(De Actuall)
Reforma de la Constitución: ahora parece que sí toca. El presidente Rajoy empieza a hablar de ello, como quien silba, sin decirlo a las claras, muy gallego todo. Significativo giro el de este jueves: Rajoy propone suprimir la Disposición Transitoria Cuarta, que prevé la posibilidad de que Navarra y País Vasco se fusionen. No ha sido el único pitido inesperado en medio pulso plano del presidente para la reforma, como para casi todo. Ha dado otras señales esta semana de que el PP aceptará hablar de cambios en la Carta de 1978 después de las elecciones, más por necesidad que por convicción. El barómetro electoral del CIS de este jueves, el último antes de la votación del 20-D, confirma que el bipartidismo renquea –aunque resiste mejor de lo que otros sondeos muestran– y el PP tendrá que pactar para formar gobierno.
No lo verás por escrito en su programa electoral, pero el PP ya se ha hecho a la idea. Habrá ponencia de reforma constitucional la próxima legislatura, que puede ser la más breve, si hay que disolver las Cortes y votar la nueva ley fundamental. Genial, más emociones fuertes para España. No esperes claridad de los partidos políticos, y menos, durante la campaña electoral. Te enterarás del menú de la reforma cuando la hayan cocinado entre ellos. Te pondrán sobre la mesa platos con nombres extraños como federalismo en pepitoria, cupos fiscales fritos, intereses territoriales a la vinagreta, salteado de naciones. Todo tan ajeno a tus intereses como de costumbre. Y, por descontado: no esperes ni de broma que la reforma constitucional de Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias sea para lo único que de verdad tendría sentido: poner límites al Estado, separar los poderes y que se vigilen unos a otros; proteger la vida, a las personas, sus bienes y su conciencia, frente a la fuerza, la intromisión y el abuso de los gobiernos.– V. Gago
Reforma de la Constitución: ahora parece que sí toca. El presidente Rajoy empieza a hablar de ello, como quien silba, sin decirlo a las claras, muy gallego todo. Significativo giro el de este jueves: Rajoy propone suprimir la Disposición Transitoria Cuarta, que prevé la posibilidad de que Navarra y País Vasco se fusionen. No ha sido el único pitido inesperado en medio pulso plano del presidente para la reforma, como para casi todo. Ha dado otras señales esta semana de que el PP aceptará hablar de cambios en la Carta de 1978 después de las elecciones, más por necesidad que por convicción. El barómetro electoral del CIS de este jueves, el último antes de la votación del 20-D, confirma que el bipartidismo renquea –aunque resiste mejor de lo que otros sondeos muestran– y el PP tendrá que pactar para formar gobierno.
No lo verás por escrito en su programa electoral, pero el PP ya se ha hecho a la idea. Habrá ponencia de reforma constitucional la próxima legislatura, que puede ser la más breve, si hay que disolver las Cortes y votar la nueva ley fundamental. Genial, más emociones fuertes para España. No esperes claridad de los partidos políticos, y menos, durante la campaña electoral. Te enterarás del menú de la reforma cuando la hayan cocinado entre ellos. Te pondrán sobre la mesa platos con nombres extraños como federalismo en pepitoria, cupos fiscales fritos, intereses territoriales a la vinagreta, salteado de naciones. Todo tan ajeno a tus intereses como de costumbre. Y, por descontado: no esperes ni de broma que la reforma constitucional de Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias sea para lo único que de verdad tendría sentido: poner límites al Estado, separar los poderes y que se vigilen unos a otros; proteger la vida, a las personas, sus bienes y su conciencia, frente a la fuerza, la intromisión y el abuso de los gobiernos.– V. Gago
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