Filipinas 1911
lunes, 28 de agosto de 2017
viernes, 25 de agosto de 2017
Cómo la yijad está cambiando a Europa (Pío Moa)
Cómo la yijad está cambiando a
Europa
Opinión / 24 Agosto, 2017
La
yijad o guerra santa es un componente esencial del islam, tanto en el sentido
de lucha interior por purificarse al modo musulmán como de lucha exterior para
expandir e imponer su religión.
El islam siempre fue una religión de conquista. Por eso son tan escasas y ralas
las manifestaciones de musulmanes contra el terrorismo yijadista y tantas las
que pregonan la conquista de Europa. Y por eso resultan tan patéticas las
afirmaciones — bienintencionadas en unos casos y sospechosamente “ingenuas” en
otros– de que los terroristas son muy pocos, que perjudican más a los
musulmanes, o que islam equivale a paz.
El islam divide el
mundo entre la “Casa” (territorio) de la paz, donde rige la ley de Mahoma, y la
“Casa” de la guerra, el territorio infiel; también la Casa de la tregua, de
pactos con infieles, con sumisión o inferioridad de estos. Algunos sostienen
que esa división es histórica y no actual, al haber aceptado los países
musulmanes a la ONU y sus presupuestos nominalmente pacíficos. Esto es
ridículo. Hay que decir que los países islámicos, entre los cuales y en el seno
de los cuales debería reinar la paz, han sufrido y sufren numerosas y violentas
divisiones y guerras desde hace siglos, no interrumpidas por la creación de la
ONU. Y que la hostilidad hacia los cristianos, tradicionales enemigos,
se mantiene y crece en la actualidad.
Durante decenios se ha
creído que los musulmanes se occidentalizarían progresivamente, pero eso
ocurría, con más apariencia que realidad, hasta los años 70. Desde
entonces el proceso se ha dado por fracasado y se ha invertido. La civilización
europea solo atrae a los islámicos por sus ventajas materiales, pero la
desprecian como decadente y enferma. Por lo demás, al etiquetarla como
cristiana y “cruzada” caen involuntariamente en el humor negro. Las políticas
de la UE son intensamente cristianófobas e islamófilas, aspiran a convertir las
ideas LGTBI o el abortismo y la inmigración en los valores propiamente
europeos, y utilizan la creciente presencia musulmana, so pretexto de
“multiculturalismo”, como ariete contra el cristianismo, en especial la Iglesia
católica. Siempre se olvida que las ideas hoy predominantes entre los
políticos europeos consideran a la Iglesia como una barrera contra el
progreso y la libertad, una barrera a derribar, por tanto.
El
problema se ha acentuado porque la UE, por medio de la OTAN, no ha cesado de
provocar convulsiones en países islámicos, so pretexto de democratizarlos. Esas agresiones han motivado riadas de refugiados o
simples inmigrantes que no albergan ningún buen deseo hacia Europa, como se encargan
de demostrar a menudo. Muchos europeos se alarman pensando en el momento en que
los musulmanes lleguen a ser mayoría en varios países; y no solo por la
inmigración y la procreación, porque en países como Inglaterra crecen las
conversiones, con llamativa mayoría de mujeres.
En
realidad no les hace falta ser mayoría para estar cambiando ya en profundidad
el paisaje cultural y político del continente.
Algunos son cambios de aspecto menor: mayor vigilancia a todos los niveles,
presencia del ejército en las calles, bolardos y obstáculos en las arterias
urbanas, etc. Pero son hechos que van transformando nuestra manera de vivir,
casi inadvertidamente. Un dato aún más siniestro, por invisible, es el efecto
moral de las espeluznantes imágenes de los asesinatos del Estado islámico y
otros grupos: esas imágenes van siendo absorbidas casi como naturales por la
población, parte de la cual tiende a verlas con actitud sumisa, incluso
positivamente. Obsérvese además la indiferencia con que la gran mayoría de la opinión
europea presencia las persecuciones y asesinatos de cristianos o de yazidíes
, con rápida disminución de la presencia cristiana en Oriente Próximo
mientras crece imparablemente la musulmana en Europa.
Y
más allá de lo anterior, la yijad está acentuando y radicalizando en Europa una
división política y social que venía de antes. Por una parte están, con enorme poder político y
mediático, quienes tratan de crear una nueva Europa cuyas señas de identidad
serían las ideologías LGTBI con sus consecuencias de abortismo, homosexismo,
corrosión de la familia y de los derechos de los niños, fracaso matrimonial y
familiar, “lucha de sexos”, vistos como “costes del progreso” y “expresiones de
libertad”, etc. Con ellos va el multiculturalismo y la islamofilia, mientras
intentan paralizar toda reacción acusándola de “islamófoba”, típica palabra
policía. Y por otra parte está el número creciente de personas que se
sienten cada vez más amenazadas porque siguen considerándose
cristianas o al menos no cristianófobas, porque aprecian y aman sus culturas
nacionales y la moral tradicional, así como los rasgos culturales europeos
forjados a lo largo de dos milenios. Estos perciben cómo están siendo
desplazadas sus creencias, ideas y cultura, objeto de burlas y ataques constantes
en todo tipo de medios. Desplazadas incluso, en algunas zonas, las
poblaciones autóctonas, sustituidas por las inmigrantes.
