miércoles, 30 de julio de 2014

Otro descarrilamiento de un banco público (la desamortización siglo XXI)


 

INMODIARIO

 

Otro descarrilamiento de un banco público

 

Que si Dios o el Caos no lo remedian la Banca Pública no resucitará en España, es algo que está cantado. Terminaba yo de escribir  mi anterior artículo en el que comentaba la iniciativa de un diputado comunista andaluz sobre la Banca Pública en Andalucía, cuando aparecieron noticias abundantes de la inminente “desamortización”  de otro de los restos de las numerosas Cajas Públicas que hace unos años funcionaban en toda España.

 

Finalmente, ese banco ha pasado de manos públicas (el FROP) a manos privadas, (al Banco BBVA), “… por 1.187 millones de euros, aunque el coste final de la operación será de 600 millones, según fuentes cercanas a la operación. Esta diferencia es fruto de descontar los créditos fiscales de los que se beneficiará BBVA y las nuevas garantías con las que contará para adjudicarse Catalunya Banc. En concreto, BBVA tendrá cubiertos los riesgos por posibles litigios de preferentes, swaps y cláusulas suelo y por una eventual ruptura del acuerdo de Bancaseguros con Mapfre.”

 

Ha habido pues -recuperando un cierto tipo de lenguaje rapaz inmobiliario antiguo, dos pases. El primero, de las diferentes cajas públicas al Gobierno (FROP), cuando este las rescató. Y el segundo pase, cuando saneada con fondos públicos ha pasado a manos privadas.

 

Si el primer pase resulta acongojante: ¿Por qué no se le dejó quebrar, dado que sí lo estaba? ¿No sobraban Cajas en España?... (con ello usted, yo y casi todos los españoles hubiésemos perdido poco), pero el segundo, lo es aún más. Se renuncia, una vez saneada esa entidad y por tanto en condiciones de generar  beneficios, a su constitución como banca pública, y se entrega, por el puñado de euros que se indica más arriba, a quienes lo harán florecer de nuevo. Y todo eso con la pérdida irrecuperable de unos 12.000 millones de euros, que usted, yo y casi todos los españoles, tendremos que pagar de una u otra forma.

 

Que se produjese su rescate y no su quiebra, que no se haya sabido reflotarla adecuadamente salvo por la vía de más y más capitales entregados para su salvación; que sea el rescate más ruinoso ocurrido hasta la fecha en España; que se haya entregado a particulares un negocio que generará beneficios importantes a corto plazo; que todo eso parezca no quitarle el sueño a los responsables de este desastre consecutivo de decisiones; que la ya anunciada reducción de costes de Catalunya Banc, vaya a mandar más gente al paro y oficinas al Banco malo;  todo eso, no es lo más importante.

 

Lo más agrio es la RENUNCIA  a constituir un contrapoder competitivo frente a la Banca Privada. Como se siga desmantelando -y parece que esa es la idea- los restos de Banca Pública que quedan, una vez saneada a costillas de los contribuyentes, solo van a quedar unos pocos bancos  en nuestro país.

 

Y lo más atroz de todo esto es  que el banco ya saneado, generará en pocos años -¿meses?, fuertes plusvalías -los beneficios bancarios no dejan de crecer- que irán, como Dios manda, a sus propietarios, que mira por dónde no seremos ni usted, ni yo, ni la mayoría de los españoles. Por si le cabe duda acerca de esto piense en el Banco de Galicia o en el Banco de Valencia -otros pases sorprendentes de lo público (habían sido intervenidos)  a lo privado- que fueron vendidos a 1 euro, y que sus compradores, los Bancos vencedores, los han hecho ya fructificar enormemente, apenas pasados algunos meses desde su peculiar compra.

 

Ya hace tiempo que sé en manos de quienes estamos (véase el Libro del Éxodo, 32)  pero cosas como la que acabo de contarle me dice, además, que con los plutócratas, los de a pie NO PODEMOS.

 

Caiga su sangre sobre nosotros (Juan Manuel de Prada)



JUAN MANUEL DE PRADA


Los «prescriptores» han defendido las tropelías de Israel, que no han servido sino para enviscar al mundo musulmán

EN estos días escucho muchos lloriqueos en ámbitos católicos por la persecución que sufren los cristianos en Oriente Próximo; en cambio, escucho menos deseos de reconocer, mediante un acto de contrición sincera, cuáles son las verdaderas causas de esa persecución. También me llama la atención que en determinados medios sedicentemente católicos, cada vez que hay que explicar lo que está sucediendo en Oriente Próximo, se recurra a la autoridad de «analistas de política internacional», «expertos en geoestrategia» y demás ganapanes neocones, liberales o progres (bueno, en medios sedicentemente católicos a estos últimos se recurre menos, porque con los neocones y los liberales tienen ya cubierta la ración de alfalfa intoxicadora) y no se dé voz a cristianos iraquíes, sirios o palestinos, que son los que están sufriendo en sus propias carnes la persecución, y conocen perfectamente sus causas. Y no se les da voz porque se sabe que lo que van a decir no cuadra con toda la alfalfa que se nos ha obligado a deglutir durante estos años; que se nos sigue obligando a deglutir hoy.

Lo acaba de decir Michel Sabbah, patriarca emérito de Jerusalén: «Lo que está ocurriendo en Gaza no es una guerra, sino una masacre»; y es que, en efecto, no hay guerra justa donde no hay proporcionalidad en la respuesta. Los cristianos palestinos saben perfectamente que las iglesias que han sido destruidas en Gaza no lo han sido por Hamás, sino por Israel. También los cristianos sirios saben quiénes han financiado y asesorado a la chusma que martiriza a sus hermanos. Y los cristianos iraquíes saben quiénes han sido los causantes de la feroz persecución y éxodo que padecen en estos días. Pero aquí nos basta con lloriquear por nuestros pobrecitos hermanos perseguidos, sin querer conocer las causas; o, todavía peor, impidiendo que nuestros hermanos perseguidos nos las expliquen, porque para eso ya tenemos nosotros a nuestros «especialista» tertulianeses, a sueldo de la embajada americana o israelí (o, todavía peor, gozquecillos que necesitan alinearse gratis con el Nuevo Orden Mundial, para aliviar el gravamen de su insignificancia), que nos lo explican a las mil maravillas, que nos lo llevan explicando a las mil maravillas años o décadas, apoyando la intervención de Estados Unidos en Irak, jaleando la primavera árabe, justificando la guerra en Siria y, por supuesto, aplaudiendo frenéticos con las orejas cada «intervención militar» israelí.

