidaria imperante, que
independiente de su tendencia es casi siempre estatalista y dependiente de las cúpulas
madrileñas, que apenas ve en el municipio algo más que el último apéndice de la
administración central, compromete
seriamente su autodefensa como organismo autónomo autogestionado.
c) En la costumbre,
en los usos tradicionales de un pueblo y en los innumerables medios de
adaptación con que los seres humanos demuestran ser dueños de su destino de
forma que los gobiernos no pueden ni siquiera comprender. La libertad se mantiene «en la medida en que
es posible proteger de la
interferencia del gobierno y de la legislatura, a un sector de la sociedad que se gobierna por medio de lo
espontáneo, de lo sancionado
por la costumbre y sancionado por la tradición»; pues
costumbres y tradición «constituyen la verdadera esencia de la moralidad y, por lo tanto, de la resistencia a la
opresión y a la corrupción».
.
Entre
las condiciones externas para el buen funcionamiento de una sociedad
intermedia como la municipal y para la
consecuente defensa de las libertades figura en primer lugar el
mandato imperativo, «El concejal no irá a disputar al Ayuntamiento, sino a pedir y votar lo que le manden los que le hayan designado. Y ha de jurar no recibir honores ni merced alguna
durante el cargo.»
En la práctica el mandato imperativo constituye un
elemento de contención del poder, sobre todo en el terreno económico, pero no
tanto por esas funciones
limitativas como por los contrapoderes que
representa, esto es el conjunto de vecinos independientes del poder público».
Sería ocioso decir
que el derecho político moderno no contempla desde la Revolución Francesa
más que un etéreo y vaporoso mandato representativo que no compromete prácticamente
en nada a los representantes elegidos; lo que permite como práctica normal el
incumplimiento de las promesas electorales, en las que nadie cree ya seriamente.
No existe el mandato imperativo es decir que el concejal no tiene que pedir y
votar lo que le manden; reconociendo por otra parte que los votantes no le
piden nada puesto que lo único que han hecho es votar por un partido, que ha
colocado el orden de sus candidatos sin contar para nada con el votante, es
decir ni siquiera listas abiertas. Maravillas del individualismo moderno
2 EL DERECHO A
PARTICIPAR Y SISTEMAS REPRESENTATIVOS
Los actuales ayuntamientos como sociedades intermedias que son adolecen,
de insuficiencias gravísimas tanto esenciales como externas para un
funcionamiento acorde con la defensa de las libertades. En tales condiciones se
debe abordar en que queda el derecho a participar y en que consiste la
representación del ciudadano vecino
De una manera muy somera se
pueden reducirse a uno el sistema de democracia liberal moderna que invoca la soberanía popular: la
elección de representantes, entre los propuestos por los diversos partidos
políticos, que compiten entre sí para
ostentar temporalmente la representación popular.
Hoy,
consolidada la partitocracia, «la
soberanía popular se ejerce optando entre
oligarquías»
En el caso abulense
para más inri los partidos ni siquiera son autóctonos sino más bien obedientes
a la voz de su amo situada en Madrid .
A los ciudadanos
en los pueblos democráticos, «se les hace alternativamente
los juguetes del soberano y sus amos, más que reyes y menos
que hombres». O, según dijo Costa de los liberales españoles de su tiempo:
«Piensan que el pueblo ya es rey y soberano porque han puesto en sus manos la
papeleta electoral: no lo creáis, mientras no
se reconozca además al individuo y a la familia la libertad civil y al conjunto de individuos y de
familias el derecho complementario de esa libertad, el derecho de
estatuir en forma de costumbres, aquella soberanía es un sarcasmo, representa el derecho de darse
periódicamente un amo que le
dicte la ley, que le imponga su
voluntad.
Para ser candidato y así elegido, la mejor cualidad es
pertenecer a la cofradía de quienes gobiernan, y sobre todo
poseer la habilidad de saber hacer las
elecciones, o sea asegurar al gobierno un
diputado que se avenga a entrar dócilmente en el servum pecus de la mayoría parlamentaria».
Las redes clientelares , enchufísticas y
favorísticas asfixian literalmente la ciudad de Ávila y su provincia, y la sola
idea de encabezar una lista verdaderamente independiente da terror, horror y
pavor a los ciudadanos del común, por pequeña y ridícula que sea su fuerza
electoral.
