DOMINGO 14 DE NOVIEMBRE DE 2010
A
Las señales del fin
Ya he escrito que me parece que, como siempre ha ocurrido en la historia, las primeras señales de un profundo cambio histórico se ven o se barruntan entre quienes viven en el campo, y que esto también ocurrió en las vísperas de la caída de Roma, por ejemplo, porque casi solo en el campo los romanos de entonces tenían un abuelo o bisabuelo romano; y también cuando vieron que, en los dulces atardeceres del otoño, aquellos bárbaros que vivían, como quien dice, a un tiro de piedra, bajaban a comer los dulces higos de los huertos y jardines de las hermosas villas y las pequeñas propiedades agrícolas.
Y lo cierto era que, para esas fechas, ya había muchos de esos bárbaros que se habían asimilado perfectamente, y estaban incluso en las filas del Ejército de Roma y en
El tiempo pasó en verborrea y cabildeos, o debates como se dice ahora, los impuestos se hicieron confiscatorios y resultaron insoportables, los políticos eran más incompetentes y más alegremente optimistas, la maquinaría militar comenzó a fallar; y un día ya no quedó más tiempo. Un bárbaro inteligente y bastante expeditivo se presentó a las puertas mismas de la ciudad de Roma, y los romanos ya no pudieron hacer otra cosa que ofrecerle un trato para llegar a un entendimiento.
Los romanos comenzaron a hablar, muy fieros, refiriéndose a su superioridad militar, pero Alarico les contestó con una metáfora campesina, asegurando que cuanto más gruesa es la hierba más fácil es cortarla, y decidió sin más llevarse de la ciudad todo el oro, la plata, y todo aquello transportable que tuviera valor, y, desde luego, a todos los esclavos bárbaros. «¿Y entonces qué nos queda después de esto?», preguntaron los romanos, y Alarico respondió: «la vida».
Así concluyó la historia de los higos que desde el principio intrigó a los campesinos, por la sencilla razón de que, si en el campo se oye un ruido extraño, sucede algo que nunca ha sucedido y no debe suceder, o si las estrellas relucen un poco más o un poco menos que como debe ser, no es que vaya a pasar algo, es que ya está pasando.
Aunque esas gentes del campo saben que, si lo dicen, no se les hará ningún caso y se les acusará de carecer de cultura política; así que, por mi parte, si digo y recuerdo todo esto, es a mero título de curiosidad, y avisando, por supuesto, de que cualquier coincidencia con la realidad sería una mera coincidencia.
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