Cuanto de cierto en este articulo de Alfonso Ussia.
EL MALVADO JOYERO
Alfonso Ussía
Días atrás, dos honrados delincuentes asaltaron una joyería del
barrio de Salamanca de Madrid. La hija del joyero no supo
dominar su mal carácter y les hizo frente. Ellos la tomaron para
darle su merecido, con toda probabilidad mediante un disparo
en la cabeza. Entonces, su padre, el malvado joyero, para salvar
la vida de su hija y defender su negocio, disparó contra los
encantadores delincuentes, hiriéndolos de gravedad. El malvado
joyero ha sido imputado por un delito de homicidio frustrado
por el señor juez de guardia. El joyero carecía de permiso de
armas e hizo uso de una escopeta que pertenecía a su hija, que
sí estaba correctamente documentada con su licencia
correspondiente. Resulta indignante la reacción del joyero.
Iban a disparar contra la cabeza de su hija, pretendían llevarse
todo el oro existente en la joyería – ¡ay, la avaricia!–, y el
padre disparó sin tener el permiso de armas. Los pobres
atracadores tampoco llevaban los permisos correspondientes,
pero en los atracadores, asaltadores y forajidos en general,
esa carencia no es fundamental para nuestra justicia.
El malvado y precipitado padre y joyero reaccionó de manera
excesivamente violenta. Sabedor de que carecía de permiso
de armas, tendría que haberse defendido con los puños,
siempre que con sus golpes no pretendiera hacer daño a los
incautos atracadores. La única que podía usar el arma,
la hija, no pudo hacerlo por hallarse en manos de
los asaltantes. Y el padre, saltándose a la torera las leyes,
lo hizo con grave imprudencia y extrema celeridad, amén
de excelente puntería. Ajustándose a la ley, tendría que
haber acudido a una dependencia de la Guardia Civil,
la más cercana a la joyería, y examinarse a toda prisa
para obtener el permiso, pero tan loable acción cívica
conllevaba el peligro de que a su vuelta, su hija estuviera
muerta con un disparo en la cabeza y la joyería completamente
desvalijada. No obstante, el juez ha considerado que su
irreflexiva reacción es merecedora de una imputación por
homicidio frustrado. Y como uno de los asaltantes fallezca
a causa de las heridas, al malvado padre se le va a caer el
pelo en la cárcel. Eso, el buenismo, la comprensión hacia el
delincuente, la animadversión por el asaltado, la corrección
social de los que incumplen las leyes violentamente y todas
esas cosas. Un juez en Andalucía ha absuelto de los delitos
de robo y amenazas con violencia a un grupo de malhechores
que se dedicaron a asaltar supermercados y allanar propiedades
privadas durante este verano. El principal acusado, un
parlamentario andaluz apellidado Sánchez-Gordillo, lo hizo
en nombre del pueblo, y como el juez también es parte del
pueblo, en lugar de procesarlo se lo ha agradecido con
enorme cordialidad.
Una portada de «ABC» del año 1988 con un dibujo de
Antonio Mingote lo explica a la perfección. Se desangra
en una esquina un respetable ciudadano con un puñal
clavado en el estómago. Una amable viandante acude en
su auxilio, y él, más asustado por lo que le pueda suceder que
por lo que le ha sucedido, le ruega a la caritativa señora:
«Y sobre todo, por favor, que no se entere el juez de que
le he pegado una bofetada al atracador».
Porque en la España de hoy, y también en la del reciente
ayer, impedir que asesinen a una hija y desvalijen el
negocio dos atracadores violentos es prueba irrefutable
de fascismo. Y disparar sin permiso de armas a los
asaltantes, un delito gravísimo. Malvado joyero.
EL MALVADO JOYERO
Alfonso Ussía
Días atrás, dos honrados delincuentes asaltaron una joyería del
barrio de Salamanca de Madrid. La hija del joyero no supo
dominar su mal carácter y les hizo frente. Ellos la tomaron para
darle su merecido, con toda probabilidad mediante un disparo
en la cabeza. Entonces, su padre, el malvado joyero, para salvar
la vida de su hija y defender su negocio, disparó contra los
encantadores delincuentes, hiriéndolos de gravedad. El malvado
joyero ha sido imputado por un delito de homicidio frustrado
por el señor juez de guardia. El joyero carecía de permiso de
armas e hizo uso de una escopeta que pertenecía a su hija, que
sí estaba correctamente documentada con su licencia
correspondiente. Resulta indignante la reacción del joyero.
Iban a disparar contra la cabeza de su hija, pretendían llevarse
todo el oro existente en la joyería – ¡ay, la avaricia!–, y el
padre disparó sin tener el permiso de armas. Los pobres
atracadores tampoco llevaban los permisos correspondientes,
pero en los atracadores, asaltadores y forajidos en general,
esa carencia no es fundamental para nuestra justicia.
El malvado y precipitado padre y joyero reaccionó de manera
excesivamente violenta. Sabedor de que carecía de permiso
de armas, tendría que haberse defendido con los puños,
siempre que con sus golpes no pretendiera hacer daño a los
incautos atracadores. La única que podía usar el arma,
la hija, no pudo hacerlo por hallarse en manos de
los asaltantes. Y el padre, saltándose a la torera las leyes,
lo hizo con grave imprudencia y extrema celeridad, amén
de excelente puntería. Ajustándose a la ley, tendría que
haber acudido a una dependencia de la Guardia Civil,
la más cercana a la joyería, y examinarse a toda prisa
para obtener el permiso, pero tan loable acción cívica
conllevaba el peligro de que a su vuelta, su hija estuviera
muerta con un disparo en la cabeza y la joyería completamente
desvalijada. No obstante, el juez ha considerado que su
irreflexiva reacción es merecedora de una imputación por
homicidio frustrado. Y como uno de los asaltantes fallezca
a causa de las heridas, al malvado padre se le va a caer el
pelo en la cárcel. Eso, el buenismo, la comprensión hacia el
delincuente, la animadversión por el asaltado, la corrección
social de los que incumplen las leyes violentamente y todas
esas cosas. Un juez en Andalucía ha absuelto de los delitos
de robo y amenazas con violencia a un grupo de malhechores
que se dedicaron a asaltar supermercados y allanar propiedades
privadas durante este verano. El principal acusado, un
parlamentario andaluz apellidado Sánchez-Gordillo, lo hizo
en nombre del pueblo, y como el juez también es parte del
pueblo, en lugar de procesarlo se lo ha agradecido con
enorme cordialidad.
Una portada de «ABC» del año 1988 con un dibujo de
Antonio Mingote lo explica a la perfección. Se desangra
en una esquina un respetable ciudadano con un puñal
clavado en el estómago. Una amable viandante acude en
su auxilio, y él, más asustado por lo que le pueda suceder que
por lo que le ha sucedido, le ruega a la caritativa señora:
«Y sobre todo, por favor, que no se entere el juez de que
le he pegado una bofetada al atracador».
Porque en la España de hoy, y también en la del reciente
ayer, impedir que asesinen a una hija y desvalijen el
negocio dos atracadores violentos es prueba irrefutable
de fascismo. Y disparar sin permiso de armas a los
asaltantes, un delito gravísimo. Malvado joyero.