Durante muchos años –demasiados ya– los «prescriptores» de los católicos españoles en cuestiones sobre Oriente Próximo han sido una patulea que se pone cachonda con el sonsonete de la «extensión de la democracia» (así llaman a la expansión del Nuevo Orden Mundial, los muy bellacos), como el coronal Kilgore de Apocalypse Now se ponía cachondo con el olor del napalm por la mañana. Estos «prescriptores» han jaleado el derrocamiento de todos los dictadores que toleraban o incluso protegían a los cristianos en Oriente Próximo (Sadam Husein, Mubarak, Gadafi, Al Asad…) e impedían su persecución cruenta; estos «prescriptores» han presentado como «luchadores por la libertad» a la chusma islamista que, patrocinada y armada por el Nuevo Orden Mundial, tortura, martiriza o condena al éxodo a los cristianos de Oriente Próximo; estos «prescriptores», en fin, han defendido hasta lo indefendible las tropelías más infames de Israel, que no han servido sino para enviscar al mundo musulmán.

Esta patulea, queridos católicos españoles, han sido (¡y siguen siendo!) nuestros prescriptores, nuestros líderes y lideresas ideológicos. Ahora lloramos por la persecución de los cristianos en Oriente Próximo. Caiga su sangre sobre nosotros.

 

viernes, 25 de julio de 2014

Las Regiones (Elías Romea, Administración local 1886)


XIII

Las Regiones.

Avanza siempre, pero en espiral.
Goethe

Ya expusimos el desarrollo de este ciclo orgánico administrativo y ahora vamos á insistir sobre punto tan interesante. La demarcación provincial y la de los partidos judiciales nacieron por las ne­cesidades administrativas del Estado, así que son creación de este. Los Reinos, los Principados, Los Condados, Marquesados y las tierras de las villas y ciudades, nacieron por el contrario, al calor de nuestras evoluciones históricas, al compás de nuestras lanzas reconquistadoras y, en consonancia y adaptación de la topografía y producciones del país con el carácter, dialecto y costumbres de nuevos pobladores;
estos Reinos, estas Regiones son entidades reales y positivas que el Estado no ha podido sustituir, ni mucho menos borrar del comercio social con esas demarcaciones crea­das á su antojo, como son las provincias y partidos judiciales. Los catalanes se llaman catalanes, sean del Ampurdán ó del Prio­rato; los andaluces, andaluces, así sean del condado de Nieblas como de la serranía de Ronda; los valencianos, valencianos, lo mismo los serranos de Castellón y Segorbe que los huertanos de Alicante, como todavía subsiste la división de castellanos viejos y nuevos. Los primeros constitucionales españoles no hicieron en esto mas que imitar servil y desdichadamente a los revoluciona­rios franceses, al instituir las provincias actuales, "desgarrando los cuerpos vivos de los antiguos estados, despedazando de su patria con nueva división administrativa", según frase del célebre irlandés Burque. De ahí que á las Regiones se les debe reconocer legal­mente y darles é infundirles la vida que tuvieron, en la historia, restableciendo ese vínculo y ese nexo que fue el alma de nues­tra reconquista y por ende de nuestra nacionalidad. Siendo Mi­nistro de la Gobernación D. P. de la Escosura en la revolución del 54 se intentó por decreto, instaurar las regiones antiguas de nuestra nación, pero tan buen pensamiento se abandonó después, derogándose a seguida de la caída del partido progresista, tan lau­dable disposición. Después en los proyectos de reforma de los se­ñores R. Robledo, Moret y sobre todo en el nonnato del señor Silvela, ha renacido esa idea que todavía se halla en el periodo de gestación, pero es tal su virtualidad, que es de esperar con­fiadamente, salga algún día vivificada legalmente de nuestro parla­mento, porque como ha dicho con sobrado fundamento el insigne tratadista de derecho constitucional B. Constant: «es preciso intro­ducir en la administración mucho federalismo” que no es opuesto a la unidad de la patria, como una experiencia secular lo viene comprobando en Inglaterra, Holanda, Alemania, Dinamarca y has­ta en la autocrática Rusia, circunstancia que no tienen presente ciertos espíritus apocados y, asustadizos. El particularismo regio­nal, el localismo histórico debido á la variedad de clima y á la constitución de nuestra nacionalidad, es tal en España, según ob­serva el gran Spencer, que no puede igualarle otra nación.

Al constituir las Regiones queremos instaurar la regionalidad histórica y tradicional
que no es el federalismo pactista, que no puede ser el separatismo y el descoyuntamiento de la unidad nacio­nal, lograda á costa de tanta sangre, de sacrificios tantos y de tantos siglos de épica lucha; el regionalismo que deseamos cons­tituir, es el genuino y auténtico regionalismo, que no es otra cosa que la descentralización en todas las manifestaciones de la vida so­cial, desenvueltas en un organismo relativamente autónomo, con subordinación prudencial y harmónica al poder central; de esa ma­nera combatiremos ese macrocefalisrno que nos corroe y nos desangra, consumiéndonos por plétora en Madrid y en las capitales y muriéndonos de anemia en los lugares y aldeas; con la constitu­ción de las Regiones se difundirá y repartirá la vida nacional, que renacerá como el Ave Fénix, concluyendo esa concentración del poder y de servicios que caracteriza á nuestro Estado, todo cabeza y en su apoteosis constituido en Estado-Divinidad: por eso desea­mos que las categorías graduales y progresivas, individuo, familia, municipio, provincia, región sean autónomas en el desarrollo de los elementos de vida, es decir, en su vida interna, con órbita bien delimitada y subordinadas en la externa al círculo superior jerár­quico inmediato. Así también el Estado dejará de ser el arbitro de España y el Gobierno el tirano de los españoles

Así como el comunalismo es el complemento del familismo y de este el provincialismo, del propio modo el regionalismo lo es del provincionalismo, a la manera que el patriotismo, el amor de la patria, es el círculo máximo que abraza é integra á todos esos par­ciales amores y á todos esos vínculos graduales inferiores.

