Suecia: legalización del incesto y necrofilia sexual
La organización juvenil del Partido Liberal sueco propone la legalización del incesto entre hermanos y la necrofilia sexual. Incluso en una sociedad como la sueca, tan de vuelta de todo, tan por delante en la revolución de las costumbres, la sola idea ha causado conmoción. Nada, ni las tensiones sociales que Suecia está experimentando por la acogida de decenas de miles de refugiados, ha eclipsado la conversación sobre la propuesta de los cachorros del Partido Liberal, una de las fuerzas políticas de la coalición gobernante, junto a Demócrata Cristianos, Partido del Centro y Partido Moderado.
Lo que proponen los jóvenes del PL es que pueda haber sexo entre hermanos mayores de 15 años, si ambos consienten en practicarlo. Curiosamente, son partidarios de la interdicción del incesto entre padres e hijos, lo que sorprende, por contradictorio. No hay ninguna razón para no llevar la lógica sobre la licitud del incesto hasta sus últimas consecuencias. ¿Por qué es natural el sexo consentido entre hermanos y no lo es el sexo consentido entre padres e hijos? En este punto al menos, los jóvenes liberales suecos se pasan de conservadores.
En cuanto a la necrofilia –otra prioridad apremiante, para los suecos y para cualquier sociedad avanzada que se precie–, la próxima generación de dirigentes políticos invoca la libre autodeterminación sexual. En la resolución aprobada el pasado domingo, explican que, del mismo modo que uno puede donar su cuerpo a la ciencia, también le puede apetecer ser el novio o la novia cadáver.
“Las leyes no deberían moralizar”, sostienen los jóvenes del Partido Liberal –“liberal” en su acepción anglosajona heredera de J. Stuart Mill, o sea, progre– . Sin embargo, ¿puede haber un edicto moral más estricto, un sermón más conminatorio que usar la ley para cambiar la sociedad? La oferta de los jóvenes suecos es la última frontera del positivismo jurídico, que nunca fue otra cosa que un proyecto de sociedad diseñada por la moral del Estado.
La prohibición del incesto es la primera ley universal, para Claude Levi-Strauss. El bípedo simiesco de la noche de los tiempos saltó de los árboles, empezó a caminar erguido y aprendió a tallar puntas de flecha. Un hito, la represión del incesto, marca ese paso de un estado de naturaleza a otro de cultura. La cojera de Edipo en la tragedia de Sófocles –para el autor de Las estructuras elementales del parentesco– sería una reminiscencia de la manada originaria, el síntoma de una transición fallida a la civilización. Lo que proponen los jóvenes progresistas suecos es desandar el camino, volver a subir a los árboles a cuatro patas y restaurar la edad dorada de la horda.
Recientemente, al comentar el caso de la primera mujer noruega trans-especie, convencida de ser un gato atrapado en un cuerpo de mujer, los editores de Ace of Spades observaban que es poco probable que, durante la Gran Depresión de los años 30 del pasado siglo, hubiera muchas mujeres que se sintiesen un gato. Del mismo modo, no creo que haya muchos jóvenes en Chad, Afganistán, Siria o Haití seguros de que lo que necesita su país es legalizar la necrofilia y el incesto. Los periodos de opulencia tienden a producir un pensamiento decadente. Nuestro tiempo produce algo más: la alucinación, el no-pensamiento. Para permitirse el lujo de la debilidad, se necesita nadar en la abundancia. ¿Lo hace Europa en estos momentos? ¿Seguro? Parafraseando a Carlito Brigante en la película de Brian de Palma: a Europa “le espera un brillante porvenir, si consigue llegar a la próxima semana”.– V. Gago
[Con información de Actuall; y de Daily Mail y Speisa, en inglés]