miércoles, 14 de enero de 2015

Himno a Castilla y otros poemas (J.P.Mañueco)


HIMNO A CASTILLA.

MADRE NUTRICIA,  CASTILLA, RECOBRARÁS TU PUJANZA

¡Sal a la calle, Castilla,
a proclamar la esperanza!
¡Madre nutricia frondosa,
recobrarás tu pujanza!

En cinco partes partida
quieren talarte las alas,
pero el fuego de tu yesca
se inflamará en nuevas llamas.

Han aventado tu cuerpo
como tierra troceada,
han aventado tu cuerpo
¡no podrán talar tu alma!

Lo que se sabe de un todo
cuestión de tiempo es que arda,
todas tus partes, Castilla,
retornarán a tu barda.

¡Sal a la calle, Castilla,
a proclamar la esperanza!
¡Madre nutricia frondosa,
recobrarás tu pujanza!

 

QUE SUENE FUERTE Y SONORA

¡Que suene fuerte y sonora
tu palabra castellana,
clamando por ser ya libre
y por no sentirse esclava!

¡No le faltará a esta tierra
ni alto cielo ni semilla,
que en raíz de fértil sierra
plantó su casta Castilla!

¡Salid, salid a la calle,
a proclamar la esperanza!
¡Madre nutricia, Castilla,
recobrarás tu pujanza!

¡No le faltará a esta tierra
ni alto cielo ni semilla,
que en raíz de fértil sierra
plantó su casta Castilla!

Castilla, muéstrale a todos
la hermosura de tu casa.
Que ilumine tu belleza
la antorcha que nos abraza.

Somos nosotros, Castilla,
los que iniciamos la marcha,
que nos retorne a tus brazos,
nos reponga a tu morada.

¡Salid, salid a la calle,
a proclamar la esperanza!
¡Madre nutricia, Castilla,
recobrarás tu pujanza!

¡Erguid alta la cabeza!
¡Cruzad la calle en alianza!
¡Ved de nuevo cómo empieza
Castilla a ser la que avanza!

¡Ved que viene sin tardanza
y que aflora primavera
a la tierra comunera
de Castilla al fin entera!

Madre nutricia, en tu savia
vibra otra vez la confianza
si enarbolamos la lanza
en que ondea la esperanza.

¡Salid, salid a la calle,
a proclamar la esperanza!
¡Madre nutricia, Castilla,
recobrarás tu prestancia!

DEJARÁS PRONTO DE SER UNA TIERRA TROCEADA

Dejarás pronto de ser
una tierra troceada.
y serán agua pasada
quienes cercenan tus ramas.

¡Sed Castilla! Que no se hierra
ni a cultura ni a la entraña,
y entre las otras de España
tendrá futuro esta tierra!

¡Tendrá un hoy, tendrá un mañana,
unida otra vez y entera,
no será a sí misma extraña,
será común, comunera,

y por encima de todo
vida que a vida se abriera,
fulgor que con todos se iza
flameando su bandera!

juanpablo mañuecoPor Juan Pablo Mañueco.

 

Villancico castellano (J.P. Mañueco)


Villancico castellano 



 

Aquí tienen un nuevo villancico castellano, recuerdo de estas pasadas fiestas:

 

 

VILLANCICO DE GUADALAJARA

En este final del año
voy a cantar villancico,
con almirez lo acompaño.
iré a ver al Niño chico.

Anda, canta, anda,
cántate otra vez,
cántate hasta nueve
y luego hasta diez.

La blanca Guadalajara
nevada está en cada calle,
aquel que mal la pisara
el suelo al resbalar raye.

Anda, canta, anda,
cántate otra vez,
que ya llevas dos
llegarás a diez.

Por la Calle Mayor Baja
se han escapado los pajes,
dicen que con ellos viajan
tres reyes con tres mensajes.

Anda, canta, anda,
cántate otra vez,
que con esta misma
has llegado a tres.

Al llegar hasta la Plaza
Mayor hay mucho colgante
y mucho adorno que abraza
subiendo todo adelante.

Anda, canta, anda,
cántate otra vez,
que ya llevas cuatro.
¿Pararás en diez?

Por Plaza del Jardinillo,
van subiendo los camellos,
las mulas y el borriquillo
peinándose los cabellos.

Anda, canta, anda,
cántate otra vez,
que ya llevas cinco,
casi estás en diez.

Cuando se estrecha la calle
un rey con otro se junta,
y que dónde el portal se halle,
Melchor a Gaspar pregunta.

Anda, canta, anda,
cántate otra vez,
que si llevas seis
pronto estás en diez.

Ya aparece San Ginés,
después de Santo Domingo,
Niño, María y José,
yo mismo ya los dintingo.

Anda, canta, anda,
cántate otra vez,
que llegando a siete
casi estás en diez.

Bajo el arco del santuario
ha ocurrido el natalicio,
el portal es escenario
del Infantil Gran Bullicio.

Anda, canta, anda,
cántate otra vez,
que pasamos de ocho,
sólo a dos de diez.

