miércoles, 10 de febrero de 2016

No es necesario creer en Dios


No es necesario creer en Dios



Imaginemos que el presidente de una gran compañía aérea –pensemos, por ejemplo, en la alemana Lufthansa, o en la norteamericana Delta- hiciera unas declaraciones como estas: “No es necesario volar en avión para viajar con seguridad y rapidez. En cierta forma, la idea tradicional de la aviación comercial, no está actualizada. Uno puede perfectamente viajar por todo el mundo sin utilizar jamás el avión. Para muchos, el automóvil o el ferrocarril son una manera perfecta de desplazarse de un lugar a otro. Algunos de los más grandes y famosos viajes de la historia se han hecho sin utilizar para nada el avión, mientras que los más grandes e impactantes desastres provocados por el hombre han sido los accidentes aéreos”.

Imaginemos además que este conjunto de frases, que aparecen como un discurso hilvanado a conciencia, son objeto de difusión masiva en las redes sociales, y generalmente son distribuidas por personas o colectivos con intereses económicos contrarios a los de las compañías aéreas, o por aquellos que representan a potenciales rivales comerciales.

Creo que lo primero que se le ocurriría pensar al inocente lector sería que se trata de algún tipo de manipulación, que es imposible que el presidente de una compañía aérea se refiera a su propio negocio en esos términos.  Pero si no se pusiera en duda su veracidad, supongo que muchos pensarían que ese señor había enloquecido repentinamente. Además, de ser cierto que se había expresado de esa manera, sería inmediatamente cesado por el consejo de Administración, y muy probablemente ingresara en algún establecimiento psiquiátrico por presentar en apariencia todos los síntomas de un grave trastorno mental.

No podría evitarse el desplome del valor de las acciones de la empresa en Bolsa, y por su gran importancia relativa, tampoco la caída de los índices de las principales bolsas occidentales, viéndose implicadas en ello las empresas del sector turístico, bancarias y energéticas, y por supuesto, las del sector aeronáutico. La tormenta financiera se extendería con rapidez, y los medios de comunicación se encargarían de convertirlas en el detonante de un acelerado descrédito del transporte aéreo, con la previsible bancarrota de un sinfín de empresas de algún modo relacionadas con la actividad aérea. La situación acabaría enderezándose, pero ello tras mucho tiempo y mucha energía desplegada en desmentir aquellas declaraciones.

Algo parecido a ello está pasando en estos días respecto a una supuestas declaraciones de su santidad el Papa Francisco. Son estas:

No es necesario creer en Dios para ser una buena persona. En cierta forma, la idea tradicional de Dios no está actualizada. Uno puede ser espiritual pero no religioso. No es necesario ir la Iglesia y dar dinero. Para muchos, la naturaleza puede ser una Iglesia. Algunas de las mejores personas de la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre.

Circulan profusamente en Facebook y han obtenido un amplio eco periodístico, con titulares como estos: “Francisco asegura a los ateos: No tienen que creer en Dios para ir al cielo”, o “No hace falta creer en Dios para ir al cielo, dice el Papa”. Generalmente son citadas por personas que se jactan de no creer en Dios, de ser ateas, y en muchos casos indiferentes e incluso hostiles a la Iglesia Católica.

Pero en realidad, su autenticidad es muy dudosa, algunas de ellas sí han sido dichas o escritas por el Papa Francisco, pero en un contexto muy concreto, sin que por otra parte ofrezcan novedad alguna. Y respecto de otras muchas, reconozco que no he sido capaz de averiguar cuando y dónde las pronunció o escribió su Santidad.

Con respecto a la primera y más impactante - No es necesario creer en Dios para ser una buena persona -, aparte de ser una evidencia y responder al mito del “ateo virtuoso” (que en el pensamiento moderno, aparece de modo explícito con P. Bayle (1647-1706)), procede de la respuesta que –por escrito- el Papa dio al periodista Eugenio Scalfari, fundador y director del diario italiano La Repubblica, intelectual de izquierdas y ateo, que había dirigido al Papa Francisco varias preguntas sobre la religión y el hombre en la sociedad actual, a través de una serie de editoriales que publicó en su periódico en julio y agosto de 2013. Lo que el Papa escribió fue:

En primer lugar, me pregunta si el Dios de los cristianos perdona a quien no cree o no busca la fe. Considerando que  -y es la cuestión fundamental-  la misericordia de Dios no tiene límites si nos dirigimos a Él con corazón sincero y contrito, la cuestión para quien no cree en Dios radica en obedecer a la propia conciencia. Escucharla y obedecerla significa tomar una decisión frente a aquello que se percibe como bien o como mal. Y en esta decisión se juega la bondad o la maldad de nuestro actuar.

El Papa recuerda la infinita Misericordia de nuestro Señor y el hecho de que nuestra conciencia no es más que la voz de Dios en nuestro interior.

Por otra parte, su impecable respuesta no supone más que reiterar la doctrina contenida en el Catecismo de la Iglesia Católica –principalmente inspirado en el Concilio Vaticano II en estos temas- que, comenzando por la libertad de la fe –“nadie debe estar obligado contra su voluntad a abrazar la fe” (160)- afirma sin ambages que “creer en Cristo Jesús es necesario para obtener la salvación” (161) “puesto que «sin la fe… es imposible agradar a Dios» (Hb 11, 6)”, por lo que “Fuera de la Iglesia no hay salvación” (846).

Pero a continuación, y citando la Constitución Apostólica Lumen Gentium (1964), añade que “los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. La divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro conocimiento de Dios”.

De modo muy hermoso, y refiriéndose al Misterio Pascual –la Resurrección- en la Constitución Apostólica Gaudium et Spes (1965) se afirma: “Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual.”

El resto de las frases supuestamente atribuidas al Papa Francisco en esta cita –y que son claramente inconexas, por lo que creo que, de haber sido dichas o escritas por él lo fueron en diferentes momentos, lugares y circunstancias- son, consideradas por separado, una serie de axiomas que no requieren más comentario:

“Uno puede ser espiritual pero no religioso”.
“No es necesario ir la Iglesia y dar dinero”.
“Para muchos, la naturaleza puede ser una Iglesia”.
“Algunas de las mejores personas de la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre”.

Pero puestas todas juntas y seguidas, precedidas por la asombrosa afirmación de que “en cierta forma, la idea tradicional de Dios no está actualizada”, me sugieren una clara manipulación del mensaje papal, y como tal manipulación, me temo que no está hecha con la mejor de las intenciones.


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