sábado, 8 de julio de 2017

ISIS, las Cruzadas y la batalla de la propaganda

ISIS, las Cruzadas y la batalla de la propaganda
Cada vez que el ISIS justifica un atentado con el argumento del imperialismo neocolonial de los cruzados deberíamos responder desmontando sus pretensiones, no dándoles la razón.
06/07/2017

El ISIS mueve contenidos yihadistas a través de las redes sociales.
Tras la espiral de atentados terroristas de matriz islamista en Europa y las condenas de rigor, siempre extremadamente cuidadosas de no traspasar los límites de lo políticamente correcto, el atentado contra los musulmanes que salían de la mezquita de Finsbury Park en Londres ha supuesto un nuevo desarrollo en la tragedia que estamos viviendo. Un desarrollo que, si somos sinceros, no ha sorprendido a nadie.
No era tan difícil imaginar un escenario en el que, en una sociedad sometida a una violencia creciente y recurrente, frente a la que el Estado se muestra impotente, aparecieran quienes intentaran pagar con la misma moneda a quienes ellos consideran que forman parte de los agresores.
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Lo leemos en cualquier teórico del terrorismo: uno de los objetivos del terror es provocar una reacción igualmente terrorista que justifica, a posteriori, el acto terrorista inicial. Es la teoría de la acción-reacción que genera la espiral que el terrorismo aspira a desencadenar.
En estas estamos y el fantasma de un conflicto civil en Europa, cada vez más real, no se diluirá a base de declaraciones de condena y proclamas multiculturalistas. Tengo para mí que la mejor manera de evitar esta espiral es una actuación eficaz contra el terrorismo yihadista en todos los frentes, erradicando la sensación de que el Estado ha dejado de protegernos.
Cuando, tras un atentado, las condenas son (como ha ocurrido en el pasado reciente en Gran Bretaña), mayoritariamente, por islamofobia contra tuiteros que han lanzado un exabrupto en un lugar repleto de exabruptos, mientras nos enteramos de que el terrorista que ha provocado una masacre había sido denunciado en diversas ocasiones y de que las mezquitas desde las que se proclama el salafismo siguen actuando con impunidad, es natural que un sentimiento de desamparo se extienda entre la ciudadanía.
De ahí a que un loco, un fanático, o cualquier otra cosa decida tomarse la justicia por su mano es sólo una cuestión de tiempo.
La pregunta que surge es, pues, si se puede hacer algo más de lo que estamos haciendo para frenar el terrorismo yihadista.
No he encontrado todavía a nadie que lo niegue.
¿Y qué medidas se deberían tomar?
Aquí las opiniones son variadas y, en ocasiones, divergentes. Desde el endurecimiento de las medidas de control policial en Europa hasta las actuaciones “en origen”, esto es, en los campos de adiestramiento del Estado Islámico, la gama es amplia.
Frecuentemente no se trata de medidas excluyentes (aunque sí en ocasiones) y muchas requieren de conocimientos en cuestiones de seguridad que sólo los especialistas están en condiciones de evaluar. Por ello, me limitaré a aportar un par de comentarios que podrían ayudar a plantar cara al yihadismo y, en consecuencia, a alejar un escenario de violencia sectaria generalizada en Europa.
La propagando del ISIS convence a personas de que deben unirse a su guerra contra un mundo occidental que supuestamente está dedicado en cuerpo y alma a una cruzada contra el Islam
Todos coincidimos en la importancia de la propaganda en un conflicto de este tipo y todo el mundo es también muy consciente de la importancia que el ISIS da a esta labor propagandística.
Aunque a nosotros nos pueda parecer disparatado, lo cierto es que la propagando del ISIS convence a personas de que deben unirse a su guerra contra un mundo occidental que supuestamente está dedicado en cuerpo y alma a una cruzada contra el Islam desde su fundación en el siglo VII.
De este modo el ISIS presenta sus acciones no como una agresión, sino como una “legítima” defensa frente a los ataques occidentales. Para ello, claro está, aprovecha la masiva desinformación y distorsión acerca de nuestro pasado. Si lo miramos con detenimiento, nos sorprenderá la increíble similitud entre la interpretación de la historia que divulga el ISIS y la que se difunde en nuestras universidades o en nuestros medios de comunicación.
Occidente es siempre el culpable, el agresor, y los musulmanes siempre las víctimas sobre las que se cometen las mayores injusticias
Occidente es siempre el culpable, el agresor, y los musulmanes siempre las víctimas sobre las que se cometen las mayores injusticias. Desde las cruzadas hasta el “imperialismo yanqui” o las “agresiones sionistas”, el discurso yihadista y el del progresismo políticamente correcto son casi indistinguibles. El resultado es obvio: el segundo legitima al primero.
