martes, 9 de agosto de 2011

Usurocracia. El fabricante de dinero y el crédito social (Louis Even)

1. ¿QUÉ ES EL CRÉDITO SOCIAL? ¿PARA QUÉ?
Para una sociedad más justa y más cristiana
Para terminar con la pobreza espiritual y material
Por Louis Even
Hay muchas cosas buenas en un los países, pero el derecho para tener esas cosas, el permiso para obtenerlas, es lo que les falta a las personas y a las familias que los necesitan. ¿Falta otra cosa más que el dinero? ¿Qué más falta, a parte del poder de compra para que la producción pase de las tiendas a las casas?
1.1 EL DINERO NACE EN ALGUNA PARTE
Pero, ¿dónde comienza el dinero, el dinero que falta para tener los bienes que siempre están ahí?
Primera idea: hay una cantidad estable de dine­ro: ¡como si se tratara del Sol, de la lluvia o de la tem­peratura! Idea falsa. Si hay dinero, es que fue hecho en algún lado. Si no hay, significa que aquellos que lo fabrican, ya no hicieron más.
Segunda idea: cuando uno se plantea la cues­tión, uno piensa que el gobierno crea el dinero. Esta idea es también falsa. Los gobiernos de hoy no fabri­can el dinero. Ellos se quejan continuamente de no tener lo suficiente. Si lo fabricaran, no se cruzarían los brazos por diez, veinte, treinta años o una eter­nidad, en el momento que tuvieran de frente dicho problema de la escasez de dinero (y no tendríamos deuda nacional en ningún país). El gobierno estable­ce impuestos y realiza préstamos, pero no fabrica el dinero.
Nuestro nivel de vida, en un país donde falta el dinero, no está controlado por las cosas que existen alrededor nuestro, sino por el dinero que disponemos para comprar esas cosas básicas para vivir. “Aque­llos que controlan el dinero, controlan nuestro nivel de vida. Aquellos que controlan el dinero y el crédito se han vuelto los maestros de nuestras vidas… sin su permiso, nadie puede respirar.” (Pío XI, Encíclica Quadagesimo Anno)
1.2 DOS CLASES DE DINERO
El dinero, es todo aquello que sirve para pagar, comprar. Es un símbolo aceptado por toda la pobla­ción de un país para el intercambio de productos o servicios.
El material con que esté hecho el dinero, no tiene importancia. El dinero ha sido fabricado en la histo­ria de muchos materiales: de madera, de plata, de oro, de papel, de aleaciones de metales, etc. En el México prehispánico, el cacao, era el producto consi­derado para realizar las transacciones de productos y servicios.
Actualmente, tenemos dos clases de dinero en to­dos los países: el dinero de bolsillo, fabricado en metal y en papel; y el dinero vir­tual, que no es otra cosa que puras cifras creadas a partir del tecleo de una computadora. El dinero de bolsillo, es el menos im­portante, el dinero virtual, es el más importante.
El dinero virtual, es manejado por medio de las cuentas de banco. To­das las transacciones que se realizan por medio de cuentas de banco, utilizan el dinero virtual. Todas las cosas, se pueden com­prar o vender por medio del dinero virtual. El dinero de bolsillo circula o deja de circular, según las transacciones que se hagan en el mundo real. Pero los negocios, no dependen del dinero de bolsillo; éstos se mantienen por medio de las cuentas de banco de los hombres de negocios.
Con una cuenta de banco, uno compra o vende sin servirse del dinero de metal o papel. Uno compra con cifras.
Supongamos que tengo una cuenta de banco con $40,000. Compro un carro que cuesta $10,000. Yo pago con un cheque y el vendedor endosa dicho cheque y lo deposita en su banco.
El banquero entonces realiza cambios en dos cuentas: primero aquella del vendedor de carros, la misma que él incrementa en $10,000; luego la mía, la misma que disminuye $10,000. El vendedor de ca­rros tenía $500.000, él ahora tiene $510,000 regis­trado en su cuenta bancaria. Yo tenía $40.000 en mi cuenta y ésta ahora tiene un saldo de $30,000.