Se
trata de una crisis de civilización, realmente, so pretexto de una supuesta
democracia, palabra mágica de la que se han apoderado los multiculturalistas y
que les ha servido también para llevar la guerra civil y el caos a Afganistán,
Irak, Libia o Siria, o el golpe militar a Egipto. Como señalé en La guerra civil y los
problemas de la democracia en España, de pocos conceptos se ha venido
abusando más que el de democracia, que requiere una redefinición antes de que
con su utilización demagógica nos lleven al desastre algunos fanáticos
iluminados. Porque otro rasgo de este proceso es la creciente infantilización
de la sociedad mediante una manipulación mediática que oculta lo que quiere y
presenta la realidady la historia al revés: lo vemos todos los días en relación
con la yijad con un buenismo falsario.
Y un dato a tener en
cuenta, aunque poco advertido: por primera vez en las últimas elecciones de Usa
los medios de masas han estado en bloque contra Trump, exactamente como
en los regímenes totalitarios. Y en España los cuatro partidos más los
separatistas son ideológicamente casi idénticos, en realidad un solo
partido con variantes mínimas. Es un proceso de degradación de la
democracia que requiere reflexión y acción.
jueves, 24 de agosto de 2017
Albert Boadella - Carta al Presidente del Gobierno
Albert Boadella - Carta al Presidente del Gobierno
miércoles, 23 de agosto de 2017
Después de Barcelona. Por José Javier Esparza
Después de Barcelona. Por José Javier Esparza
Mundo
Mirad la foto: el rey, Rajoy, Puigdemont, la Colau, Soraya, todos con gesto triste pero decidido, aplaudiendo y, en el fondo, aplaudiéndose a sí mismos, llorando la muerte sembrada en Barcelona –llorando sinceramente, yo no digo que no-, pero al mismo tiempo resueltos a seguir predicando el discurso de la resignación, el “tenemos que vivir con esto”. Sí, ellos se han resignado a vivir con esto. Porque si no se resignaran, tendrían que hacer políticas exactamente contrarias a las que están haciendo. Y la clase política europea, y en particular la clase política española –tan doméstica, tan aldeana, tan enredada en sus propias querellas de pueblo-, es incapaz de hacer otra política. Vedlos ahí: tienen delante la muerte de masas parida por un desafío de civilización, pero sólo son capaces de ver sus propios problemas.
Miradlos bien. Y escuchad sus discursos, su retórica de “firmeza ante el dolor” y de “dignidad democrática” (¿a qué nos recuerda?). Es la retórica de la impotencia. No, ellos no acabarán con el terrorismo. Podrán desarticular hoy una célula, mañana otra, tal vez, pero el poder no será capaz de vencer al terrorismo islamista. No podrá vencerlo porque el poder hoy vigente en Europa –y en España- se niega a aceptar la verdadera naturaleza del yihadismo. Y jamás podrá derrotarse a un enemigo si se renuncia a pronunciar su auténtico nombre.
Por qué hay “yihadismo”El sistema dominante, por razones políticas, económicas e ideológicas, no puede aceptar que la violencia de carácter religioso-político es una constante estructural de las sociedades musulmanas desde su mismo origen. No puede aceptarlo porque eso significaría desmontar el mito universalista, cosmopolita, de la sociedad global. Significaría reconocer que no todas las culturas son solubles en la nuestra. Más concretamente: que el islam no es soluble en la sociedad europea. Y entonces, si se reconociera eso, se haría inviable el proyecto de reemplazar el vacío demográfico europeo con población alógena, se acabaría el propósito de multiplicar nuestra productividad con un aluvión de mano de obra menos exigente, se acabaría la fantasía de una sociedad global tan elástica que todos puedan caber en ella. Se acabarían, en definitiva, todos los objetivos, proyectos, principios y discursos que mueven a la oligarquía europea –política, mediática, económica- desde hace años, lo mismo a derechas que a izquierdas. Se hundiría el sistema. Por eso los que mandan se resignan. Por eso nos previenen contra la “islamofobia”. Por eso nos mandan callar.
