Guerra Civil de la izquierda: podemitas, socialistas, feministas, trans… a la gresca
Socialistas contra comunistas; podemitas radicales contra podemitas aburguesados; feministas contra trans. Es el sino de la izquierda. Lo que le pasa al Frente Popular y al Frente Feminista está escrito hace dos mil años: “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado”.
Han nacido para despedazarse entre sí. De ahí debe venir su fijación por la Guerra Civil. Stalin contra Trotsky; El Ché contra Castro; el POUM de Andreu Nin contra el Gobierno de la II República; comunistas contra anarquistas…llevan el guerracivilismo en los genes.
No han durado ni un mes en el Gobierno y ya se están desgarrando por luchas ideológicas.
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La primera en la frente ha llegado con la Ley de Libertad Sexual y con el 8-M como telón de fondo, que viene a ser para el Frentepopulismo-feminismo como el Día de la Raza para el franquismo. Irene Montero y los podemitas se han sacado de la manga un proyecto de ley que rápidamente ha sido calificado de chapuza por el ministro de Justicia socialista y por expertos penalistas. El borrador es un poema: no solo invade competencias autonómicas, ignora la jurisprudencia del Constitucional o choca con otras normas, como la Ley de Violencia de Género; sino que está plagado de faltas de ortografía o palabras no reconocidas por la RAE. Como dijo un tuitero, la autora debe creerse que las leyes se redactan como si fueran pancartas.
El texto de Irene Montero se parece más a un graffiti feminazi que a una ley
Y es que el texto se parece más a un graffiti feminazi que a una ley. Una norma oportunista y demagógica que busca penalizar el piropo, que da a entender que puede haber violación dentro del matrimonio y que pretende hacer realidad la proclama feminista “Sola y borracha quiero llegar a casa”.
Como ironizaba Libertad Digital: “una cosa es proteger la libertad sexual de las mujeres y otra muy distinta pretender que algo tan íntimo como una relación sexual requiera poco menos que un fedatario público y un alcoholímetro para que el varón pueda probar que tuvo el consentimiento expreso y sobrio de la mujer en el momento oportuno”
Ante las objeciones jurídicas de los socialistas, Pablo Iglesias -a la sazón jefe de filas y pareja de Irene- ha contraatacado: «En las excusas técnicas creo que hay mucho machista frustrado«. De vergüenza ajena.
Pero aunque la ley Montero le haya sonrojado al PSOE, tiene gracia que ahora se ponga estupendo con la norma, pues esta no hace otra cosa que llevar hasta sus últimas consecuencias algunos de los postulados de la Ley de Violencia de Género, acentuando aún más la asimetría penal contra el varón. Aquellos polvos han traído estos lodos, solo que llevados a un extremo barriobajero.
Tanto la Ley de Violencia de Género como la de Libertad Sexual no son otra cosa que la traducción legal del mantra feminista: “toda cópula es una violación” formulada por la activista norteamericana Andrea Dworkin, que convierte al varón en sospechoso habitual.
Lo que ocurre es que Unidas Podemos pugna por ser todavía más radical que el PSOE y colgarse la medalla del feminazismo. Pero por mucha ley iconoclasta que saquen, los podemitas están abocados a tener el mismo final que todos los revolucionarios en cuanto catan presupuesto y moqueta: se transforman en casta.
O en “vendeobreros”, como le ha tildado jóvenes de izquierda radicales a Pablo Iglesias en la Complutense. La imagen refleja gráficamente el sino de todo bolchevique de vía estrecha. Hace la revolución prometiendo acabar con los privilegios de la oligarquía y en cuanto logra escaño le da un ataque de amnesia.
Iglesias, reciclado ahora en marqués consorte de Galapagar, ha probado su propia medicina al ser abucheado por los cachorros del Frente Obrero: “Vendeobreros fuera de la Universidad”. Es lo que él mismo hacía y decía cuando tomaba el megáfono en la puerta del Sol, el 15-M… y míralo ahora. Ahí tenemos ya otra guerra civil en germen: radicales contra aburguesados
Finalmente, una tercera guerra civil en las filas de la izquierda progre es la declarada entre los trans y las feministas. El Partido Feminista, que lidera Lidia Falcón, histórica del comunismo, y que formaba parte de Izquierda Unida, discrepa de la ley de Transexualidad que la coalición pretende impulsar. Y ¿qué ha hecho el Soviet Supremo de Alberto Garzón? expulsar al Partido Feminista. Coge a Lidia Falcón, que pasó por las cárceles franquistas, y le acusa de “transfoba”.
Hijas del sesentayochismo, las feministas defendían la liberación todo tipo de tabúes sexuales y, en consecuencia, le reían las gracias a los LGTB. Y ahora se han encontrado con que los trans pueden ser un caballo de Troya del zorro varón en el gallinero femenino, y eso ya no les hace tanta gracia. Como dice el Partido Feminista “la ideología queer se ha convertido en el arma ideológica posmoderna del patriarcado”.
Después de años de lucha contra el machismo y el heteropatriarcado resulta que tíos operados ganan a sus rivales mujeres-mujeres en levantamiento de pesas, fútbol, baloncesto y artes marciales. O se aprovechan de su condición trans para hacer su agosto en cárceles femeninas.
Con las leyes de Género en la mano, un señor con toda la barba puede autopercibirse de género femenino y reclamar derechos de mujer, sin que medie operación de cambio de sexo. Hecha la ley, hecha la trampa. Y toda la ideología de género es una gigantesca trampa, un mar de contradicciones, la cuadratura del círculo. Y ante eso han saltado las feministas clásicas.
Las feministas han caído en la cuenta de que la revolución sexual del 68 y sus consecuencias, llevaba paradójicamente en su germen el eclipse de la mujer
Les ha costado, pero por fin han caído en la cuenta de que la revolución sexual del 68 y sus consecuencias, llevaba paradójicamente en su germen el eclipse de la mujer. Ahora protestan porque la ley de transexualidad de Izquierda Unida pretenda legalizar los vientres de alquiler, que los menores que se declaran transexuales puedan operarse para cambiarse de sexo, y que todo ello suponga la invisibilidad de la mujer como categoría. Serán muy rojas y progres, pero por ahi no pasan.
El marxismo cultural está inevitablemente abocado a la atomización. Porque lo suyo son matrimonios de conveniencia (PSOE y Podemos en el Gobierno; la casta del marqués de Galapagar y los cachorros radicales en Podemos; Feministas y Trans en el colectivo LGTBI).
Basta sentarse a esperar a que vayan estallando en guerritas civiles, y despedazándose unos a otros, para que se produzca la cosecha roja, como la famosa novela sobre bandas rivales que se destruyen entre sí. El problema es que harán mucho daño, sacarán leyes liberticidas y, como en la ficción de Dashiell Hammett, lo dejarán todo perdido de cadáveres.
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