El poder representa a la sociedad política en cuanto ésta
constituye una unidad; la sociedad se representa ante el poder
en cuanto multiplicidad, es decir, en la pluralidad
de los grupos y ciudadanos que la componen y las diversas
aspiraciones de sus miembros, con sus diversos intereses y
opiniones: reales en la representación corporativa, predominantemente
ideológicas en el régimen de partidos. Cuando el poder es asumido
por la asamblea representativa, se confunden la representación por
el poder y la representación ante el poder, lo que
implica a su vez la confusión entre representación y poder político.
La
representación de la sociedad en el poder, conduce al gobierno
representativo, característico de las sociedades organizadas, cuyos
órganos representativos colaboran con el poder en el gobierno. Esa
colaboración tiene diversos módulos y se efectúa de diversos modos,
que oscilan de lo meramente consultivo hasta la participación
en el poder.
La sociedad vecinal
abulense no es consultada para nada, aunque no deja de haber todo un conjunto
de disposiciones que en teoría se lo permiten tanto en la Constitución
Española:
Art 9.2 facilitar participación
ciudadana
Art 23.1 participación directa ciudadana
en asuntos públicos
Art 93.2 Competencia Autonomías sobre
consultas populares
140CE (elección y revocación
alcalde-recall-)
149.1.1 derecho participación
149.1.32 consultas populares (estatales,
municipales autonómicas, comarcas, mancomunidades de municipios, juntas
municipales de distrito…)
Como la
Ley de Bases de Régimen Local ( Art 71 Referéndum municipal).
Ciertamente que todas estas posibilidades, lejos de la libre disposición de los
vecinos, están controladas por el gobierno de la nación; pero el estado de
indiferencia y sumisión es tal que nunca se han usado las virtualidades
contenidas en tales disposiciones. Demasiadas veces se atribuye un abuso de
autoridad al partido o coalición de partidos gobernante, pero pocas veces se
recuerda las posibilidades de voz que tiene reconocido el pueblo, y también de
la responsabilidad que tiene el o los partidos de la oposición de instigar la
expresión de la voz popular. La culpa hay que dividirla en varias partes
Y desde luego Don Juan pueblo después
del día de las elecciones no participa en el poder ni poco ni mucho.
El gobierno representativo se esfuma cuando la
representación se
apoya abstractamente en el pueblo soberano, confundiéndose la representación y el ejercicio del poder en el
órgano representativo. Así, ocurre, a
partir de la Revolución
francesa, casi sin excepción en los regímenes denominados democráticos. «Una representación abstracta, que concretamente no
representa nada, y en que la amplitud del mandato o delegación recibida
por cada diputado desvanece la relación entre
su propia voluntad y la voluntad del cuerpo
electoral.
El diputado «no representa
a los electores, como ocurría en tiempos del mandato imperativo,
sino a la propia nación, y la voluntad nacional se
corporifica en la voluntad de sus presentantes». Cuyos
miembros no quedan ligados bajo mandato imperativo con los sectores naturales del
pueblo dotados de vitalidad propia. En esos casos, esta mínima participación por el sufragio se agota con la emisión del
voto.
Básicamente el pueblo sabe muy bien en
el fondo que con la democracia de diez minutos cada cuatro años, el poder no
está en sus manos; lo demás es irse por las ramas. Y eso justamente no lo va
decir ningún partido convencional.
La verdadera participación, es una interacción entre lo múltiple y lo uno. Una interacción que confiere a la multiplicidad un cierto sentido
de unidad funcional superior. No hay, si lo múltiple desaparece absorbido en la unidad superior.
En palabras más
claras la vecindad abulense desaparece en su multiplicidad de asociaciones y
necesidades varias en el reducido juego de intereses, pactos, enjuagues y
componendas de los partidos políticos que acuden a los plenos.
La participación real desaparece sustituida
por una pseudo-participación
que se limita a discutir en una asamblea y, al final, a emitir, un voto para afirmar una pretendida «voluntad
colectiva», o simplemente para designar
uno o varios representantes comunes, ya sea con
mandato imperativo o bien sin él.
Es preciso concluir
que en la actual sistema parlamentario
–lo de democrático es una injustificada extensión- la participación no es más
una ceremonia para testimoniar la adhesión momentánea a un partido; breve
ceremonia de escasos minutos a realizar cada cuatro años probablemente para elegir “a los de siempre”.
De hecho apenas le queda al ciudadano
vecino más que un vago derecho a informarse, que regoge el título VII del REAL
DECRETO 28-11-1986, núm. 2568/1986, Aprueba
el Reglamento de organización, funcionamiento y régimen jurídico; veránse aquí
las amplios derechos reconocidos a los vecinos que hasta para obtener
información dependen de la discrecionalidad del alcalde.