Y sin embargo, precisamente ese es el problema: eso que hoy llamamos “terrorismo yihadista” no es un fenómeno reciente, ni es producto de causas concretas vinculadas a la política mundial presente, ni viene de la mano de grupos específicos que persiguen una finalidad política actual. Por el contrario, la violencia yihadista forma parte del despliegue histórico del islam desde su origen. Hoy viste unas ropas como ayer vistió otras. El asunto es tan obvio y sabido que resulta ya enojoso tener que repetirlo, pero, puesto que el poder sigue mintiendo, habrá que recordarlo.
El islam arrastra desde su origen en el siglo VII una suerte de insuficiencia estructural que descansa sobre tres elementos. Primero, la confusión plena de las esferas política y religiosa, que hace extraordinariamente difícil para el musulmán vivir bajo un sistema político ajeno a la ley religiosa islámica. Segundo, la inexistencia de un clero regular autorizado para hacer evolucionar la doctrina al ritmo de los tiempos, porque Mahoma murió en el año 632 sin dejar un cuerpo específico de clérigos y todo cuanto el fundador dijo fue palabra de Dios, de manera que nadie tiene autoridad para imponer a los fieles una interpretación actualizada de la letra original. Tercero, la justificación religiosa de la violencia –la forma bélica del “yihad”- para imponer un orden político acorde con la letra de la doctrina islámica; justificación que nadie puede atemperar, matizar o adaptar a los tiempos porque nadie hay con autoridad suficiente para obligar al conjunto de los musulmanes.
Por supuesto, la larga y rica historia del pensamiento islámico también ha alumbrado centenares de corrientes y doctrinas perfectamente capaces de acompasar la letra del Corán a los tiempos, de integrar al fiel en órdenes políticos ajenos al islam y de relativizar la justificación religiosa de la violencia. Claro que hay un islam pacífico. El Islam no es sólo uno, como no lo es el cristianismo. Pero lo relevante es que ninguna de esas corrientes y doctrinas tiene autoridad para imponerse sobre las versiones radicales, integristas, fundamentalistas, tradicionales, literalistas o como se las quiera llamar. Al revés.Cada uno de esos tres elementos nutre a los otros dos, y así nos encontramos con un paisaje mental donde apenas nada ha cambiado desde el siglo VII. De aquí han nacido tres guerras simultáneas en el seno del mundo musulmán. Una es la guerra que el musulmán declara al infiel, que es una de las formas cabales del yihad. Otra es la que aparece en torno a 656, cuando se produce la ruptura de la comunidad islámica en dos, y es la que el fiel suní declara al fiel chií. La tercera guerra es la que el musulmán ortodoxo declara al musulmán tibio, relajado o apóstata, y de ésta hay antecedentes históricos tan relevantes como la invasión almorávide de Al-Andalus en 1086 o el llamamiento de Ibn Taymiyya contra los musulmanes mongoles en 1303. Las tres guerras continúan hoy. El tiempo pasa. El problema permanece.
En efecto, en el islam, donde la palabra de Dios fue revelada de una vez y para siempre a un solo hombre, la reivindicación de antigüedad es un aval frente a cualquier reformismo. Toda la historia del islam está llena igualmente de movimientos de retorno a la pureza originaria, a la fe de los ancestros (“salaf”, y de ahí el término “salafismo”). Por eso el salafismo, en sus diferentes formas, es una tendencia permanente en el islam: si las cosas van mal –dice el salafista-, es porque nos hemos apartado de la pureza original. Ahora bien, la “pureza original” es un texto del siglo VII. Y vuelta a empezar. El papa Benedicto XVI lo expuso de una forma extremadamente diplomática en su célebre discurso de Ratisbona, aquel que tantas críticas le costó por parte del rebaño progresista y globalista. Pero Ratzinger tenía razón, en esto como en tantas otras cosas. No puede extrañar, después de todo, que terminaran confinándole en un monasterio dentro de los muros del Vaticano: sencillamente, estaba diciendo una verdad que nadie quería oír.
La ceguera de Europa
Nadie conoce esto mejor que los propios musulmanes. De hecho, la historia de las sociedades musulmanas es, en buena medida, la historia de su lucha permanente contra sus propias contradicciones estructurales. Lucha que en ocasiones ha salido bien y en otras ha salido mal. El yihadismo, la violencia de justificación religiosa, es una constante en esa civilización. Sus principales víctimas son, evidentemente, los propios musulmanes, pero esto no es ninguna novedad, al revés. La novedad es que hoy nosotros, europeos, hemos importado sobre nuestro suelo ingentes masas de población musulmana y, con ellas, hemos importado también sus querellas y desgarros, pensando, con típica petulancia moderna, que todo eso quedaría neutralizado, suturado, por la “superioridad natural” de nuestra civilización, tan cosmopolita y acogedora. Pero no.
