22 marzo, 2020
Queridos amigos:
La situación excepcional que estamos viviendo, precisamente por su carácter particularísimo y por sus vastos efectos, exige una reflexión que vaya más allá de la, por otro lado, comprensible, búsqueda de información y novedades. Por ello, sentimos el deber de proponer algunas consideraciones:
1. En esta situación que estamos
atravesando nos enfrentamos a lo desconocido, a lo inesperado, a lo ignoto. Lo
que se teme (el virus) es un adversario oculto: puede estar en todas partes o
no estar en absoluto. Muchos expertos han confesado desconocer cuáles son los
conocimientos necesarios para preparar medidas sanitarias probadas y efectivas.
Batallamos contra un misterio, ya sea por su significado extenso (lo que
ignoramos) o por su significado intensivo (lo que transciende). Ha resurgido el
misterio que el positivismo moderno intenta eliminar de la existencia humana y
que el practicismo presume haber sometido a la operatividad. Se ha hecho
evidente la fragilidad humana y con ello, la necesidad de tomar nota con la necesaria
humildad. La epidemia ha puesto de manifiesto la inutilidad del orgullo típico
del antropocentrismo moderno. Y lo ha hecho añicos con mucha rapidez.
2. La epidemia está minando rápidamente los mitos más tenaces
de la modernidad y de la posmodernidad. Para empezar, el mito de un saber
racional, capaz de comprender y de prever todo y, por lo tanto, de dominar
cualquier situación, incluso la vida y la muerte. También el mito de la
ideología del progreso sin límites, inexorable como el paso del tiempo, capaz
de garantizar un incremento cualitativo generalizado, tanto para individuos como
para pueblos; y de ofrecer a todos, gradualmente, bienestar, paz y libertad. Por
último, el mito de los diseños del globalismo y, en la práctica, de la
globalización, que alimentan la esperanza de la desaparición de fronteras, de
la interconexión planetaria y del mestizaje invasivo.
La epidemia global está derrumbando
todos estos mitos y dándoles su lugar entre los muchos engaños que a menudo
logran revelar su naturaleza ilusoria más eficazmente que muchos análisis. En
estos momentos, mientras asistimos al atardecer del activismo, de la
promiscuidad y de lo efímero, aunque de manera temporal y forzosa, se
redescubre la importancia de las fronteras (políticas), de los muros
(domésticos) y de la privacidad (personal). Puede incluso que redescubramos
también la importancia del silencio y de la reflexión.
3. Las singulares características
del virus y de su propagación (sobre todo al principio) dejan la puerta abierta
a las más variadas hipótesis. Muchas a lo mejor inquietantes, otras
definitivamente desmitificadoras. Sin embargo, rechazarlas porque no las avalan
“las versiones oficiales” o los medios de comunicación “acreditados” sería un
acto ingenuo y superficial (quizá también servil). Considerar con atención
estas hipótesis es una exigencia racional. Valorarlas con serenidad, una
exigencia moral. Sobre todo, porque en este caso, como en muchos otros
análogos, no es difícil advertir que la representación mediática no coincide
con la realidad y que los datos expuestos (no raramente) resultan inverificables.
En suma, pese a la sensación de ser informados constantemente hasta el último detalle,
en realidad se trata de actos de fe (humana) en una imagen determinada de la
situación (que parece requerir solamente soluciones obligadas e inevitables –
las que ya están en funcionamiento … ‒ con las consecuencias que puedan
acarrear).
4. No debemos pasar por alto que
las guerras, catástrofes y crisis han sido a menudo (sobre todo en los últimos
dos siglos) ocasiones propicias para llevar a cabo transformaciones
revolucionarias, para alterar estructuras y costumbres, para subvertir
instituciones, para imponer cambios (normalmente a peor) que de otro modo
habrían encontrado oposiciones y obstáculos. De esta manera, la justificación
que nace de la excepcionalidad de la situación se basa en el miedo y en la
inevitabilidad y consigue vencer reservas y resistencias, o al menos las mitiga
y las debilita. ¿Somos acaso el vórtice de un experimento de ingeniería social?
