La ingeniería social acabará como
Parque Jurásico
Todos los experimentos de ingeniería social fracasarán, probablemente se
necesiten dos o tres generaciones, pero fracasarán. La cuestión es cómo
nos manejamos entretanto para que no nos devore el T-Rex.
Uno de los personajes más fascinantes de la novela “Parque Jurásico” es el del joven matemático
especialista en la Teoría del caos, Ian Malcom. Escéptico sobre la idea de la resurrección de los
dinosaurios, demuestra con un solo dato que a pesar de las apariencias de tranquilidad el parque
está fuera de control.
No tiene más que pedir unos gráficos sobre la distribución de la población de dinosaurios.
Cuando le enseñan que la distribución es “normal” sonríe. Si el Parque es artificial nunca
debería mostrar unos datos normalizados. Si sólo se fabricaban hembras, no podía haber
una distribución normal. La naturaleza está actuando, los dinosaurios andan sueltos.
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Malcom no sabe todavía cómo pero se vuelve a verificar el adagio “Dios perdona siempre,
el hombre a veces, la naturaleza nunca”. Naturaleza en su sentido filosófico. Una naturaleza
que tiende al equilibrio, a su “normalidad” y que cuando es violentada reacciona, también
violentamente, para recuperar su estado. En este sentido el Decálogo, la explicitación de
la ley natural inscrita en el corazón del hombre, también supone entre otras cosas el último
valladar del individuo frente a su autodestrucción.
Todos los experimentos de ingeniería social fracasarán, probablemente se necesiten dos o
tres generaciones, pero fracasarán. La cuestión es cómo nos manejamos entretanto para que no n
os devore el T-Rex.
“La ingeniería social en China no sólo va a tener que convivir con el Tiranosaurio Rex del relevo generacional, también con los velociraptores de los efectos colaterales de la ‘política del hijo único'”
Un ejemplo reciente lo tenemos en China, con la aplicación de la ‘política del hijo único’.
Aunque a corto plazo se manifestó como un remedio eficaz de control de población, no pudo
prever la naturaleza humana. Por un lado se desestructuró la familia, hasta el punto de tener
que plantear que por ley exista la obligación a los hijos a “volver a casa con frecuencia para
visitar a sus padres”. El sistema económico y de asistencia no permitía hacerse cargo de tantas
personas mayores. Y por otro lado tampoco tuvo en cuenta que la reducción a un único hijo
implicase que se prefiriese que ese hijo fuese varón.
Las consecuencias no son únicamente el aborto selectivo de mujeres, también la cosificación
de la mujer como un ‘bien de lujo’ al alcance exclusivo de los más pudientes, que ha potenciado
la importación de mujeres de otros países con destino a la prostitución, o soluciones tan brutales
como que se compartan las mujeres entre varios hombres, ya que las previsiones son que en 2020
habrá 30 millones de varones adultos que no tendrán acceso a una mujer.
Todo esto aderezado por el problema que supone para la sociedad china que la segunda mitad
del siglo XXI está formada mayoritariamente por hijos únicos varones crecidos en un
ambiente consumista y por qué no decirlo, malcriados.
La ingeniería social en China no sólo va a tener que convivir con el Tiranosaurio Rex del
relevo generacional, también con los velociraptores de los efectos colaterales de la ‘política del hijo único’.
“La Humanae Vitae profetizaba los efectos de la ruptura del aspecto unitivo y procreativo de las relaciones sexuales y que no pueden negarse sin faltar a la verdad”
Otro ejemplo de ingeniería social lo tenemos en la mentalidad anticonceptiva que impregna
Occidente y que fue denunciada por Pablo VI hace ahora 50 años en la encíclica Humanae Vitae.
En ella que profetizaba los efectos de la ruptura del aspecto unitivo y procreativo de las
relaciones sexuales y que no pueden negarse sin faltar a la verdad:
- Consideren, antes que nada, el camino fácil y amplio que se abriría a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad. No se necesita mucha experiencia para conocer la
- debilidad humana y para comprender que los hombres, especialmente los jóvenes, tan vulnerables
- en este punto tienen necesidad de aliento para ser fieles a la ley moral y no se les debe ofrecer
- cualquier medio fácil para burlar su observancia.
- Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas,
- acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y
- psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como a compañera, respetada y amada.
- Reflexiónese también sobre el arma peligrosa que de este modo se llegaría a poner en las manos
- de autoridades públicas despreocupadas de las exigencias morales. […] En tal modo los hombres,
- queriendo evitar las dificultades individuales, familiares o sociales que se encuentran en el
- cumplimiento de la ley divina, llegarían a dejar a merced de la intervención de las autoridades
- públicas el sector más personal y más reservado de la intimidad conyugal.
Pero, también hace cincuenta años comenzó la materialización de otro fenómeno de ingeniería social
que aunque no tuvo unas manifestaciones tan visibles como las anteriores sus efectos en la sociedad,
no sólo en el ámbito familiar, también son significativos: el ataque a la figura del padre.
“Basta dar un rápido repaso mental al papel del padre en las series de ficción para hacerse una idea del rol que quiere asignársele al padre y especialmente el repudio a las virtudes y valores que representa”
Un ataque en varios frentes y que explica su éxito. Ya sea por su identificación con la autoridad
en las corrientes culturales y filosóficas del mayo francés del 68, como principal escollo en las
corrientes igualitaristas de mediados del siglo pasado o como tesis a superar en el neofeminismo
de corte marxista.
Un ataque que no se dirige tanto a su razón biológica como a su función en la familia y en
la sociedad, su rol se dice ahora. Una paternidad, que como señalaba el cardenal Cordes es distinta y
complementaria a la maternidad:
Es una lección para aceptar que el papel del padre es diferente al de la madre. La paternidad
como vocación no se limita al amor tierno por el hijo. No busca su complacencia, concediéndole
todo lo que quiere. Obviamente tampoco es animadversión emotiva contra él. Es algo diferente: es responsabilidad. Por esto, es necesario tener el valor de preservar la propia autoridad. Un hijo
hoy es una posibilidad maravillosa para superar el egoísmo, que en general es mucho más
fuerte en el hombre que en la mujer.
Basta dar un rápido repaso mental al papel del padre en las series de ficción para hacerse una
idea del rol que quiere asignársele al padre y especialmente el repudio a las virtudes y valores
que representa: autoridad, disciplina, protección, cálculo del riesgo y vida como juego.
La ausencia, o al menos el oscurecimiento, de estos aspectos en la sociedad y en sus dirigentes
ayuda a explicar la sociedad en la que vivimos.
Como decía Ian Malcom en uno de los diálogos en Parque Jurásico: “Dios crea al dinosaurio.
Dios destruye al dinosaurio. Dios crea al hombre. El hombre destruye a Dios. El hombre crea
al dinosaurio.”