domingo, 2 de noviembre de 2014

La enfermedad del Ébola

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LA ENFERMEDAD DEL ÉBOLA
Una infección oportunista desencadenada por
la corrompida Organización Mundial de la Salud



El lesula o mono hombre blanco se descubre cuando ya está casi extinguido
NUEVO

SÍNDROME PSÍQUICO-COLECTIVO

A CUENTA DE VIRUS
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El presidente del Grupo de Trabajo sobre la Caza en África, Michael

Hutchins afirmó, en 2001, que cada año se consume un millón

de toneladas de carne de animales salvajes en la cuenca del Congo,

equivalente a cuatro millones de cabezas de ganado. Los cazadores

ganan más dinero con las especies de mayor tamaño y, entre los primates,

con los colubus, pero, a medida que su número decrece, van

tirando contra otras piezas más pequeñas.

En las selvas de Brasil, los monos Aulladores (Allouata), los Lanudos

(Lagothryx) y los capuchinos (Cebu) son regularmente cazados.

En la película colombiana “Soñar no cuesta nada”, se muestran escenas

del 2003 en las que el ejercito de Colombia complementa su dieta

con ellos. En China y otros países de Asia y en México, se toman hasta

sus sesos crudos.

Gastronómicamente se dice un mono destripado, puesto sobre

brasas, se ahuma en dos días y toma un color oscuro muy apetitoso

que anima a comérselo como plato fuerte o en estofado. “Están muy

sabrosos con tomate y una salsa de ajo sobre una cama de arroz” –

pregonaba a voz en grito la vendedora de monos, Marie-Jan, en la

sección de carnes y pescados del mercado al aire libre de Kinshasa,

exponiendo cinco ejemplares perfectamente dorados.

En los Estados Unidos y Europa los restaurantes sirven muchos

miles de kilos de carne de animales salvajes o exóticos fuera de la

carta y a precios elevados, con progresivo aumento de la demanda de

simios por parte de inmigrantes africanos, acostumbrados a comerlos

y curiosos locales que les van imitando.

Se los suministran numerosos mercados que están siendo denunciados,

con poco éxito, por el biólogo Justin Brashares, alegando
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que su venta está prohibida por el Convenio Internacional de Comercio

de Especies Amenazadas (CITES) y que no cumplen controles alimentarios.

Asegura también que causan enfermedades muy infecciosas,

como el Sida y el Ébola, lo que no es cierto, porque los animales, salvajes

o no, se han comido desde hace millones de años y los males

que menciona son promociones modernas de negocios montados sobre

virus, es decir, sinvergonzonadas de la Ciencia extraviada, difundidas

por la O.M.S. sobre masas atemorizadas y profesionales sanitarios

ignorantes de los principios más fundamentales de la verdadera

medicina y de la comprobación diagnóstica.

Comer carne de mono nos repugna a muchos, tal vez por el parecido

de los primates con los seres humanos, que es impactante en el

caso de los lesulas, pero siempre menos fuerte que engullirse al vecino,

a los enemigos del pueblo de al lado o a las víctimas de sacrificios

y todavía quedan caníbales por el mundo y capaces de zamparse a sus

propios muertos, incluso de enfermedades degenerativas, tomarse sus

vísceras en sopas y hacer otras guarradas alimenticias con las que

pillan unos kurus de órdago, equivalentes a los que han dado lugar a la

epidemia de las vacas locas - por lucro de industrias farmacéuticas

que se saltan la sabiduría popular de muchos siglos anteriores y posteriores

al hispano-romano Columela, distribuyendo piensos con basuras

animales, como las que se ponen en muchas vacunas – o a la enfermedad
de Creutzfeldt-Jakob y diversas insuficiencias mentales.
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La enfermedad del Ebola, muy agresiva, es una de las muchas posibles

complicaciones febriles por fracasos inmunitarios que se dan en

zonas de gran acumulación interbiológica ambiental, con calores prolongados

y mucha humedad, donde las expectativas medias de vida

humana son bajas, por desplazamientos de toxinas, expansiones de

gracilicutes (espiroquetas, sohingobacterias, plactobacterias y proteobacterias),

circunstancialmente oportunistas, trasiego de transmisores,

moscas mosquitos, chinches, pulgas, garrapatas piojos y similares y

acción de parásitos abundantes y derivaciones larvaloides, entre las

que el paludismo, con millones de afectados y muertos, es muy provechoso

para muchos traficantes.