La
verdadera participación, como armonía de lo múltiple con lo uno, requiere diversidad de competencias en la unidad
superior y de cada elemento de la pluralidad.
Competencia que de modo natural es determinada dinámicamente por el llamado principio
de subsidiariedad, que va fijando la competencia que corresponda a
cada asociación más amplia para suplir o complementar lo que sus elementos integrantes no puedan realizar.
El
mayor error consiste, confundiendo los términos, en querer que participen todos
en todo, en lugar de participar actuando cada cual
en su propia esfera de competencia.
Finalmente,
se llega a la fase de confusión de gobierno y representación,
con el fortalecimiento del ejecutivo y el caos parlamentario, vuelve
a intentar aquél que la autoridad repela la representación; o, tal
vez, más aún, trata de que una manipulada representación facilite
la mayoría parlamentaria al partido que detenta las palancas de mando
del mismo ejecutivo.
El simulacro teatral es
total, electores que no ejercen su función de mandar, representantes de ninguna
función mandada, y espejismo ilusorio de realización de ambas vacuidades a la
vez. Acabada la representación teatral el cuerpo electoral no tiene ya nada más
que elegir, en realidad no ha elegido nada relativo a sus verdaderos intereses,
sino una especie señuelo electoral en general fantasiosos más o menos atractivo
por sus etiquetas y rótulos que venden con mayor o peor fortuna a la masa electoral;
invento o fábula, según los casos, que ni siquiera hacen los partidos sino más
bien sus cúpulas., y si obedecer sin rechistar a sus denominados representantes
que con un truco consentido pretenden llevar a cabo sus manejos diciendo que
eso es lo que ha elegido el pueblo, en torpe confusión de elección con
sugestión.
3 LIBERTAD Y PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD
De una sociedad
intermedia con escasísimas condiciones para preservar la libertad, con un
sistema electoral que anula la participación efectiva, cabe aun preguntarse que
residuo de libertad le queda.
"La ignorancia y consiguiente no
aplicación del principio
de subsidiariedad y en menor medida su imperfecta aplicación, son sinónimos de
modo proporcional al aplastamiento del hombre y de la sociedad por parte de la autoridad, sea
ésta el padre de familia o la
autoridad civil. Si lo anterior acontece y en la medida en que acontezca, significa que una tal sociedad esta regida por la fuerza física impuesta a los hombres como norma ordinaria de gobierno antes que por normas de razón, pues
la violencia es la única
fuerza que puede, aunque no indefinidamente,
aplastar a la razón que brota con potencia irresistible de la naturaleza
humana para gobernar a los hombres y a los pueblos, la que
reclama libertad para actuar y lograr su plenitud."
Naturalmente
hay toda una corriente de opinión, con abundantes medios a su disposición que
limita el dicterio de democracia, a depositar un voto cada cuatro años en una
urna en listas cerradas en las que no ha intervenido en absoluto en su
confección. Se hablará incluso del gran avance que supone eso con relación a la
anterior dictadura, cuya diferencia básica es que antes había un solo partido y
ahora dos partidos del mismo sistema. Obviamente poco o nada tiene de
democracia tal sistema, si atendemos al significado etimológico de la palabra:
poder del pueblo. El pueblo manda poco o nada, el parlamento o asamblea si
decide; por tanto se debería hablar de un régimen parlamentario, no de una
democracia. Claro que al ser los partidos parlamentarios quienes parten el
bacalao, sería mucho más correcta la denominación de partitocracia.
Destruir
esa participación y violar así el principio de subsidiariedad, implicaría la
muerte de la libertad de pensar, base del uso de todas las demás libertades,
que asumirían unas pocas mentes, que con "cultura de
confección" mal alimentarían a una masa maleable y
manipulable.
Así se realiza el
fenómeno que se ha denominado "masificación dirigida".
De una manera más se podía hablar de rebaño de borregos
sumisos o borreguez sumisa.
Un dato bastante conocido en los medios de
comunicación es que el 93 % del personal dirige sus reacciones marcados
claramente por las informaciones y sugestiones de los medios, y ahí no hay nada
que rascar. Ahora bien queda un 7% que se
informa y decide en función de criterios distintos: boca a oído,
conferencias, Internet, cartas personales, aperitivos de caña y vermut, y otras
que no necesariamente coinciden con la
propagante asfixiante y brutalizante de una campaña electoral habitual.
