Santiago Abascal, presidente de Vox, en un acto electoral el Córdoba en noviembre de 2018 /EFE
Santiago Abascal, presidente de Vox, en un acto electoral el Córdoba en noviembre de 2018 /EFE
Bueno, digamos que el zafio Trump no es, desde luego, el summum de la sutileza y algunas de sus 
medidas son de trazo grueso; y una de las 100 propuestas de Vox no es que sea simplista sino
 directamente quimérica: suprimir las autonomías, dado el contubernio de intereses creados de
 toda la clase política española sin excepción.
Pero se podría volver la oración por pasiva y aplicar el mismo mantra al establishment. Comenzando
 por las autonomías.
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¿No fue una solución simplista el Estado de las Autonomías al viejo problema del regionalismo que 
arrastraba España desde el siglo XIX? Tan simplista que nos ha costado un riñón (la fortuna económica 
dilapidada con el despilfarro autonómico), una grave amenaza contra la unidad de España, el enfrentamiento 
social en Cataluña, y 800 muertos en el País Vasco, y encima ponemos alfombra roja para que los 
proetarras se hagan con varas de alcalde y pillen presupuesto?
¿No fue una solución simplista que Zapatero abriera el toril del Estatut, desencandenando un 
procés que, tras el golpe de Estado del referéndum, va camino de eternizarse, envenenando la convivencia?
¿No fue una solución simplista al complejísimo problema de la emigración, abrir la puerta a los
 musulmanes, dándoles todo tipo de facilidades, como ayudas al alquiler, becas para libros o pensiones 
sin haber cotizado?… con el agravio que supone para los españoles. ¿No es demagógico y contraproducente
 que el 90% de los beneficiarios de ayudas al alquiler en Madrid sean musulmanes: y que en Cataluña, 
el 80% de los musulmanes procedentes de Marruecos vivan de las ayudas sociales?
El establishment tilda de xenófobo a Vox por proponer control en la inmigración (porque eso es todo lo 
que propone Abascal, control, no expulsión: sólo habla de expulsar a los ilegales). El mismo establishment
con PSOE y PP en primer término, que permite que los españoles no tengan asegurada su pensión 
después de haber trabajado durante décadas, y que las concede a decenas de extranjeros sin haber cotizado
 un sólo día de sus vidas.
¿No es una solución fácil el aborto ante el complejo problema de las mujeres embarazadas?
¿No fué una solución simplona y demagógica el Plan E de empleo precario de Zapatero, ridículo parche 
con el que el socialista pretendía torear el miura de la crisis?
Y siguiendo con la economía, no hay medida más simplista y contraproducente que subir el salario 
mínimo como ha pactado Sánchez con los podemitas en ese poema de Presupuestos Generales que ha 
encendido las alertas rojas de la UE.
Ante un problema de gran complejidad, como el riesgo de una nueva crisis, cuando la economía española
 no ha corregido los desequilibrios estructurales que arrastra, el Gobierno de Sánchez tira de demagogia 
y hace unos presupuestos que ponen en riesgo la estabilidad y el empleo.
En lugar de apostar por la austeridad y el control del gasto público, el presidente cum fraude opta por la
 subida de impuestos y el disparo de la deuda pública. Lo cual augura un batacazo tan severo como el de
 Zapatero cuando imitó al avestruz y negó la crisis.
¿No es una solución fácil ante el complejísimo problema de las mujeres embarazadas, quitarse 
literalmente al muerto de encima (el bebé) mediante la ley del aborto? … en lugar de arbitrar medidas 
para ayudar a esas madres, como, por cierto, propone Vox en sus cien medidas.
El catálogo de soluciones simplistas ante problemas complejos sería interminable… en España y también 
en la Europa de Macron y Merkel.
Pero el establishment socialdemócrata y sus aparatos de propaganda se las han ingeniado para estigmatizar
 a “los deplorables” de la derecha alternativa marcándolos con las etiquetas de simplones, racistas, 
xenófobos, islamófobos y… lo más grave de todo, como un peligro para la democracia.
Cuando lo que había que preguntarse es si el peligro para la democracia no son más bien superestructuras 
que nadie ha elegido como la eurocracia de Bruselas; o Gobiernos que pretenden repetir referendums 
cuando el resultado no les gusta.
Recientemente el expremier británico Tony Blair dijo en México que utilizar consultas ciudadanas 
para decidir sobre temas complejos “no es una buena idea”. Por supuesto que el Brexit era un asunto 
complejo (y la decisión de Cameron fue un error de cálculo mayúsculo), pero las elecciones cada cuatro 
años en los que los pueblos ponen su futuro en manos de los candidatos ¿no son envites de enorme
complejidad? ¿Tampoco son “buenas ideas” dejar en manos del ciudadano la decisión de votar
 a quien más le guste o desalojar del poder a quien, según su leal saber y entender, lo haya hecho mal?
El mensaje implícito que están transmitiendo determinadas élites es que “si no me eligen a mí o a los
 de mi cuerda, los ciudadanos son unos ignorantes y no tienen derecho al voto”.
Lo cual además de un insulto a los gobernados es una enmienda a la totalidad contra la premisa número 
uno de la democracia. E ignorar un principio básico de la soberanía popular, según el cual el pueblo 
constituye el Estado, y por lo tanto puede controlarlo y cambiarlo si lo cree conveniente. Lo malo es q
ue hay autores que sostienen que sólo deberían votar los más preparados, como Jason Brennan e
n su libro Contra la democracia.
Tony Blair, el que que critica las soluciones fáciles, fue uno de los genios que ordenó la invasión del Irak de Sadam Hussein
Es obvio que Trump no es ningún santo y manipula como el que más. Pero nadie da derecho a los 
Obama, los Hillary, los Macron o los Blair a tildar de un peligro para la democracia a las nuevas 
derechas anti-establishment, y de deplorables a quienes les votan.
Porque da la casualidad de que los Obama y compañía son tramposos, embusteros y manipuladores
Tony Blair, sin ir más lejos, el que critica las soluciones fáciles, fue uno de los genios que ordenó la
 invasión del Irak de Sadam Hussein, en 2003, en una guerra injusta y una posguerra aún peor, que 
provocaría la llegada del Estado Islámico. Y lo hizo alegando que Irak poseía armas químicas.
Doce años después, reconoció que eso no era cierto y pidió perdón por los “errores” de la invasión.
 Pero el mal de aquella solución fácil ya estaba hecho.
Ahora díganme, ¿quienes son los verdaderos deplorables?