En ese contexto, la afluencia de población extranjera ha sido un claro elemento de consenso. Al nuevo capitalismo transnacional le interesa un mundo económico sin fronteras. A las oligarquías europeas les interesa compensar rápidamente un imparable declive demográfico. A la gran industria le interesa contar con mano de obra barata y sin las exigencias del obrero europeo. A las instituciones de Bruselas les interesa desmontar el entramado nacional europeo (¿qué otra cosa es la Europa histórica sino, precisamente, un entramado de naciones?). A los fanáticos de la “fraternidad universal” les interesa una Europa sin religión ni raza. Y bien, he ahí a todos de acuerdo. Max Weber llamaba a eso “constelación de intereses”. Resultado: la ininterrumpida afluencia de inmigrantes desde los años 70 y el colofón de la brutal crisis migratoria que ha vivido Europa en los dos últimos años, adecuadamente vendida por la mayoría mediática como “deber de acogida al refugiado”. Hoy estamos donde estamos.Las culturas y las personas no son intercambiables. Las identidades no son solubles unas en otras. Al menos, no siempre. Europa, la Europa actual, la que arranca del Tratado de Maastricht, del frustrado proyecto de Constitución de 2004 y del posterior Tratado de Lisboa, se ha querido construir como una suerte de espacio nuevo sobre la eliminación paulatina de las soberanías nacionales y las identidades culturales (religión cristiana incluida). Todo lo que estamos viviendo en los últimos años en todos los países europeos, desde la desconstrucción de la institución familiar hasta la desregulación laboral y el desmantelamiento del carácter nacional en los programas de enseñanza, pasando por la supresión de instancias nacionales de decisión política, todo apunta deliberadamente a lo mismo: a edificar una especie de Tierra Nueva sin raíces, sin identidad, sin dios propio, sin ancestros, sin fronteras. Europa como laboratorio del mundo nuevo de la globalización. El maridaje entre el capitalismo financiero y el progresismo ideológico, cada vez más obvio, se explica precisamente por la coincidencia en el proyecto globalista. El mercado sin fronteras y la sociedad sin identidad responden a un mismo impulso.
Pero resulta que no: que las personas no son intercambiables, que las comunidades tienen su propia lógica, que las identidades culturales existen y que esa idea de la “sociedad sin identidad” es, a su vez, una idea muy específicamente occidental, es decir, una idea que a otras identidades les resulta inaceptable. Y
mientras tanto, en las masas de inmigrantes musulmanes acumuladas en Europa durante cuarenta años se han reproducido los mismos patrones culturales (y las mismas patologías) que han caracterizado a las sociedades islámicas desde siempre. No se han hecho “occidentales” porque no quieren serlo y porque, a la postre, ser “occidental” no es realmente ser nada (no si prescindimos de nuestra verdadera identidad histórica), pero ellos sí quieren ser algo. Así nosotros, europeos sin alma, hemos importado a nuestro suelo una realidad ajena. Una realidad que hoy explota aquí como lleva mil cuatrocientos años explotando en su suelo originario.
Sólo dos opciones
Esto es lo que hay. Propiamente hablando, un desafío de civilización. Y por eso resulta tan penoso el espectáculo de nuestra oligarquía (política, mediática, financiera) tratando de travestir la realidad para venderla como lo que no es.
En España, donde hace años que toda inteligencia parece haber desertado del espacio público, nuestros políticos y opinadores han reducido al absurdo el discurso cobarde y suicida de la resignación. Ha sido bochornoso ver a nuestro Gobierno balbucear explicaciones retóricas sobre el “mal global” que amenaza globalmente a la “democracia global”. Bochornoso porque, implícitamente, nos están diciendo que no pueden protegernos, pues nada puede hacerse contra un mal “global”. Ha sido ya no bochornoso, sino simplemente indignante, ver a la izquierda habitual deshacerse en alardes morales sobre el deber de acogida y la prevención contra la islamofobia. Ha sido indignante escuchar de labios de los poderosos la tópica apelación a “no tener miedo”. Eso es fácil decirlo cuando uno vive rodeado de medidas de seguridad que pagan los contribuyentes. Esos mismos contribuyentes que son precisamente las victimas del yihadismo, porque ningún grupo islamista ha atentado aún contra un rey, un jefe de estado, un ministro, un carnaval LGTB o un banquero. Ellos no tienen miedo. El miedo lo tenemos los demás, los de a pie, los que pagamos para proteger a otros. Ha sido, en fin, devastador leer a las alcaldesas de Barcelona y París, Ada Colau y Anne Hidalgo, escribir al unísono –con sorprendente sintonía- sentidas protestas de sensibilidad herida lamentándose de que la violencia manche de semejante modo “ciudades de amor y tolerancia”, comentarios que recuerdan demasiado a los que podría hacer la patrona de un burdel después de una pelea en la barra. Volved a mirar la foto de los jerarcas enlutados: ¿Esta gente ha de salvar nuestra civilización? ¿De verdad?
