JUAN MANUEL DE PRADA
Los «prescriptores» han defendido las tropelías de Israel, que no han
servido sino para enviscar al mundo musulmán
EN estos días escucho muchos lloriqueos en ámbitos católicos por la
persecución que sufren los cristianos en Oriente Próximo; en cambio, escucho
menos deseos de reconocer, mediante un acto de contrición sincera, cuáles son
las verdaderas causas de esa persecución. También me llama la atención que en
determinados medios sedicentemente católicos, cada vez que hay que explicar lo
que está sucediendo en Oriente Próximo, se recurra a la autoridad de «analistas
de política internacional», «expertos en geoestrategia» y demás ganapanes
neocones, liberales o progres (bueno, en medios sedicentemente católicos a
estos últimos se recurre menos, porque con los neocones y los liberales tienen
ya cubierta la ración de alfalfa intoxicadora) y no se dé voz a cristianos iraquíes,
sirios o palestinos, que son los que están sufriendo en sus propias carnes la
persecución, y conocen perfectamente sus causas. Y no se les da voz porque se
sabe que lo que van a decir no cuadra con toda la alfalfa que se nos ha
obligado a deglutir durante estos años; que se nos sigue obligando a deglutir
hoy.
Lo acaba de decir Michel Sabbah, patriarca emérito de Jerusalén: «Lo que
está ocurriendo en Gaza no es una guerra, sino una masacre»; y es que, en
efecto, no hay guerra justa donde no hay proporcionalidad en la respuesta. Los
cristianos palestinos saben perfectamente que las iglesias que han sido
destruidas en Gaza no lo han sido por Hamás, sino por Israel. También los
cristianos sirios saben quiénes han financiado y asesorado a la chusma que martiriza
a sus hermanos. Y los cristianos iraquíes saben quiénes han sido los causantes
de la feroz persecución y éxodo que padecen en estos días. Pero aquí nos basta
con lloriquear por nuestros pobrecitos hermanos perseguidos, sin querer conocer
las causas; o, todavía peor, impidiendo que nuestros hermanos perseguidos nos
las expliquen, porque para eso ya tenemos nosotros a nuestros «especialista»
tertulianeses, a sueldo de la embajada americana o israelí (o, todavía peor,
gozquecillos que necesitan alinearse gratis con el Nuevo Orden Mundial, para
aliviar el gravamen de su insignificancia), que nos lo explican a las mil
maravillas, que nos lo llevan explicando a las mil maravillas años o décadas,
apoyando la intervención de Estados Unidos en Irak, jaleando la primavera
árabe, justificando la guerra en Siria y, por supuesto, aplaudiendo frenéticos
con las orejas cada «intervención militar» israelí.
Durante muchos años demasiados ya los «prescriptores» de los católicos
españoles en cuestiones sobre Oriente Próximo han sido una patulea que se pone
cachonda con el sonsonete de la «extensión de la democracia» (así llaman a la
expansión del Nuevo Orden Mundial, los muy bellacos), como el coronal Kilgore
de Apocalypse Now se ponía cachondo con el olor del napalm por la
mañana. Estos «prescriptores» han jaleado el derrocamiento de todos los
dictadores que toleraban o incluso protegían a los cristianos en Oriente
Próximo (Sadam Husein, Mubarak, Gadafi, Al Asad
) e impedían su persecución
cruenta; estos «prescriptores» han presentado como «luchadores por la libertad»
a la chusma islamista que, patrocinada y armada por el Nuevo Orden Mundial,
tortura, martiriza o condena al éxodo a los cristianos de Oriente Próximo;
estos «prescriptores», en fin, han defendido hasta lo indefendible las
tropelías más infames de Israel, que no han servido sino para enviscar al mundo
musulmán.
Esta patulea, queridos católicos españoles, han sido (¡y siguen siendo!)
nuestros prescriptores, nuestros líderes y lideresas ideológicos. Ahora lloramos
por la persecución de los cristianos en Oriente Próximo. Caiga su sangre sobre
nosotros.
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