"En todas las democracias, las elecciones llamadas
por sufragio directo, salvo excepciones sin
importancia, son siempre elecciones de segundo grado; el primer grado lo constituye la elección secreta
de los partidos, y el segundo, la elección pública de los
diputados por los electores. Pero, los electores no eligen a quien
quieren, sino a quien pueden, y su elección
tiene que limitarse al reducido margen de selección que da la lista de los candidatos", siendo así que "el
primer grado de la elección se hace por gente parcial e irresponsable". "Todos sabemos a qué descrédito
ha llevado este sistema a los Parlamentos. En lugar de estas prácticas espurias
e insinceras —propone—, el Estado
moderno limitará la función del elector al área de su observación directa, es decir, al distrito municipal." Así: "Los concejales formarían el cuerpo electoral
para la diputación regional, y los
diputados regionales elegirían el Parlamento, que, a su vez, elegiría el Gobierno."
Lo cierto es que, tanto con dictaduras como con
democracias de sufragio directo ocurre que la libertad política y la libertad
civil, y con ellas, la misma libertad de pensar, han ido
mutilándose a medida que han ido siendo asumidas por el Estado
aquellas funciones y atribuciones que orgánicamente competen a la
pluralidad de asociaciones humanas.
Lo que parece estar en juego siempre en las elecciones,
es un programa optimista bien repleto de cifras y declaraciones altisonantes,
muy importantes para el que tiene serias probabilidades de ganar; a la
oposición le basta corregir al alza ligeramente las cifras. Todos los puntos de
un programa – con cifras o sin ellas- son en buena medida subjetivos, de ahí
las tendencias y orientaciones; no hay ningún programa que no las tenga. Lo
curioso es que estas cifras que la final se traducen en cifras monetarias no
salen de los arcas de los partidos, sino que
se la van a sacar al sumiso pueblo que vota. Ante surge la pregunta ¿y
no sabrá la ciudadanía, el vecindario o cada Juan particular mejor que nadie lo
que quiero hacer con el dinero de su bolsillo?
Otra cosa distinta es que el gobierno subsidie en la medida que se pueda los cometidos que los superan.
En fin, el principio de
subsidiariedad debe mostrar lo que con el esfuerzo personal o asociado, a través de las
asociaciones intermedias, sean asociaciones
sociales básicas o asociaciones voluntarias, debemos realizar personalmente o en común o asociadamente,
en lugar de pedírselo todo al Estado,
que —repetimos una vez más— nada puede
dar a la sociedad si previamente no se lo ha detraído; ya que cuanto más le pedimos más promovemos e
impulsamos su omnipotencia. Y pidiéndoselo todo nos sometemos a soportar su
totalitarismo.
Ahora
bien, queda en pie otra pregunta: ¿Qué podemos hacer para que se convierta en
realidad esa propuesta u otras semejantes? ¿Cómo podemos lograr algo quienes pensamos así?
¿Tenemos en frente todos los
regímenes del mundo, y no contamos con colaboración alguna de los mass media, dominados por
las corrientes actuales?
Podemos luchar para suscitar y
formar una opinión que, poco a poco, vaya adquiriendo peso, hasta llegar a ser decisiva, si es posible.
Desgraciadamente
identificada la política moderna con los partidos, el ciudadano o vecino de a
pie desconoce que la antigua Comunidad de Villa y Tierra de Ávila se regía por
una asamblea en la participaban todas las familias, es decir por una democracia
directa. Cosa hoy probablemente imposible debido al tamaño de la ciudad.
Igualmente desconoce que existen unos procedimientos, llamados en Suiza
“democracia semidirecta”, que entre otros comprende el referéndum popular en
diversas modalidades, la iniciativa legislativa popular y el derecho de
revocación, rotación de cargos en las asambleas; además de otros que fueron
antaño típicamente españoles, tales como el juicio de residencia. Mediante
estos procedimientos es posible recuperar la representación real del pueblo en
el poder, el sentido del mandato imperativo y el principio de
subsidiariedad.
El pueblo y no los
partidos deben ser el primero y el
último en tomar decisiones a través de esa dos medidas de “democracia
semidirecta” que son la iniciativa legislativa popular y el referéndum
popular.¿ Que es difícil o imposible?, también se pensaba antiguamente que la
esclavitad era una condición natural
inamovible, y locuras extravagantes y revolucionarias las pretensiones
abolicionistas.
El referéndum popular es
un derecho gracias al cual el pueblo suizo tiene mucho menos que otros pueblos la impresión de que los poderes delegados a
sus representantes elegidos se le escapan.