En realidad no hay mas que dos opciones. La primera es seguir apostando por una Europa cosmopolita y líquida, sin identidad histórica, donde todos quepan, asumiendo el terror como un mal inevitable pero pasajero, en el camino de la construcción de una sociedad global pacificada. Sobre esta primera opción se alinean hoy todas las estructuras del poder, sin distinción de ideologías. La segunda opción es, al contrario, constatar que no todos los grupos humanos son solubles en otros, que no todas las culturas son solubles e otras, y en consecuencia apostar por reafirmar la identidad propia y excluir a quien la amenace. Esta segunda opción es absolutamente intolerable para el poder; sin embargo, gana progresivamente espacio entre el pueblo, seguramente por puro instinto de supervivencia. Sólo dos opciones. Hay que elegir.
martes, 22 de agosto de 2017
El día que la provincia de Ávila declaró su independencia
domingo, 20 de agosto de 2017
La historia de la semana: Cuando nadie te defiende en el Parlamento
La historia de la semana: Cuando nadie te defiende en el Parlamento
Como sabrás, los Parlamentos surgen en la Europa medieval para controlar a unos reyes manirrotos. Los representantes de los condados y las ciudades se reunían para fiscalizar las cuentas del Reino y defender sus intereses frente a los soberanos.
A los españoles nos cabe el honor de ser pioneros en esto del parlamentarismo, con las Cortes de León, en 1118, bajo el reinado de Alfonso IX.
La corona leonesa necesitaba ingresos y optó por imponer más cargas fiscales -nihil novum sub sole, Montoro-. Y los representantes de las ciudades -es decir los contribuyentes- exigieron contrapartidas y la facultad de regular los gastos del monarca. Y fue entonces cuando el rey Alfonso convocó la llamada Curia Regia, a la que por primera vez se incorporan los representantes de las ciudades, con voz y voto.
En este sentido, los Parlamentos son el contrapeso frente a las arbitrariedades del poder. ¿Pero qué pasa cuando nuestros teóricos defensores aprueban iniciativas anti-democráticas o que van en contra del interés general? ¿Qué ocurre cuando la práctica totalidad del arco parlamentario elabora leyes manifiestamente injustas?Houston, tenemos un problema. Como el que nos espera a la vuelta de vacaciones, cuando el Congreso aborde cuatro proyectos que se dan de bofetadas con la democracia y el bien común.
Se trata del proyecto de eutanasia; el de la ley de vientres de alquiler; la ley mordaza LGTB impulsada por Podemos; y las medidas del Pacto de Estado contra la Violencia de Género.
Las cuatro iniciativas se enmascaran en el buenismo, con diferentes excusas.La eutanasia, con el pretexto de evitar el encarnizamiento y respetar la voluntad del paciente; los vientres de alquiler bajo el disfraz del altruismo; la ley LGTB enarbolando la lucha contra la discriminación a gays, lesbianas y trans; y el Pacto contra la Violencia de Género con la “sana intención” de reducir las agresiones contra la mujer.
Pero, como te explica Nicolás de Cárdenas en el reportaje que te adelanto como suscriptor de Actuall, https://www.actuall.com/criterio/democracia/las-4-amenazas-que-se-ciernen-sobre-la-familia-y-la-vida-a-la-vuelta-de-vacaciones/ los remedios son peores que la enfermedad.
Los cuatro proyectos son otras tantas amenazas contra la familia, la vida y la libertad; y los cuatro sin excepción vulneran derechos fundamentales consagrados en la Constitución, e incluso la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La eutanasia atenta contra el derecho a la vida; los vientres de alquiler atacan la dignidad inviolable de la persona al convertir a la mujer en mercancía y al reducir al niño a objeto de compra-venta; el Pacto de Estado contra la Violencia de Género perpetua una mentira: que la violencia tiene género; criminaliza al varón por el mero hecho de serlo y alimenta la industria de las denuncias falsas con un generoso presupuesto que estará controlado por entidades tan opacas como comunidades autónomas y ayuntamientos y tan poco fiables como los partidos políticos.Y la ley mordaza LGTB mina tres cimientos básicos del Estado de derecho: la igualdad de todos ante la ley -al privilegiar a un colectivo minoritario-; la presunción de inocencia -al convertirnos a todos en homófobos mientras no demostremos lo contrario-; y la libertad de expresión -al repescar la censura y los delitos de opinión en la tradición de los marxismos y fascismos, lo que entronca por cierto con el ADN ideológico de un personaje como Pablo Iglesias, discípulo aventajado de Fidel Castro y Nicolás Maduro-.