A la acción enérgica, tiránica y absorbente de la centralización, tenía que suceder por ley social necesaria inevitable, la reacción vivificadora del regionalismo descentralizador, amoroso y paternal como las auras de la patria,
pero no el regionalismo estrecho, mez­quino y bastardo de las banderías políticas
, sino aquel regionalismo puro, genuino, auténtico, arrobador, que parte del santo suelo donde el sol pristinamente nos alumbró, donde recibimos las cari­cias maternales, donde pequeñuelos jugueteábamos, donde el casto amor enardecía nuestro corazón y donde se guardan las sacrosan­tas cenizas de nuestros padres y hermanos; en fin, del regionalis­mo, todo sentimiento idolátrico, todo recuerdos y tradiciones del sabor de la tierruca, que es la harmónica forma cristalográfica del nacional sentimiento de la integridad de la patria. El cesarismo re­volucionario, ha dicho C. Perin, que no admite en la sociedad ,más que dos derechos, el del individuo y el del Estado, es el enemigo irreconciliable de las libertades locales.

En este concepto y teniendo presente la antigua demarcación de Reinos que han constituido la nacionalidad española, hemos for­mado el proyecto de división de Regiones, señalándoles las capita­les y acompañándoles algunos datos estadísticos que lo ilustran y como se verá, de él resultan diez Regiones y en nuestro humilde parecer son las que más se amoldan á nuestros antecedentes histó­ricos y á la topografía de nuestra península. Casi todas ellas tienen cinco provincias, excepto la Andalucía occidental, que por com­prender las dos provincias de Extremadura tiene seis: en cambio la vasco- navarra y la aragonesa tienen cuatro, incluyendo en esta última la de Logroño, por sus afinidades de carácter, de produccio­nes y topografía. Las capitales son las mismas que la tradición secular viene señalándolas como tales, excepto en la galaico-asturiana, que seria muy inconveniente levarla á la Coruña, por su excentricidad y por eso hemos señalado Lugo como capital, por ser punto más equidistante entre Asturias y Galicia. Lo propio acontece con Tolosa, antigua capital de Guipúzcoa, en la región vasco-navarra. Los nombres que damos á las Regiones son los mismos que llevan en nuestra Geografía histórica y política, !amentando que á la Andalucía occidental no le hayamos podido llamar Bético-Extremeña, ya que llamamos á su congénere y hermana, Andalucía occi­dental, porque el nombre de Andalucía es más usual que la palabra latina Bética. La población, extensión y riqueza de cada una, son suficientes, en nuestro concepto, para atender los fines que les hemos cometido, excepto la vasco-navarra que resulta un poco exigua, pero es una unidad histórica, etnográfica y topográfica tan interesante y tan importantísima, que nos atrevemos a decir sería un atentado alevoso, el segregar desgarrándolas esas cuatro her­mosas hermanas que forman una las más valiosas preseas que abrillantas y, avalorar la corona de España, por su laboriosidad, por su honradez, por su carácter y por sus venerandas institucio­nes, ensalzadas y envidiadas en el antiguo y nuevo continente y que merecen conservarse en mármoles con letras de oro. Afirma el gran Le Play, hablando de ellas, que no ha hallado ni en Europa, ni en Asia, ni en América, raza ninguna en la cual la paz social reine en tan alto grado como entre nuestros vascongados, lo cual consiste en que en parte alguna existe una sumisión más completa a las instituciones fundamentales de la humanidad.

GALICIA

Capital: Lugo

Provincias

Asturias
Coruña
Lugo
Orense
Pontevedra



CASTILLA LA VIEJA

Capital :Burgos

Provincias

Ávila
Burgos
Santander
Segovia
Soria



CASTILLA LA NUEVA

Capital :Madrid

Provincias

Ciudad Real
Cuenca
Guadalajara
Madrid
Toledo


ANDALUCÍA OCCIDENTAL

Capital:Sevilla

Provincias:

