Cruda realidad / El deporte
profesional, destructor de la
Teoría de Género
¿Cómo podemos creer, en efecto, que algo relativamente secundario como
es la orientación sexual sea inalterable desde el nacimiento, mientras que
una realidad biológica evidente y comprobable como el sexo se puede
cambiar a voluntad?
Decíamos ayer (siempre quise empezar así una columna) que la histeria progre se vendría abajo
a ser como parásitos alimentándose de un cuerpo aún vivo, la gente normal (expresión que uso
porque aborrecen), y sin su huésped, morirían.
Pero hay, naturalmente, otro método y otra esperanza: dejar que el movimiento se devore a
sí mismo. El Pensamiento Único es inviable, no puede sobrevivir, y además se asienta sobre
tribus que son incompatibles entre sí y que si no se lanzan al cuello unas de otras es porque
todavía existe, aunque debilitado y timorato, un enemigo común.
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Han empezado los Juegos Olímpicos, creo que los menos seguidos de la Historia, y en ellos vamos
a poder ver una de las carcajeantes e insostenibles consecuencias de la Teoría de Género. Esta
postula que el ‘género’ -harto difícil de definir, por cierto- es lo que cuenta, y que depende
exclusivamente de la voluntad expresada del sujeto. Curiosamente, el femenino se supone que
es el sexo oprimido, pero por abrumadora mayoría son hombres que dicen ser mujeres y no al revés.
Puestos a elegir, es raro que uno elija ser siervo de la gleba pudiendo ser señor feudal, ¿no les parece?
Algunos deportistas masculinos que, siendo buenos, no alcanzan el primer nivel, han ‘descubierto’ súbitamente que en realidad son mujeres
Bien, pues si se fijan, las feministas radicales, que tanto quieren igualarnos a los varones en todo, rara
vez, si alguna, protestan de que haya dos selecciones por cada modalidad deportiva, una femenina y
otra masculina. Eso quiere decir que alguna en el movimiento sabe, al menos, contar, y entiende
que la campeona del mundo de levantamiento de pesas sería -creo- el duodécimo si no se
atendiera al sexo.
Y aquí viene la parte divertida: algunos deportistas masculinos que, siendo buenos, no alcanzan
el primer nivel en este sector ultracompetitivo donde a partir del bronce empieza el olvido, han
‘descubierto’ súbitamente, en una cegadora revelación, que en realidad son mujeres, se han
cambiado de categoría y en la femenina, sí, arrasan.
La Teoría de Género no es el primer campo que enfrenta a las tribus protegidas del progresismo,
pero sí puede ser el más sonado. Hay, ya saben, mujeres con pene, algo que ya ha enfurecido a
muchas de la vieja guardia del feminismo de tercera ola, como Germaine Greer. Y es que las más
listas entienden que si para ser mujer basta con declararse tal, la liberación de la mujer carece
por completo de sentido.
¿Cómo podemos creer, a la vez, que ser mujer es un implacable destino de víctima en la sociedad
patriarcal y que es algo que se puede llegar a ser con una frase o dejar de ser con otra?
Y en el deporte se ve el absurdo más que en otros sectores, por dos razones. La primera, que es
un espectáculo, es decir, la gente se fija más, y la farsa se hace más evidente. La ropa deportiva no es exactamente la vestimenta de una ‘drag queen’.
En segundo lugar, las aptitudes de uno y otro sexo son especialmente llamativas en el deporte;
hacerlos competir juntos a ambos sexos -y eso es lo que ocurre cuando Harry se convierte e
n Sally- lo hace más innegable.
Tampoco a todos los homosexuales, aunque tengan la T de trans en su movimiento, les favorece mucho la Teoría de Género
Las feministas más avisadas ya se dan cuenta de que, a la larga, esta ‘innovación’ podría acabar con
la hegemonía total de las ‘mujeres con pene’ en todas las disciplinas olímpicas salvo patinaje
artístico o gimnasia rítmica. Y la idea no es muy atractiva.
Más a largo plazo aún, dados los incentivos, la cosa puede ir mucho más allá del deporte, pero de
eso ya hablamos en otra columna. Es comprensible que los varones en edad de envidiar las
posibilidades que ofrece la discriminación positiva tengan, por crianza, reparos en
confesarse mujeres, aunque la ley permite hacerlo sin tener que cambiar absolutamente nada más.
Pero las futuras generaciones probablemente no tengan las mismas objeciones.
Tampoco a todos los homosexuales, aunque tengan la T de trans en su movimiento, les favorece
mucho la Teoría de Género, porque dinamita algunos de sus argumentos más repetidos.
¿Cómo podemos creer, en efecto, que algo relativamente secundario como es la orientación sexual
sea inalterable desde el nacimiento, parte de la misma identidad y esencia de la personal, mientras
que una realidad biológica evidente y comprobable como el sexo se puede cambiar a voluntad?
¿Absoluta libertad de elección para ser mujer, contradiciendo la naturaleza, pero no para ser
heterosexual? ¿Cómo se come esto?
Soy lo bastante mayor cuando se hacían chistes sobre las atletas de la Europa del Este, con
frecuencia descalificadas porque iban de hormonas masculinas hasta arriba. Ahora somos
nosotros, Occidente, los que llevamos a las competiciones internacionales atletas naturalmente
hormonadas con testosterona, que ayer mismo se llamaban Bryan o Juan. Pero no pasa nada,
porque con nosotros siempre es diferente. Somos los buenos.
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