Hace décadas que no se veían amenazas tan serias para la democracia y la libertad como estos cuatro proyectos.
Y lo más inquietante de todo es que no hay -salvo error u omisión- ni una sola voz discrepante en el Parlamento que vele por los intereses generales. Ni siquiera un Partido Popular, marcado por la indefinición ideológica y el seguidismo frente a la ingeniería social de la izquierda.
Y tampoco hay demasiados medios de comunicación que alerten de estos peligros. Actuall es una de esas contadísimas excepciones. Es nuestro deber y aquí nos tienes peleando por la libertad. A tu lado.
sábado, 19 de agosto de 2017
La demencia y el odio anticastellano del catalanismo.
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viernes, 18 de agosto de 2017
BARCELONA, 17-8-17
jueves, 17 de agosto de 2017
Soneto en espejo a la catedral de Toledo (Juan Pablo Mañueco)
Soneto en espejo a la
catedral de Toledo
A Ángel Vegas
y Gustavo García Pérez, amigos, y a los diez campaneros de la
"Gorda" de Toledo, que nos obsequiaron con esta despedida tan Mañueco)como emotiva
Con tantos siglos como lleva estando
Toledo regia y cimera en su otero,
hemos sentido ímpetu montañero
de escalar el templo que San Fernando
Toledo regia y cimera en su otero,
hemos sentido ímpetu montañero
de escalar el templo que San Fernando
erigió en el siglo trece, evocando
que en vida y ruta somos pasajeros.
Vinimos a la torre, campaneros,
tras "la Gorda" o San Eugenio. Sonando,
que en vida y ruta somos pasajeros.
Vinimos a la torre, campaneros,
tras "la Gorda" o San Eugenio. Sonando,
nos ha enseñado el cielo toledano
y al santo, sorprendido y despertado.
Torre cuyas tres coronas en tiara
y al santo, sorprendido y despertado.
Torre cuyas tres coronas en tiara
su escalinata nuestro paso ya bajara.
Sensación de arbotante visitado
y octogonal planta dejó en la mano...
Sensación de arbotante visitado
y octogonal planta dejó en la mano...
* * *
Mas no toda la seo es su campano,
ni la custodia de Arfe, tan nombrado,
en que columnas y ángeles tallara.
ni la custodia de Arfe, tan nombrado,
en que columnas y ángeles tallara.
Sólo el retablo mayor se llevara
tiempo muy largo y lento y no sobrado.
Más... el Transparente aun, del sol hermano.
tiempo muy largo y lento y no sobrado.
Más... el Transparente aun, del sol hermano.
La sala del Cabildo está pintando
Juan borgoñés, por orden de Cisneros,
y uno tras otro obispos compañeros
su cruz y púrpura quedan llevando.
Juan borgoñés, por orden de Cisneros,
y uno tras otro obispos compañeros
su cruz y púrpura quedan llevando.
La casulla a Ildefonso otorgando
premia María a su fiel caballero.
Al salir por la puerta es altanero
el adiós campanil que está sonando.
premia María a su fiel caballero.
Al salir por la puerta es altanero
el adiós campanil que está sonando.
* * *
O la Gorda se voltea de adentro,
o son siete sastres y un zapatero
que afirma la leyenda viven dentro,
junto a la campanera y el campanero.
o son siete sastres y un zapatero
que afirma la leyenda viven dentro,
junto a la campanera y el campanero.
Aunque en día risueño y milagrero
tal vez San Eugenio sea epicentro
del galante tañido bullanguero.
Que pronto volveremos a su encuentro
a todos la noticia les tranfiero.
Mas ahora, en Toledo, voy al centro,
tal vez San Eugenio sea epicentro
del galante tañido bullanguero.
Que pronto volveremos a su encuentro
a todos la noticia les tranfiero.
Mas ahora, en Toledo, voy al centro,
aunque apenas al marchar me concentro
por escuchar tañer tan campanero
de la Gorda y los diez que viven dentro.
por escuchar tañer tan campanero
de la Gorda y los diez que viven dentro.
miércoles, 16 de agosto de 2017
CANCIÓN DE MÍO CID HERIDO DE MUERTE EN LA PLAYA DE VALENCIA (Juan Pablo Mañueco)
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martes, 15 de agosto de 2017
Tu rostro en la portada (Oña en septiembre) Juan Pablo Mañueco
Un poema que acaba de alcanzar las 2.000 lecturas, pero que
va un poco descolgado de otros que tienen más y, sin embargo, no son mejores.