A los pies de este gran Niño
acabado de nacer,
zambomba, almirez, cariño,
ya los puedes ofrecer.

Anda, canta, anda,
cántate otra vez,
que ya estás en nueve,
casi das en diez.

Este blanco villancico
de Guadalajara es,
cuéntalo hasta cinco,
luego cuenta diez.

Y si aún queda hueco
y aún sabes contar,
Juan Pablo Mañueco
su autor puedes nombrar.

 

 

Juan Pablo Mañueco

 

Consenso (Juan Manuel de Prada)


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Juan Manuel de Prada


Consenso

Desde que tengo uso de razón, he escuchado a políticos de uno y otro signo apelar al 'consenso' como medio para alcanzar la concordia y la paz social; pero lo cierto es que la búsqueda y aplicación del consenso no ha hecho sino alimentar la demogresca. ¿Cómo se puede explicar este fenómeno tan paradójico?

Se puede explicar si aceptamos que la propia razón de ser del consenso político no es otra sino destruir el consenso social, impedir que la comunidad humana comparta convicciones y certezas sobre las cosas, en especial sobre aquellas que son más necesarias para su supervivencia; pues es, precisamente, de esta desintegración social de donde extrae su vigor. Para alcanzar su fin último de destrucción de la sociedad, el consenso político (utilizaremos siempre el término 'consenso' en un sentido sarcástico) borra de las conciencias la noción de 'bien común', sustituyéndola en teoría por la más utilitarista de 'interés general' (que, en realidad, no es sino lo que interesa al consenso) y en la práctica por una olimpiada de libertades y derechos (en su mayoría puramente retóricos y solo efectivos cuando, además de resultar baratos, facilitan la desintegración social, como ocurre con los derechos de bragueta) que, a la postre, se resumen en una búsqueda del egoísmo personal, sin interferencias externas. Esta 'libertad negativa' (empleamos la expresión en su significado político más elemental, sin intención peyorativa) produce una sociedad desvinculada, obsesionada por la satisfacción de intereses personales, una mera agregación amorfa de individuos que rompen todos los lazos morales e históricos que antaño los ligaban.

Una vez lograda esa agregación amorfa de individuos egoístas, el consenso político introduce en las conciencias una visión movilista del mundo. Se trata de una aplicación de la filosofía hegeliana, según la cual todo lo que existe deviene, se halla en constante fase de mutación; de tal modo que resulta imposible mantener convicciones firmes y estables sobre las cosas. Por supuesto, este devenir siempre se considera benigno, provechoso y fecundo, aunque sea un devenir sin sustancia, sin rumbo y sin término (o precisamente por ello mismo, pues al sistema le interesa que la gente pierda el sentido de la orientación, a la vez que se ensimisma en sus libertades y derechos); y recibe el nombre eufórico de 'progresismo'. Tal devenir exigirá, para realizarse plenamente, que ninguna realidad permanezca inalterada, empezando por la olimpiada de libertades y derechos, que siempre se ampliará a nuevas modalidades, pues los llamados 'derechos humanos' no son un sistema cerrado de principios absolutos (por mucho que algunos ilusos se empeñen irrisoriamente en afirmar que son una plasmación de la ley natural), sino una expresión de esa visión dinámica propia del movilismo.

Pero la sociedad, aunque convertida en agregación amorfa de individuos egoístas que se deja arrastrar por las corrientes del movilismo, suele presentar reductos de resistencia, núcleos minoritarios (¡pero molestísimos!) de gentes antediluvianas que se empeñan en creer que las convicciones pueden ser definitivas. El consenso político, que no tiene otro fin sino el control oligárquico del poder y su reparto por turnos o parcelas entre los diversos negociados de derechas e izquierdas, necesita anular la resistencia de tales indeseables. Para lograrlo, admite en el club (¡y abraza amorosamente, como hijos nutridos en sus pechos que son!) a nuevas facciones políticas dispuestas a echarse al monte, que rinden al 'consenso' dos impagables servicios: por un lado, amedrentan a la gente más impresionable (¡que viene el coco!), que con tal de impedir el acceso al poder de esa facción montaraz cede en sus convicciones (ya nunca más definitivas), votando a quien sabe que no las defiende; por otro, la facción montaraz, al incorporarse al consenso político (como termina haciendo, para disfrutar de sus pitanzas), permite acelerar el devenir.

El consenso se presenta siempre como un recurso salvífico, aunque solo sea una síntesis caprichosa que, a la vez que finge corregir excesos (pero, como bien enseña el movilismo, lo que hoy parece excesivo mañana será normal), consigue que los elementos más refractarios (¡inmovilistas que acceden el meneo!) abandonen sus convicciones y hasta acaben avergonzándose de ellas. Por supuesto, una vez que ha logrado destruir la comunidad de los hombres, el consenso brindará a la masa amorfa, a través de sus negociados de izquierda y derecha, discrepancias menores, para que la demogresca, que es el caldo de cultivo del consenso, no decaiga.