Como podemos ver, el dinero de papel o de me­tal no fue utilizado para dicha transacción. Y tampo­co fue creado por el gobierno del país. Yo pasé cifras a la cuenta del vendedor. Pagué con cifras. En pro­medio, nueve de cada diez transacciones, se realiza por medio del dinero virtual. El dinero de cifras, es el dinero moderno. Es el más abundante: hay diez veces más que el de bolsillo. Es el más confiable, el más seguro, nadie lo puede robar.

1.3 AHORRO Y PRÉSTAMO
El dinero de cifras, al igual que el dinero de bol­sillo, tienen un inicio. Pues el dinero virtual es una cuenta de banco que se torna existente el momento que se crea dicha cuenta, sin que el dinero disminu­ya ni de otra cuenta de banco, ni de otro bolsillo.
Hacemos que el dinero crezca en una cuenta de banco de dos formas: el ahorro y el préstamo.
La cuenta de ahorro es una transformación del dinero. Yo llevo dinero de bolsillo (billetes y monedas) al banquero y él aumenta las cifras correspondientes a mi cuenta. Yo ya no tengo más dinero de bolsillo, tengo dinero virtual, dinero de cifras a mi disposición. Puedo reobtener el dinero de bolsillo, disminuyendo el dinero de cifras. Simple transformación.
Pero lo que queremos es saber de dónde nace el dinero. La cuenta de ahorro, simple transformación, no nos interesa por el momento.
La cuenta de préstamo es la cuenta que el ban­quero abre para aquel que viene a pedir dinero. Su­pongamos que voy a establecer una manufactura nueva. No me falta otra cosa que dinero, así que voy con el banquero y le pido prestado US$100,000 so­bre garantía. El banquero me hace firmar las garan­tías, la promesa de rembolsar el dinero prestado con el interés. Así que el banquero me presta $100,000.
¿Me prestará esta cantidad en billetes? Yo no lo quiero así. Sería muy peligroso. Yo soy un hombre de negocios que no se arriesga. Lo que deseo es una cuenta bancaria con $100,000, lo que facilitaría para llevar a cabo el negocio.
El banquero va entonces, a poner en mi cuenta $100,000 como si yo hubiese venido a depositarlos al banco. Pero yo no los he traído. Yo he venido a pedirlos.
¿Es una cuenta de ahorro hecha por mí? No. Es una cuenta de préstamo creada por el banquero para mí.
1.4 EL FABRICANTE DE DINERO
Esta cuenta de $100,000 no fue hecha por mí, sino por el banquero. ¿Cómo la ha creado? ¿El di­nero del banco ha disminuido a raíz del préstamo de $100,000 que el banquero ha puesto en mi cuenta? Preguntémosle al banquero:
Sr. Banquero, ¿Tiene usted menos dinero en su bóveda después de haberme prestado $100,000?
– Yo no he ido a la bóveda.
¿Las cuentas de otros han disminuido?
– No, las cuentas de los otros clientes están intac­tas.
¿Qué ha disminuido en el banco?
– Nada ha disminuido
Sin embargo, mi cuenta de banco ha aumen­tado. ¿De dónde viene el dinero que me está prestando?
– No viene de ninguna parte
¿Dónde estaba cuando entré al banco?
– Simplemente no existía
Y ahora que está en mi cuenta, existe. Enton­ces, ¿acaba de venir al mundo?
– Ciertamente
¿Quién lo ha traído al mundo y cómo?
– Fui yo, por medio del tecleo de las cifras en mi computadora. Yo mismo he tecleado la cantidad de $100,000 a su crédito, como usted lo pidió.
Entonces, ¿usted crea el dinero?
– El banco crea el dinero de cifras, el dinero virtual, el dinero moderno, el cual, hace que se desarrollen los negocios.
El banquero fabrica el dinero, el dinero de cifras; así que es él quien hace préstamos a las cuentas de empresarios, particulares y gobiernos.
Cuando yo salgo del banco, hay en el país una nueva base de cheques aprobada por el banquero. El monto total de todas las cuentas en el país fue incrementado por $100,000. Con este dinero nuevo, yo puedo pagar a mis trabajadores, comprar maqui­naria, etc. ¿Entonces quién fabrica el dinero nuevo?: El banquero.
1.5 EL DESTRUCTOR DEL DINERO
El banquero, y el banquero solo, crea esta clase de dinero: el dinero de escritura, el dinero del que depende el desarrollo de los negocios. Pero el no regala el dinero que él crea. Lo Presta. Lo presta por un cierto tiempo, y después de cumplido ese lapso de tiempo, hay que reembolsarlo.