Recogemos aquí el quinto poema que nos ha facilitado el
escritor alcarreño Juan Pablo Mañueco de una colección de sonetos dedicada a
Castilla.
Desde estas líneas queremos agradecer su inestimable
colaboración para difundir la cultura y la dignidad de Castilla, en este caso
en forma lírica.
Poema V: Tu rostro en la portada (Oña en septiembre)
En el septentrión de Burgos sueña Oña
su sueño gótico de apuntados arcos.
Monasterios e iglesias son los marcos
donde el tiempo que fue estío hoy otoña.
Se oyen sonar laúdes y zanfoñas
para nosotros dos, que como barcos
bogamos hasta aquí, solos y parcos,
tras del fervor condal que acá retoña.
Nadie hacía falta más, tú te sobrabas
para que el atrio de San Juan Bautista
se iluminara con tu faz risueña.
Y ni yo mismo sé si tú llevabas
la belleza al pórtico goticista
o la beldad del sitio era tu seña.
Juan Pablo Mañueco
(Madrid, 1954)
Licenciado en Filosofía y Letras, periodista y escritor
lunes, 14 de agosto de 2017
El niño García Pérez, (Jesús Torbado)
El niño García Pérez, etc, magistal
artículo de Jesús Torbado, publicado en el blog "En Tarancón".
http://entarancon.blogspot.com.es/
http://entarancon.blogspot.com.es/
NOTA ACLARATORIA DEL AUTOR:
Poco
antes de la publicación de este artículo la oposición de izquierdas y
progresista en Euskadi había cuestionado una campaña del gobierno del PNV entre
los escolares en la cual se aplicaban criterios antropométricos para
determinar las características faciales y corporales de los escolares, así como
se analizaba la genealogía de los alumnos, valorando el número de apellidos
vascos.
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EL AIRADO VIENTO DE LOS
PÁRAMOS MESETARIOS le enrojecía las orejas y fijaba bajo su naricilla dos
sucios velones que le alumbraban al santo de los fríos y de la desolación. Un
agujereado tapabocas granate se anudaba alrededor de su cuello, por encima de
la pelliza de plástico ajado que le había mandado un primo suyo establecido en
la capital. El niño García Pérez Etcétera vigilaba
el confuso rebaño que su padre le había dado en mando: dos docenas de ovejas,
siete cabras, una vaca, dos mulos y un asno. Una pareja de lebreles le hacía
compañía aquella mañana helada de la estepa. El niño García Pérez Etcétera no
tenía nada mejor que hacer.
Del pueblo se habían
ido el cura, el médico y el maestro. El maestro había sido
el último. Los señores de Madrid habían dicho que no quedaba dinero para
costear su salario en la escuela rural y lo habían mandado a poner escuela
veinte kilómetros más lejos. Los señores de Madrid habían entregado 2.000
millones de pesetas para las “IKASTOLAS” del Norte y otros muchos para
las “ESCOLAS” del Este, así que no disponían ya de las
800.000 pesetas anuales que el maestro cobraba.
Pero el camino hasta la
nueva escuela era arenoso y áspero y se tardaba mucho en llegar. Los señores de
Madrid habían unido con autopistas todas las
capitales de provincia del Norte y del Este y no tenían ya dinero para echar
grava sobre aquel polvoriento-lodoso camino.
Como la camioneta tardaba
tanto en llevar a los trece niños del pueblo hasta la nueva escuela, el padre
del niño García Pérez prefirió que cuidase el ganado en lugar de tener todo el
día al chiquillo por esos malos caminos de Dios. Ahora, la vieja escuela iba
tomando la forma de todos los pajares semiderruidos del pueblo: llenos de gatos
en celo, palomas en los desvanes, lagartijas aletargadas y arañas dormidas
dentro de sus capullos.
Del médico sólo los más
antiguos se acordaban. Cuando el niño García Pérez Etcétera se ponía malo, le
daban leche caliente con vino y miel, y eso lo curaba todo, salvo los sabañones
invernales, que no tenían cura, y las diarreas del verano a las que ya estaba
acostumbrado. Médicos quedaban por ahí, desde luego, pero se dedicaban a
contar los pelos que los niños del Norte tenían en las falanges de los
dedos de los pies, a fiscalizar sus pecas, a medir sus cráneos y
narices: estaban demasiado ocupados como para cuidar las pulmonías del niño
García Pérez y de sus compañeros.
Y como el muchacho no iba
a tener jamás una escuela a donde ir, toda su vida ignoraría algunos
esencialísimos detalles de sí mismo, especialmente las claves de su código
genético. A él y a su padre y a su abuelo no le importaban demasiado, pero la
sociedad en que vivían padecería una terrible e inevitable carencia; la patria
en que había nacido se tambalearía ante la flojedad de aquellos cimientos
humanos del zagal que pisoteaba los terrones de la meseta.