Una lectura somera de las publicaciones en inglés del ISIS, Dabiq y la nueva Rumiyah, nos confirma la importancia de esta cuestión. Sorprende la reiterada presencia de las más tópicas leyendas negras acerca de la historia, la cultura y la teología cristianas.
En cada ejemplar de Dabiq podemos encontrar, en una docena de páginas, decenas e incluso centenares de referencias a las Cruzadas para justificar las acciones yihadistas (a menudo con un rigor histórico previsible: calificar de país cruzado a Japón, por ejemplo, supone una cota de absurdo notable). En realidad poco les importa la historia real y, de hecho, el supuesto “trauma multisecular” provocado por las Cruzadas en el mundo islámico es una creación relativamente reciente.
Hasta 1865 no se había escrito ninguna historia de las Cruzadas en árabe y quien lo hizo por primera vez fue un árabe cristiano, mostrando que durante muchos siglos las Cruzadas fueron un acontecimiento marginal desde la perspectiva musulmana.
Entonces, ¿por qué ese uso omnipresente ahora de las referencias a las Cruzadas?
Probablemente por ese fenómeno que los psicólogos han bautizado como “trauma elegido” (Volkan) o “humillación construida” (Stroizer). O sea, se construye un supuesto trauma, agresión, humillación pasada para justificar nuestras acciones presentes. Si además los propios “agresores” dan como buena esa versión, el triunfo es total. El remedio estriba en desvelar la falsedad del agravio que se ha construido, mostrando lo falaz del mismo.
Es probable que quienes ya han interiorizado la propaganda del ISIS sean irrecuperables, pero al menos de este modo se socavaría su discurso y se haría más difícil que gane nuevos adeptos, especialmente entre quienes viven en Europa. Cada vez que el ISIS justifica un atentado con el argumento del imperialismo neocolonial de los cruzados deberíamos responder desmontando sus pretensiones, no dándoles la razón.
Se debería mostrar bien a las claras que las Cruzadas no fueron una guerra de agresión, sino un movimiento defensivo ante un Islam belicoso, expansivo e intolerante
En la prensa, en las series televisivas, en las películas, en las escuelas, se debería mostrar bien a las claras que las Cruzadas no fueron una guerra de agresión, sino un movimiento defensivo ante un Islam belicoso, expansivo e intolerante.
Habría que explicar, asimismo, que si bien, como siempre que nos encontramos ante grupos humanos, hubo quien pretendió aprovecharse de la situación con abusos de todo tipo, la mayoría de los cruzados fueron personas convencidas de la justicia de sus pretensiones (que los cristianos pudieran volver a peregrinar con seguridad al Santo Sepulcro) y que la inmensa mayoría de quienes conseguían regresar vivos a sus casas, que no eran tantos, lo hacían sumamente empobrecidos.
Soy consciente de que esta batalla por la verdad y el rigor histórico puede parecer un aspecto marginal en la lucha contra el yihadismo, pero estoy firmemente convencido de que no se trata de un mero detalle sin importancia. Como tampoco la labor de rebatir los argumentos teológicos que, sorprendentemente, abundan en las publicaciones del ISIS y que se centran en los debates trinitarios de los primeros siglos de existencia del Islam.
Seguramente lo urgente será controlar a los predicadores salafistas, a las redes de captación del ISIS en Europa y otros aspectos de seguridad, pero haríamos bien en dar la batalla de la propaganda cuanto antes. Aunque a veces tenga que ser contra quienes, desde nuestros propios países, distorsionan nuestra historia y la hacen odiosa.
Un último apunte sobre algo que no ayuda, más bien al contrario. Me refiero a las declaraciones del alcalde de Londres, Sadiq Khan, en el sentido de que tenemos que acostumbrarnos al terrorismo porque es algo que debemos asumir como formando parte normal de la vida de las grandes ciudades.
¿Se imaginan que alguien, tras el atropello de musulmanes que dejó un muerto y diez heridos, declarara que los musulmanes deben de acostumbrarse a que los maten a la salida de las mezquitas porque eso es algo normal en la vida de las grandes ciudades modernas?
Se le echaría todo el mundo encima, con razón, y le acusarían de complicidad con el terrorismo. Lo que es cierto para este hipotético caso lo es también para las muy reales declaraciones del alcalde de Londres.
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Presidente de European Dignity Watch, vicepresidente de la Fundación Burke y patrono de la Fundación Pro Vida de Cataluña.Está casado y es padre de seis hijos. Ha publicado 'La historia de los Estados Unidos como jamás te la habían contado' en la Editorial Stella Maris.