Habida cuenta de que la representación es la mayor parte de los casos no
es tal sino un enrarecido sofisma con el que se trata de
encubrir un teatro de suplantación, no es nada raro que entre los
españoles la sensación de que el poder,
no ya es que se escape de las manos, sino que les es absolutamente ajeno es
rotunda y total.
El derecho de
participación popular denominado “democracia semidirecta”, en cuanto
instrumento de oposición es lo menos que desean los partidos mayoritarios;
precisamente la instauración de ese
mecanismo de “democracia semidirecta” que es el referéndum popular, en
principio bastante más incontrolable por los poderes establecidos que el raro
referéndum reglamentario. En la Confederación
Helvética es tan importante el refrendo popular en cualquiera
de sus niveles que condiciona de manera decisiva el funcionamiento del
ejecutivo; la posibilidad de que la oposición tenga capacidad de movilizar la
opinión ciudadana con vistas a un referéndum en un tema concreto – muy
diferente de los juegos de prestidigitación de una campaña electoral
ordinaria- implica la necesidad de hacer
y rehacer constantemente pactos de gobernación, lo que a menudo redunda en
favor de don Juan pueblo. Porque, esa es otra, a todos los niveles los
gobiernos helvéticos son colegiados, es decir que participan proporcionalmente
a las organizaciones políticas en liza, y no solo eso sino que los cargos son
rotativos, nada estridente desde el momento en que la responsabilidad es
colegial, y la presidencia de los consejos también, habitualmente rotan
anualmente por orden de antigüedad.
El poder político por principio no se controla a si mismo, sino
que pretende más poder todavía; quien fuera un cándido Montesquieu. Por tanto
se impone con evidencia una conclusión meridiana: solo la soberanía social
puede poner un dique y una limitación al
poder electo, el hecho de su elección por un procedimiento democrático no es
ninguna garantía de su honradez. Y no esta mal que cada cargo electo tenga en
cuenta que al final de su mandato le
espera un cotilleo minucioso de su peculio, el antaño llamado juicio de
residencia.
Pero podemos y debemos
hacer más: actividades de acción familiar, empresarial, sindical, municipal, En
esta obra de promoción auxiliar, de
asistencia, de información, de concertación, de coordinación. Para, en
el nivel más en contacto de la realidad,
volver a restaurar las colectividades
locales, las funciones profesionales, mostrando, a la vez, su razón de ser y los resultados que pueden
obtenerse en ese nivel. Hay que
organizar redes de sostén, de protección, de información y de orientación en todas las escalas de la
sociedad.
No estaría nada mal que la
administración local ayudara y alentara a los que se han decidido por este
estilo de enseñanza libre y de excelencia llamada educación en casa, que además
no cuesta un duro al contribuyente. Tal vez podría ayudar a crear preceptores
–que no profesores- que ayudaran en el sentido deseado por esas pocas familias
pioneras que han optado por la libertad de enseñanza –libertad frente al frío
monstruo estatal-; de paso eso podría ser una nueva aunque pequeña ocasión de
empleo para aquellos con vocación más de enseñanza libre y creadora que de funcionatas de la máquina del vacío
estatal. Es posible que algunas mujeres prefieran educar a sus hijos a un
mediocre trabajo por cuenta ajena.
En lo que se refiere a
trabajo instaurar el contrato de “aprendizaje en empleo” en una empresa de
cualquier sector – electricidad, mecánica, informática, construcción, química,
artes gráficas, alimentación, comercio, etc., a la manera de Suiza y Alemania. Este
pacto singular, de duración variable según la dificultad, compromete el patrón
a poner a disposición del aprendiz los talleres y una persona competente que
guíe sus prácticas y una pequeña retribución más o menos discrecional -no
sometida en principio a la
reglamentación laboral-, a cambio el aprendiz se compromete a seguir uno o dos
días cursos organizados por el estado y a trabajar en la empresa el resto de la
semana.