Porque era una delicada e
importante cuestión. De entre los cientos de García, Pérez, Rodríguez, Sánchez,
Martínez y Suárez de su nombre, un estudio científico de aquel niño hubiera
podido deducir notabilísimas conclusiones.
Hubiera adivinado, por
ejemplo, que uno de sus antepasados fue el emperador Teodosio el Grande,
que dejó preñada a una sus esposas cuando salió de Coca (Segovia) para gobernar
el Imperio romano; que otro de ellos había luchado con Hernán Cortés en la
conquista de México; que otro había sido conde de Castilla;
que una de sus abuelas tuvo trato carnal con Abd al-Rahman III; y otra con el
filósofo y médico judío Moses ben Maimón; que otro ancestro suyo había sido tío
de un tal Miguel de Cervantes, aquel a quien sapientísimos
hombres habían borrado de una calle de Lejona (Bilbao), para sustituir su opaco
nombre por el del eximio poeta Ormaechea Orive; que otro había sido capitán de
los tercios de Flandes y otro obispo de Esmirna, y uno más palafranero de
Isabel II (“la Casta”).
Por lo demás, si el niño
García Pérez Etcétera se hubiera sentado ante un culo de botella y lo hubiese
utilizado como espejo, habría descubierto que poseía en su rostro 9618 pecas,
lo cual hubiera podido cambiar el mundo si el maestro no se hubiese largado de
su vera por orden superior, pues era el mismo que poseyeron Gobineau y
Rosenberg; que brotaban 95 pelos sobre cada una de sus falanges (muchos de
ellos chamuscados en la hoguera que tenía prendida), el mismo número que Hitler
lucía; que las medidas de su nariz coincidían milimétricamente con las del más
conocido jefe del Ku-Kux-Klan, un tal coronel W.J Simmons; que la implantación
de su (nonato) vello público formaba el mismo dibujo que en vida tuvieron Jim
Crow y el general Forrest, y, en fin, que la posición de las circunvoluciones
cerebrales era idéntica a la que los arqueólogos hallaron en el cráneo de
Nerón, y, feliz coincidencia, a las que aún hoy en día eran frecuentes en
África del Sur y otras famosas regiones de la Tierra.
¿Y qué decir del color de
sus ojos y de su sensibilidad gustativa? Los ojos eran de color pardo cuando
contemplaba el ocaso y grises al mirar las primeras luces de la mañana. Ni el
niño García Pérez se hubiera repuesto de esta sorpresa étnico-antropológica, si
la hubiese alcanzado. Por otro lado, le gustaban las sopas de ajo, los
garbanzos, las patatas viudas, las sardinas fritas, el tocino y las manzanas
verdes. Era tan bueno es esto que incluso fabricaba chicle con un puñado de
trigo recogido en las eras o en los campos.
Cualquiera de estos
detalles hubiera permitido a un concejal medianamente cultivado o a un alcalde
con el segundo curso de EGB aprobado escribir una enciclopedia acerca de la superioridad racial de aquel pastorcillo perdido bajo el
invernal frío de la meseta.
Y si un buen genealogista
hubiera echado leña al fuego del informe genético, teniendo en cuenta todos
aquellos apellidos ilustres en el macuto vital del niño, a nadie le hubiese
sorprendido que vinieran a llevárselo para nombrarlo director de la universidad
de Harvard, u obispo de Roma, o rey de España mismamente.
Pero como hacía frío,
estaba empezando a nevar, las cabras se desmandaban, uno de los mulos se había
perdido y el cura, el médico, el maestro y su madre estaban lejos, el niño
García Pérez Etcétera se puso a llorar en medio del campo, a la sombra de una
zarza agostada, y lloraba como un perro, como un perro
castellano.”
El País, miércoles, 3 de diciembre de 1980
Jesús Torbado, un leonés nacido en 1943, a quien tuve el placer de conocer con
ocasión de la entrevista que le hice para el libro “Diez castellanos y Castilla”, y que el 3 de
diciembre de 1980 publicó en el diario “El País” este artículo que resume mejor
que nada lo que pasó con el ninguneo de Castilla y su cultura en la época de la
Transición española.
El artículo no debería ignorarse si ahora se van a
corregir algunas cosas que se hicieron mal en aquellos años de
la Transición: la desigualdad entre los territorios de
España y el olvido, partición y aventamiento de Castilla,
por ejemplo.
El artículo, más bien, debería ser de gustosa lectura en todas las escuelas de
Castilla y de obligado conocimiento por todo aquel
candidato o candidata que quisiera dedicarse a la política en
cualquier provincia castellana.
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