El marxismo de
Podemos: un experimento espartaquista (I)
1 abril, 2015
Algunos
han calificado el fenómeno “Podemos” como producto transitorio de la televisión
que, atenta sólo a los índices de audiencia, ha dado una fama inmerecida a un
grupo de jovenzanos, cuyo prestigio, como el de cualquier “famoso”, debería
difuminarse en cuanto los medios se cansaran de prestarles atención. Es bien
posible también que no se trate sino de una estrategia de las derechas, para
provocar un miedo que redundaría electoralmente en su beneficio. Sea cual sea
la causa del prestigio adquirido por “Podemos”, quienes previeron su olvido se
han equivocado: “Podemos” ha entrado en la política, sin que las derechas hayan
salido beneficiadas, sino todo lo contrario. Los votos, dentro del régimen que
padecemos, substancializan por cuatro años lo que sea, por absurdo que sea. No
sin razón Juan Manuel de Prada se quejaba de la política degenerada por la
televisión y su exclusiva atención a los pronósticos de audiencia.
Y
es que, hoy en día más que nunca, es peligrosísimo jugar a la vez con la
política y los medios de comunicación. En El bosque animado, y en otros
muchos sitios, Fernández Flores dijo que las moscas carecen por completo de
memoria, hasta el punto de olvidar su propia identidad. Una mosca topa con un
cristal, se da una vuelta y, olvidado el trastazo, casi instantáneamente vuelve
a darse otro contra el mismo cristal y así, sin recordar ni siquiera si ella es
la que se ha dado el golpe o es otra la que lo ha sufrido, vuelve a la carga
indefinidamente.
Las
generaciones recientes, y no tan recientes, cada vez se parecen más a las
moscas. Su cabeza no retiene nada que no sea inmediato. Tienen, como la materia
de Leibniz, una mens momentanea seu carens recordatione, incapaz de de
retrotraerse más allá de lo que se les presenta actualmente. Hoy las
nuevas tecnologías, las pantallas reducidas de los teléfonos, y otros trastos,
han logrado sustituir la facultad humana de la memoria por la memoria de esos aparatos; y la visión de la
realidad, la verdadera experiencia, se ha visto suplantada por la realidad
virtual. Los chicos, y no tan chicos, ni saben ni les importa lo que puedan
enseñarles sus mayores, ni lo que puedan decir los libros. Se conforman con
beber ávidamente las opiniones de cualquiera, con tal de que queden plasmadas
en twitter o en cualquier otra red.
Así
se explica el olvido del horror marxista. Los poderes de este mundo, a una con
los medios de comunicación y en contra de lo que racionalmente cabía esperar
tras la caída de la URSS, han corrido un tupido velo sobre sus atrocidades. En
la mente de las recientes generaciones se mantiene incólume el terror del
llamado holocausto nazi. Todavía hoy, no hay día en que los medios no cuenten
algo que mantenga viva la memoria de los seis millones de judíos que -según
dicen- fueron ejecutados en Alemania por ese régimen nefasto. Pero eso no es
nada en comparación a los cien millones de depurados por los regímenes
comunistas de todas las latitudes. Sea que el común de periodistas no tenga por
comparable el asesinato de judíos con el de campesinos rusos o cubanos, con el de oficiales
polacos, con el de viejos chinos o jóvenes venezolanos; sea que el imperio haya
preferido mantener vivo el temor irreal al nazismo y no a los peligros reales,
con los cuales cabe negociar, el caso es que se ha hecho olvidar el olor a
muerte que acompaña a los regímenes marxistas sin excepción alguna. Y si se ha
perdido la memoria de sus consecuencias, más todavía se desconoce la
podredumbre teórica esencialmente abocada a ese resultado.
Con
las últimas elecciones, “Podemos” ha saltado del mundo virtual a la realidad
política española. Y, en esa realidad, lo que cuenta no son los discursos, ni
los programas; ni las promesas, ni las esperanzas e ilusiones, sino lo que está
en la cabeza de los jefes de partido. Porque, al fin y al cabo, el sistema
democrático entrega un poder omnímodo a unos hombres concretos, que
llevan a efecto lo que tienen en su personal caletre, sin limitación externa
alguna.
Por
eso me parece conveniente exponer, con sus propias palabras, lo que, teórica y
tácticamente, mantienen la tetrarquía de “Podemos”. Para dar a conocer la
diversidad de estratos que contiene su discurso, me veré obligado a vencer el
hastío y a presentar las doctrinas y estrategias de ese marxismo, que otrora
todos creímos felizmente olvidado, pero que, de hecho, hoy sirve inspiración a
la cúpula de “Podemos”. Después demostraré que los propios mandamases de ese
partido se han declarado repetidamente marxistas, para presentar finalmente las
fuentes que inspiran su táctica, en orden a implantar la dictadura del
proletariado, y la manera en que la están usando.
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