La hipersexualización de la
infancia hace que la niñez
termine cada vez antes
Ascen Corcuera (Naves en Llamas).– Recientemente, el Centro
Jurídico Tomás Moro (CJTM) publicaba un informe pionero, novedoso y
revolucionario en su contenido, en el que denunciaba el riesgo real existente
de que se esté produciendo, ante el silencio dramático de instituciones,
especialistas, padres y docentes, una hipersexualización de la infancia
alentada “por por parte de los poderes públicos, de algunos medios de
información y de las agencias de publicidad y medios audiovisuales”.
El Centro Jurídico Tomás Moro, que tiene como principales
objetivos la defensa de la dignidad de la persona, de la familia y de los
derechos humanos como reflejo del derecho natural, considera que el objetivo
último de esta estrategia es “poner las bases para que en su edad adulta (los
niños) se dejen llevar por una vida hedonista que les arrastre al consumismo
desmedido y favorezca, por otra parte, su dirigismo interesado al privarles de
una voluntad firme y decidida”.
Podemos definir la hipersexualización infantil como la
tendencia a enfatizar entre los menores el valor sexual de la persona por
encima de cualquier otra cualidad definitoria, así como el fomento entre los
mismos de las relaciones sexuales tempranas. Para el CJTM, los padres tienen la
obligación insustituible de salvar a los menores de la nefasta influencia de
los planes educativos y de los medios de comunicación. “Ropa, juguetes, series
de televisión, planes de estudios en los que la ideología de género gana
terreno inoculan de forma sutil el erotismo prematuro en el mundo infantil,
creando entre los menores importantes peligros para su salud física y mental,
presente y futura. De hecho, la difusión entre los menores de la perspectiva de
género está aumentando la probabilidad de abuso sexual y maltrato psicológico”.
Pero, ¿cuáles son, según el CJTM, los auténticos peligros de
la hipersexualización de la infancia?
– La hipersexualización roba a los niños su infancia.
Actualmente se forma a los menores en la pérdida del pudor y el establecimiento
de relaciones sexuales tempranas. Se les transmite así una imagen banal de las
relaciones sexuales, que dejan de ser relaciones afectivas enriquecedoras para ser
sólo una sexualidad genital narcisista.
– Se fomenta entre los menores la incertidumbre sobre la
identidad sexual, dando lugar a trastornos de la personalidad. En todas las
comunidades autónomas se están aprobando leyes educativas con objeto de implantar
en las aulas la ideología política de género. Tal ideología, contraria a toda
evidencia científica y moral, transmite a los menores la confusión sobre su
propio sexo al enseñarles que el sexo genital, biológico y genético debe
someterse al psicológico. Es decir, que lo importante no es el sexo que se
tenga, sino el que psicológicamente cada uno sienta. Lo más grave es que se
presentan estas nuevas “alternativas sexuales” como las socialmente más
respetables, y ello en plena adolescencia, cuando todavía es alta la
indefinición sexual, y cuando el menor busca desmedidamente la notoriedad y el
éxito social.
– Se trata de normalizar las relaciones homosexuales cuando
son minoritarias estadísticamente. Precisamente la preponderancia de estos
perfiles en la publicidad, en las series televisivas y en los programas
educativos transmiten la falsa idea de que dichas relaciones son habituales y
estadísticamente equiparables a las relaciones heterosexuales. No obstante, se
ocultan los estudios que indican el aumento de los riesgos para la salud de
tales prácticas: la mayor incidencia de depresiones, trastornos de ansiedad,
consumo de alcohol, drogas y abuso de medicamentos, y de enfermedades de
transmisión sexual.
– Se incentivan las relaciones sexuales precoces. Las
relaciones sexuales precoces no sólo suponen un riesgo para la salud física de
los más pequeños, sino que ante todo son un riesgo para su salud mental, al
distorsionar los tiempos necesarios para la maduración personal.
Consecuencia de ello son los numerosos embarazos de
adolescentes, a los que como única solución se les ofrece el aborto, ocultando
sus “efectos secundarios”, tanto morales como físicos. Así, pocas mujeres
conocen el aumento del riesgo de cáncer en razón a la realización de un aborto
provocado.
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