Cruda realidad / El lado oscuro de
Winston Churchill, beatificado
ahora por el cine
ACTUALL
La Historia la escriben los vencedores. Eso explica que los alemanes sean
los malos para siempre jamás y los ingleses y americanos los buenos
indiscutibles ‘per saecula’. Y no digamos si luego viene el cine y plasma en imágenes las hagiografías. Ejemplo: Churchill.
Gary Oldman hace el papel de Winston Churchill en una película que no puede ser más
oportuna en varios sentidos de la palabra.
Es oportuna, primero, porque Churchill es, en nuestra particular mitología del pasado
reciente, no meramente el antagonista de Hitler, sino su anverso, tan admirable como
es detestable el Führer alemán.
Gobernó Gran Bretaña en lo que conoce como “su mejor momento”, “its finest hour”,
y Gran Bretaña se presenta como la única nación perfectamente pura, heróica e
intachable de aquella contienda.
Francia se rindió, la Unión Soviética era una cárcel de pueblos, Estados Unidos entró de forma
oportunista, con la contienda medio ganada. Solo Gran Bretaña montó una resistencia
desesperada, en solitario, ante una Wehrmacht que se enseñoreaba en el Viejo Continente.
Dar una cita del hombre del puro en una discusión a favor de las tesis propias es ganarla,
aunque ciertamente hay muchas más citas atribuidas al primer ministro británico de
las que jamás pronunció o escribió.
La película es oportuna por el ‘Brexit’. Churchill se hubiera opuesto terminantemente al ‘Brexit’, lo hubiera aborrecido.
Es, además, oportuna por el ‘Brexit’. Churchill se hubiera opuesto terminantemente al ‘Brexit’, lo hubiera aborrecido. Churchill jugueteó un tiempo, de hecho, con unir en una estrecha federación esos
viejos rivales, Francia y el Reino Unido.
Pero, por decirlo brutalmente, Churchill es el Churchill de nuestros panegíricos, fundamentalmente,
porque los aliados ganaron la guerra. De haberla perdido, es muy probable que las generaciones
posteriores tuvieran de él una imagen, si no tan terrible como se tiene de Hitler, no demasiado alejada.
Sinceramente, tanto sus opiniones como sus actitudes como muchos de sus actos hubieran sido
impensables y anatema para nuestro tiempo, y no me estoy refiriendo a su tabaquismo o a sus excesos
alcohólicos.
A mediados del año pasado, el político indio Shashi Tharoor, autor de un libro, ‘Inglorious Empire’,
que hace la crónica de las atrocidades del Imperio Británico, aseguró en declaraciones al diario
The Independent que Churchill, “el hombre que los británicos presentan como apóstol de la libertad y la democracia”, fue en realidad “uno de los gobernantes más malvados del siglo XX, a la altura
de Hitler, Mao y Stalin”.
Palabras terribles, pero que justifica el parlamentario indio. “Tiene tanta sangre en las manos como
Hitler, especialmente en cuanto a las medidas que firmó personalmente durante la Hambruna Bengalí,
en la que murieron 4,3 millones de personas por decisiones que tomó o respaldó”.
Incluso, cuando oficiales británicos le advirtieron que se estaba produciendo una hambruna masiva
totalmente innecesaria, su reacción fue escribir en los márgenes del informe: “¿Por qué no se ha
muerto Gandhi todavía?”.
Lejos de ser un furioso antifascista, elogió a menudo a Mussolini en el Parlamento británico, y si
no hizo lo mismo con el Führer debido a su intensa germanofobia, es fama que declaró que “de haber
nacido alemán, hubiera votado por Herr Hitler”.
La ‘Cara B’ de sus citas están cuajadas de declaraciones intolerablemente racistas y crueles, propias de un
psicópata que disfrutaba con la guerra.
Sobre los indios llegó a decirle al Secretario de Estado para la India, Leopold Amery: “Odio a los
indios. Son gente bestial con una religión bestial”, y les culpó de la hambruna por “reproducirse como conejos”.
En la guerra contra los pastunes afganos, en 1919, abogó por la guerra química para masacrarlos
Pero no eran los hindúes el único pueblo al que distinguía con su aversión o desprecio. “No admito
-escribía en 1937- que se les haya causado un gran agravio a los Pieles Rojas de América o a los
aborígenes de Australia por el hecho de que una raza más fuerte, una raza superior, haya llegado
y haya tomado su lugar”
Antes, en la guerra contra los pastunes afganos, en 1919, abogó por la guerra química para masacrarlos.
“No entiendo los escrúpulos sobre el uso del gas. Soy un firme partidario de usar gas venenoso
contra tribus incivilizadas”.
Pero la última palabra la tienen los vencedores, que siempre cuentan con un coro de aduladores
dispuestos a blanquear su carrera.
El propio Winston lo sabía muy bien cuando escribió: “La historia será amable conmigo
porque pienso ser yo quien la escriba”.
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