El banquero reclama el interés sobre este dinero que ha prestado. En mi caso, es probable que me re­clame $15,000 de interés, de los $100,000 que pedí prestados. Él va a retener el monto de interés como garantía de préstamos y yo saldré del banco con una cuenta neta de $85,000, después de haber firmado un compromiso que dice que tendré que regresar los US$100,000 a la vuelta de un año.
Si realizo mi nuevo proyecto, tendré que pagar a los trabajadores compararé cosas, y de esta manera extenderé mi cuenta bancaria de $85.000 alrededor del país.
Al término de un año, será necesario que tenga ganancias, que vendrán de la venta de mis bienes por un precio superior del que me costó a mí, yo de­beré incrementar mi cuenta en una cantidad no infe­rior a $1000.000.
Al final del año, voy a rembolsar el dinero que pedí prestado y el banquero va a cancelar mi deu­da. Este dinero no lo meterá a la cuenta de ninguna persona. Nadie podrá retirar este dinero. Este es el dinero muerto.
Aquel que presta, crea el dinero. El que reem­bolsa, lo hace morir. El banquero crea el dinero y lo pone en circulación en el mundo. El banquero pone el dinero en el ataúd cuando se reembolsa el dine­ro. Entonces, el banquero también es el destructor del dinero. En este sistema de bancos, el reembolso debe ser mayor que el préstamo; las cifras del dinero muerto, deben ser mayores que las del dinero crea­do: la destrucción debe sobrepasar la creación.
Esto parecería imposible y colectivamente es im­posible. Si por ejemplo, yo tengo éxito alguien debe ir en bancarrota, debido a que todos juntos no estamos en capacidad de compensar con más dinero del que fue hecho. El banquero no crea nada sino solamente una suma de capital. Nadie crea lo que es necesario para pagar el interés, porque nadie más crea el dine­ro. Y sin embargo, el banquero exige tanto el capital, como el interés. Tal sistema no puede mantenerse sino para un continuo y siempre incrementado flujo de préstamos. De ahí que tengamos un régimen de deudas y la consolidación del poder dominador de los bancos.

1.6 LA DEUDA NACIONAL
El gobierno no crea el dinero. Cuando el gobierno ya no puede imponer impuestos ni pedir prestado a los individuos, debido a la escasez de dinero, el gobierno pide préstamos a los bancos.
Esta operación de prés­tamos de los gobiernos a los bancos, pasa exacta­mente de la misma manera que conmigo. La garantía, es todo el país; la promesa para rembolsar, es la obligación. El préstamo del di­nero, es una cuenta hecha por medio del tecleo de cifras en una computadora.
Podemos citar un ejemplo. Así, en 1939, el go­bierno federal del Canadá con el propósito de cubrir los gastos iniciales de la guerra, solicitó unos ochen­ta milones a los bancos. Los bancos le prestaron al gobierno y abrieron una cuenta por ochenta millones sin descontar un centavo a nadie, de esta manera le entregaron al gobierno una base nueva de cheques por la suma de ochenta millones.
Pero en octubre de 1941, el gobierno tuvo que retribuir ochenta y tres millones doscientos mil a los bancos, incluyendo tanto el capital como los intere­ses.
A través de impuestos, el gobierno tuvo que reti­rar del país tanto dinero como había gastado, ochen­ta millones. Pero además, tuvo que girar del país unos tres millones adicionales, dinero que no había puesto al servicio de país, que no había sido hecho ni por los banqueros ni por nadie más.
Aún reconociendo en el mejor de los casos que el gobierno pueda encontrar el dinero que existe, ¿cómo podría encontrar el dinero que nunca fue creado?
El hecho simplemente es, que el gobierno no lo encuentra. Es simplemente añadido a la deuda nacional. Esto explica porqué la deuda nacional se incrementa en la misma medida en que el desaro­llo del país requiere más dinero. Todo dinero nuevo nace como deuda, a través de los bancos, quienes reclamarán más dinero del que en realidad emitie­ron.
¡Y la población del país se encuentra colectiva­mente endeudada por la producción y servicios que ella misma produce! Es el caso para la producción de las guerras. Es el caso también para la producción en tiempos de paz: creación de carreteras, puentes, acueductos, escuelas, y demás infraestructura para el país.