Aquí
la administración local si puede jugar un papel esencial como pionera para
introducir este tipo de contratos. Por número de personal, y dinero en
circulación el ayuntamiento de Ávila es de las primeras sino la primera
corporación – para no usar la denominación de empresa- de la ciudad; sus tareas
administrativas abracan tareas propias del, derecho, la economía, la
fiscalidad, contabilidad e intervención de cuentas, la organización de trabajo,
recursos humanos, la arquitectura, la ingeniería civil, el turismo, la cultura,
las finanzas, el mundo editorial, la mecánica de su parque móvil, la
hidrología, la química, el comercio etc. Ninguna empresa de la ciudad puede ofrecer ni
remotamente tan amplia gama de actividades,
Dado la magnitud
progresivamente creciente el actual desempleo, conviene ir abandonando el
discurso oficial de que aquí a unos meses se empezará a resolver el problema
del paro; discurso reiteradamente desmentido por la tozuda realidad. El número
de parados sin subsidio alguno va a aumentar de manera fatal y trágica, y las posibilidades de subsidio estatal cada
vez menores debido a los problemas insalvables de la deuda pública. Y va ser
entonces el momento de remover recursos, capacidades y talentos inutilizados, a través de dos procedimientos
que han demostrado efectividad: Bancos de tiempo y las Redes de trueque con
dinero alternativo, que ponen en contacto directo al productor y al consumidor,
sin intermediarios y sin recurrir a préstamos bancarios. Esta unión de la
función de productor y consumidor es la única que en situaciones desastrosas
como la actual puede dar respuesta al problema de la ocupación, en el sentido
de la ayuda mutua que debería sustituir a la competencia
estéril, al lucro y a la especulación. Naturalmente que al
poder no le conviene que este sistema prospere y se conozca cabalmente.
La diferencia esencial
entre las monedas alternativas y el dinero oficial es que con las primeras no
se puede especular y, por tanto, no tiene sentido acumularlas; al mismo tiempo
que cuestionan la cruda mercantilización de las relaciones sociales; un ejemplo
a seguir a este respecto es el proyecto SCEC Solidarietà Che cammina implantada
en todas las regiones de Italia, de acuerdo con las pautas de crítica monetaria del profesor Giacinto
Auriti.
Otra modesta propuesta
sería ayudar a los jubilados que voluntariamente lo quieran a montar circuitos
par enseñar los rincones más inéditos y más alejados de circuitos turísticos habituales
de la ciudad a los foráneos, de manera gratuita, amigable y distendida.
La transmisión de la
experiencia de los jubilados a niños y adolescentes, de oficios y trabajos que han sido arrinconados por la
mecanización e informatización de la sociedad y que probablemente desaparecerán
con los actuales jubilados. Organizar periodos de exposición de estas
actividades, coordinarse con escuelas e institutos si es una tarea que cae de
pleno en el ámbito de la administración local.
La vivienda de protección municipal para las familias jóvenes debe
estar subvencionada y ser la primera de una serie de medidas sociales para
favorecer la paternidad y la revitalización de nuestra demografía.
Una cosa tan
elemental como la preferencia nacional parece que hay que recordarla una vez
más La vecindad municipal junto con la nacionalidad española –autóctonos-deben
ser prioritarias a la hora de concederse ayudas sociales, becas y gratuidad en
los libros de texto,
En lo que se refiere a las posibles ofertas de trabajo o viviendas municipales
vale la misma prioridad de que los beneficiarios de estas ofertas deben ser de
preferencia nacional.
Y,
en todo caso, hay que tratar de hacer oír la voz de las sociedades
intermedios, para imponer su respeto y defender su autonomía,
ya sea directamente o, al menos a través de la trama de
los partidos políticos.
E, incluso, se puede intentar la organización de partidos no ídolos
sino defensores de realidades concretas.
Esta es justamente la situación en que se presenta esta
candidatura, independiente pero dentro de las siglas de un partido que propugna
realidades concretas, más fácil que la siempre ardua tarea de cosechar firmas
para una agrupación electoral, solo posible si estuviera previamente sembrada y
esparcida una opinión sobre la auténtica democracia participativa muy distinta
de la democracia formal electiva, pero ampliamente descocida por el personal.
No
debía tenerse miedo a la libertad en
esa empresa restauradora de devolver a la sociedad su propia espontaneidad
asociativa. Esa restauración no habrá de ser obra del Estado -o sus sucedáneos
autonómicos-, sino que éste solamente debería crear las
necesarias condiciones de vida para que la sociedad misma volviera
a realizar sus fines naturales y readquiriera el dinamismo propio
que cristalizara en instituciones adecuadas y eficaces.
Refiriéndose
la libertad a la plenitud de realización del hombre en la sociedad como se
decía al principio, y no a esa libertad en sentido negativo de ausencia de
restricciones, que es la única que se vocea cuando se le añade sistemáticamente
otro vocablo: democracia; equívoco malévolo puesto que de lo que se trata
realmente es de la partitocracia de los regímenes parlamentarios.
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