viernes, 8 de noviembre de 2019

¿Tú con qué votas?


7 de noviembre de 2019, San Ernesto, San Florencio de Irlanda.
¡Llegó el miedo!
Tras el debate del lunes, en los medios de comunicación de la derecha, en los poquitos valientes que quedan, sobre todo en papel, algunos columnistas se han lanzado a por el voto del miedo.
De repente Vox es el gran peligro para España.
Se diría que les preocupa más el triunfo de Abascal que el de Pedro Sánchez.
Con franqueza, me decepciona y me entristece que personas por las que siento un profundo respeto profesional y aun intelectual caigan en tan burda demagogia. 
Me decepciona que crean que el votante de derechas tiene un amo al que debe servir.
¿De quién es la derecha?
De eso van estos últimos días antes de votar, quién lo hubiera dicho cuando se anunció la repetición de las elecciones. Qué distintas estas de las anteriores. 
Ahora el paisaje se ha convertido en enseñar los títulos de propiedad sobre el votante de derechas. Y algunos andan presumiendo del tamaño de los suyos.
Agitar el espantajo del miedo y sumarse al coro progre de la manipulación (¡que viene la ultraderecha!) denota el presentimiento de la derrota en aquellos que se consideran dueños de la derecha.
“La posverdad trumpista de Abascal, sus expeditivas recetas propias de un Gil y Gil sin guayabera, encuentran eco en un votante harto de que separatistas y comunistas se le suban a la chepa.” (El eje quebrado)
Así describe a Vox no el panfleto Público, ni siquiera El País. La cita es de Ignacio Camacho en ABC
En el mismo periódico Luis Ventoso acepta de la cruz a la raya el discurso de la extrema izquierda sobre Vox al equiparar a Abascal con Le Pen, Salvini o Bolsonaro:
“Se idealiza un tiempo pasado, un país idílico que nunca existió, y se propone recuperar el gran hogar común de la mano de un líder fuerte y expeditivo (Trump, Le Pen, Salvini, Orbán, Bolsonaro...), con ideas claras y soluciones drásticas y simples para problemas harto complejos. El individuo, portador de derechos en la democracia liberal, se diluye ahora en «la gente».” (Vox, nada nuevo)
El 95 por ciento de su artículo está dedicado a describir con precisión y acierto los rasgos de la ultraderecha en Europa y Estados Unidos. Pero en las últimas seis líneas:
  1. Aparece Vox por única vez y de manera harto gratuita, como a continuación leerás.
  2. Concluye que por culpa de Vox el PSOE ganará las elecciones.
  3. Y proclama de manera poco disimulada que el único voto válido es el del PP.
Aquí puedes leerlo:
“Vox no es nada original, ni exclusivo de España. Sus soluciones sencillas –o simplistas– y su apelación nacionalista confortan a muchas personas legítimamente enfadadas. Y sumarán muchos votos de desahogo. Que en la práctica contribuirán a más Sánchez, al mermar la única alternativa realista.” (Vox, nada nuevo)
Más Pedro Sánchez
El caso es que estos, por lo demás, finos analistas saben bien, mejor que la mayoría de nosotros, que ni Vox es el problema de la derecha, ni el actual PP, la solución a más Pedro Sánchez.
Saben bien que solo las reiteradas traiciones al votante del PP, el interminable y doloroso listado de incumplimientos de promesas electorales, está en la raíz del nacimiento de Vox. 
Hasta este punto lo saben:
“A ese español cabreado con las autonomías, la inmigración, el feminismo o las doctrinas políticamente correctas le ha salido una cierta vena antisistema y suspira por un envite autoritario que le dé una patada a la mesa.” (El eje quebrado)
Y en lugar de exigir rigor y fidelidad a sus valores a un PP que de nuevo se desvía de su ADN, cargan contra quien lo está denunciando con los mismos burdos y falsos argumentos que utilizó Pedro Sánchez en el debate del lunes.
Decepción, ilustres creadores de opinión, gran decepción.
Sienten el mismo enfado con el PP que tantos votantes de derechas. Pero defienden lo indefendible: que el voto de derechas pertenece al Partido Popular y nadie debe osar disputárselo, aunque ese partido traicione a sus votantes una y otra vez.
¡Viva el centro!
Sí, viva el centro, ojalá pudiéramos gritarlo. 
“La política española tiene un problema serio: se está quebrando el eje que la vertebraba desde el centro.” (El eje quebrado)
Es cierto, la desaparición progresiva del centro amenaza muy seriamente la estabilidad nacional.
Pero sucede que lo que hasta ahora hemos llamado “centro” no es más que un correlato del pensamiento políticamente correcto de la izquierda española, cada vez más escorada a la extrema izquierda.
Por centro se entiende un Estado de las autonomías que arruina el país, rompe la convivencia e “implosiona” la misma idea de nación
El centro se entiende hoy como la inacción ante el suicidio demográfico, cuyas raíces se encuentran en una estructura social, económica e ideológica, de valores, que obstaculiza hasta extremos a menudo insalvables el desarrollo de la institución familiar.
El centro es no tocar una coma de las leyes más emblemáticas de la izquierda, aquellas que la derecha pudo cambiar y no quiso.
En la España de nuestros días el centro es un lugar imaginado por la izquierda para domesticar a la derecha.
Es el agujero negro donde mora un consenso de tintes socialistas y comunistas, compartido por los partidos troncales del sistema, PSOE y PP, frente al que un sector de la población ha decidido rebelarse.
El síndrome de Estocolmo de la derecha
Lo único que hay tras las apelaciones que estos días vemos en los medios de uno y otro sesgo ideológico es un intento de mantener viva la atracción hacia ese centro que tiene secuestrados a tantos y que la derecha política y mediática oficial (y hasta ahora hegemónica) vive con entusiasta síndrome de Estocolmo.
¿Te están engañando?
Cuando las propuestas electorales y los argumentos para pedir tu voto quedan secuestrados por el relato emocional, ten la seguridad de que te están engañando.
Y hoy ningún mensaje político, ni electoral, escapa al secuestro emocional. No nos proponen soluciones argumentadas, razonadas, planes de acción que demuestren su viabilidad con datos, cifras, presupuesto.
Por el contrario, nos inducen al miedo, nos animan al insulto, nos prometen paraísos sin el menor fundamento racional pero henchidos de pulsión sentimental.
“Los candidatos no se arredran y le dan al manubrio de las promesas que saben perfectamente que no tienen intención alguna de cumplir. 
Y quienes les escuchamos con paciencia y resignación, hacemos como si les creemos a pesar de saber que son un atajo de mentirosos. Esa es la verdad. 
De ahí que los sentimientos y las sensaciones se hayan vuelto tan importantes a la hora de decidir el sentido del voto.” (Rafael Bardají: En honor a la verdad)
Sensaciones. Sentimientos. Ningún razonamiento. Por eso nos han traicionado tantas veces.
Hay personas que votan con miedo.
¿Tú con qué votas?

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