1.7 EL DEFECTO MONETARIO
La situación se resume en esta cuestión inconce­bible: todo el dinero que se encuentra en circulación, no ha venido de otro lugar, más que de los bancos. El dinero de metal y papel, no pueden estar en circu­lación, si no ha sido liberado por los bancos.
El banco pone el dinero en circulación solamente por medio de préstamos a un cierto interés. Lo que quiere decir que todo el dinero en circulación pro­viene de los bancos y debe algún día regresar a los bancos algún día, incrementado con el interés.
El banco es el propietario del dinero. Nosotros somos los que solicitamos préstamos. Si alguien puede sostener su dinero por un largo período de tiempo, o aún permanentemente, otros sin embar­go necesariamente están en incapacidad de cumplir con sus compromisos financieros.
      Una multiplicidad de bancarrotas, tanto de indivi­duos como de compañías, hipotecas tras hipotecas, y una deuda pública que siempre va en incremento, son los frutos naturales de tal sistema.
Reclamar interés sobre el dinero a medida que éste se crea es tanto ilegítimo como absurdo, antiso­cial y contrario a la buena aritmética. El defecto mo­netario es por consiguiente, tanto un defecto técnico como un defecto social.
A medida que el país se desarrolla tanto en pro­ducción así como en población, se necesita más di­nero. Pero es imposible obtener dinero nuevo sin la contratación de una deuda que, colectivamente, no puede ser pagada.
De manera que nos quedan las alternativas ya sea de detener el desarrollo o adquirir deudas; de hundirnos en desempleo masivo o en una deuda que no se puede pagar. Y es precisamente este dilema el que está siendo sometido a debates en cada país.
Aristóteles y luego Santo Tomás de Aquino, es­cribieron que el dinero no reproduce más dinero. Pero el banquero crea el dinero únicamente con la condición de que reproducirá más dinero. En vista que ni gobiernos, ni individuos crean dinero, nadie crea el interés que reclama el banquero. Aún lega­lizado, el sistema de todo este asunto permanece vicioso e insultante.
1.8 DECADENCIA Y DEGRADACIÓN
Esta manera de crear el dinero de un país, por medio de forzar tanto a los gobiernos como a los in­dividuos a que se encuentren endeudados, estable­ce una dictadura real sobre gobiernos e individuos igualmente.
El gobierno soberano se ha vuelto signatario de deudas de un pequeño grupo de acaparadores. El ministro ó el gobernador, que representa a millones de hombres, de niños, firma deudas impagables. El banquero, quien representa a un grupo interesado en obtener ganancias y dominar, fabrica el dinero del país.
Un aspecto muy importante que toca el Papa Pío XI, sobre el tema de la decadencia, es el siguiente: “Los gobiernos se han rendido a sus nobles funcio­nes y se han convertido en los sirvientes de intere­ses privados”.
El gobierno, en lugar de guiar al Estado, se ha convertido simplemente en un recaudador de im­puestos; y una gran tajada de las rentas públicas por impuestos, la tajada más “sagrada”,fuera de cual­quier discusión, es precisamente para pagar el inte­rés de la deuda nacional.
Más aún, la legislación consiste, sobre todo, en imponer impuestos a la gente y erigir en todo lado, restricciones a la libertad. Estas son leyes para ase­gurar que los creadores del dinero sean compensa­dos. No existen leyes para prevenir al ser humano el morirse debido a una pobreza extrema.
En cuanto a los individuos, la escasez de dinero desarrolla en sus propios hogares una mentalidad de lobos. Frente a la abundancia, solamente aquellos que tienen el muy escaso símbolo de bienes, dinero, tienen el derecho de girar sobre esa abundancia. Por consiguiente, tienen derecho a la competencia, la ti­ranía del “jefe”, contienda doméstica, etc.
Un pequeño grupo maneja a los otros; gran can­tidad de gente gime, muchos en la más degradante pobreza.
1.9 CONTROL SOCIAL DEL DINERO
Es San Luis, rey de Francia, quien decía: “El pri­mer deber de un rey es acuñar dinero cuando sea necesario para la vida económica sólida de sus go­bernados.”