Precisamente a costa del paludismo, sin hacer nada para acabar

con su incidencia por su superación orgánica, se han revuelto sus estanques ambientales selváticos en todo el mundo por la Organización

Mundial de la Salud (OMS), fomentando un enorme consumo de insecticidas químicos que destruyen a tábanos y abejas, a tirios y troyanos

y en la Zona Subsahariana han llegado a ser exageradamnte nefastos,

rezumando la permetrina en la leche de las madres en el Congo y, puede

suponerse en los cuerpos de tales madres, padres, abuelos, nietos

y el que pase por la calle. Las resistencias a los medicamentos de sostenimiento palúdico a toro pasado, entre los plamodios y de los mosquitos anofelinos se consideraban particularmente bestiales y pasadas

de rosca en 2012, coincidiendo con el inicio de la actual epidemia de

casos de la enfermedad del Ébola, en focos oportunistas varios, sobre

la que se está llamando la atención mundial, confundida con la supuesta

alarmante localización de un supuesto virus que, si vive no es virus

y si no vive, tiene un enorme parecido con escorias o fondos espiroquéticos, referencia signos 3005 del examen bio-hematológico.
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Treponema pallidum
Entre los gracilicutes grupo espiroquetas, el treponema pallidum

que se desarrolla con la sífilis, la borrelia burgdorfer de la enfermedad

de Lyme, inoculada por garrapatas, la leptospira, del mal de Weil, y

otras muchas poco o nada conocidas de fiebres recurrentes, problemas

intestinales o imprevisibles, tienden a hacer aritos como los que

se le ponen al muy publicitado virus de la enfermedad del ébola.
Borrelia burgdorfer
Tal como avisó el Doctor Prada Pascual en relación con los detergentes,

que están detrás de muchas infecciones hospitalarias de oportunistas,

por permeabilizar recursos inmunitarios del cuerpo humano,

los desinfectantes y los insecticidas industriales químicos pueden dar

paso a que se nos cuelen por los resortes inmunitarios infecciones de

corto alcance y malos hechos, sacadas de contexto, como la enfermedad

del ébola, de modo que la gente empieza a desconfiar de los

centros en que la hacen más desinfecciones y donde fracasan inocentes

y valientes servidores sanitarios que no tienen ni idea de lo que

se les pone y llevan entre manos con propio riesgo.
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Quince personas retenidas en una planta de un hospital de Madrid,

esperando ridículamente 21 días a ver si presentan algún síntoma

de tener o no tener algo, han demostrado claramente que sus cuidadores

no ven ni saben ver ni pueden ver lo que puedan tener.
Si los profesionales sanitarios de África cumplieran con la higiene

y la ayuda orgánica normales de la medicina tradicional básica, en

lugar de aplicar y aplicarse protocolos “omsísticos”, sintomáticos, potingues y desinfectantes sobre desinfectantes desencadenantes de los

focos de los oportunismos emboscados, se habrían evitado tener centenares

de muertos y contagiados y estar dando escandalosas sensaciones

de desconcierto e inseguridad que, a cualquiera con dos dedos

de frente, le frena de querer meterse en encerronas hospitalarias.

El ébola tendrá que ser reducido de modo que se controle por si

mismo volviendo a su estado natural de riesgo coyuntural selvático solapado

en focos circunstanciales limitados, tal como lleva años en acecho,

tal vez siglos, antes de ser abierto por la OMS, como una Caja de

Pandora y puesto en gestión científica para aprovechamiento de financieros y políticos corruptos, mientras se le da otra vuelta de tuerca

a los controles de viajeros y a las libertades de los ciudadanos.

Es de esperar se frene, como se frenó hace poco el gran fraude

de la Gripe A, por reacción de los profesionales sensatos, seguramente

capaces de recordar que el uso de mascarillas y trajes aislantes espectaculares

es un remedo de lo que se hizo con la peste, con capuchas,

picos de pájaro y ropajes largos y muchos millones de muertos.

No vale huir de los contagios, sino evitarlos y superarlos con la

ayuda orgánica adecuada y secar sus fuentes.
Juan Prada Bécares, Abogado, Promoción 9 de Abril de 1952, para Defensa del

Derecho a la Vida y la Integridad Física y Moral de las Personas - 303 – 2014.10.31