Badajoz
Cáceres
Cádiz
Canarias
Huelva
Sevilla


ANDALUCÍA ORIENTAL

Capital:Granada

Provincias

Almería
Córdoba
Granada
Jaén
Málaga


VALENCIA

Capital:Valencia

Provincias

Albacete
Alicante
Castellón
Murcia
Valencia



CATALUÑA

Capital:Barcelona

Baleares
Barcelona
Gerona
Lérida
Tarragona


ARAGÓN

Capital:Zaragoza

Logroño
Huesca
Teruel
Zaragoza



VASCO-NAVARRA

Capital:Tolosa

Provincias

Álava
Guipúzcoa
Vizcaya
Navarra


Las Diputaciones Regionales, lo propio que las Provinciales y como los Ayuntamientos, son corporaciones exclusivamente ad­ministrativas, de cuya gestión estarán encargados cuatro diputados por cada provincia de su demarcación, elegidos por las Asambleas municipales y con el procedimiento que hemos propuesto para las elecciones provinciales, siendo preciso para ser electo Dipu­tado regional, haber sido todo el tiempo legal Diputado pro­vincial ó Vocal de una asamblea municipal, con juicio de resi­dencia favorable, sin haber sufrido condena por comisión de de­lito. La Comisión regional se compone de tres Diputados elegidos á suerte; los turnos en forma idéntica á las Comisiones provin­ciales, á fin de que en ningún turno haya dos diputados de una mis­ma provincia, y como en las regiones que tengan más de cinco pro­vincias sobrarán diputados, se procurará repartir equitativamente los turnos, quedando de suplentes, á suerte también, los diputados á quienes no les haya tocado turno. En cambio las Regiones como la Aragonesa y Vasco-Navarra, por tener solamente cuatro pro­vincias, elegirán cinco diputados en vez de cuatro, como las otras, para tener personal para los seis turnos. Las Diputaciones y Co­misiones regionales, se constituirán y funcionarán de la misma for­ma que las provinciales y serán para estas lo que ellas para los Ayuntamientos, es decir, que las Diputaciones regionales son los superiores jerárquicos de las provinciales. El Presidente disfrutará cinco mil pesetas y cada Vocal de la Comisión regional tendrá cuatro mil pesetas de indemnización, siempre que no sean veci­nos de la Capital, y los Diputados quince pesetas por sesión.

Los gastos obligatorios para las Diputaciones regionales serán:

1º Personal y material de sus oficinas.

2º Sostener una facultad de Medicina y Cirugía y otra de Derecho o de Farmacia o escuela de Veterinaria; una escuela de maes­tros y maestras superiores y una granja escuela de agricultura y ganadería, propia de los cultivos de la región y subvencionar las escuelas mixtas de las provincias de su demarcación, ejerciendo así un verdadero patronato. La enseñanza regional hará que se fomenten las aptitudes é inclinaciones eminentes de sus habitan­tes, y esos centros de enseñanza extenderán legítima influencia en toda la Región, dándole su genuina individualidad y facilitando á las familias, sin gastos onerosos, la vigilancia inmediata de sus hijos.
3.° Un hospital de crónicos incurables y un manicomio.

4.* La construcción d: ferrocarriles económicos que unan las capitales de las. provincias de su demarcación y los transversales más importantes para unir líneas de ancha vía, los cuales redun­den en beneficio del comercio y de la producción regional y sobre tomo han de subvenir á la canalización de nuestros gran­des ríos, cuyas aguas se pierden en los mares, sin utilizarlas ni para riegos, ni como vías fluviales, ni como fuerza motriz, y los canales hay que convencerse son instrumentos de mayor pros­peridad que los ferrocarriles y sin duda por eso los españoles los tenemos tan preteridos, habiendo construido bastantes cientos de kilómetros de líneas férreas, sin preocuparnos de proporcionarles productos que transportar, es decir, que tenemos jaula y no tene­mos pájaro.

5º Servicio industrial minero.

6º Consignación para subvenir á las calamidades de la Región.

El contingente regional
no podrá exceder del 10 por 100 del total de presupuestos de las provincias de su demarcación, así como también el gasto de personal y de material no excederá del 6 por 100 del presupuesto total
. Para la derrama del con­tingente regional se tendrán presentes las advertencias y circuns­tancias expuestas al hablar del provincial.

Las Diputaciones regionales se reunirán, alternativamente en las capitales de sus provincias en sus sesiones ordinarias; en las extraordinarias siempre en la capital de la Región, y se sostendrán da repartimiento que giren sobre los presupuestos pro­vinciales en Septiembre, á fin ele que en Octubre lo conozcan las Diputaciones para el reparto del contingente. Los acuerdos de las Diputaciones regionales son apelables ante el ministro de de la Gobernación, quien dictará sus fallos con precisa audiencia de la Sección de Gobernación y Fomento del Consejo de Estado, interviniendo también en la misma forma para la aprobación de los presupuestos y cuantas de las Diputaciones regionales,
para que estas jamás puedan empecer y embarazar la acción y unidad nacionales.


Todo cuanto hemos manifestado sobre acuerdos, responsabilidad en ellos, marcha económica, libros de actas, etc., etc., en las Diputaciones provinciales y Ayuntamientos, tendrá aplicación a las Regiones. Lo mismo que sobre recurso contra sus acuerdos y responsabilidad de sus Vocales.

Las Diputaciones regionales tendrán también iniciativa legistaiva.

Como se ve en la organización local que proponemos , hay el verdadero engranaje y trabazón para su ordenado funcionamiento, a la vez que la necesaria subordinación, sostenida por una inspección escrupulosa, entendida y constante, que empieza desde el Estado a las Regiones, de estas a las Provincias, y de las Diputaciones provinciales a los Ayuntamientos, base y cimiento de nuestra administarción local , y en esta división harmónica y complementaria de servicios, hijos de la fecunda y prodigiosa asociación, habremos de hallar la regeneración local y la prosperidad nacional, como en la asociación y división del trabajo han hallado los tiempos modernos el alma del progreso industrial, asombro del mundo.

No desconocemos cuan expuesto y hasta peligroso es trans­formar los organismos actuales, para encaminar la vida nacional por otros derroteros de más amplitud para la iniciativa indivi­dual y. por ende de más solidez; pero por desgracia nuestra, la ato­nía del cuerpo social es grande, le vemos sin cariño y sin entu­siasmo por ninguna institución,
por este incesante cambio de leyes que no echan raíces, ni adquieren estabilidad para que puedan apreciarse los fines que con ellas se persigue: esto nos hace creer que con mesura y prudencia en el desenvolvimiento de la reforma que proponemos, se habrán de desarrollar las iniciativas en las corporaciones, se habrá de robustecer la vida local, se circunscribirá á sus límites propios la del Estado y sobre todo se habrán de producir grandes economías que habrán de ir á avivar empresas y no se consumirán en la estéril empleomanía, que es la autocra­cia burocrática lo peor de todas las tiranías.

