Formar comunidad es, en lenguaje llano, agruparse para una acción en común, y alzarse en comunidad, levantarse colectivamente, como lo hicieron las comunidades que se formaron en los comienzos del reinado de Carlos I en muchos lugares de los reinos de León y de Castilla para oponerse a los propósitos y modos de gobierno del nuevo rey y sus cortesanos extranjeros.
Fue aquella revolución un fenómeno sumamente complejo en el que concurrieron muy diversos y aún contradictorios factores., En él se produjeron a la vez generosos actos patrióticos y revolucionarios y acciones guiadas por móviles egoístas o impulsos reaccionarios; de tal manera que no sólo hubo oposición entre "comuneros" o "populares" y "realistas" o "imperiales", sino también antagonismos y contradicciones de intereses e ideales dentro de un mismo campo. De todos modos, este movimiento puede interpretarse en conjunto -de acuerdo con J.A ' Maravall J.I. Gutiérrez Nieto y Joseph Pérez, sus más recientes investigadores- como la primera revolución moderna de España, y aún de Europa, y constituye uno de los capítulos más nobles y hermosos de nuestra historia nacional.
La "revolución de las comunidades" afectó en general, aunque de muy diversa manera, al conjunto de los países de los reinos de León y de Castilla, en todos ellos hubo realistas y partidarios de la insurrección; aquéllos predominaron en las zonas de mayor arraigo feudal, éstos en las de mayor tradición democrática y comunera. No fue, pues, un alzamiento propiamente comunero ni exclusivamente castellano.
Veamos algunos de sus aspectos: Las Cortes de los reinos de León y de Castilla se reunieron en Valladolid en febrero de 1518 para el juramento de don Carlos, lo que ya suscitó acaloradas discusiones, pues los procuradores de muchas ciudades exigieron que el rey jurase antes de ser jurado.
Los votos de las ciudades
En 1520 el rey convoca a Cortes en Santiago de Compostela. Surgen protestas en Valladolid, Salamanca y Toledo. Reunidas las Cortes en la ciudad del Apóstol se les niega la entrada a los procuradores de Salamanca y se abstienen de presentarse los de Toledo. Siete ciudades se niegan rotundamente a otorgar el servicio solicitado por el rey si antes no son escuchadas sus peticiones; en vista de lo cual el monarca suspende las reuniones en Santiago y las reanuda en La Coruña , donde por fin consigue el servicio pedido con el voto contrario hasta el final de los procuradores de Córdoba, Madrid, Murcia y Toro, el dividido de Jaén (uno de cuyos procuradores se adhirió al criterio real y el otro al de la oposición) y las ausencias de los de Toledo y Salamanca.
Es de recordar que las ciudades con voto en las Cortes de los reinos de León y de Castilla eran entonces: León, Burgos, Toledo, Sevilla, Córdoba, Jaén, Granada (todas ellas cabeza de reino), Zamora, Toro, Salamanca, Soria, Segovia, Avila y Cuenca; y las villas: Valladolid, Madrid y Guadalajara. Dieciocho en total. Siete de ellas castellanas (5), cinco leonesas, cuatro andaluzas, una toledana y una murciana.
Los antiguos reinos de Asturias y Galicia - dice Colmeiro - llegaron a formar un solo cuerpo con el de León. Por esta perfecta asimilación de los tres reinos unidos, las ciudades y villas de Asturias y Galicia estaban representadas en las Cortes por los procuradores de la ciudad de León. Después, de manera inexplicable, la ciudad de Zamora se alzó con el privilegio de hablar por el reino de Galicia, y así lo hizo en las Cortes de Santiago y La Coruña de 1520 (6).
Origen leonés de las Cortes
Bueno también es recordar (o bueno sería aprender, puesto que la mayoría de los españoles lo ignoran) que las tan mentadas "Cortes de Castilla" no fueron por su origen castellanas, sino leonesas; razón por la cual la Real Academia de la Historia , en los grandes volúmenes que ha publicado sobre ellas, las llama “Cortes de los antiguos Reinos de León y de Castilla" (en plural, con doble preposición y conjunción copulativa, y el nombre de León por delante).
Si en León hubo verdaderas Cortes (con asistencia del estado llano) desde 1188, las primeras de que se tiene noticia cierta en Castilla son las reunidas por Fernando III en Sevilla en 1250. Las Cortes de León se reunían separadamente de las de Castilla; después se hicieron comunes, aunque algunas veces se reunían Cortes particulares y con frecuencia legislaban aparte para cada reino.
La vieja Castilla, la anterior a la unión de las coronas, no tuvo, pues, Cortes; ni sintió la necesidad de ellas. Esto, que puede sorprender a muchos, es una realidad histórica. Los pueblos castellanos - como los vascos -, organizados en comunidades autónomas unidas por el vínculo de una corona común con facultades limitadas, no tuvieron interés alguno en crear nuevos órganos de gobierno con intervención del poder real; pusieron, al contrario, gran empeño en mantener sus viejas instituciones comuneras. De nuevo nos encontramos con la necesidad de no confundir el desarrollo histórico de los pueblos del tronco astur-leonés con los del vasco-castellano.
La insurrección "comunera" comienza como una protesta contra el rey y sus cortesanos extranjeros, pero a medida que se extiende, se radicaliza y transforma en un alzamiento nacional y una revolución antiseñorial que divide al país en dos grandes campos: el realista, formado por los magnates y las oligarquías privilegiadas aliadas al trono; y el popular, compuesto por burgueses, artesanos, nobleza empobrecida, bajo clero, jornaleros y labradores; en este campo militan los municipios y las comunidades de ciudad o villa y tierra sublevadas.
(5) Los procuradores de las "ciudades" o "villas" castellanas lo eran en realidad de los concejos de las respectivas comunidades de ciudad o villa y tierra.
(6) La costumbre de achacar a Castilla todos los entuertos del pasado español y de confundir a ésta con la corona de León ha hecho que los escritores galleguistas presenten con frecuencia como ejemplo de sojuzgamiento de su pueblo por "Castilla" esta usurpación del voto gallego por los procuradores zamoranos; pero el error y el abuso quien una vez lo padece es Castilla. Al contrario del moderno embrollo "castellano-leonés" -que hoy amenaza liquidar la personalidad de Castilla-, la historia nos enseña la antigua identidad sociopolítica galaico-lenones. Gallegos son llamados todos los leoneses -incluidos los de Campos- en la literatura épica y en la historiografía castellana, mientras los geógrafos e historiadores árabes describen a León y a Zamora como las ciudades más importantes de la Galicia medíoeval, y presentan a Castilla y Alava corno un conjunto aparte.
Anselmo Carretero y Jimenez
Diario16 Abril 1979
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