¿Consiste este experimento en comprobar la posibilidad de imponer nuevas formas
de control generalizado y de nuevos estilos de vida? ¿Quizá esté relacionado
con las innovaciones, consideradas como la panacea que resuelve todos los
problemas? Será necesaria una mirada astuta, una capacidad de evaluación lúcida
y una vigilancia activa.
5. Si observamos la sucesión de las
fases de la epidemia, con las improvisaciones, incertidumbres e incoherencias
que las han marcado, se hace necesario recuperar una célebre reflexión de
Joseph de Maistre.
Los hombres protagonistas de la
revolución francesa parecían liderarla, pero en realidad eran arrastrados por
la misma. Los acontecimientos en sí mismos tenían una dinámica que, en el
fondo, iba más allá de ellos y les superaba. De esta manera, los que parecían
ser los líderes eran en realidad personajes rasos. Aunque algunos vivieran
éxitos efímeros, lo cierto es que se encaminaban inevitablemente hacia el
olvido. Parecía que eran ellos los que tomaban las decisiones, pero en realidad
los acontecimientos las tomaban por ellos. Incluso aunque se hallaran en la
cima del poder, no hacían más que establecer las bases de su derrota. Si bien
sofocaron a sus oponentes, la verdad es que les tragó el mismo proceso que
ellos desencadenaron.
Esta epidemia, sea cual sea su
origen y destino, está demostrando que arrastra más que se somete, que alarma
más que enseña.
6. Ante esta epidemia, las
consideraciones dominantes son principalmente de carácter naturalista y
secularista; las respuestas que se buscan y las propuestas que se hacen, de
carácter horizontal. Los únicos a los que se recurre en busca de un poco de luz
son los expertos en el ámbito biomédico. Les preguntamos el cómo y no prestamos
atención al porqué. Y en este torrente continuo de noticias y conjeturas, lo
cierto es que quien se deje llevar por él se perderá cada vez más. La
acumulación de cifras no hace más que vaciar la mente de cualquier referencia.
La ansiedad por poner números a la salud es una vía libre a la consternación y
a la soledad.
Como es típico en un mundo
secularizado, la ausencia de sacralidad se traduce en un empobrecimiento
radical: una “liberación” no de las cadenas hipotéticas sino de la inteligencia
de los principios, del propósito sustancial, de la posibilidad de resistir el
mal. Ante las tragedias, la secularización no tiene respuestas verticales, sino
únicamente cifras que se prestan a las más diversas interpretaciones. El hombre
secularizado se descubre huérfano no solo de padre (de Dios padre y de
cualquier paternidad), sino también de esperanza.
7. Durante
siglos las epidemias, las carestías y las guerras se han considerado desgracias
frente a las cuales cabía invocar el perdón y la ayuda del Cielo. El saber
cristiano enseña que todo depende de Dios, directa o indirectamente, por
voluntad positiva o permisiva. Dios quiere el bien, pero a veces tolera el mal.
Y lo hace para conseguir un bien mayor. Nada escapa a la omnipotencia de Dios.
Dios no obra solo a través de las leyes de la naturaleza o a través de cauces
secundarios, sino que también puede intervenir milagrosamente contra y más allá
de las causas naturales. En su búsqueda de una explicación profunda para las
cuestiones más graves, la inteligencia (sin menospreciar los esfuerzos por
estudiar las causas más próximas) no puede elevarse a lo Alto. Y a la voluntad
no le queda otra que invocar la ayuda del Todopoderoso. No se trata solo de una
petición de la fe, sino de una exigencia de la razón.
8. Antes
las desgracias, lo Santos recurrieron a la penitencia y a la oración.
Reconocieron en las calamidades las consecuencias de los pecados y de los
vicios. Suplicaron la intervención del Altísimo, rogaron la intercesión de la
Virgen. Sin embargo, hoy en día los eclesiásticos no llaman a la conversión,
sino a la asimilación de las ideologías predominantes. Hasta el punto de tomar decisiones
que, lejos de ser muestra de arrepentimiento, impiden incluso el acceso a las
iglesias.
Comité Promotor de los Encuentros Tradicionalistas de Civitella del Tronto