De esta manera lograremos
encerrar la acción del Estado dentro de su esfera peculiar y atendiendo exclusivamente a los servicios, propios de su función, como son la organización económica, administración de justicia y establecimientos penitenciarios todos, la seguridad interior y exterior, la sanidad, la deuda nacional, la acuñación de moneda, las relaciones exteriores, los servicios esta­dísticos, las comunicaciones postales, los altos Cuerpos consul­tivos y la inspección de las regiones
, que todo esto basta y sobra para que los paternales gobiernos no den paz a la mano en sus buenos deseos en favor del país, y sobre todo la acción oficial se contendrá dentro de prudentes límites, dejando á la iniciativa indi­vidual y corporativa local ancho campo y no moriremos por la asfixia que nos produce la absorción del Estado, logrando así que los gastos se reduzcan, que el impuesto disminuya, y sobre todo se debe establecer este sobre una base racional, científica y equita­tiva, que le haga revestir el carácter de verdadera contribución y no de despojo, como ahora sucede al hacer contribuir una misma riqueza bajo varios conceptos, que esto es además de irritante, in­justo y hasta inmoral, y no menos inequitativo es, que la propiedad y las personas tengan el mismo tipo contributivo en las poblacio­nes que en la más arrinconada y apartada aldea, en donde de nada se disfruta, ni aun de seguridad personal y todo se paga; pero que á ello nos lleva ese cúmulo enorme de gastos, esa centra­lización perniciosa de servicios. consecuencias funestas de nuestra pasada grandeza, no puliendo ni sabiendo contenernos dentro de nuestros recursos, en nuestra decadencias, viviendo como modestos, pero honrados plebeyos, nosotros que hemos sido los señores del mundo. Con cuanta acierto exclamaba nuestro comprofesor Floren­tino, el inmortal Dante:

¡Nessum maggior dotore che ricordarase
Della fetlcitá nella disgraccia.

 

jueves, 24 de julio de 2014

La engañifa federal (Juan Manuel de Prada)

LA ENGAÑIFA FEDERAL

JUAN MANUEL DE PRADA
 
ABC.es
 
Pedro Sánchez, además de sonreír mucho, como si fuese un selfie con patas, ha recuperado la matraca del Estado federal.
 
TAL vez por haber sido siempre diputado de recuelo o repesca, de los que las oligarquías políticas echan mano cuando alguno de sus dinosaurios es enviado a un retiro dorado o a un consejo de administración, en el socialista Pedro Sánchez descubrimos ese ímpetu un poco histriónico propio del futbolista suplente. Pero, como suele ocurrir con los futbolistas suplentes (que por algo lo son), Pedro Sánchez no sabe hacer otra cosa sino repetir lo que los futbolistas titulares llevan haciendo desde el principio, sólo que con mayores bríos, como un torete recién salido del chiquero; de tal modo que, tras el arreón del primer instante, delatan enseguida su juego limitado y archisabido. Pedro Sánchez, además de sonreír mucho, como si fuese un selfie con patas, ha recuperado la matraca del Estado federal, que es el mismo sonsonete que se gastaba Rubalcaba (aunque dicho por Sánchez parezca una insinuación lúbrica y dicho por Rubalcaba pareciese una cenicienta expresión de pésame), como panacea de las veleidades separatistas. Pero hasta los socialistas saben que se trata de una engañifa.
 
Sin duda, el centralismo consagrado por el liberalismo ha sido una de las más mayores calamidades de nuestra historia, por ser contrario a nuestra tradición política y vivero de los nacionalismos separatistas (que ahora, de forma irrisoria, los liberales pretenden presentar como ideologías cavernarias y premodernas, cuando son hijos predilectos y primogénitos de la misma ideología que ellos proclaman). El llamado Estado de las autonomías (luego reveladas autonosuyas) no era, en realidad, sino un intento de disimular el divorcio nacional mediante una organización territorial por completo artificiosa, al servicio de un poder político que, para hacerse fuerte (y emplear a sus innúmeros cachorros), necesitaba enviscar a unos españoles contra otros, en una demogresca que las oligarquías políticas alimentaron formando falsas «identidades», mediante el empleo goebbelsiano de la propaganda y el adoctrinamiento en las escuelas, que ha convertido a las nuevas generaciones en jenízaros del separatismo. Ahora que el modelo se prueba agotado (el expolio de las cajas de ahorros podría considerarse el hito terminal del Estado de las autonosuyas), las oligarquías empiezan a fantasear con la posibilidad de prolongar el chollo con el Estado federal, aprovechando las inercias de la demogresca; y emplean a Pedro Sánchez de liebre, a ver si el pueblo degenerado en ciudadanía dividida en negociados de izquierda y derecha pica el anzuelo.
 
A simple vista, este Estado federal que nos propone nuestro selfie con patas, como si fuese una apetitosa insinuación lúbrica, pudiera confundirse con aquella federación natural, formada por el sufragio universal de los siglos, que reconociendo las instituciones jurídicas de cada reino logró la unidad política de España. Pero aquella federación natural (en la que la nación no era un simple agregado de individuos en un momento pasajero y mudable de la Historia, sino un todo sucesivo, producido por un poderoso sentido de pertenencia) se fundaba en tres cimientos: la unidad católica, la monarquía cristiana y el reconocimiento de los fueros de cada región. El Estado federal que ahora se nos propone se funda exactamente en la disolución de tales cimientos; de ahí que no pueda hacer otra cosa sino ahondar la demogresca que ya nos trajo el Estado autonómico. A los españoles, con Estado autonómico o con Estado federal, no nos resta —Menéndez Pelayo dixit— sino volver al cantonalismo de los reinos de taifas, mientras las oligarquías políticas nos expolian. Y es que el saqueo de sus bienes materiales es el destino inexorable de los pueblos que antes se dejaron arrebatar sus bienes eternos.

miércoles, 23 de julio de 2014

Seguidillas de "En Ávila mis ojos" (Juan Pablo Mañueco Martínez)


 
SEGUIDILLAS DE “EN ÁVILA, MIS OJOS”
                                                                                                
 
 
 
I
 
 
En Ávila, mis ojos,
lloran por él.
Saladas por mi rostro
gotas de hiel.
 
