El marxismo de Podemos (IV).
Rosa de Luxemburgo: la inspiración
8 abril, 2015
La cúpula de Podemos
Los
medios de comunicación, centrados en la el partido “Podemos “y sus
declaraciones como tal, dudan sobre la manera en que debe encuadrarse ese
movimiento. Parece claro que es de izquierdas, cosa que Pablo Iglesias reconoce
como inclinación personal, que no afecta al partido. Pero, dentro de eso, no
parece haberse descubierto la etiqueta que lo encuadre adecuadamente: ha sido
calificado de utópico, de populista, de formación basada en un fuerte
liderazgo; de partido antisistema e, incluso, se ha asimilado a la
socialdemocracia; también se han señalado como sus inspiradores a Gramsci, a
Lenin, a Chaves etc.
Si
queremos hacernos una idea de lo que representa este movimiento, a lo que
debemos dirigirnos no es a sus programas o a sus declaraciones públicas como
partido que, como siempre sucede, ocultan los propósitos de quienes lo dirigen.
En la política partidista, todo eso son alharacas de la universalmente engañosa
propaganda. En las elecciones, se entrega el poder a personas que siempre hacen
lo que tienen en la cabeza; y, no lo dudemos, para conocer el grupo cerrado que
domina “Podemos”, sin permitir intromisiones, lo que importa es mirar cómo
piensan sus componentes.
Por
tanto, dentro de la infinidad de documentos generados en Internet por
“Podemos”, distinguiremos los escritos doctrinales y tácticos, publicados por
su cúpula antes de que esa formación pasara a la acción política, y las
manifestaciones públicas confeccionados con posterioridad, donde la doctrina y
la táctica quedan enmascaradas con el fin de captar voluntades y votos.
“Podemos”: marxismo duro con táctica suave
Para
mostrar que la cúpula de podemos está formada por marxistas que se adhieren sin
vacilación a lo que he llamado meollo doctrinal del marxismo, basta
citar un par de datos:
1)
Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, que ocupa, este último, el
tercer o cuarto de la cúpula, recibieron el “Premio Libertador del Pensamiento
Crítico 2010” (dotado con ciento cincuenta mil dólares) que les concedió el
gobierno de Venezuela por un libro titulado El orden de El Capital. Por qué
seguir leyendo a Marx. Su finalidad, según sus autores, parte del “análisis
que hace Marx del capitalismo (que sigue siendo lo más clarificador que se ha
escrito para entender las leyes fundamentales que rigen la sociedad
capitalista, que es la nuestra) y la filosofía práctica de la tradición
ilustrada” y “poner todo ese bagaje a la altura de nuestro tiempo para que
nos ayude a comprender y a transformar el mundo que nos ha tocado en suerte y
que, por cierto, se caracteriza por el control progresivamente creciente de
poderes salvajes”. “El libro -dicen- se lo hemos dedicado a los y las
comunistas, porque seguimos convencidos de que tenían razón en lo esencial: en
luchar heroicamente contra el capitalismo para impedir que el mundo se
convirtiera en lo que hoy se ha convertido” (www.anticapitalistas.org/spip.php?article25389).
2) Juan Carlos Monedero, escribió en 2006, el
libro Empresas de Producción Social. Instrumento para el Socialismo del
siglo XXI», que fue editado por una editorial para la propaganda del
Gobierno de Hugo Chávez. En él, según una recensión periodística,
pone como modelos la Revolución de Lenin, que, según el autor, «trajo
consigo una explosión democratizadora en todo el mundo» y a Cuba que «pese a
todos los intentos de estigmatizarla, permanece como estandarte de la dignidad
del continente latinoamericano en pos de la construcción de nuestra
Errejón
América» (http://www.abc.es/espana/20150130/abci-monedero-libro-201501292041.html).
3)
Pablo Iglesias, hablando para los suyos declaró que tienen razón quienes
comprenden “que el materialismo histórico es la clave para entender el
desarrollo de los procesos sociales” (https://www.youtube.com/watch?v=1v430q8Ns7A).
Estas
publicaciones no parecen dejar lugar a duda alguna. Pero si alguien todavía las
tuviera, basta consultar los escritos tácticos de los dirigentes de
“Podemos” para ver que todo el horizonte que dan por descontado es el de la
necesaria lucha de clases y del necesario protagonismo del proletariado en
orden al progreso revolucionario.
Espartaquismo a la “Podemos”
Entre
esos escritos, resulta especialmente ilustrativo uno que recoge la intervención
de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón (los otros dos elementos de la cúpula de
Podemos) en un congreso en Manchester de 2005 sobre movimientos sociales
alternativos. El documento, en inglés, se enmarca en una publicación con
pretensiones académicas, pero se inscribe exclusivamente dentro del
análisis escolástico del marxismo. El título sirve por sí mismo para situar la
intención que persigue: Los Nuevos Espartaquistas. El pensamiento de Rosa
Luxemburgo para entender el Movimiento Global, donde “movimiento global” se
refiere a las movilizaciones internacionales que se han producido en la última
década contra el capitalismo neoliberal.
