Catedral de Córdoba / Wikipedia
Catedral de Córdoba / Wikipedia
El PSOE tiene fijación por la Iglesia. Siempre la tuvo. Una veces queriendo meterse como corrosivo caballo de Troya, entre el almíbar y el cumbayá, con Cristianos para el Socialismo… otras, entre el acíbar y las teas encendidas, como se vió en la II República. Pero tratando siempre de dominarla o de mangonearla, con fijación freudiana.
Es lo que hizo el PSOE de Felipe González al hacerle una llave de judo a los colegios religiosos, mediante el sutil chantaje de los conciertos –simplificando mucho: yo te doy la pasta y tú me das las cabecitas de los escolares-. Aquella fue, en los años 80, una desamortización educativa, menos ruidosa que la de Mendizábal y Madoz del siglo XIX, pero de efectos más devastadores.
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Ya sin caretas, otro socialista, Zapatero, da otra vuelta de tuerca con Educación para la Ciudadanía, al romper la neutralidad del Estado e imponer el adoctrinamiento en las aulas, desencandenando una ofensiva laicista cuyo objetivo era erradicar la religión de la vida pública. Que no molesten, que no hablen, que no rechisten…
El siguiente paso en la hoja de ruta era asestar otro golpe contra la libertad religiosa, al reclamar la propiedad de los templos de España. Y el PSOE, otra vez, consigue –en 2017, con Rajoy en el Gobierno- que el Congreso registre una proposición no de ley para reclamar la titularidad del dominio o de otros derechos reales inmatriculados en el Registro a favor de la Iglesia.
El clima con Pedro Sánchez es más cristianófobo que en tiempos de González o Zapatero
Un año después y con Pedro Sánchez en la Moncloa, el Gobierno socialista ultima el listado de iglesias –incluida la Mezquita-Catedral de Córdoba y otras 31 catedrales- y anuncia que impugnará unas 3.000 inmatriculaciones, al considerar que son bienes de dominio público. Y la Conferencia Episcopal ha respondido que estamos ante una nueva desamortización.
El clima es ahora más agresivo y cristianófobo que en tiempos de González y Zapatero. El alcalde proetarra de Pamplona profana la eucarístia; la horda podemita asalta la Complutense y ediles de izquierda retiran cruces de iglesias y cementerios.
Sánchez, el presidente “cum fraude” no quiere ser menos y ahora la toma con los templos.
Sin embargo esta vez pincha en hueso. Porque la ofensiva de las inmatriculaciones tiene escaso futuro y ningún fundamento jurídico. No lo decimos nosotros sino el Derecho, los jueces y los registradores.
Por tres razones.

Primera, porque el propietario de los templos no son los ayuntamientos o el Estado.

La propietaria es la Iglesia desde tiempo inmemorial. La Mezquita-Catedral de Córdoba, por ejemplo, lo es desde 1236, cuando Fernando III el Santo reconquista la ciudad. Aunque un informe de expertos salga diciendo ahora que “nunca” fue propiedad de la Iglesia.
Claro que el informe es de encargo y entre los expertos figura alguien tan poco imparcial como la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, que como todo el mundo sabe es un pozo de sabiduría y un Himalaya de rigor: es la que confundió el latín (dixit) con los dibujos animados (Pixi, Dixi), la que dijo que el dinero público no es de nadie, o que la Constitución adolece de lenguaje inclusivo. Un poema.
¿Y el Registro? alega el Gobierno. Hay que recordarle que el registro de la propiedad no te convierte en propietario. Lo único que hace es declarar un derecho que ya existe fuera del registro, como el que ya tenía la Iglesia.
No se es propietario porque se inscribe un inmueble en el Registro, sino que se inscribe en el Registro porque se es propietario del inmueble. Pero la izquierda ignora interesadamente cosas tan elementales.

Segunda, la Iglesia es propietaria porque ha sido dueña de esos bienes durante siglos

¿Y de dónde saca la Iglesia ese derecho de propiedad? Del uso continuado e indiscutido a lo largo de los siglos. Ya que uno de los modos de adquirir la propiedad está ligado al paso del tiempo: es lo que se llama usucapión.
Basta la posesión –es decir, la tenencia y uso material del inmueble– en concepto de dueño, pública, pacífica y no interrumpida durante más de 30 años para que el poseedor adquiera la propiedad.
Así ha sucedido, de hecho, con la mayor parte de las catedrales, santuarios, ermitas o casas parroquiales (algunas se remontan a la época de los godos, hace 15 siglos).
Eso explica que el Reglamento hipotecario exceptuara inscribir los templos dedicados al culto. No era preciso inscribirse en el registro de la propiedad por la sencilla razón de que su propiedad era notoria e indiscutida.

Tercera, si alguien reclama un templo es él y no la Iglesia quien debe demostrar que es el propietario

Iglesias parroquiales, ermitas o cementerios son bienes de la Iglesia, no bienes de dominio público. De suerte, que si alguien quiere pleitear reclamándolos debe demostrarlo aportando una prueba mayor en sede judicial. Y habrá que distinguir, caso por caso, si son o no bienes de dominio público.
Para impugnar la inscripción de un inmueble en el Registro de la Propiedad es preciso ser titular de un derecho de propiedad (o de otro derecho real) no inscrito, erróneamente inscrito o lesionado por el derecho inscrito.
En resumen, no basta alegar que tal o cual bien no es de la Iglesia sino del Estado, o de un ayuntamiento, como pretende ahora el Gobierno. El que lo reclama debe demostrar que él es el propietario.
Es lo que le pasó al consistorio podemita de Zaragoza que reclamaba la catedral de La Seo. Cinco catedráticos de Derecho Civil demostraron que era dudosa la legitimación del Ayuntamiento para impugnar la inmatriculación del templo, ya que para poder hacerlo, el consistorio tendría que alegar y probar que la propiedad de la catedral le corresponde a él.
Entonces, si desde el punto de visto jurídico la iniciativa socialista está llamada al fracaso ¿por qué insisten?
El PSOE lleva en los genes el ADN liberticida y anticlerical
Por una razón coyuntural y otra de fondo.
La coyuntural. El PSOE sanchista es un Gobierno cogido con alfileres, con sólo 84 diputados, que sobrevive con la respiración artificial de los saurios podemitas, sin otro proyecto que mantenerse en el poder.
Se le encienden las luces rojas de la economía, se le dispara el desempleo, le dimiten los ministros, le pillan al presidente plagiando tesis y amenazando a medios de comunicación. El Gobierno es un puro despropósito y el presidente, un puro fraude. Y necesita golpes de efecto para desviar la atención inventándose problemas donde no los hay.
La de fondo. El PSOE lleva en los genes el ADN liberticida y anticlerical. Socialismo y cristianismo son como el agua y el aceite. No me lo invento… Lo dicen ellos mismos: el Partido incubó la Fundación Cives, una de las puntas de lanza del laicismo, con conspicuos dirigentes socialistas como Gregorio Peces Barba o Alvaro Cuesta.
Y el propio Pedro Sánchez dijo, negro sobre blanco, que quería «derogar los acuerdos con la Santa Sede» y que su partido sea la «referencia» de la laicidad en España.
Y en esas están, tratando de devolver al cristianismo a la catacumba y sacudiendo a quienes ponen la otra mejilla. Mientras nadie le pare los pies…