Llévame, río Adaja,
lejos de aquí,
porque ya, dentro en Ávila
creo morir.
 
En Ávila del Río,
sonoro llanto,
siento más el vacío.
Pena mi canto.
 
Mataron a mi amigo,
garrido y alto,
a traición me fue herido.
Penas levanto.
 
Llévame, río Adaja,
lejos de aquí,
porque ya, dentro en Ávila,
siento el morir.
 
No errase espada
en Ávila del Río
si a hierro me matara
como a mi amigo.
 
 
 
 
 
II
 
 
En Ávila, mis ojos,
sendas de lágrimas
y párpados de asombro
te miran, Adaja.
 
Sollozos de mis ojos,
adentro, en Ávila,
envidian tu contorno
desde muralla.
 
En Ávila del Río,
cauce de Adaja,
me fugara contigo,
entre tus aguas.
 
Mataron a mi amigo
adentro, en Ávila;
llevárasme contigo,
bañes mis lágrimas.
 
Adaja, por postigo
salve muralla.
Navegaré contigo
fuera de Ávila.
 
No errase espada
en Ávila del Río
si a hierro me matara
como a mi amigo.
 
 
 
III
 
 
En Ávila, mis ojos,
mi bien, mi abrigo,
viendo tu vivo rostro
tú eras, amigo.
 
¿Qué haré ya, dentro en Ávila,
sin ti, amor mío,
dentro de esta muralla
que cerca el río?
 
Surta en tu zumo, Adaja,
parta contigo,
que mis ojos en Ávila
han fenecido.
 
Si ves, piadoso río,
correr mis lágrimas,
mataron a mi amigo,
dentro de Ávila.
 
No me abandones, río,
adentro de Ávila,
vamos donde  mi amigo
sobre tus aguas.
 
¡Que la espada no yerra
en Ávila del Río
si su hierro yo sienta
tanto como mi amigo!
 
 
 (c) Juan Pablo Mañueco Martínez
del libro "Castilla, este canto es tu canto" (2014)
 
 
 

 

lunes, 14 de julio de 2014

Capitalismo (Juan manuel de Prada)


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Juan Manuel de Prada


XLsemanal

Capitalismo

 

En un pasaje particularmente penetrante de su obra Los límites de la cordura, Chesterton nos advertía de que los defensores del capitalismo suelen confundirse a los ojos de la gente incauta con defensores de la propiedad privada, cuando en realidad son sus más enconados enemigos. Y proponía una definición de capitalismo que considero bastante acertada: «Organización económica dentro de la cual existe una clase de capitalistas, más o menos reconocible y relativamente poco numerosa, en poder de la cual se concentra el capital necesario para lograr que una gran mayoría de los ciudadanos sirva a esos capitalistas por un sueldo». Le faltó añadir, sin embargo, un elemento distintivo de esta forma de organización económica que la convierte definitivamente en una máquina depredadora; nos referimos como el lector inteligente ya habrá adivinado al principio de responsabilidad limitada, que separa la persona individual del capitalista de la personalidad jurídica de la empresa que dirige.

De este modo, el capitalismo termina de aniquilar el concepto de propiedad (que estaba ligado indisolublemente a la responsabilidad personal) para sustituirlo por el de 'empresa' o 'sociedad', un artificio o embeleco jurídico que, mientras crece, reparte beneficios entre sus titulares, pero que cuando se declara en quiebra deja a acreedores y trabajadores a dos velas, obligándolos a repartirse los exiguos despojos de la sociedad quebrada, mientras el capitalista disfruta tan tranquilo de su patrimonio intacto. Y si la quiebra de la empresa pone en peligro la estabilidad económica (pensemos en los bancos, por ejemplo), el principio de responsabilidad limitada alcanza todavía un estadio más rapaz, de tal modo que las pérdidas son de inmediato socializadas, mediante exacciones tributarias, recorte de salarios, etcétera. El capitalismo, en fin, actúa como el carterista: defendiendo la empresa privada a costa de la propiedad ajena.

Decía Proudhon que «la propiedad es un robo»; pero, si leemos la cita en su contexto, descubriremos que el pensador revolucionario no propone eliminar la propiedad, sino la acumulación de propiedad en unas pocas manos (o sea, el capitalismo), que considera con razón la causa principal del despotismo de unos hombres sobre otros. Como ocurre en tantos pensadores revolucionarios, su diagnóstico es certero; pero es errónea la solución que propone para acabar con este despotismo, que no es otra sino la universalización de la propiedad (o sea, el comunismo), que tal vez sea una solución inteligente en comunidades pequeñas y muy vinculadas (una congregación religiosa, por ejemplo), pero que en sociedades menos fraternas acaba generando la esclavitud propia del colectivismo.

Pero la solución errónea de Proudhon nos enseña que el capitalismo, al concentrar en unos pocos lo que por naturaleza tendría que estar repartido (y al permitir que esos pocos se enriquezcan a costa de los muchos despojados, según postula el principio de responsabilidad limitada), genera una inevitable reacción airada entre los despojados que acaba aniquilando la necesaria paz social. Por supuesto, el capitalismo, consciente de su naturaleza inicua, ha tratado (sobre todo después de que el comunismo triunfase en vastas regiones del planeta) de aplacar a la gran mayoría despojada con sobornos diversos: el más elaborado y promisorio fue el llamado 'Estado de bienestar', que a la postre se desveló un trampantojo limosnero; y ahora, con el llamado 'Estado de bienestar' quebrado, el soborno básicamente consiste en suministrar derechos de bragueta y entretenimiento a granel (con el interné erigido en máximo proveedor gratuito).

Mediante estos sobornos sucesivos (y cada vez menos convincentes) el capitalismo ha pretendido animalizar a la gente, reducirla a un estadio de bestia que halla consuelo en la satisfacción de unos pocos caprichos; y, al menos en parte, lo ha logrado. Pero solo en parte: porque está inscrito en el alma humana el deseo de ser propietario; es ley natural que el hombre quiera vivir de los frutos que le rinde su propiedad, a través del trabajo. Y, por ello mismo, el despojo sobre el que se funda el capitalismo (la concentración de esa propiedad que naturalmente debería estar repartida) deja en el alma una herida irrestañable. Son varias las agonías por las que ha atravesado el capitalismo; y en todas, en lugar de aceptar su error, ha perseverado en él. Pero las almas heridas y sangrantes suelen (sobre todo cuando se las priva de consuelo sobrenatural) reaccionar muy malamente. Ha ocurrido en el pasado y volverá a ocurrir en un futuro próximo.

 

lunes, 7 de julio de 2014

La desamortización en Castilla la Vieja ( 1917 Luis Carretero Nieva)


LA DESAMORTIZACIÓN EN CASTILLA LA VIEJA

 

La derrota de Villalar marca el fin le la actuación de las ciudades de los reirías de León, Castilla y Toledo, como elemento poderoso de la organización política, en la que todavía se podía llamar reciente nación española, pero por lo que se refiere a la institución de las comunidades de Tierra en Castilla, era tan intima su com­penetración con la sociedad castellana, tan importante su misión en nuestro patrimonio regional que, todavía, en el siglo XIX, reciben las Comunidades dos tremendas puñaladas: la desamortización que las desvalija, y la Real orden de 1837 que manda suprimirlas sin conseguirlo; pues aun mando con la inmovilidad de las momias, todavía subsisten estas corporaciones en varios puntos de la región.

 

Si esas instituciones han tenido por su adaptación al territorio, su compenetración con el pueblo y el acuerdo con el género de vida de nuestra gente tan indestructible vital­idad, hay que reconocer en cambio que el carácter castellano que en otra época las dio a luz, a fuerza de tanto aguan­tar las mordazas esclavizadoras, llegó al último grada de abatimiento. Aquel  espíritu de santa 'independencia, guar­dador celoso de las propias libertades, encariñado con los usos, leyes y costumbres, hijas de la raza y abiertas a toda progresiva transformación; aquel temperamento que sólo aceptaba la sumisión tras del agotamiento de energías de­fensivas, consiente en el siglo XIX el despojo de la des­amortización y no sólo consiente, sino que vergonzosamen­te promueve aquella desastrosa disposición que, con in­consciencia afrentosa, pidieron las aldeas de las tierras de San Pedro Marnrique y Caracena. La real orden de 1837 que vamos a reproducir literalmente; porque así como nos hemos esforzado en exponer lo que hemos creído carácter genuino castellano viejo en sus momentos más sanos, creemos que no hay modo mejor de conocer los resultados de la degeneración de aquel, que en una reflexiva lectura del -tristemente célebre documento:

 

«GOBERNACIÓN.--Real orden sobre supresión de juntas o ayuntamientos generales de Universidad.

 

» (En 31).      En 8 de noviembre último se comunicó por »éate Ministerio al jefe político de Soria la Real orden que ?sigue:

 

» He dado cuenta a S. M. la Reina Gobernadora del expediente. instruido a consecuencia de las exposiciones hechas, por Calixto Fernández y Luis Valero, en representación de la Universidad de la tierra de San Pedro Manrique y por los alcaldes de los pueblos de la jurisdicción de Caracena, en solicitud de que se suprima la junta encar­gada del gobierno municipal de aquélla, y que sus individuos y los del ayuntamiento general de ella cesen en el ejercicio de sus funciones: enterada S. M. igualmente que  de otro expediente, formado a instancia de D. Juan Anto­nio. Pinilla y Francisco Díez, representantes de cuatro de los cinco sesmos de que se compone la Universidad de la tierra de Soria, solicitando la cesación de los individuos »que actualmente forman la junta de gobierno y que la elección de ésta se verifique con arreglo a la Real provisión expedida en 23 de junio de 1802, quedando sin efecto el Reglamento aprobado en 16 de junio de 1834, confor­mándose S. M. con lo que expuso el suprimido Concejo Real de España e Indias, teniendo presente que  restablecida en su vigor la ley de Cortes de 3 de febrero de 1823, corresponde que se formen ayuntamientos en los pueblos que deban tenerlos con arreglo a dicha ley y a la Constitución política de la Monarquía; y considerando, por lo tanto, innecesarias y aun gravosas la existencia, no sólo de las citadas Universidades y ayuntamientos generales de San Pedro Manrique, Caracena y otros, sino también la de la junta o Universidad de los ciento cincuenta pue­blos de la tierra, cuyas atribuciones deben hoy confiarse a los ayuntamientos y Diputaciones provinciales, se ha servido S. M. resolver:

 

»1.° Que se supriman las juntas o ayuntamientos generales de Universidades de tierra de San Pedro Mánrique, »Caracena y cualquiera otra de esa clase que se halle esta­blecida en esa provincia.

 

»2.° Que con arreglo a las órdenes vigentes se enajenen sus propios para redimir los censos que sobre si tienen, emplear el resto en beneficio de los pueblos y el repartimiento entre ellos mismos y con igual .destino de las existencias de sus Pósitos.

 

».3º Que V. S. se cuide de que se ejecute esta disposición y también de que para la formación de los nuevas ayuntamientos en los pueblos en que deba haberlos, según la ley vigente, se proceda con acuerdo de la Diputación provincial y con sujeción a la misma ley.

 

»4.° Que igualmente se suprima la junta de la Universidad de los ciento cincuenta pueblos de la tierra, recogién­dose sus papeles y documentos en el archivo de esa jefa­tura política.

»Y, finalmente, que V. S., oyendo a la Diputación pro­vincial, informe si entre las atribuciones que tenía la cita­da junta hay alguna, cuyo desempeño no pueda comple­tamente caber en el de las ordinarias funciones que a los ayuntamientos en sus localidades y a las Diputaciones »provinciales en sus casos, están designadas en la Constitución política de la Monarquía y en las demás leyes vi­gentes .