El texto empieza por una exposición apologética de la
táctica que, dentro de la ortodoxia marxista, propone Rosa de Luxemburgo. Luego
su aplicación a los llamados movimientos antiglobalización, o
antisistema, que se plasmaron desde 1994 a 2005 en Chiapas, Seattle, Madrid y
Génova, entre otros lugares. La presentación del pensamiento de Luxemburgo
carece de originalidad. Se puede hallar en cualquier manual sobre la
evolución del marxismo e, incluso, en cualquier enciclopedia. En cambio, la
propuesta de aplicación a los movimientos antisistema tiene el interés
retroactivo de presentar la táctica que, casi diez años después, seguirá
“Podemos” cuando se ponga al frente del llamado movimiento del 15 M.
Antes
que nada, el artículo sitúa la obra de Luxemburgo dentro de la estrategia común
del marxismo, que persigue acomodar el orden político a la a situación
económica. Su fin es, pues suprimir la llamada alienación política que el
hecho de que los mecanismos estatales estén en manos de los capitalistas (clase
opresora) y no en las de los trabajadores (clase oprimida). Luego destaca el
carácter revolucionario de la táctica propuesta por Luxemburgo, que se opone,
tanto al reformismo socialdemócrata, como a la inoperancia del marxismo
especulativo y retórico. Después habla de la teoría de Luxemburgo sobre la
necesaria espontaneidad de la revolución, cuyas manifestaciones “no tienen
que ser convocadas”, ni “se deciden en las cúpulas de las organizaciones
de las masas ni en los comités centrales de las vanguardias”. Nada, en suma
que no sepamos.
Lo
que, por el contrario, sí merece atención es el párrafo siguiente, donde
Iglesias y Errejón describen su manera de entender la función táctica de las
vanguardias revolucionarias, pues esa es la función que la cúpula de “Podemos”
se asignará a sí misma, cuando forme su partido y se pongan a la cabeza del
movimiento del 15 de marzo:
El papel de las vanguardias, que son sólo los núcleos
duros de los más conscientes de los trabajadores y los intelectuales próximos a
ellos, no consiste en predecir los brotes, sino más bien en comprenderlos y
explicarlos en relación con las condiciones actuales del capitalismo, y en ser
un estímulo de radicalización que participa como la facción más avanzada en
cada lucha. La vanguardia ha de descubrir las principales contradicciones del
sistema capitalista y proponer recursos que apunten directamente a ellas.
Instrucciones tácticas que deben tener la estrategia revolucionaria como hoja
de ruta, y ser tan firmes como las condiciones lo hagan posible -que no es
fácil de interpretar-, yendo siempre al límite, pero sin romper el vínculo
necesario con los deseos y rencores actuales de las masas: un paso por delante de las masas, pero sólo uno
(Lenin ).
En
breve, las vanguardias tienen que apropiarse de los brotes de insatisfacción, o
de lucha (como ellos dicen), interpretarlos y encauzarlos, cuidando
amorosamente de que las masas sigan creyendo que la vanguardia no hace sino
recoger sus propias reivindicaciones. Esta táctica -prosiguen Iglesias y
Errejón- difiere mucho leninista, que confiere a las vanguardias profesionales
un poder completo para dirigir las masas y sustituirlas en la dirección de la
revolución, sometiéndolas a una disciplina férrea y a las depuraciones
consiguientes: “Luxemburgo en ese sentido formuló el internacionalmente famoso
eslogan: la liberación de los trabajadores será producto de ellos
mismos o no será”. Basados en estas palabras, los autores del artículo
entienden que la táctica espartaquista proclama la libertad y la democracia en
el seno de la clase trabajadora:
La libre expresión de las masas y su control sobre la
política y el proceso económico es lo que salva a la revolución de la
corrupción, la burocracia y la dictadura burguesa. La libertad para todo el
mundo es lo que asegura el proletariado pueda ser guiado por la vanguardia sin
ser dominado por ella.
Pero,
entiéndase esa proclama en su dimensión verdadera. Porque, en contra de lo que
pudiera parecer, en ella no se sostiene, en modo alguno, un régimen
democrático; ni se exime de la represión a los enemigos de la revolución (es
decir la clase dominante y la de intelectuales o religiosos causantes de las
alienaciones). Tampoco supone una concepción moralizadora, sino que sólo
propugna el medio táctico más eficaz para la aceleración de la historia hacia
la sociedad comunista. Los autores del escrito lo dicen claramente cuando, al
final, asumen la siguiente conclusión inspirada en las propuestas tácticas de
Luxemburgo:
Con Rosa podemos caminar el camino de la democracia
como una herramienta emancipadora, de la libertad, como un ejercicio cotidiano
y permanente. El objetivo no justifica los medios. La represión debe
limitarse a la vieja clase de los explotadores. La democracia y la
socialización del poder son inseparables del triunfo de la revolución, y ello
debido a la eficacia y a razones históricas más que las abstracciones morales.
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