Fusilamiento de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles durante la Guerra Civil Española.
Fusilamiento de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles durante la Guerra Civil Española.
El odio de la izquierda a Franco y a la Iglesia Católica son fáciles de entender. Lo peculiar son sus piruetas
 a la hora de practicar una de sus dos estrategias fundamentales: la mentira.
De entrada, la izquierda no odia a Franco por haber sido un dictador. Si los supuestos progresistas amaran 
la libertad y la democracia por encima de todo, entonces aborrecerían también el comunismo, el 
socialismo y el populismo, que han arrasado con vidas, derechos y libertades en medio planeta. 
En vez de eso, aprecian esos regímenes, o no los censuran tanto como a la dictadura franquista, o
, en el colmo del falso equilibrio, los sitúan a la par, como si de verdad el régimen franquista y, 
digamos, el comunista camboyano, fueran equiparables en su carácter criminal, despótico y 
empobrecedor.
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España es un caso especial dentro de ese odio de la izquierda a las religiones judeocristianas. Y lo es por su relación con la Guerra Civil y el franquismo
En realidad, el odio al franquismo se debe a que lo asocian con la derrota en la Guerra Civil, que 
pretenden ganar ahora con la mal llamada “memoria histórica”, y con la distorsión del pasado, que 
pretenden pintar de tal modo que creamos que los perdedores de esa guerra eran bondadosos 
 de la democracia.
En esa distorsión se inscribe su aversión a la Iglesia. Es verdad que ese rechazo es común a las 
de todo el mundo, que abominan de la religión por lo que representa de “fortaleza privada”, como 
decía Schumpeter para referirse a las instituciones fundamentales de la sociedad libre, que median 
entre el Estado y los ciudadanos. Las diversas variantes del socialismo están en contra de esas
 instituciones —desde la religión hasta la propiedad privada— precisamente por lo que tienen de 
amparo del individuo.
España es un caso especial dentro de ese odio de la izquierda a las religiones judeocristianas. Y
 lo es por su relación con la Guerra Civil y el franquismo. Fue el conflicto el que produjo el 
 abierto y declarado a uno de los bandos: la Iglesia se situó sin fisuras junto a los nacionales y 
en contra de los republicanos.
Lo que sucedió fue que las fuerzas de la izquierda practicaron una violencia brutal contra los católicos
Nunca se explica esta circunstancia. Simplemente se añade el franquismo como un motivo más para 
condenar a la Iglesia, como si no hubiese habido ningún motivo por el cual la Iglesia secundó a uno 
de los bandos en la Guerra Civil.
Esta mentira es una constante en la izquierda y la hemos vuelto a vivir con los recientes 
debates a propósito del traslado de los restos de Franco. Así, hemos podido leer a personas de 
la izquierda indignadas recordando que los obispos homenajearon al dictador, y lo hicieron entrar
 bajo palio en las catedrales. Se rasgan las vestiduras y proclaman: ¡nada de eso queremos los
 demócratas!
La mentira en este caso no es simplemente, como acabo de señalar, el hecho patente de que ninguno
 de los bandos enfrentados en la Guerra Civil quería la democracia. Hay algo más y se trata de la 
otra estrategia fundamental de la izquierda: la violencia.
En efecto, al atacar a la Iglesia, identificándola con el franquismo, la izquierda elude la consideración
 de por qué apoyó la Iglesia a los nacionales. Y la explicación es clara. Lo que sucedió fue que las 
fuerzas de la izquierda practicaron una violencia brutal contra los católicos, y en particular contra 
los religiosos. Miles de monjas y curas fueron asesinados salvajemente. Pero de esto nunca se 
habla, de eso no hay “memoria histórica”. Y la Iglesia es condenada por franquista, como si 
hubiera respaldado a Franco porque sí, por pura maldad y sin razón alguna.