 

»Y habiéndose servido S. M. mandar que dicha resolu­ción sirva de regla general para los canos de igual naturaleza, lo digo a V. S. de su Real orden para los efectos »consiguientes,

 

»Madrid 31 de mayo de 1837,---Pita.»

 

Y ahora para los que dicen que el espíritu y la civiliza­ción de Castilla se .ha impuesto a España, y por tanto, a otras regiones, digámosles que lo primero que se demues­tra en esta desdichada Real orden es un desconocimiento completo por parte del ministro, es decir, del Gobierno; de la constitución política genuina de Castilla al confundir a  las Universidades o Comunidades con Ayuntamientos Irregulares o creer a ambas corporaciones destinadas a los mismos fines, y demuestra además una ignorancia supina de los principios en que se fundaba la organización econó­mico-social del pueblo de Castilla, cuando al decretar la supresión de las corporaciones de tierra no dice rada res­pecto a sus fines principales y patrimonio, que destinaban sus Inmensos bienes (una gran parte del territorio de Cas­tilla la Vieja), al uso directo personal y gratuito de los ve­cinos en un comunismo que era fundamental en aquella sociedad.

 

Pero lo que en este momento nos interesa, es significar el grado de decaimiento a que había llegarlo el carácter caste­llano que demuestran estos hechos. Aquel espíritu de defensa de la santa independencia y de conservación de las Institucio­nes y patrimonios, que librando al pueblo de la miseria le garantizaban su libertad, ha perdido sus instintos de con­servación, y por el recelo contra los hombres que formaban una junta; por disconformidad de alguien contra la manera como se constituyó, o por prurito de que una aldea de sa­lirse con su capricho, se degrada hasta el punto de dar pábulo al poder central para suprimir la más genuina de las instituciones castellanas. No hubiera sido posible tal ataque de haberse conservado en su integridad el instinto de con­servación de la libertad individual y colectiva del que eran garantía las Instituciones comarcales de Castilla la Vieja, porque la miseria que es el más traidor lazo para caer en la esclavitud, no existía bajo el régimen de las comunidades y porque la independencia económica es el principio de todas las libertades. Seguramente que esos castellanos que provocaron la supresión de las Comunidades no ignora­ban los inmensos beneficios que reportaban al país, pues en una tierra como la nuestra, en la que la ganadería era pro­fesión general, todos los habitantes tenían que haber forzo­samente conocido por propia experiencia los beneficios del patrimonio comunal repercutiendo en los erarios domésti­cos. No es de creer que los solicitantes pretendiesen des­truir esa condición fundamental de sus pueblos y las liber­tades que de ella derivaban; lo que pasó sencillamente, que perdieron el instinto que le guió a través de los siglos para conservación de su independencia comarcal y dejaron de tener conciencia de la necesidad de pactar para la defen­sa, sosteniendo en beneficio propio y general la fidelidad en lo pactado.

 

Los despojos de las desamortizaciones tolerados por el país, son una prueba más de la extenuación del instinto de independencia y de la desaparición completa de la tenden­cia a la ligación para la defensa mutua y reciproca; pues nada ha debido de producir más indignación, ni más firme resistencia en el pueblo castellano, que aquella rapiña del poder central con los bienes de nuestras corporaciones lo­cales y comarcales humillantemente consentida (1). La des­amortización ha sido el ataque más brutal dado a la pro­piedad colectiva por quien más debía respetarla. Repetidas veces y con gran constancia han clamado los pueblos y personas sensatas contra el despojo de sus. bienes; pero la penuria del fisco por un lado y la implantación del sistema actual de gobierna, han sacrificado la ventura y felicidad de las aldeas al enriquecimiento rápido de unos pocos y los han hecho después víctimas de la centralización, para así tenerlos supeditados a los organismos del Estado, llevando días de luto a los pueblos y desastres a la agricultura, ya que los pocos montes que quedan se hallan en situación de­plorable ante el temor de una nueva enajenación, estando además explotados por grandes especuladores. La propie­dad comunal era esencialísima al régimen social de Castilla la Vieja y esenciailísima también para la productividad física  o natural del país. Socialmente la propiedad comunal, principalmente la de pastos y leñas, era una subvención verda­dera y poderosa para que no naciera la plaga del pauperismo que, al fin, ha venido precisamente porque la desamortiza­ción ha matado esa propiedad colectiva que armonizaba los derechos del individuo con las de la sociedad, aten­diendo al problema social, que es el nudo gordiano de los tiempos presentes. Físicamente, la desamortización ha destruido las aptitudes naturales del país, arrebatándoselas a aquellos terrenos que sólo servían para los pastos o el bosque, talando los montes, que eran la gran despensa natural del ganado y los reguladores del clima y de la cir­culación hidráulica, privando al país de una serie coordina­da de órganos de producción, que solamente son posibles de sustituir por otros de diferente naturaleza en las pocas zonas de la región, aptas para la agricultura. La desamortización, en resumen, pulverizó física y socialmente el país, escudada en la ausencia de dos cualidades del carácter que la hubieran hecho imposible: el instinto de la conservación de las autonomías y libertades locales y el de mutua liga­ción para la defensa y como esas cualidades eran precisa­mente las sobresalientes del carácter regional castellano, según prueba su vida a lo largo de la historia, queda ple­namente demostrada la decadencia del mismo.

 

(1) Al ocuparnos cíe estos tremendos desastres sufridos por nuestra tierra, tenemos muy presentes los párrafos escritos por nuestros venerables amigos D. Carlos de Lecea y D. Elías Romera. Véanse sus libros: La Comunidad y Tierra de Segovia (Segovia, 1894) y La Administración local (Almazán, i896).

 

LUIS CARRETERO NIEVA

El Regionalismo Castellano

Segovia 1917

 

Páginas 238-243