No es del todo necesario, tampoco se debe re­comendar, que los bancos sean abolidos o naciona­lizados. El banquero es un experto en contabilidad e inversión; muy bien puede continuar recibiendo e invirtiendo los ahorros con ganancias, tomando su parte de las ganancias. Pero la creación de dinero es un acto de soberanía que no debería dejarse en manos de un banco. La soberanía debe ser retirada de las manos de los bancos y devuelta a la nación.
El dinero de cifras es una buena invención mo­derna, que debemos tomar. Pero en lugar de tener su origen bajo el régimen de un sujeto privado, en forma de deuda, estas cifras deberían venir de un or­ganismo monetario nacional, en una forma de dinero destinado para servir a la gente.
Debemos dejar de sufrir privaciones que se pre­sentan en todos los países, para tener la facilidad económica en cada hogar. El dinero será creado después de conocer la capacidad de producción y de servicios que la población puede ofrecer; y des­pués de conocer los deseos de los consumidores de frente a los bienes útiles posibles.
Por lo tanto, nada debe voltearse en el campo de la propiedad o la inversión. No debe existir la ne­cesidad de abolir el dinero actual y reemplazarlo con otros tipos de dinero. Todo lo que se necesita es que un organismo monetario social añada suficiente del mismo tipo de dinero a los dineros que ya existen, de acuerdo con las posibilidades del país y con las necesidades de la población. Uno debe parar de su­frir privaciones cuando existe todo lo necesario en el país para proporcionar comodidad a cada hogar.
La cantidad de dinero debe medirse de acuerdo con la demanda de los consumidores por los bienes útiles y posibles.
Por lo tanto, los productores y consumidores en conjunto, toda la sociedad, la cual al producir bienes frente a las necesidades, deberán determinar la can­tidad de dinero nuevo que un organismo, actuando en nombre de la sociedad, deberá poner en circula­ción de tiempo en tiempo, de acuerdo con el desa­rrollo del país. Así la gente recuperará su derecho a vivir, su plena vida humana, de acuerdo con los recursos del país y las grandes posibilidades moder­nas de producción.
1.10 ¿PARA QUIÉN EL DINERO NUEVO?
Por lo tanto, el dinero deberá ser puesto en circu­lación de acuerdo al nivel de producción y según lo dicten las necesidades de distribución.
Pero, ¿a quién le pertenece este nuevo dinero cuando entre en circulación en el país? – Este dine­ro pertenece a los mismos ciudadanos. No le perte­nece al gobierno, que no es el dueño del país, sino solamente el protector de un bien común. Tampoco pertenece a aquellos que se hacen cargo de los or­ganismos monetarios nacionales, como los jueces, quienes realizan una función social y son pagados estatutariamente por la sociedad por los servicios que proporcionan.
¿A cuáles ciudadanos? – A todos. Este dinero no es un salario. Es una inyección de dinero nuevo en­tre la población, para permitir al público consumidor adquirir bienes que ya han sido hechos o que sean fácilmente realizables, los mismos que están espe­rando solamente el poder adquisitivo suficiente para poner a esta producción en movimiento.
Con toda imparcialidad, no hay otro camino más justo de poner este dinero nuevo en circulación, que por medio de la distribución equitativa entre todos los ciudadanos sin excepción. La participación también hace posible que se logre el máximo beneficio del dinero, ya que llega a cada rincón de la tierra.
Cada vez que se deba aumentar el dinero del país, cada hombre, cada mujer, cada niño, recién na­cido, tendrá así, su parte de la nueva etapa de pro­greso que proporciona el dinero nuevo necesario.
No es un salario por un trabajo realizado, es un dividendo para cada uno. Es su parte de un capital común: El Crédito Social. Si hay propiedades priva­das, hay también bienes comunes, que a todos les pertenecen bajo el mismo título.
1.11 RESULTADO: EL ORDEN ESTABLECIDO
¿Cuál será, el efecto después de esta reforma financiera con el Crédito Social? De una manera general, a corto plazo, se tendría el establecimiento del orden financiero, y por consiguiente, el político y social.
En el orden de superioridad entre las cosas crea­das, el hombre viene inmediatamente después de Dios y de sus Ángeles. El dinero, al igual que cual­quier cosa sin inteligencia, viene después y debe es­tar sujeto al hombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario