Un grupo de CDR nacionalistas catalanes cortan por la fuerza una autopista en Cataluña /EFE
Un grupo de CDR nacionalistas catalanes cortan por la fuerza una autopista en Cataluña /EFE
Un tipo repugnante a la vista y también al intelecto por su carácter racista y su desprecio a quienes
 entre sus paisanos no comparten sus delirios, llamado Quim Torra, invocó hace unos días la ‘vía eslovena’ 
para conseguir la independencia de Cataluña.
Ésta consistió, entre otras cosas, en una guerra de diez días en el verano de 1991 en la que murieron en 
torno a 80 personas. Fue la primera de las guerras de disolución de Yugoslavia en los años 90 del siglo XX 
en las que murieron 140.000 personas. La guerra en Eslovenia no fue a más debido al tamaño del 
territorio (como la provincia de Cáceres) y su homogeneidad étnica (90% de eslovenos). Los comunistas 
de Belgrado, reconvertidos en nacionalistas para mantenerse en el poder, prefirieron guardar sus fuerzas
 para enfrentarse a las guerras de Croacia y Bosnia-Herzegovina.
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La ‘vía eslovena’ ha sido el modelo copiado por los golpistas catalanistas desde hace tiempo. Al principio, 
borraron del PowerPoint la guerra y se quedaron con lo más bonito y sencillo. Un referéndum, unas leyes
 de desconexión, unas ‘performances’ en las calles con los entrenados de las Diadas, una proclamación 
parlamentaria de la ‘republiqueta’ y  una campaña internacional de relaciones públicas.
La ‘vía eslovena’ ha sido el modelo de los separatistas: una intervención internacional que obligue a Madrid a negociar con ellos
Todos los pasos anteriores conducirían a una intervención internacional que, junto con una quinta columna 
nacional, la formada por una parte apreciable de la izquierda, forzaría al Gobierno de España a abrir 
negociaciones con la Generalidad, que culminarían como poco en un régimen confederal.
Después de más de un año de aparente derrota, el ‘procés’ sigue en marcha y los separatistas mantienen 
su objetivo de que una especie de Congreso de Versalles obligue a España a darles su juguete. Sin embargo,
 el método ya es distinto, ya no se quieren bailes en las calles y chocolatadas en los colegios, sino unos
 cuantos muertos.
El 1 de octubre pasado Torra aconsejó a las bandas de matones que campan impunemente por Cataluña, 
seguir adelante con todas las consecuencias. Hagamos como ellos y estemos dispuestos a todo para vivir 
libres”. ¿Pues a que esperan él, su esposa y sus hijos para inmolarse los primeros por la ‘Dinamarca del sur’?,
 ¿o es que piensa que los charnegos agradecidos como Gabriel Rufián vayan a las barricadas?
Como el referéndum y la proclamación parlamentaria no han movido a la UE ni a la ONU, los golpistas catalanes buscan ahora que haya muertos
Que no estamos ante un único bocazas exaltado se comprueba cuando esta ocurrencia de los muertos
 como elemento imprescindible para la independencia empieza a ser común entre las ‘mentes pensantes’ 
del separatismo. Por ejemplo, el profesor universitario Agustí Colomines, ideólogo del partido de 
Puigdemont, subrayó en octubre que la ausencia de muertos estaba retrasando la independencia: “en 
todas las independencias del mundo ha habido muertos y, si decides que no quieres muertos, la
 independencia tarda más en llegar”.
¿De dónde va a salir la carne de cañón?, ¿qué catalanes van a imitar a los irlandeses o los polacos o los 
eslovenos o los finlandeses o los croatas que dieron la vida por su patria en el siglo XX?
Gracias a los jueces y fiscales españoles, vamos conociendo el grado de corrupción en la Cataluña 
gobernada por el que para el ABC fue el ‘español del año’ (¡enhorabuena, Luis María Ansón!). Jordi Pujol 
reconoció que tenía una fortuna de hasta 3.000 millones de euros en el extranjero. Su partido, CDC, 
fue condenado por cobrar casi siete millones de euros a Ferrovial para que las Administraciones catalanas
 le concedieran obras. Dos de sus caciques, Lluís Prenafeta y Macià Alavedra, evadieron más de 20 millones
 a la Hacienda española. Félix Millet y Jordi Montull, gestores del Palau de la Música, desviaron fondos de 
la institución para su beneficio propio. La lista es interminable.
Aunque el ‘procés’ es la culminación del separatismo catalán, sus dirigentes pretenden quedar impunes por sus corrupciones y robos
No se trata solo de delitos, sino también de corrupción ‘legal’. La esposa del huido Puigdemont cobra 6.000
 euros al mes por realizar un programa para la televisión de la Diputación provincial de Barcelona. Por 
cierto, amigo lector, ¿a que no sabía que la Diputación de Barcelona tiene una televisión pública?
Sin embargo, no hay que equivocarse y pensar, como hace la izquierda española, que todo el tinglado del 
‘procés’ es una cortina de humo para ocultar la corrupción; pero es innegable que los cabecillas buscan
 su impunidad y el disfrute de su malhabida fortuna en una ‘republiqueta’ hecha a su medida.
Estoy convencido de que el Gobierno de Sánchez y Borrell conoce los planes demenciales de los separatistas, 
como los conocía el Gobierno de Rajoy y Sáenz de Santamaría; pero también estoy convencido de que los 
socialistas mantendrán la misma política que los centristas del PP: no hacer nada. Lanzar palabras con la
 intención de que el sonido disuelva las amenazas como si fueran pesadillas de niños.
¿Encontrarán los Oriol-Ferrusola, los Torra, los Puigdemont y los Mas algún catalán imbécil que dé su vida por la ‘republiqueta’ del 3%?
Mientras tanto, la tensión sigue creciendo, como el vapor en una olla a presión. La impunidad de los
 terroristas verbales envalentona a sus seguidores y desespera a los ciudadanos que todavía cumplen las 
leyes. En España el Estado está permitiendo que unos desgraciados jueguen a la ruleta rusa con nuestras
 vidas y en algún momento el gatillo golpeará una bala. En las protestas de los ‘chalecos amarillos’,
 cuyas razones son, principalmente, económicas ya han fallecido cuatro personas.
Y entonces los catalanistas aplaudirán entusiastas, porque tendrán su muertecito.
¿Pero de verdad habrá catalanes que mueran por las cuentas andorranas de los Pujol?